CAPITULO IX
Navidad... ¿feliz?
Parte I
Me desperté somnolienta y con un fuerte dolor de cabeza.
No sé qué me pasa últimamente, pero casi siempre que despierto tengo mucho dolor de cabeza.
Un recuerdo vago pasa por mi mente y es el momento que estaba en casa de la abuela de Karoline, ella nos estaba contando una leyenda y luego entro un señor, de ahí no recuerdo nada.
Bajo en busca de Anwir. Él había ido con nosotras y solo espero que yo no me esté imaginando cosas.
Voy al pasillo donde están las habitaciones de los que trabajan en esta casa y veo una semi abierta.
La abro lentamente y me encuentro con una espalda húmeda. Tiene una toalla alrededor de su cadera mientras se seca el cabello con una toalla.
Los músculos de su brazo se tensan a medida que seca su cabello. Se ve malditamente sexi.
Quien te ve Laurita, pero estoy de acuerdo.
Gotas de agua bajan por su espalda y cae al suelo creando un leve charco de agua.
De pronto, se suelta la toalla y se inclina para colocarse su bóxer.
Bendita vista.
Tiene buen trasero, lo tiene paradito.
Decido apartar la vista y esconderme antes que me vea. No me gustaría que invadieran mi privacidad de esta forma, ni mucho menos que me vea así.
Por ende, decido tocar la puerta con los nudillos y escucho un "voy" en el otro lado de la puerta.
Solo espero que mis mejillas sonrojadas no me delaten por lo que acabo de ver.
En un rato sale con el cabello húmedo y una camisa blanca con los botones de arriba desabrochados. Tiene las mangas hasta los codos y se notan los músculos del brazo.
Cierro y abro lo ojos para concentrarme.
— ¿Qué paso ayer? —pregunto. Y él me mira con el entrecejo arrugado.
—No entiendo a qué te refieres.
—Tengo la sensación que ayer paso algo, tengo un recuerdo vago de que un señor fue a casa de la abuela de Karoline —digo moviendo las manos de un lado a otro.
—Relájate —me agarra de los hombros y se inclina para estar a mi altura—. Ayer no salimos de casa, e incluso tus amigas vinieron para acá, luego te quedaste dormida y yo las lleve a su casa.
— ¿De verdad? —digo, mirando sus labios rosados entre abiertos.
Él asiente con la cabeza.
La verdad no sé si creerle. Tengo muchas imágenes confusas en mi mente que en cualquier momento quedare loca. El día del accidente aun lo tengo presente, en como el auto se estrelló contra un árbol y el cuerpo del chófer salió por el parabrisas, cuando fui al bosque por unos disparos y la más reciente: ayer. Lo más seguro es hablarlo con mis amigas a ver si estoy confundiendo las cosas.
Le dedico una leve sonrisa y me voy de su lado para subir a mi habitación y hacer una llamada grupal. Me da flojera salir hoy, además debo organizar la cena de navidad que es ya dentro de una semana.
Me siento en el sillón que está al lado de la ventana y observo el césped lleno de nieve. Amo esta época.
Al tercer tono Pau responde y al rato Karoline lo hace.
Nos saludamos y preguntamos cómo estamos y que hemos hecho el día de hoy hasta que decido ir al grano.
—Las llamaba para preguntar ¿Qué paso ayer?, hoy desperté con un fuerte dolor de cabeza.
—Al igual yo—dice Karoline.
—Y yo —secunda Pau.
—Cuándo despertaron, ¿dónde estaban?
Las dos se lo piensan un momento antes de responder.
—Yo desperté en mi casa —dice una y la otra asiente con la cabeza.
¿Sera que Anwir me dijo la verdad? Ya no se ni que pensar. Muchas cosas han pasado desde que...
No, eso es imposible.
Desde que ellas llegaron me ha estado ocurriendo cosas extrañas, como recuerdos confusos al igual que dolores de cabezas constantes.
—Lau, ¿Qué sucede? —dice con un tono de preocupación.
—Nada, solo que yo recuerdo haber estado en casa de tu abuela, pero ya veo que es producto de mi imaginación — ¿o no?
—Yo no recuerdo haber estado allá. Lo que si se me viene a la mente es estar en el auto de tu chófer.
Inmediatamente recuerdo lo que Anwir me dijo; él las llevo a casa.
—Entonces estoy paranoica. Anwir me dijo que él las llevo a casa ayer.
Miro nuevamente por la ventana y veo que está empezando a caer nieve. Observo el reloj y ya son las 12:07 del día.
Sigo escuchando lo que hablan ellas mientras acomodo el celular en mi oreja e inclina mi cabeza para que no se caiga y así utilizar mis dos manos para cerrar la ventana.
Nos quedamos hablando por un buen rato y mientras hablo bajo por las escaleras e ir a la cocina en busca de comer algo.
Llevo una cucharada a la boca, pero se queda suspendida cuando por el rabillo del ojo veo un movimiento en el patio trasero, decido colgar y levantarme para ir hacia allá.
Abro la puerta de vidrio y marco blanco, busco con la mirada y achino los ojos, pero no veo nada. Solo el movimientos de los arboles por la brisa y la piscina vacía, cuando ya me doy por vencida siento que me observan y rápidamente veo unos ojos cafés observándome desde la mesa que está a unos metros de la piscina.
Esta sentado con las piernas abiertas, una estirada y la otra recogida mientras sus codos están en los brazos de la silla, el brazo izquierdo está inclinado así quedando la mano tocando su muslo y la otra donde sostiene unas fresas mientras se la lleva a la boca.
Bendita imagen x2
Él me mira como si me estudiara y no queda nada del joven tímido que conocí el día de la reunión y que se convirtió en mi chófer.
Me acomodo los guantes visiblemente nerviosa, y para que negar que con esta actitud logra alterar mis sentidos.
Me acerco hacia él sin perder el contacto de nuestra mirada y me siento en la silla que está a su frente.
Lo observo tratando de ocultar mi nerviosismo. Ojos cafés, mandíbula marcada con una barba bien cortada, nunca me había gustado la barba, pero en él se ve malditamente sexy...
¡AJAA! Te pille, sucia.
Cállate.
Como decía, tiene las cejas pobladas y pestañas largas, labios rosaditos que supongo es por el frio y están muy apetecibles, nariz respingona con un lunar en la parte izquierda.
Carraspea para que mire sus ojos y eso hago.
Él apoya los codos en ambos lados dejando caer sus brazos y suelta una leve risa dejando ver sus perfectos dientes y un leve humo sale de sus labios.
¿Dónde quedo el chófer tímido?
No lo sé.
—¿Buena vista? —murmura, sacándome de mis pensamientos.
—¿Eh? —digo confusa, y vuelve a reír.
—De mi trasero, ¿buena vista?
Juro que la sangre se me subió a la cara de la vergüenza. No pensé que me había visto.
—¿De qué hablas? —finjo demencia, agarrando su vaso y beber su contenido. Él enarca una ceja mientras niega con la cabeza con un gesto divertido.
—¿Sabes?, yo también lo admiro, asique no te culpo por verlo.
—No se porque hablas de tu trasero, pero bueno.
—Hoy se me ocurrió hablar de él.
—Uhm, ya veo.
Trato de sonar muy aburrida con el tema, pero mi voz sale levemente nerviosa. En cambio, él decido dejar el tema a un lado sin quitar esa sonrisa del rostro.
Mientras estoy acá fuera, veo como la nieve deja de caer y me pongo a pensar en los detalles para la navidad.
Llamo al decorador, apunto mis ideas y ordeno a los demás en colocar las cosas en su lugar. Los días pasan un poco rápido mientras observo todo lo que hacen.
Colocan el arbolito en la sala justo al lado de la chimenea, adornado con bolas plateadas y azules al igual que algunos pequeños detalles de ese color.
En la chimenea se ponen algunas botas que mande hacer para que combinara. Algunos santas en las mesas o en cualquier esquina.
El barandal de las escaleras le pongo algunos cintos de color blanco bordado con dorado.
En la parte de afuera mande a llamar a unos escultores para que hicieran uno de hielo en forma de santa, en el portón antes de entrar a la casa de un alce inflable con luz blanca.
Esta semana me la he pasado ayudando a decorar el lugar y realmente me gusta como esta quedando. Mi madre siempre me deja esta responsabilidad y yo la hago gustosa.
Ella esta ocupada en hacer las invitaciones y sacando citas con los estilistas y modistas para nosotras al igual que para mi padre.
Este año mi madre tuvo la idea de invitar a algunos vecinos cercanos, entre ellos mis dos mejores amigas, el gobernador y el jefe de policía que es amigo de mi padre.
Hoy me levanto con más animo de lo normal, tomo una ducha rápida y bajo para organizar la cena. Llamo al mejor chef de la ciudad y les digo lo que deseo, pero que lo haga a su sabor al igual que agregue buenos platillos.
Salgo corriendo para la sala y decirles como quiero el comedor que está afuera —bajo techo—, cerca de la piscina.
Un mantel azul eléctrico adorna la mesa con bordados plateados y en las cuatros esquinas hay diferentes diseños navideños.
Un florero adorna el centro y algunos minis floreros a cinco metros de distancia. Esta es una mesa con un mínimo de veinte puestos.
—¡LAURAAA! —escucho los gritos de mi madre y entro corriendo a ver que desea—, ya llego el señor, anda a medirte el vestido a ver si te queda bien —habla demasiado rápido que dé a milagro le entiendo.
Hago caso yendo a mi habitación y ahí veo mi vestido color verde jade.
Es de tela gamuza con brillantinas haciendo un contraste oscuro en las partes del pecho, es manga larga con la parte de atrás abierta. Es un vestido ajustado que me llega hasta los tobillos, aparte hay unos guantes del mismo color.
Para esta época es común usar guantes por el frio.
Y con una sonrisa en el espejo llego a la conclusión de que simplemente me encanta.
Al parecer no hay que hacerle ningún ajuste, me queda magnifico.
Me lo quito rápidamente y veo a la hora, ya son las 18:57 así que decido irme a bañar, pero antes escucho unos toques en la puerta permitiéndole el paso.
—Hija, tengo una consulta.
—Ilumíname.
—¿Invito a las hermanas Coleman? —pregunta dudosa, levantando un sobre.
—Si quieres. Por mí no hay problema.
—Bueno, se las haré llegar. Gracias y ve a bañarte —dice cerrando la puerta.
Era algo que iba hacer, así que voy al cuarto de baño tomando una ducha tibia. Necesito quitar el estrés de estos días.
Por un momento el rostro de Anwir se cuela por mi mente y esa sonrisa arrogante que tenía ese día me pareció muy sexi, pero al día siguiente se mostraba tímido, como siempre.
Se me hizo un poco extraño ese comportamiento, pero decidí no preguntar nada.
De igual manera le compre un obsequio que se lo daré cuando estemos a solas, al igual que los demás empleados. Mis padres nunca les ha gustado que haga eso, pero me da igual.
Ellos para esta fecha no la pasan con su familia, por eso entre todos hacen una cena en unos de los comedores que está en casa, yo los ayudo y cuando termino acá con mis padres. Me voy allá para estar con ellos.
Salgo del baño y me coloco mi ropa interior junto a una blusa grande para ir a maquillarme y peinarme para luego ponerme el vestido.
Salgo de mi habitación para ir a otra donde me espera el maquillista Frank. Esta frente del espejo arreglando algunos productos para colocarme como; hidratantes, bases, polvos, sombras... entre más cosas.
Él me mira por el espejo regalándome una sonrisa encantadora.
—Holi, Laurita.
—Holi, Frank —le doy un beso en la mejilla.
—¿Verde? —pregunta, y sé que se refiere al vestido.
—Sí, verde jade.
Y con eso empieza su magia. En ningún momento abro los ojos, solo siento como mueve las brochas, escucho cuando canta en un tono bajo, convirtiéndolo en un susurro.
Luego de casi una hora, él termina con mi maquillaje y me miro por el espejo apenas abro los ojos y...
Wao.
Es de color verde que va desde el más oscuro al más claro, junto a un delineado de color negro y por encima uno de color verde entre oscuro y caro, al igual que la parte de abajo. Tengo las mejillas con un leve tono rosa y los labios de un color piel matte.
Es un maquillaje sencillo, como me gusta.
Me dice que me vaya a vestir para luego peinarme y eso hago. Me coloco el vestido y en un rato he vuelto con él donde empieza a peinarme, como resultado un moño recogido como dona junto a una trenza que la envuelve y unos cuantos mechones sueltos.
Por último, voy a mi habitación por unos aretes, collar y una pulsera de plata con unos zapatos del mismo tono.
Cuando vuelvo a ver la hora, ya son las 20:49 y no falta mucho para que la gente venga. Así que decido bajar para ver como esta todo.
Paso por la habitación de mi madre y escucho su voz, de seguro aún no está lista.
Desde al final de la escalera se siente el olor a la comida y camino un poco más rápido encontrando a gentes caminando y preparando la comida de manera apresurada. Me cuelo y agarro uno de los pastelitos, hace mucha hambre.
Las fiestas de fin de año siempre me han encantado. Me gusta ver las casas decoradas y lo mejor es la comida y regalos que recibimos.
A pesar de tener diecisiete años mis padres me siguen dando regalos.
Escucho el timbre de la puerta y al rato veo a Karoline con un vestido color rojo oscuro que le ciñe el cuerpo, con un escolle pronunciado y me encanta que se vista de ese color.
Piel blanca porcelana junto al cabello de color cobrizo. Y esos ojos de heterocroma, uno verde y el otro azul del mismo tono: electrizantes.
Me regala un beso en la mejilla junto a un abrazo. Me muestra un obsequio y les digo que los deje en la mesita de regalos.
Miro detrás de ella y veo a sus padres, a los señores Moore. Los cuales saludo y les digo lo mismo que a su hija.
Su madre es baja y cabello cobrizo, el mismo que el de su hija. Pero ella tiene los ojos color azules muy oscuros y su esposo es más alto que ella con sus ojos de color verde electrizantes, el mismo tono que el de Karoline.
En ese momento baja mis padres; mi madre con un vestido largo de color verde más claro que el mío con una apertura en sus caderas mangas cortas, con una bufanda color blanca, y mi padre con un saco color negro y una corbata verde, exactamente el mismo tono que el de mi madre.
Bajan y saludan a los señores Moore y yo agarro la mano de Karoline para ir a la parte trasera de la casa.
—Esta será la mejor navidad de nuestra vida —musita, alegre.
Irene Coleman
Tiempo: 18:00 horas
Es gracioso ver como las personas se estresan para estas fechas, están tan concentrados en demostrar quien tiene más lujo que otra cosa.
Y no saben que hay mejores cosas como esas de decorar. Unas de ellas y mis favoritas son: matar.
Seeh.
Y por ello estoy planeando hacer la mejor navidad del año.
Si el rojo es el color predilecto para estas fechas, no creo que el rojo en la nieve se vea mal, ¿verdad?
Total, estoy representando estas fechas.
Peroooo. No todo es perfecto. La idiota de la mamá de Laura nos dio una invitación para ir, la cual yo recibí, pero si las demás no se hubieran dado cuenta lo hubiese quemado, pero lastimosamente ellas me vieron con dicho sobre.
«Pero nadie te lo impide»
Por ello, ahora mismo nos encontramos en unos de esos lugares donde venden ropa en busca de un vestido negro.
Y me vale mucha mierda que ese color sea un escándalo ante los demás.
¿acaso hay que seguir los estereotipos que ponen la sociedad?
Negro: muerte.
Blanco: boda.
Verde y rojo: navidad.
Y como a nosotras nos da igual lo que dicen los demás, estamos en busca de un vestido muy provocativo de color negro, como nuestra alma.
Hoy decidimos vestirnos iguales; mismo corte de vestido, mismo peinado, mismo todo.
Cuando llegamos, me empiezo a estresar. Hay muchas personas comprando cosas a ultima hora, la bulla se hace estresante y los llantos de los niños pequeños es lo peor.
Me dan ganas de agarrarlos y matarlos para callarlos.
En una, Charlotte me tuvo que agarrar del hombro para contenerme antes de agarrar a un niño y callarlo para siempre.
Soy muy impulsiva, lo admito. Sin embargo, ¿acaso ellos no se estresan en escucharlos llorar?, joder, es la cosa más irresistible que he podido oír.
Entramos a una tienda donde hay muchos vestidos y que están separados por color —excelente servicio— vamos directamente donde están los negros y hay de diferentes formas, buscamos uno corto que nos quede más arriba que la mitad del muslo.
—Creo que mejor sería uno largo —dice, Eleonor.
—La apoyo. Podemos buscar uno largo, pero provocativo. Allá afuera hace mucho frio —secunda, Charlotte.
Y es verdad, hace mucho frio. Así que buscamos uno largo, pero abierto. Hay de muchos estilos, pero ninguno como el que queremos hasta que Mara viene con un vestido negro en la mano.
Y es simplemente perfecto.
Es largo, pero de tela super delicada que con solo pasarle la uña se puede dañar. Es manga larga.
El mismo vestido es transparente, las mangas y la falda es de esa tela que se daña fácilmente. Sin embargo, la parte que cubre los pechos, el abdomen y la parte debajo de la cabera es negro puro.
Es como usar un pantalón corto. La parte izquierda de arriba tiene un moño negro gigante.
De una vez las cuatros agarramos uno y nos vamos a los vestidores a probarnos el vestido.
Es tan suave la tela y delicada que debo ponérmela delicadamente.
Y wao, me queda espectacular, es abierto por la parte de las piernas. Definitivamente igual tendremos frio hasta que se me ocurre una idea.
Cuando salgo ya con el vestido en manos veo a Mara y Charlotte afuera, esperamos un rati hasta que sale Eleonor.
—Botas altas por el frio —digo.
—Más arriba que de la rodilla —murmura Mara.
Y después de eso vamos a otra tienda por las botas y luego de media hora volvemos a casa y nos arreglamos rápidamente.
Cabello suelto con unas trenzas en forma de corona. Maquillaje oscuro y lápiz labial negro.
Estando sentada en unos de los sofás del salón se me ocurre hacer la mejor navidad de la historia,
La ultima navidad que tuve presente fue con mis padres, cuando tenía trece años. Todavía lo recuerdo, ese día mate accidentalmente a mi padre, pero no me culpen.
Recuerdo que en ese tiempo es cuando hay más bulla y más gente. Logrando estresarme más de lo normal.
¿ya he dicho que odio estar rodeada de muchas personas?, bueno, ese día era ese caso. Él me obligo que lo acompañara al súper y pues upps, cuando llegamos a casa se me resbalo el cuchillo por su cuello.
No fue mi culpa, fue la de él.
Mi madre se sorprendió mucho y recuerdo lo que me pregunto:
—¿Por cuánto tiempo te estas conteniendo?
Al principio la mire extraña y ahora lo entiendo. Ella sabia esto, esta sabia lo que me convertiría en un futuro, pero aun así podía ver el temor en sus ojos y el temblor de su voz.
—Irene... ¡Irene! —me llaman y salgo de mis pensamientos. Es Eleonor la que me está llamando.
—¿Sí?
—Y si hacemos una navidad más... ¿sangrienta? —de una vez se forma una sonrisa en mis labios.
—Es lo mismo que quiero hacer. Bosque, sangre...
—Siii —dice entusiasmada. De todas, ella es la que más me comprende.
y empezamos a planear lo que queremos hacer, como lo haremos y llamamos a las demás y sorprendentemente están de acuerdo.
Sin duda, esta será la mejor navidad del año.
Laura Campbell
Tiempo: 21:00
Todo está marchando de maravilla.
Lo que se me hizo extraño fue cuando llego Paulina, vino acompañada de un hombre, del cual no recordaba su nombre.
Pero si lo había visto, fue el mismo que vi el día de la reunión; Amhet Doğan.
—¿Qué edad tienes? —pregunte.
—veinticuatro.
Solo se llevan siete años.
Desde esa vez han estado saliendo constantemente, algo que ella, obviamente nos ocultó. Pero es su vida, tampoco nos puede contar todo lo que hace.
Anwir es mayor que tú por nueve años, por eso no la juzgas, pecadora.
¿Quién está hablando de...?
Si, sí. Ya shh.
En fin. Como decía. Todo marcha de mara...
No hablabas de eso.
¿Te puedes callar?
No. Pecadora, pecadora, pecadora...
—¡Ya cállate! —grito, y Karoline junto a Paulina me miran extrañadas.
—Solo te estoy contando como conocí a Amhet —chilla, Pau.
Mala amiga. Eso no se hace.
Joder.
—Lo siento, no te lo decía a ti —me excuso.
—¿Entonces a quién? —pregunta.
—Aaah... —vamos Lau, no puedes decirle que a tu conciencia, sería absurdo—. A mi conciencia —mierda.
—¿Eh?
Y en ese momento, no se si por obra del destino o de un ser divino porque suena el timbre y de inmediato me disculpo con mis amigas para abrir la puerta.
Mi madre me mira mal por hacer dicha acción, pero ahora mismo no me interesa.
Al llegar a la puerta, la abro y las que están al otro lado del umbral son mis bi panic.
Espera, ¿yo dije eso?
Si mi estimada, pero no te preocupes, no te juzgo.
Como sea, están... wao.
Aunque bueno. No es común venir con ese color para estas fechas.
Pero estoy confundida. Las Coleman vinieron iguales en todos los aspectos que no logro distinguirlas, solo a una. La del cabello corto.
Y están malditamente hermosas. Ese vestido negro con esas botas altas, que wao. Sus ojos verdes electrizantes junto a ese delineado negro se les ve magnifico.
—Bienvenidas —les digo con una sonrisa, y la única que me lo devuelve es la segunda de la mano derecha. Supongo que es Mara, es la única amigable.
Las hago pasar y el tacón de sus botas resuenan por todo el salón principal, provocando que los presentes voltean a verlas.
Si ellas querían llamar la atención, lo han logrado.
Los hombres las observan fascinados como si de una divinidad se tratara, tragan saliva inconscientemente y las mujeres solo se dedican a juzgarla por la mirada, menos mis amigas.
Ellas la miran igual que supongo, las mire yo.
Necesito comprar ropa junto a ellas, tienen unos gustos divinos.
El vestido que tienen puesto grita por todos lados: ver y no tocar.
Al parecer, a ellas les gusta ese tipo de atención. Un mesero se acerca a ellas y le entregan unas copas de vino tinto.
Las jóvenes se miran entre sí para decir:
—Feliz noche buena —para llevarse la copa a los labios y tomársela en un solo trago.
Mi madre carraspea un poco incomoda.
—Que ropa tan... peculiar —masculla.
—Si, ¿Verdad? —responde unas de ellas con evidente sarcasmo.
—En la tarjeta decía el código de vestimenta —habla con seriedad. Creo que se enojó.
Algunos meseros pasan por el lugar entregando copas como para disipar el incomodo momento. Yo agarro una copa de champan
—Lo sabemos, pero... —se lleva la copa a los labios y lo saborea lentamente, para acercarse a mi madre—, ¿Para que venir iguales a los demás si lo que queremos ser es el centro de atención? Algo, que ahora mismo nos estás dando.
—Además, hoy estamos de luto. Señora, Camila Campbell —sigue otra de ellas.
—Oh, casi se me olvida. Somos las hermanas Coleman, algo que ya sabían, pero nos gusta repetirlo. Continuemos con la velada, por favor —secunda la que hablo sarcásticamente.
Hablan con esa seguridad que da un poco de miedo. Yo nunca podría hablar así frente de muchas personas.
Vuelven a poner música y yo me acerco a ellas bajo la mirada de mi madre.
Ya estoy escuchando lo que me dirá cuando estemos a solas.
—¿De luto? —es lo primero que pregunto.
—¡Hola, Laura! Y si, estamos de luto, hoy es un día de luto.
—¿Por qué?
—¿Te acuerdas de la historia de nuestro padre? —asiento con la cabeza—. Bueno, él murió una fecha como hoy.
Sus ojos se cristalizan al decir eso. Me siento muy mal por querer saciar mi curiosidad y que recuerden lo que sucedió.
—Lo siento mucho, no quise recordártelo...
—Mara, soy Mara.
La del cabello corto me mira casi igual que Mara y las otras dos murmuran cosas en su idioma mientras ríen entre ellas.
Irene y Eleonor; son ellas. Lo recuerdo por ser las insensibles que no pueden ni respetar la memoria de su padre.
La de cabello corto es Charlotte y Mara es la que casi siempre se muestra más amable.
Vale, cuando están calladas es difícil distinguirlas, en cambio, cuando hablan no.
—¡Están hermosas! —chilla Pau, dándole un beso en la mejilla a Mara.
—Eso ya lo sabemos —responde Irene o Eleonor, no sé cuál de las dos.
—Les presento a mi acompañante, Amhet —él les da un beso en la palma de la mano a Charlotte y Mara, las otras dos prefirieron verlo.
—Mucho gusto, Coleman.
Ellas prefieren asentir con la cabeza y dos de ellas se retiran y pasan a la mesa.
Todo esta marchando de maravilla. Algunos en la mesa esperando a que sean las 22:00 horas para poder disfrutar de la cena navideña.
Otros se encuentran en el salón bebiendo y bailando.
Lo que le agradezco a mi madre es que no permitieron traer niños, sino esto seria un desastre.
Veo a un señor inclinarse a la altura del asiento de unas de las hermanas y de manera poco respetuosa le pide que deje de joder.
—Entonces, se conocieron en una reunión —menciona una, y me doy cuenta que no estaba pendiente a la conversación.
—¡Sii! Fue un poco extraño.
—Me...
—¡Atención! Creo que ya es momento a que pasen a la mesa para poder degustar en la noche de hoy —grita mi padre para tener la atención de todos.
Y así es como pasamos a la mesa que queda en un costado de la casa.
Todos toman asiento donde dice su nombre, mi padre queda en la cabeza de la mesa, junto a mi madre a su derecha y yo a la izquierda.
A mi lado izquierdo están las personas más allegadas, como; Kalorine, sus padres, Paulina, Amhet y los padres de Pau.
A la otra punta de la cabeza se encuentra en gobernador y en su lado izquierdo —o sea, el lado derecho de papá— se encuentra su mujer e hija, la familia del jefe de policía, los Múnich y las Coleman, ellas quedando al frente de la familia de Karoline.
Mi madre empieza con su discurso y una oleada de aplausos la respaldan para luego dar la orden para cenar.
Jamón, pavo, arroz con vegetales y espinacas es la especialidad de hoy, junto a una salsa blanca y una dulce para las espinacas.
Pan, frutas y vinos, son de las otras cosas que abundan en la mesa.
Todos disfrutamos de la cena con anécdotas, sonrisas y unas que otras lágrimas al recordar a los que ya no están con nosotros.
En cambio, otros prefieren guardar silencio en toda la cena.
Me gusta ver este ambiente. Todos alegres con sus familiares, con amigos o personas cercanas. Es una sensación increíble apreciar estos momentos y esa sensación de que todo salió bien.
Las hermanas comen, pero no hablan, en todo este transcurso han decidido quedarse callada. Tal vez sea por el doloroso recuerdo de su padre.
Ellas están sentadas de manera erguida. Espalda recta, manos sobre la mesa con los codos por fuera, pero Charlotte —la única que reconozco por el cabello— baja la mano derecha, posicionando solo los dedos en la mesa, acto que hacen dos más de ellas.
Charlotte deja a la vista dos dedos, el índice y el corazón, los otros dedos los deja levemente levantados. Empieza a mover los dos dedos que están en la mesa en forma de circulo de manera lenta.
Si mal no conté, hizo veintitrés círculos con los dedos. Cuando deja de hacer eso, mueve los dedos al frente sin despegarlo de la mesa, los abre y los retrocede.
Las otras dos chicas solo golpean la mesa levemente con la punta de los dedos, una de ellas me observa como si nada estuviera pasando.
Yo decido ignorarlas, de seguro están aburridas y no tienen nada más que hacer.
Sigo pendiente de la conversación cuando capto un leve susurro y es de una de ellas —Charlotte— y pone las puntas de los dedos sobre la mesa, el dedo corazón hace un medio circulo alrededor del dedo índice y viceversa.
Luego abre los dedos y los sube dibujando un triángulo invisible.
Cuando la que esta al lado de ella golpea tres veces la mesa, se empieza a escuchar el aullido de los lobos que proviene del bosque.
Charlotte vuelve a repetir lo del triangulo y otra de ellas vuelve a golpear la mesa, a los lejos se escucha el sonido de la lluvia.
Miro a mi alrededor todos están concentrados en la conversación, pero solo el padre de Karoline se ha dado cuenta. Él mira fijamente los dedos de Charlotte, él se ha tensado en el asiente y lo noto levemente nervioso.
Busco la mirada de Charlotte y veo que mira fijamente los ojos verdes del padre de Karoline. Entreabre sus labios y la palabra Traidor sale de ella.
El señor traga saliva y aparta la mirada.
Mi corazón se empieza a acelerar sin saber exactamente que está sucediendo, muchos escenarios vienen a mi mente y ninguno es decente.
Tengo miedo y no se la razón.
