Eres diferente cuando él no está cerca, te relajas más y eres más, no lo sé, ¿libre, tal vez? Me gusta cuando eres así.

Yo también soy diferente cuando el no está. No me pongo a la defensiva ni me provoca ganas de llorar cuando dejas de mirarme. Sé que suena infantil, en parte lo es, pero si vieras las cosas como yo, lo entenderías.

Siento que dejo existir para ti. Siento que grito por ti y aunque me quede sin voz, no me escuchas, no volteas, no me ves. Me siento un fantasma. Es un frío que se filtra por los huesos y me jala, y jala, pero no quiero irte; quiero ser vista, quiero que sepan que estoy ahí. Entonces lucho por que así sea, hago cosas pequeñas o grandes sólo para que sepan que no he dejado de existir, que sigo ahí y que no dejaré que mi presencia pase por alto.

Pero el orgullo puede más y si no voltean a verme, me rindo. Recojo el ego, lo pongo en una cajita y me arropo con resentimiento. No necesitaba que me vieran de todas formas. Me vuelvo arrogante y altiva, llega el momento en el que deja de importarme si hiero a los demás con los bordes quebrados.

Sin embargo, de vez en cuando, puedo olvidar todo el rencor y volver a lo que era por un segundo. Comienza con una pregunta tonta, y se extiende cuando compartes tu opinión, luego me cuentas tu día y así continúa; antes de saberlo, ya estamos sentadas en la mesa y comemos juntas. Es perfecto porque aunque no sea perfecto, es raro y así lo aprecio. Me lo guardo en el corazón, en donde el rencor puede manchar el recuerdo pero no puede cambiar cómo me sentí ni lo alegre que fui por esos pocos minutos.

Así me siento cada vez que él no está.

Quisiera que fuera así más seguido.

Extraño cuando no tenía que extrañar esto.

[01/04/18]