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Sinopsis

El inicio de todo

¡Medicación! ¡sala 6 en cinco minutos!

Me levanto rápidamente de la cama colocándome mis zapatos rojos

Amo ese color.

Me peino el cabello lentamente y lo observo mientras lo hago. Es tan largo y tan blanco que me encanta.

Ojalá y a los demás también le gustara.

Nunca entenderé del porqué me encerraron en este lugar, solo por el color de mi cabello y ojos... patéticos.

Tú sabes muy bien porqué

Ya empezó a hablar esa voz tan odiosa. Hay momentos que me gusta ya que así no me siento sola, pero hay veces que dice cosas sin sentidos.

Entré aquí teniendo 16 años, encerrada en esta habitación y salir solo a la hora de medicación o comida.

Pensé que solo era a mí, pero con todos lo hacen. Desde el caso más mínimo al peor. Al menos no tengo camisa de fuerza.

Qué horror.

Camino hacia la puerta para ir a la sala 6 que queda en el piso de arriba, varios salen y ni cruzar palabras podemos.

Esto parece una prisión.

Veo a muchas personas y hay veces que no me gusta, me los imagino bañados de sangre, suplicando y eso me encanta, pero a la vez me asusta.

Patética

Subo por la escalera y curvo a mi izquierda entrando en la sala 6. Tomo asiento donde siempre y las pastillas ya está ahí colocadas.

Son tres, realmente no sé para que son. Nunca me dijeron que tenía. Según ellos no me pueden decir.

Agarro las tres pastillas y solo me trago una, las otras dos las encondo para botarlas.

Observo mi alrededor. Algunas se han puesto violentas y por inercia sonrío. Todas las enfermeras están fijadas en ella y busco con los ojos algo filoso.

Hazlo

Y cuando lo encuentro camino con la cabeza baja y la agarro cuidadosamente. Veo a la enfermera que me golpeó hace dos días solo por morderla.

No aguanta nada.

Camino hacia ella con lentitud.

—Señora Olivia —digo en voz baja.

—¿Diga señorita? —su voz es tan dura.

Alzo la mirada y la imagino con sangre por el cuello y el rostro abierto.

Me encanta lo que imagino.

—Creo que no debió golpearme la vuelta pasada —menciono con una sonrisa torcida.

En cambio, ella me mira de manera confusa, pero se da cuenta que algo anda mal por mi expresión, empecé a sonreír de manera inconsciente. Cuando la veo con el amague de decir algo, entierro el bisturí en el cuello y la sangre sale rápidamente.

Me emociono tanto que empiezo a cortarle la mejilla y parte del ojo.

De pronto, todo queda en un silencio profundo y no puedo evitar borrar la sonrisa de mis labios, solo quiero más y más.

Se ahoga con la sangre pidiendo ayuda y poco a poco veo como su cuerpo se va quedando sin vida.

Me levanto tirando el bisturí sin borrar la sonrisa en mi rostro.

Hermosa obra de arte.

Felicidades

Y salgo sin más de esa sala, sé que más tarde me irán a buscar, pero no me importa. Estoy satisfecha y eso me gusta.

Me gusta ver la sangre en mi mano, pero me gustaría más verme bañada en ella, pero con la sangre de mi presa.

Entro a mi habitación y me siento en la cama. Me extraña no sentir culpa por lo que acabo de hacer, en cambio solo quiero volver a repetir lo que acabo de hacer.

Solo tengo 19 años y no se que me sucede. Cuando era pequeña no tenía este deseo.

Lo único malo que hice fue matar a mi gatito, de excusa él me aruño la mano hasta botar sangre.

Escucho que entran por la puerta y son varias voces.

—Es ella, deben llevarla a otro piso y pónganle camisa de fuerza.

—No. Si me tocan los mato —advierto sentada en mi cama mientras me peino el cabello con los dedos.

Me ignora y manda a los hombres para que me agarren y los golpeo, pero es en vano y a fuerza me llevan al otro extremo del psiquiátrico.

—¿Soy yo o ella se parece a la que esta esta en la ala? —dice uno.

¿De quién hablan?

Pronto lo sabrás

—Cierto, se parecen —le da la razón.

—¿Serán hermanas?

—No lo sé. Pero apúrate que ya estoy todo aruñado por esta loca.

—Loca tu abuela, imbécil —chillo—. Suéltenme.

Me rindo y al rato llegamos, hay muchas puertas y se escuchan risas maniáticas. Me llevan casi a la última puerta colocándome la camisa de fuerza.

No lucho. De igual manera me la pondrán.

Uno se inclina para terminar de ponerme la camisa y mi voz interior habla.

Muérdelo

¿Ya te he dicho que te amo?

Lo muerdo por el cuello haciéndole caso, escucho como chilla y eso solo hace que lo muerda más duro hasta el punto de hacerle sangrar.

Su otro compañero lo ayuda y me da un puñete en la boca.

Sonrío pasando la lengua por la sangre de mis labios.

—Sabes bien —chasqueo la lengua.

—Pareces enferma.

Niego levemente sin dejar de mirarlo fijamente.

—Que buen descubrimiento —sonrío egocentricamente.

Me observa con miedo y asco, adoro esa mirada

—Ah, me llamo Irene. Mucho gusto, a veces se me olvida presentarme —utilizo mi voz delicada.

—Púdrete, Irene —escupe yéndose.

Hace unos años atrás las chicas Smith tenían un trastorno en común llamado trastorno de hematodipsia. Algo que realizaban casi siempre, como una tradición más que satisfacción. Los del pueblo tenían sospechas, era primera vez que veían esas características en una persona, o mejor dicho, personas.

Una noche oscura unos niños entraron por curiosidad, pero se llevaron una grata sorpresa.

¿Qué habrán encontrado esos niños?

Nadie del pueblo les creyó hasta que en esa misma noche algo siniestro pasó, dándole paso a la nueva generación.

Las chicas de Deadwood no debieron salir.

***

Holis.

¿Qué tal?

¿Qué piensan?

Muy pronto estaré publicando el primer capítulo, por mientras pasen por mi perfil y disfruten de las otras antes de entrar a este mundo oscuro.

Los quiero.

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