El final de una historia
Después de despedirse de Vanesa, Andrea deambuló un rato por el Centro Histórico mientras intentaba decidir si verse con Mabel en su casa o mejor en un lugar público.
«Sabes lo que se avecina, ¿verdad?», se burló la voz de su interior. Andrea sacó de su mochila su teléfono celular, el cual se había comprado unos meses atrás por insistencia de su novia.
Suspiró. Miró el aparato como si se tratase de un instrumento de tortura y luego marcó el número de Mabel.
Una hora más tarde se vieron en la entrada del Parque ecológico, el cual tenía áreas bastante aisladas en las que se podía hablar disfrutando de una cierta sensación de privacidad.
—¿Qué tienes? —preguntó Mabel, preocupada, cuando se encontraron—. Te ves como si no hubieras dormido en días.
Andrea no quería mentir, pero tampoco quería preocuparla antes de tiempo, así que decidió decirle una verdad a medias.
—El proyecto con la doctora Hermann me está matando.
—Pensé que les estaba yendo muy bien con la investigación —dijo Mabel mientras se encaminaban por uno de los senderos del parque.
—Sí, los resultados han salido mejor de lo que esperábamos —respondió Andrea—, pero el trabajo es mucho más intenso de lo que anticipamos.
Caminaron, platicaron, se dirigieron miradas coquetas y Andrea olvidó por un momento que esa tarde tenía una misión, pero cuando llegaron al Lago del Poniente y se desviaron hacia las rocas que lo rodeaban, el nerviosismo regresó.
Se sentaron en la roca más prominente y se quedaron en silencio, como a veces lo hacían.
A su izquierda se encontraba un matrimonio joven con dos niños que correteaban, se reían y gritaban.
A su derecha había algunas parejas que habían ido a buscar el mismo tipo de tranquilidad e intimidad que ellas tanto disfrutaban en esa área del parque.
«¿Qué estás esperando?», preguntó la voz de su interior. «Tiene que ser en el momento adecuado, sin gente», respondió ella.
La familia joven se fue, más o menos pronto, pero pasaron más de cuarenta minutos para que las parejitas se dispersaran.
Andrea se aclaró la garganta.
—Hay algo que quiero mostrarte —dijo mirando a su novia y le entregó la carta que sostenía en una mano temblorosa.
Mabel frunció el ceño pero no preguntó nada. Sacó la carta del sobre y comenzó a leer.
Unos minutos más tarde, Mabel volvió a colocar el papel dentro del sobre y se lo entregó, evitando su mirada.
Andrea sintió que pasó una eternidad en un silencio distinto al que estaban acostumbradas a compartir.
—Felicidades —dijo Mabel, con un tono lúgubre que le arrebataba toda la intención a la palabra.
—Gracias —respondió Andrea, con un tono similar, anticipando las palabras que vendrían después; padeciéndolas antes de escucharlas.
—Espero que te vaya muy bien, Andy, de verdad. Te deseo todo el éxito del mundo, porque te lo mereces. Pero yo no puedo seguirte; mi vida está aquí. Mi futuro está aquí.
Andrea desvió la mirada. Su pecho estaba encendido en llamas, su garganta ardía como esa noche que había intentado fumar un cigarro para impresionarla.
Otra eternidad pasó en silencio antes de que Mabel volviera a hablar.
—Me conoces bien y sabes que no creo en las relaciones a larga distancia.
Andrea asintió. No hablaba porque sabía que su voz se quebraría y necesitaba fingirse fuerte, segura de su decisión de irse a estudiar al extranjero.
—Me duele mucho tener que terminar contigo, pero es lo más saludable —continuó Mabel—. Espero que triunfes y que cumplas tus metas. Espero que aprendas mucho y disfrutes de la cultura, la comida, los sitios históricos.
Mabel se rió, como si lo que estuviera diciendo fuese tan lógico, que debió haberlo visto venir hacía mucho tiempo.
—Te puedo imaginar perfectamente en Roma, Andy.
Luego buscó su mirada, hasta que Andrea volteó hacia ella.
—Te deseo muchísimo éxito en tu vida profesional... y también en la amorosa. Me parte el corazón tener que dejarte ir; voy a extrañarte mucho, pero nunca dejaré de estar orgullosa de ti.
Andrea se mordió los labios y usó todas sus fuerzas para apaciguar el fuego que había en su interior.
—No tienes que terminar conmigo ahorita —Comenzó a decir, intuyendo que sus palabras no harían diferencia en la decisión de Mabel—. Me voy dentro de seis meses.
—Pero te vas, Andy... y no encuentro razones para alargar una relación que está condenada a terminar —Mabel miró hacia un lado y luego al otro. Al comprobar que estaban a solas, estiro la mano para tomar la de Andrea—. Prefiero que recordemos nuestro tiempo juntas como algo sano y bonito; no como seis meses de tortura, padeciendo cada día la llegada de nuestra fecha de expiración.
Andrea deseó pelear con uñas y dientes por su relación, pero conocía a la perfección las convicciones de Mabel y sabía que no habría modo de convencerla una vez que había tomado una decisión.
—Además —continuó Mabel—, si seguimos juntas, al cabo de esos seis meses de tortura podrías convencerte de quedarte por mí en lugar de aprovechar esta oportunidad.
Andrea ya estaba considerando quedarse y no habían pasado ni siquiera 24 horas desde que había recibido la carta.
—Y yo no me perdonaría ser la razón de que no persiguieras tus sueños —Mabel negó con la cabeza, bajando la mirada.
—Te voy a amar siempre —dijo Andrea después de un silencio largo, pero no pudo seguir hablando porque se le quebró la voz.
—Y yo a ti —respondió Mabel, apretando la mano de Andrea brevemente para luego soltarla—. Ojalá que algún día se vuelvan a cruzar nuestros caminos. Quién sabe, si es el destino, a lo mejor y volveremos a estar juntas.
Andrea asintió en silencio.
Mabel se puso de pie. Se detuvo. Andrea sentía su mirada insistente. Al levantar el rostro hacia ella, descubrió lágrimas en sus ojos.
Andrea hubiera jurado que el mundo entero se detuvo para que ellas pudieran contemplarse mutuamente y sostener, por un último instante, ese amor que se estaba partiendo en dos.
Cuando la primera lágrima escapó de los ojos de Mabel, ella bajó el rostro y se marchó.
Como ya sé lo mucho que disfrutan ubicarse en los lugares mencionados en la historia, en este caso les dejo unas fotos y un mapita del Parque Ecológico y su Lago del Poniente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro