Capítulo 6
Junto a un sol radiante, me encuentro esperando a las tres dueñas del burdel en una de las cafeterías cercanas a la redacción. Apenas es medio día, así que es la hora perfecta para desayunar. Creo que no he podido elegir lugar, ni hora mejor para este encuentro.
Desde la mesa que escogí sentarme, veo como un coche negro se para un momento para dejar salir tres hermosas y elegantes mujeres con lentes oscuras, radiando más que el propio sol. Desde el otro día, no puedo dejar de pensar en lo únicas que parecen.
—¿David? —cuestiona la mujer de pelo moreno frente a mí.
—El mismo. —Sonrío, mientras me levanto para extenderle la mano a cada una.
—Creo que ya nos conocemos, pero yo soy Julieta, ella Petra y Carol. —Señala, nombrando a sus amigas.
—Encantado —digo simpático— ¿Quieren tomar algo?
—Sí, por favor —afirma Petra en forma de súplica.
Petra es una mujer que tiene un cuerpo esbelto y curviso, que llama a la tentación. Su cabello ondulado y pelirrojo demuestra su elegancia, pienso que es algo atrevida, pero cuidadosa. Sin embargo, esto solo es mi análisis interno.
—¿Qué les apetece? —Las invito a que tomen asiento con un gesto.
—Café —contestan al unísono. Esto me dice que tienen una buena conexión. Aguanto mi risa.
—Pues... tres cafés para las señoritas —le pido al camarero más cercano, mostrando una amplia sonrisa que sustituye a una sonora carcajada.
—Ya puedes ver que estamos bien conectadas —bromea Carol, dándole un poco de libertad a la suya.
Carol, una mujer dulce de raíces afroafricanas. Con su forma de reír, interpreto, que es alguien que siempre busca el lado positivo de cada situación, evitando los malos rollos. Su cuerpo es igual de bonito que el de Petra, pero no es tan atractivo como su forma de ser, o eso es lo que me hace pensar.
—Sí, el otro día también lo pude comprobar. —Me permito liberarla como ella lo hizo.
—¿Lo habéis escuchado? Reír es bueno —dice Julieta, poniendo uno de sus dedos en alto para prestar atención al comentario de un hombre de una de las mesas vecinas—. Así que ríe. Riamos juntos. —Anima divertida. Y empezamos a reír a excepción de Petra.
—Mientras no sea tan escandalosa como la tuya. —Manifiesta con mala cara Petra.
—Chicas, no hagamos esperar a David —interrumpe Carol, dejando de lado su hermosa risa.
—No os preocupéis, tengo tiempo. —Sonrío ampliamente.
—Sí, empecemos, que sino se nos va la olla —habla Petra con su peculiar gracia. Sacude la pequeña bolsa de sacarina de su café para luego mezclarlo con él.
—Vale, pues... si me lo permiten, me voy a volver a presentar —les anuncio para hacer una mejor presentación que la anterior.
—Sí, claro, adelante —acepta Carol, probando un sorbo de su café.
—De acuerdo, pero no nos trates de usted, que no estamos tan viejas —aclara Julieta con su gracia.
—Vale. —Suelto una pequeña risa antes de empezar mi presentación—. Como ya sabéis me llamo David, trabajo como periodista en el periódico "La Lupa" y me han pedido que realice un reportaje sobre vuestro burdel. Mi objetivo con este proyecto es resolver cuestiones sobre la existencia de si existe la prostitución sana.
—Me parece bien. —Opina, estableciendo un rostro serio. Creo que le parece interesante—. Puedes preguntar lo que quieras, no tenemos nada que ocultar —Prende un cigarrillo.
—Algo que nos hace destacar de otros burdeles, es que el nuestro tiene una historia auténticamente distinta. —Pone la pequeña cuchara sobre el platillo—. Con fines diferentes, tanto con los trabajadores como con los clientes —habla orgullosa Petra.
—¿Qué es lo que os hace destacar entre los otros clubs nocturnos? —Ahí va mi primera pregunta. Agarro mi bolígrafo para apuntar todos los detalles más importantes.
—Aparte de que está liderado por nosotras. —Vuelve a gesticular Julieta con su dedo, señalándose a ella misma y a sus amigas—. Tratamos de ayudar a empoderar a otras personas, indiferentemente de su género, sexualidad, gustos y edad.
—¿Y creéis que ningún club busca ayudar a empoderar? —Alzo la ceja. Obviamente, sé la respuesta, pero quiero conocer más como son.
—¿Si fuera así no crees que habría menos víctimas de trata? —rebate Petra.
—En los otros burdeles ayudan a las mujeres a cambio de una esclavitud eterna, solo porque necesitan salir hacia delante —aclara Carol—. Que es lo que no buscamos y estamos totalmente en contra de eso.
—Nosotras le damos la opción a mujeres y a hombres que se quieran dedicar totalmente a ello —dice Julieta. Da una calada.
—Comprendo, pero ¿No os da como pena rechazar a una mujer que necesita dinero para sostenerse? —suelto sin pensar.
—No, porque tratamos de ayudarla ofreciéndole algún tipo de trabajo temporal —contesta Petra. Ella también prende un cigarillo con el café a medias.
—¿Y alguna vez habéis rechazado alguna mujer? —pregunto interesado.
—En alguna ocasión, por desgracia —afirma descontenta Carol. Agarra su taza —. Sin embargo, le hemos dado dinero y asistencia de nuestros profesionales de forma de apoyo.
—¿El dinero que le ofrecéis es un préstamo? —Vuelvo alzar la ceja.
—No —niega Julieta—. Nuestro objetivo es empoderar a las personas, sobre todo a la gente como nosotras. —¿Cómo ellas? ¿A qué se refiere?
—Comprendo ¿Y qué tipo de profesionales tenéis? —Sigo el curso de la entrevista tratando de conocer al burdel, ya tendré ocasión para indagar más en la historia de ellas.
—Tenemos los típicos de cualquier club nocturno: camareros, seguratas, bailarinas, DJ, chicas de compañía, que ejercen por gusto. —Pausa para tomar un trago de su café—. Por la mañana tenemos a gente que limpia el local, al diseñador de interiores, diseñadores de ropa, maquilladores, peluqueros, fotógrafo... —Sigue enumerando—. En fin, una infinidad de puestos hemos creado para dar empleo.
—Además, de forma externa contamos con un par de psicólogos, un médico privado para los trabajadores, por supuesto un ginecólogo, un abogado para nuestros empleados y para aquellas personas que ayudamos. —Añade Julieta dándole el primer sorbo a su café.
—¿De forma gratuita? —cuestiono extrañado.
—Depende. Si son nuestros empleados pagan la mitad, si son personas que ayudamos es según su situación —responde Carol sincera, rebuscando algo entre los bolsillos de su abrigo.
—También, ofrecemos una gran flexibilidad de pago. —Defiende Petra.
—¿Qué puesto de trabajo os hace falta? —Me arrasco la cabeza con el bolígrafo para detallar con la mirada todo lo que tengo apuntado.
—Ahora mismo necesitamos a alguien que nos ayude a gestionar a la gente que tratamos de echarle una mano —contesta Julieta sin pensarlo mucho. Apaga su cigarro en el cenicero y toma un buen trago de su taza.
—Vale, vamos a hacer una pausa, para ver si todo lo que he comprendido es correcto. —Tomo aire—. Lideráis un burdel que ayuda a otras personas ofreciendo dinero o trabajo, exceptuando el de acompañante ¿Cierto?
—Cierto —confirma, mirando a ver si le queda algún sorbo de café en la taza.
—Y entre las personas que buscan empleo ¿No le podéis ofrecer el puesto de gestionar a la gente que tratáis de ayudar? —Vuelvo al interrogatorio.
—Por poder podríamos, pero queremos que ese tipo de puesto sea dirigido para alguien que haya tenido la formación correspondiente. —Resuelve Carol con su cigarro en mano.
—Es verdad, que tenemos ofertas que pueden ejecutar cualquier persona, pero también requerimos de puestos que necesitan formación —Añade Petra, mostrando que tienen puestos donde los estudios son importantes.
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