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CAPITULO VIII

Secretos & leyendas

Nunca en mi vida he estado tan confusa como lo estoy en estos momentos. Mi mente es un laberinto sin salida y un hoyo negro sin fondo.

Me he sentido inútil en tratar de ordenar el rompecabezas, que solo son pequeños fragmentos y a estas alturas ya no sé qué es real.

Mi madre dice que me encontraron en el auto al momento del accidente. Pero mi mente recuerda que yo salí de ahí y camine por la carretera llena de nieve, pero mi subconsciente me dice que no es real.

Pero, ¿Cómo puedes sentir algo tan real si no ha pasado?

Miro hacia la ventana y un frio me recorre por todo el cuerpo logrando que se me erice todos los pelitos del cuerpo. Algo paso, pero no sé qué fue.

Ayer que desperté le pregunte a mi madre que sucedió cuando exploto algo cerca de aquí y me miro como si estuviera loca. Lo único que me dijo que después que entro la enfermera yo me quede dormida durante ocho horas, que nada había pasado.

Mi madre termina de peinarme. Hoy ya me dieron de alta.

— ¿Por qué tú y mi padre se ven triste? —pregunto con tono ausente.

Cuando desperté, mi madre estaba llorando y mi padre con una mirada ausente. Me dijeron que todo está bien, pero no les creo.

—N-nada.

—Mamá, no me mientas.

Pero no dice nada, simplemente me ayuda a levantarme y salir de este asqueroso hospital. Papá nos espera en el estacionamiento con una leve sonrisa en los labios y se la devuelvo.

El camino a casa es silencioso y un poco tenso, no te atrevo a preguntar lo evidente. Pero bueno, nunca me puedo quedar callada.

— ¿Cómo esta Stefan? —suelto y escucho como mi padre respira hondo para luego mirar a mi madre.

—Está en coma —directo y al hueso, sin tacto. Así es él.

— ¡Edward! —lo reprende mi madre. Y ella es más empática.

Veo como rueda los ojos.

— ¿Qué? De igual forma se iba a enterar.

Siguen discutiendo y decido no prestar atención. Stephan era el primer chófer de la familia, además que es unas de las personas que papá le tiene más aprecio. Pero cuando es así se comporta como si no le importara. Sin embargo, por dentro le duele.

Llegamos a casa y bajo rápidamente para encerrarme en mi habitación y dormir un rato, pero apenas entro veo al mesero sentado en unos de los sofá de la sala.

Él, un poco confuso por verme aquí me regala una sonrisa encantadora.

Esta vestido con una camisa blanca, con las mangas arremangadas hasta el codo y algunos botones sueltos dejando ver su piel un poco bronceada. Tiene unos pantalones ajustados que se le marca un poquito el paquete.

Sucia.

Me sonrojo no sé porque, y miro sus ojos castaños, sus labios gruesos y levemente rojos. Tiene el cabello un poco revuelto y noto el intento de peinárselo, pero su cabello es rebelde.

Papucho.

Concuerdo.

—Señor, Campbell. Un gusto —le da un leve asentimiento de cabeza.

—Digo lo mismo, Howard —le da la mano, para luego mirarme—. Será tu chófer desde hoy.

¡QUÈ!

Dime que no lo dijo, por favor.

Sí que sí.

—No necesito un chófer.

—Sí, y no quiero berrinches.

—Pero...

—Ya hable —lo odio—. Bienvenido, sígueme que te mostrare tu habitación.

No, no, no.

Sí, sí, sí.

—No, espera. ¿Se va a quedar? —quise decir con asco, pero me salió fue un chillido.

—Así es —y se marcha.

Pero el estúpido que será mi nuevo chófer me da una sonrisa divertida antes de perderse por el pasillo.

Si solo con verlo mis hormonas se alborotan, no me quiero imaginar tenerlo aquí todos los días.

***
—Creo que estas quedando loca.

— ¡Karoline!

— ¡ES LA VERDAD!

—No, solo esta confusa.

—Como lo quieras llamar Pau, la misma cosa.

Y así empiezan a discutir nuevamente. Ellas chocan en la personalidad, siempre quieren tener la razón.

Les conté lo que sucedió en el accidente, lo que me "paso" en el hospital y lo del mesero. Pero para ser sincera, eso no le tomó importancia. Solo lo que me sucedió lo tomaron más en serio.

Ahora están discutiendo en ir a la casa de las chicas, pero ¿para qué quieren ir allá?

No les presto mucha atención, me dan jaqueca cuando se ponen a discutir estupideces.

—Falta que Lau vaya con nosotras.

— ¿Yo qué?

—Que si vas con nosotras a casa de las hermanas Coleman.

—Como sea.

Ella lo toma como un sí y se levanta de mi cama para irse corriendo escaleras abajo. En cambio, yo, agarro unos guantes y una gabardina negra, hace mucho frio allá fuera y no quiero morir de una hipotermia.

Camino hacia la puerta con la intención de abrirla, pero mi nuevo chófer —nótese la emoción— me detiene agarrando mis hombros.

— ¿Dónde debo llevarla? —pregunta en tono suave.

—A ningún lado.

Les hago una seña a las chicas para irnos y Pau no se puede quedar con la boca cerradas.

—Vamos a casa de las hermanas Coleman.

Pero la reacción de Anwir no me la espere, se tensa de pie a cabeza y se ha puesto levemente nervioso. Y un leve recuerdo viene a mi mente y es el día de la reunión, cuando la luz se fue que estaba igual a como está ahora.

Anwir asiente con la cabeza y nos abre la puerta a las tres. Decido ignorar lo anterior subiéndome al auto —cosa innecesaria, ya que vivimos a diez minutos caminando— él pone el auto en marcha y en tres minutos llegamos.

Las chicas bajan emocionadas, ya que nunca han entrado a esta casa.

Como si esto fuera emocionando.

Claro que lo es, aburrida.

Karoline camina adelante, seguida de Paulina, luego vengo yo y Anwir va en una distancia muy prudente, mirando a todos lados y con las manos detrás de él.

Toca la puerta por segunda vez y en la tercera una chica peliblanca, vestida con un pantalón negro ajustado, en unos de sus bolsillos tiene tres cadenas caídas. Una camisa negra abotonada, y los bordes de los botones es de un color rojo oscuro. En los pies, tiene unas botas como de cuero que le llega más debajo de la mitad de la pierna y en la parte de la cintura tiene amarrada una capa que hace la forma de una falda color rojo, el mismo tono del borde de los botones.

Es hermoso ese outfit

Concuerdo.

Salgo de mis pensamientos cuando siento una mano en mi espalda baja y cuando me giro, veo que es Anwir señalándome la puerta.

Miro y en efecto, la chica me esta esperando para que entre.

—Hola, Laura —me saluda con una sonrisa en los labios.

—Hola... —no sé cuál es su nombre.

—Soy Mara, y no te preocupes, sé que te confundimos un poco.

Asiento con la cabeza y paso por su lado. Miro mi alrededor y no me cansare en decir que amo la forma en que está decorada esta casa.

Tiene ese aire antiguo que simplemente me fascina. Como si estar aquí dentro fuera otro mundo.

Entro a la sala y veo a mis amigas sentadas en unos de los sofás y yo opto por sentarme junto a ellas. En cambio, Anwir decide quedarse de pie.

Unas de las chicas, está sentada en el sillón individual con un libro en mano. Es de color crema con un lobo como portada, pero el titulo está en otro idioma. Tiene el cabello recogido con un moño alto y un pantalón licra de color negro y un top corto de color rojo.

Mara, está sentada frente a mí junto a otras de las chicas que tiene un vestido rojo que le llega a mitad del muslo con unas botas casi iguales a las de Mara, ella esta con el cabello suelto, levemente revuelto.

No sé si tienen esa obsesión con esos colores, pero me encanta la forma que visten.

—¿A que debemos su visita? —pregunta Mara.

—Quisimos conocerlas —se limita a responder Karoline.

—Oh, bueno. Yo soy Mara, ella —señala a la que está a su lado—, es Irene y la que esta allá —señala a la que lee un libro—, es Eleonor. Charlotte está en su habitación, últimamente no se siente bien.

Irene le dedica una sonrisa forzada y Eleonor se limita a decir un hola.

Ellas dos son las menos expresivas. Son como un tempano de hielo.

—Son tan... iguales. ¿Acaso no se confunden? —vuelve a preguntar—. Y son muuuy guapas.

Irene rueda los ojos concentrándose en su celular, Eleonor suelta una risita irónica y Mara mira mal a sus dos hermanas.

—No, no nos confundimos. Solo somos iguales físicamente, y gracias, pero tú no te quedas atrás. Me gusta tu cabello rojo y tus ojos con heterocromía.

—¿Qué tiene Charlotte? En el funeral no la vi y acabas de decir que no se sentía bien —me atrevo a preguntar.

Mara me mira por unos segundos, buscando una respuesta adecuada para darme.

—Resfriado, es la más enfermiza de nosotras —suspira—, ¿Desean algo para tomar o para comer?

Yo niego con la cabeza y las otras dos dicen sí al unísono.

Mara se levanta y se pierde por el pasillo para ir a la cocina. El silencio que se a formado en la sala es un poco tenso, las dos hermanas ni nos determinan por estar concentrada en lo que hacen.

La única amigable de las cuatro es Mara, Irene me da miedo al igual que Charlotte. Ellas dos tienen como esa aura negra que grita peligro, en cambio Eleonor se ha mostrado como la más tranquila de las cuatros.

—Estas chicas me dan mala espina —me susurra Anwir.

—No seas exagerado.

Escucho el sonido de las botas y es Mara con una bandeja en manos. Lo coloca en la mesita que esta entre nosotras y cada una agarra una bebida y aperitivo.

—¿Cómo se llama el chico guapo?

—Anwir Howard —se nota tenso.

—Lindo nombre —se gira a mis amigas—, ¿Ustedes?

—Paulina y ella Karoline —habla Pau.

Empiezan a conversar entre ellas tres, porque prefiero quedarme callada.

Karoline no tiene pepitas en la lengua para preguntar bobadas.

Tienen veintidós años, su madre las abandono cuando eran bebés y su padre murió ya que era un militar.

Han estado solas desde que tienen diecinueve años y cuando cumplieron veintidós fue cuando llegaron a este pueblo, o sea, hace un mes.

No negare que me he conmovido con su historia. No tengo la mejor relación con mis padres, pero tampoco me imagino viviendo sin ellos.

Mara se limpia las lágrimas después de contar eso al igual que Paulina.

Las otras dos se han limitado a tener una sonrisa burlona en los labios, ¿Acaso no tienen sentimientos? ¿Cómo pueden estar así después de escuchar la historia de sus padres?

—Olyan idióták —musita Irene.

—¡Irene! —la reprende Mara.

—Apoyo a Irene —se burla Eleonor.

—Por eso eres mi hermana favorita —suelta con sarcasmo Irene y Eleonor se echa a reír.

No entiendo que fue lo que dijo Irene para que las otras dos reaccionaran de esa forma. Mi rostro es un signo de interrogación al igual que la de mis amigas, pero Anwir también tiene una sonrisa en los labios mientras las observa.

¿Acaso también habla en ese idioma?

—Pss, heyy —lo llamo, y el gira a verme—, ¿Sabes que dijo?

Él inmediatamente borra su sonrisa, para luego mirarlas.

—No, solo me causa gracia en cómo se tratan.

Karoline, en un intento de romper el silencio, empieza hacer preguntas que hasta yo me siento incomoda.

Algo que no me gusta de ella es que es muy preguntona, al punto de hacer incomodar. Pero a la vez lo agradezco, tengo información sobre ellas.

—¿Ustedes estaban en la reunión en casa del gobernador?

—Así es.

—Yo no pude ir, pero paso algo bien feo.

—Lo sabemos, tuvimos presentes.

—¿No les da miedo?

La única que responde las preguntas es Mara de manera educada, porque por la forma que Eleonor e Irene la mira, es con ganas de cortarle la lengua.

—Un poco, nunca antes había pasado por algo así —responde Mara.

Paulina le da la razón y yo prefiero tener mi boca cerrada, no tengo nada que preguntar.

Vuelve con una pregunta que al parecer a Irene no le gusto ya que vuelve a susurrar algo en su idioma mirándola con dagas en los ojos.

—Megölhetjük? A hangja már engem is irritál —dice y Eleonor asiente con la cabeza.

«¿Podemos matarla?, su voz me irrita»

—Ugyanezt kívánom, de viselkedj —Mara las regaña.

«Deseo lo mismo, pero compórtense»

Me desespera que hablen en su idioma, siento que nos insultan y nosotras ni por enteradas.

Todas giramos cuando escuchamos el sonido de unos zapatos provenientes de las escaleras.

Y ahí vemos a Charlotte con una expresión seria, vestida con un buso negro y un top gris oscuro y unos zapatos sencillos, pero cuando nos ve sus labios curvan con una leve sonrisa.

Pero mis ojos no se pueden despegar de los suyos, sigue igual a la ultima vez que los vi.

Y lo que más me sorprende es lo que Anwir hace a continuación.

—Señorita, Sauda —dice con una leve reverencia sin mirarla a los ojos, como si lo hiciera por respeto.

Charlotte le devuelve el saludo medio dudativa tomando asiento junto a sus otras hermanas que lo miran de la misma forma.

—¿Y tú eres...?

—Es mi chófer —decido responder.

—Oh, ¿Y eso que tienes un chófer? —pregunta curiosa.

—El que tenia esta en coma, por el accidente que tuve.

Miro sus ojos y veo que esta sorprendida por lo que acabo de decir y su expresión se suaviza por una de lástima.

—Lo siento tanto..., ¿Y tú como estas? —dice preocupada.

—Bien —me limito a responder.

Me dedica una sonrisa leve.

—¿Puedo ir al baño? —interrumpe Karoline.

Charlotte le da las señales donde queda el baño y ella se levanta para ir al mismo.

Nos quedamos sentadas esperando a que Karoline llegue, de pronto tengo la necesidad de irme a casa, tengo un mal presentimiento.

Las hermanas quedan en silencio, cada una concentrada en una cosa diferente.

Irene me mira de reojo con una sonrisa torcida que logra estremecerme en mi puesto, esa mirada malvada y esa sonrisa da mucho miedo.

En ese momento cae un trueno y escucho las pisadas aceleradas de Karoline que viene con una expresión de horror.

Nos pide a nosotras en irnos rápidamente y les hago caso, también quiero irme. Pero nos despedimos de las hermanas que nos acompañan a la puerta y caminamos al auto donde Anwir nos abre las puertas.

—Vamos a casa de mi abuela —dice Karoline con nerviosismo.

—¿Qué sucede? —Me atrevo a preguntar.

—No estoy segura, pero vi un cuadro de unas chicas iguales que ellas, pero en otra época.

—¿Qué? —pregunta Paulina—, de seguro son ellas mismas, pero se vistieron de otra forma.

Bueno, viéndolo de esa forma, Pau tiene razón. Además, es imposible que sean iguales.

—No, estoy segura que no son ellas. Yo vi una imagen parecida en casa de la abuela cuando estaba pequeña —se gira a vernos— ¿Se acuerdan de la leyenda de las hermanas?

Lo recuerdo más o menos. Casi siempre que íbamos a su casa su abuela nos contaba algo parecido. Algo que paso hace muchos años.

—Maldita sea —masculle Anwir.

—¿Qué sucede? —preguntamos.

—Nada. Me acorde que debía hacer algo.

Decido no preguntar nada más hasta que después de unos minutos llegamos a casa de su abuela. Que queda a treinta minutos de mi casa.

Bajamos del auto entrando a casa de la abuela.

La llamamos, pero no nos escucha y la encontramos viendo el televisor en la sala.

Esta casa es un poco más pequeña, cuenta con una sola planta y tiene dos habitaciones, una cocina pequeña al igual que la sala, que cuenta con una mesita de centro, un mueble donde está el televisor y cosas antiguas.

También cuenta con dos sofás medianos y un estante con algunos libros.

Me siento en unos de los mismos y veo que Anwir se ha ido ¿Qué es lo que tendrá que hacer?

Saludo a la abuela, que es igual a su nieta, solo que sus ojos son de un solo color.

—¿A qué debo su visita?

—Su nieta se puso toda nerviosa y quiso venir —habla Pau.

La abuela la mira curiosa por saber que es lo que la inquieta.

—Hoy fui a casa de las hermanas Coleman.

—¿Y que con eso? —dice la abuela.

—De cierta manera me recuerdan a la leyenda de las hermanas —murmura, y la abuela se tensa.

—¿Estas segura? —pregunta y asiente con la cabeza.

Yo no le veo ningún parecido a esa leyenda. Lo poco que recuerdo es que ellas eran muy sádicas, y muy malvadas. En cambio, estas no se parecen en nada.

La abuela se levanta y va hacia el estante donde se encuentra algunos libros, y viene con uno desgastado.

»Las chicas de Deadwood, generación Thompson« es el título del libro.

—Descríbeme como son físicamente antes de leer esto.

—Cabello blanco, ojos verdes, piel blanca y estatura mediana —dice Pau con unas papas en la boca. ¿En qué momento empezó a comer?

La abuela asiente con la cabeza, abriendo el libro.

—Bueno, escuchen. Pueda que solo sea casualidad, porque ellas murieron hace años, por algo se llama la leyenda de las hermanas.

Y con eso empieza a leer en voz alta:

"Cada quinientos años nacen nuevas brujas. Cada una de ellas en diferente punto hasta que el día de su cumpleaños se encuentran.

Ellas juntas son la perdición de todos, su belleza logra hechizar a los hombres con solo caminar.

Con una leve sonrisa ellos caerán a sus pies.

Ellas no son santas ni inocentes.

La perversión las rodea, el sadismo le encanta y matar sin remordimiento es su juego favorito.

El pueblo las adora, las venera y las idolatran.

Pero, ellas no son más que unas brujas con deseo de matar y de probar la sangre de sus víctimas.

El cabello blanco representa la nieve del pueblo, cada que cae una víctima cobra.

El verde de sus ojos representa el verde del bosque, donde se escabullen para atrapar y torturar a sus víctimas.

Se dice que la ultima vez que la vieron, ellas iban sonrientes hacia el bosque, cada una con una cabeza distinta.

Cadáveres por doquier, sangre salpicada en las paredes, así se encontraba su sótano.

Se dice que una nueva generación saldrá, más sádicas y más perversas. Que a su pueblo regresará, pero una interrupción sucederá.

El pueblo de Deadwood tiene sus días contados"

A medida que la abuela iba leyendo, mi cuerpo de erizaba y se estremecía del miedo, al igual que la luz parpadeaba y los truenos retumbaban en el lugar.

Tienen las mismas características, pero me niego a saber que son ellas.

—Debemos advertirle a...

No termina de hablar cuando un hombre de cabello blanco y barba se presenta en el lugar con una sonrisa malvada en los labios, detrás de él observo a Anwir.

—Vaya, vaya. Seria una lástima matarlas —menciona con burla—, pero no se preocupen, no lo haré si me dan ese libro.

—No te daré nada.

Chasquea la lengua negando con la cabeza, acercándose sigilosamente a la abuela. El hombre ya no sonríe, su expresión se ha vuelto fría y calculadora.

—Bueno.

Saca un collar de diamante color verde, pero en el diamante más grande se ve rayas doradas a medidas que el cielo truena.

El hombre empieza a decir cosas en otro idioma sin apartar la mirada de la abuela, los ojos de él se van tornando más oscuros y la vena de su frente se notan mucho más.

La abuela se tensa de pie a cabeza y el libro cae de sus manos para luego desplomarse en el suelo.

—¿QUE LE HICISTE? —grita Karoline.

—Nada interesante, es algo que les haré a ustedes tres.

Y antes que podamos hacer algo, entran tres chicos más y nos agarra a cada una. Empezamos a patalear para zafarnos, pero su fuerza es mayor a la nuestra.

El hombre hace lo mismo empezando con Karoline, luego con Paulina y por último yo.

Me mira con esos ojos oscuros y esa sonrisa torcida, cierro los ojos para no seguir viéndolo, pero es imposible. Es como si mis ojos estuvieran pegados a los suyos, no los puedo despegar.

—Anwir... —susurro, pero él ni me determina.

Hasta que me doy cuenta que él también esta en el suelo tirado.

Mi cuerpo se va tensando y el dolor de cabeza se me hace insoportable, es como si estuviera buscando algo en mi mente.

Mis ojos empiezan a arder y en cuestión de segundos siendo mi cuerpo caer en el suelo y todo se vuelve oscuro a mi alrededor.

Aine Hughes (directora del internado)

A mis veintitrés años de edad he estudiado todo sobre la magia negra, en cómo funciona y en cómo afecta a la gente de su alrededor. He leído muchos libros sobre diferentes trastornos que me los sé de memoria.