La lluvia se va acercando y gotas gruesas empiezan a caer sobre el techo, empieza con un sonido leve y cada golpe que dan ellas al unísono, la lluvia se va intensificando.
Charlotte tiene la mano derecha en puño, mientras las otras siguen golpeando la mesa con la punta de sus dedos y cuando la del cabello corto abre la mano, lo único que se escucha es la lluvia.
Todos nos miramos perplejos por la lluvia repentina. Solo veo como mueven los labios, pero ningún sonido llega a mis oídos.
La lluvia es tan fuerte que no se escucha las voces de los demás. Solo el sonido de esta y del viento que sopla los árboles.
Intento levantarme, pero no puedo, es decir, no podemos. Nadie se puede levantar, es como si estuviéramos pegados en la silla y quiero gritar, pero no sé si me escucharan.
Estamos tan cerca, pero a la vez tan lejos, que no nos podemos ayudar.
El miedo se funde entre nosotros y solo miradas de terror es lo que veo.
Ellas se ven igual que los demás: miedosas, pero ¿Ellas no fueron las que provocaron esto?
Se ven tan puras e inocentes que nadie las acusaría de algo así, pero yo tengo la certeza que es así.
A mí no me engañan con ese lindo rostro y esos ojos hechiceros. Son demonios disfrazados de pureza.
La luz empieza a parpadear provocando que varios bombillos exploten, para así están en completa oscuridad.
El sonido de la lluvia se ha vuelto insoportable, es tan fuerte que me hacen zumbar los oídos.
Me tenso de pie a cabeza cuando siento la presencia de alguien en la parte trasera de mi asiento.
Dicha presencia empieza a sobar mi cabello y juro que quiero llorar del miedo. No entiendo nada de lo que susurra.
—¿Quién eres? —pregunto, casi llorando.
—Noske mie perdish bleinj.
—¿Qué?
Me ignora completamente y empieza a sobar mi rostro. El miedo me abarca completamente cerrando los ojos y empiezo a susurrar que esto es un sueño y que no está pasando.
Me mentalizo eso y empiezo a imaginar una navidad diferente, donde estamos haciendo los intercambios de regalos, donde todos estamos felices, pero...
Todo se vuelve rojo, veo cuerpos mutilados, degollados con aperturas en el cráneo como en el estómago.
Intento abrir los ojos, pero no puedo. Es como si alguien se interpone entre la realidad y la imaginación.
Mi cabeza empieza a doler por la presión que ejerzo por abrir los ojos.
Escucho gritos de niños pidiendo auxilio. Pero encuentro uno detrás de un árbol y empiezo acercarme, pero antes de llegar un trueno cae sobre él.
Sangre llega a mi rostro y empiezo a moverme descontroladamente en la silla para poder abrir los ojos, pero sigo sin poder.
Mi corazón cada vez late más rápido, como si quisiera salirse del pecho.
Es una sensación desagradable.
Cuando logro abrir los ojos sigo sumergida en una oscuridad asfixiante.
Al cabo de unos minutos la lluvia deja de caer y la luz vuelve.
Mis labios están levemente abiertos por la presión y para poder respirar mejor.
Miro al frente y me encuentro a Charlotte con la cabeza baja y la respiración alterada
Sube la cabeza y un grito ahogado sale de mis labios.
Tiene los ojos completamente negros con una línea de gato color verde brillante.
Es la cosa más horrorosa que he visto, pero ella tiene una sonrisa retorcida en los labios haciéndola ver malditamente malvada.
Otro grito ahogado se escucha al fondo de la mesa y se trata de Pau, que mira con horror al gobernante.
Tiene unas tijeras y un cuchillo sobre sus manos y la ropa un poco ensangrentada con tierra.
—¿Dónde está la familia del jefe de policía? —chilla mi padre.
Dicho lugar asignados para ellos se encuentra vacío.
La familia Walker ha desaparecido y el principal sospechoso es el gobernante.
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Buenassss buenasssss
Este capítulo no queda aquí. Lo tuve que dividir en dos partes porque está sumamente largo.
Tratare de publicarlo lo más pronto posible. Sin embargo, cuéntenme... ¿Qué les pareció el capítulo?
Me ayudarían muchísimo votando, comentado y recomendando.
Aparezco en ig como "soybrooke02", allá estaré publicando adelantos de esta y de las otras historias.
Los quiero, y besitos con sabor a sangre.
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