
Las cortinas del Artesano
El suelo crujía bajo el peso de la enmohecida silla. El olor del bosque se filtraba a través de los listones de madera. Los perezosos rayos de sol comenzaban a filtrarse a través de las pesadas cortinas. Esas que odiaba tanto como para acabar con la existencia de la persona que las confeccionó.
-Deja las cortinas en paz. No tienen la culpa que se haga de día.
Al mirarle, recordó como si fuera ayer el momento en que lo había dejado seco, sonrió ya que sí, si que había acabado con el "Artesano" de las mismas.
Refunfuñando palabras hirientes se dio la vuelta y se fue directo al sótano. Su húmedo, oscuro y silencioso sótano.
Bueno, dos de esas afirmaciones eran ciertas. La tercera solo lo sería si el Artesano no lo seguía.
Pero hoy no iba a ser su día de suerte.
- De verdad te piensas que vas a descansar.
No, no lo pensaba. Sabía que desde que había pronunciado la primera palabra, su día de sueño no iba a ser agradable.
Llevaba sin "comer" casi dos semanas y ya su cuerpo notaba los estragos del ayuno. Necesitaba ese descanso pero no iba a ser posible.
Mientras las palabras salían de la boca del "gran diseñador de interiores" notaba como su irritabilidad aumentaba.
Lo de no comer, no había sido voluntario, los senderistas habían evitado acercarse a la zona. Estaba más que seguro que el señor "Mis cortinas molan" había tenido algo que ver.
Aún estaba enfadado por aquel ínfimo detalle de nada, que aconteció hace unos años;
Fue durante una tarde de tormenta. Había estado vagando por el bosque, buscando alguien a quien hincarle el diente. Cuando de entre la niebla surgió un puente de tablones de madera, y al final del mismo, una pequeña cabaña tenuemente iluminada apareció. De su interior llegaban los arrítmicos alaridos que daba el dueño tratando de seguir la canción que sonaba.
Había tardado un parpadeo aparecer junto a la ventana, la cual estaba flanqueada por esas horribles cortinas. El olor a su sangre le sentó como una bofetada, provocando que los colmillos tomaran control de su cuerpo y se lanzara a por su presa, dejando a este, inerte en el suelo.
Limpiando los escasos restos de su cena de la boca, se acercó al reproductor para apagar la música. Con mucho cansancio se sentó en el sofá de su nueva casa.
Lo que no había llegado a esperar era que...
- No puede ser, ¿me has matado? Maldito vampiro.
Aún recordaba como le había sorprendido el Artesano. Nunca en sus siglos de vida, había convertido a nadie en fantasma.
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