Pero en ninguno de los libros que he leído hablan sobre lo que sucedió hace quinientos años en Deadwood. Es como si todo fuera borrado o tuviera oculto. Es muy difícil saber cómo sucedió, o como se comportaban ellas antes de su desaparición.

Mis antepasados —después de la muerte del abuelo— empezaron a investigar a la gente de ese pueblo para ver si sabían algo, ya que ellos estaban presentes en ese tiempo. Pero lastimosamente, la mayoría había olvidado ese día, como si eso nunca sucedió.

Sin embargo, algunos si sabían, pero cosas mínimas. La forma de vestir, sus características, su comportamiento, pero ninguno hablaba sobre su ritual. O tal vez no hablaban por miedo. La verdad no lo sé.

Por eso las cazaba, para saber sus comportamientos, pero Mara e Irene —las que estaban en vigilancia— se comportaban como dos personas "normales", es decir, como personas psicópatas, no mostraban otra señal diferente.

Pero al parecer sabían disimular muy bien, porque hasta en un momento llegue a pensar que esto no era más que una leyenda sin fondo.

Ellas piensan que son libres, sin saber que las estoy cazando desde muy cerca, lo más cerca que hasta las he visto secuestrar a ese muchacho y en como sacaron a la vecina de su casa.

Mis hombres han cruzado palabras con ella, pero no muestra ningún indicio de saber algo. Seguramente le borra la memoria.

Un mes ha pasado y mi plan marcha de maravilla. Que sigan volando alto, que la caída será muy fuerte.

Quiero verlas humilladas, pidiendo perdón y suplicando por sus vidas.

Quiero ver esos ojos verdes sin brillo, en como las torturo y ver sus vidas irse en mis manos.

Llego al final del pasillo para entrar a la sala de junta, donde me reuniré con mi tía y con unos de los chicos que viven por ese pueblo.

Abro la puerta y veo a todo sentados. Tomo asiento encabezando la mesa. Liane —mi tía— está en mi lado derecha. Junto a ella esta unas de las enfermeras que la cuidaban y más al fondo está el chico.

—Agente, el informe.

—Dos muertos y un desaparecido.

— ¿En un mes? —me escandalizo.

—Sí, jefa.

—Debemos proceder lo más rápido posible.

—No creo que sea conveniente —me interrumpe mi tía.

— ¿Por qué? Ellas son unas escorias que merecen morir quemadas vivas lo más rápido posible.

—Ay Aine, eres igualita a nuestro abuelo. ¿Si sabes lo que le sucedió por actuar a lo loco?

Lo recuerdo perfectamente, por culpa de las Smith, mi abuelo murió en sus manos y lo más asqueroso es que enviaron su cabeza en una caja junto a una advertencia.

Aunque bueno, yo ni había nacido en ese tiempo, si eso paso hace más de cuatrocientos años.

Pero ellas se reproducen como cucarachas cada quinientos años y cada vez nacen más sangrientas. Por suerte, soy la encargada de esto y ahora todo se manejara como yo quiero.

—Él fue un idiota, yo no lo soy.

— ¡DEJA DE HABLAR ASI! —se levanta dándole un golpe a la mesa—. Te prohíbo que hables de esa forma hacia él.

Ruedo los ojos por su estupidez, puede ser muy tía mía, pero me cabrea su actitud.

—Como seguía diciendo, mantengan el plan vigilándola como lo hemos hecho siempre —sonrío al recordar la reunión—. Ahora estamos tan cercas de ellas que no podemos dejarlas ir.

Quiero pasar mi hermosa daga por su cuello, pero antes cortarle ese asqueroso cabello y sacarle esos horribles ojos. Las torturare, y las matare de la peor forma posible.

—En dos meses procederemos con la segunda fase.

— ¿Cuál?

Sonrío viendo la foto de su expediente dibujando una X en cada ojo. Tú mataste a unas de las mías cuando estabas encerradas, tú eres la que más debes sufrir. Maldita perra.

—Secuestrar a Irene Coleman.

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HOLISSSSS

Arriba le dejé la referencia en la forma que estaba vestida Mara (amo como se viste ella)

Bueno, ¿teorías?

¿Dudas?

¿No?, bueno. Cuídense que están vigiladas 🖤

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