Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

En Roma

Antes abrir los ojos, el olor a café recién hecho se cuela por su nariz, anunciándole que es hora de levantarse.

Una mano acaricia la piel de su brazo derecho. Una pierna tibia está sobre la suya. Unos labios cálidos le dan un beso en la mejilla y la voz de su esposa le susurra al oído.

—Buenos días.

Andrea contesta con un gruñido.

—Te dejo tres días en manos de tu familia y regresas con los modales de Tarzán —dice Fabiola, riéndose, dándole una ráfaga de besos en la mejilla y en el cuello.

Jetlag —Es lo único que atina a contestar Andrea, que había llegado en la madrugada, después de otra travesía de más de 19 horas.

—Lo sé —contesta Fabiola—, pero si te dejo dormir, se te va a mover el horario y no vas a poder levantarte para ir a trabajar mañana.

Andrea abre un ojo, observa a su esposa y vuelve a envolverse con las sábanas —¡Me niego! ¡No quiero! —reclama, con tono de berrinche.

—Yo no quería hacer esto, amor mío, pero me estás obligando —sentencia Fabiola con voz amenazadora—. ¡Codzito, ven a darle besos a mamá! —grita.

Andrea escucha unos pasitos apresurados y una respiración agitada antes de sentir los cinco kilos de su morkie aterrizando sobre el colchón. Lo siguiente es un diminuto hocico abriéndose paso en la búsqueda frenética de sus párpados para comenzar a lamerlos.

—¡No, Codzito, no! —grita Andrea, empujándolo para mantenerlo lejos, pues aunque lo adora, no soporta que le lama la cara.

Al no lograr controlar a su máquina de besos, Andrea termina por incorporarse para huir de él.

—Acabo de tirar cinco años de entrenamiento al retrete, pero valió la pena —dice Fabiola, satisfecha con los resultados.

—Nada mas les anuncio que esto es alta traición —responde Andrea primero mirando a Codzito con ojos de pistola y luego a su esposa—. Esperen mi venganza.

Luego se pone de pie y se va al baño, refunfuñando en el camino, recitando entre dientes sus planes inverosimiles para vengarse de los dos amores de su vida.

Cuando Andrea ya está de regreso en el mundo de los vivos, taza de café en mano, le cuenta a su esposa lo que descubrió en los demás diarios.

Después, mientras devora el contenido del plato que tiene frente a ella, le platica sobre los tesoros que encontró en la última caja que sacó de la bodega.

Estira la mano para alcanzar su mochila y saca las fotos, los obituarios y los diarios que se trajo consigo.

—Deberíamos enmarcarlas —propone Fabiola.

—Estaba pensando que deberíamos poner un altar para tu mamá, mis papás y la abuela Minerva —responde Andrea, con un tono que delata que no está totalmente convencida y está buscando la opinión de su esposa.

Fabiola asiente, emocionada. Y comienza a hacer planes de mover uno de los burós de madera a cierto rincón de la sala que podría servir bien para ese propósito.

Andrea contempla a su esposa con la misma ternura que lo ha hecho desde que eran unas niñas.

—¿Sabes? —Andrea ladea la cabeza—. Esas horas que pasé en casa de mi abuela me dieron oportunidad de recordar cosas en las que no había pensado hacía mucho tiempo.

—¿Ajá? —Es lo único que responde Fabiola.

—Y tengo un montón de preguntas que hacerte.

Su esposa frunce el ceño.

—Algunas preguntas que no te hice en su momento y otras tantas que sí te hice pero que nunca respondiste.

—Esto suena tan tentador como la idea de caminar sobre un campo minado —Fabiola se ríe.

—¿Regresaste a Mérida en las Navidades entre el '88 y el '91 a ver a tu abuela? ¿Y si sí, por qué no fuiste a visitarme como lo habías prometido?

—Creo que vamos a necesitar más café —responde Fabiola, corriendo a la cocina.

—No huyas, que apenas estoy comenzando.

—Va a ser un día muy largo —dice su esposa.

—Si regresaste a vivir a Mérida una semana antes de comenzar el tercero de secundaria, ¿por qué no fuiste a verme? ¿Por qué te esperaste hasta que comenzaron las clases?

—Corrección —dice Fabiola—. Va a ser una semana muy larga y todo el café que tenemos en casa no va a ser suficiente.

—¿Cuando te regresaste a Chetumal, por qué le llamabas a Martín y a mí no?

Andrea se pone de pie y la sigue hasta la cocina, presionándola con la mirada en un modo juguetón.

—Creo que prefiero la versión de la Andy callada que no decía la mitad de lo que pensaba —dice Fabiola, entre risas.

—Pues te fregaste porque te casaste con la versión que dice todo lo que piensa —asegura Andrea—. Ándale, comienza a soltar la sopa.

Fabiola suspira.

—Sí —responde—. Sí regresé a Mérida cada diciembre.

Andrea entrecierra los ojos, intentando verse amenazadora.

—Las respuestas a tus preguntas son más aburridas de lo que puedes imaginarte —confiesa Fabiola—. Mi papá no quiso que nos quedáramos en su casa porque ahí estaban mis tíos, así que nos quedamos en casa de mi abuela Eloisa, que, como bien sabes, vive al otro lado de la ciudad. Yo era una niña y no podía exigir que me llevaran hasta la antigua colonia a visitarte.

Fabiola la toma de la mano y la conduce hasta la mesa del comedor. Andrea se sienta y sigue desayunando mientras su esposa regresa a la cocina.

—Es más, en la Navidad del '88 le pedí a mi papá muchas veces que me llevara y siempre me decía que sí, pero nunca me lo cumplió. Así que los siguientes años ya no tuve corazón para volver a intentarlo.

Fabiola se sirve más café, regresa a la mesa, se sienta frente a Andrea y sonríe, con la mirada perdida en sus recuerdos de la niñez.

—¿Cuál era tu segunda pregunta?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro