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Capítulo 25

Agarra mi miembro para metérselo. Se mueve en círculos encima de mí, sin prisa, pero con la constancia que nos requiere el placer. Mis manos se encuentran en su cintura, haciendo que cada movimiento que haga, lo sintamos más profundamente.


La noción del tiempo se perdió de nuestra conciencia, pero encontramos la maravillosa magia que puede tener una noche. Nos adueñamos de la oscuridad que esta nos proporciona y brillamos. Brillamos más que las estrellas más luminosas de la galaxia.

El frío huye del calor que provocamos. El odio se aleja como un ladrón del amor que desprendemos. La pasión se cose a nuestra piel como hilo sobre telas. El deseo ya estaba desde el principio y es el motivo por el que nos hace ignorar cualquier ruido o sonido que rompe nuestro silencio lleno de gemidos.

Sin embargo, el terreno oscuro del que nos hemos apropiado es ignorado. Hay personas que solo cumplen con sus obligaciones.

—¡Alto o disparo! —Escuchamos una voz grave entre destellos luminosos que nos ciegan y que nos enfocan. Ambos nos asustamos, Carol se pone a un lado mío y nos abrazamos por el miedo. De un momento a otro la luz se hace presente.

—¡¿Qué carajos hacéis?! —pregunta Carol con cierto nivel de enfado. Cuatro hombres más entran en la habitación rodeando la cama, mientras empuñan sus armas.

—Señorita, no se preocupe venimos a rescatarla. —Escucho decir a uno que se acerca a ella.

—Aléjate de ella —me ordena el que rompió nuestro momento.

—No —Grita enfadada—. Quiero que me esperéis fuera de la habitación.

—Señorita, estamos aquí para protegerla —le dice otro.

—¿Protegerme de que de qué? —Arruga con furia la sabana que cubre nuestra desnudez.

—Esto ha sido un intento de secuestro. —Vuelve a hablar el primero que entró.

—¡¿Qué?! —exclamo sorprendido.

—Cierto —afirma Carol. Yo sin creerme lo que ha dicho, la miro— ¿Pero quién secuestró a quién? Porque hasta ahora os estáis equivocando de culpable —suelta, molesta.

—Señorita... —Trata de decir uno de los guardias.

—Ni señorita, ni nada, quiero que bajen sus armas ya —ordena con firmeza. Los guardias le hacen caso sin pensarlo ningún segundo—. Ahora si me permiten me voy a vestir, así que esperen fuera de la habitación. —Los guardias, sin mutar palabra y con la cabeza baja, salen—. Lo siento —se disculpa.

—No pasa nada —digo aún en shock.

—¿Estás bien? —cuestiona preocupada.

—No me suelen apuntar todos los días con un arma, pero sí —respondo mirándola, traumatizado aún por el momento. Solo espero que no me traiga problemas postraumáticos.

—Lo siento, de verdad. —Agacha la cabeza, trata de levantarse, pero agarro la muñeca.

—No es culpa tuya.

—Siento que sí —habla sincera con un triste brillo en sus ojos.

—¿Me puedes hacer un favor tu ahora a mí? —le pregunto, serio.

—Claro, dime.

—Cambia ese pensamiento que te culpa por una sonrisa. —Veo como su mirada cambia y como en su semblante aparece una sonrisa.

—Ves como eres especial.

—Si lo soy ¿volverás? 

—¿A pesar de esto te gustaría pasar más tiempo conmigo? —interroga sorprendida.

—Sí. —Sonrío.

A la mañana siguiente...

—Tío, sujeta bien ahí —se queja Max.

—Ya lo hago —contesto, saliendo de mi soñolencia.

—Veo que mi sofá no es todo lo cómodo que pensabas. —Atornilla la pieza que la une con otra.

—No es eso —le niego—. No todos los días cinco hombres echan la puerta de mi casa abajo por estar con una chica.

—En resumen. Estás traumatizado. —Alza la mirada hacia mí

—Un poco.

—¿Y la chica?

—¿La chica? —repito sin comprender que quiere decir.

—Sí, ¿qué pasó con ella?

—Pasemos una buena noche antes de eso. —Reflexiono en voz alta —. Luego fue ella la que puso orden ante sus guardias, tomo sus cosas, y cuando vio que la puerta estaba echada abajo, ordenó a que se quedaran vigilando mi casa.

—¿Y ya está? — Su cara refleja su deseo de saber más— ¿No te dijo que te pusieras en contacto con ella?

—Sí... —afirmo desganado.

—¿Y a qué esperas? Llámala —Siento que tiene más ganas de ver como se desarrolla la historia con Carol que verme bien.

—No tengo ganas ahora mismo —niego con pocas ganas de seguir hablando del tema.

—¡Ey! ¿Qué te ocurre?

—Nada, venga ¿No íbamos a montar el mueble? —No estoy para hablar de lo que corre por mi cabeza.

—¡Por un descanso que hacemos! —se queja, retirando un mechón de su cabello.

—¡Pero si no llevamos ni un cuarto de hora! —le rebato—. Además, eres el que ha dormido como un lirón, en comparación conmigo.

—Está bien, no te enfades.

Durante un par de horas, Max y yo, montemos el mueble al aire libre. Esto de estar fuera un techo me hizo bien para calmar mi mal humor.

Anoche, visto como mi casa se quedó desprotegida, mientras yo entraba en pleno trauma, llamé a Max para a ver si podía dormir en su casa. Él sin dudarlo me cedió su sofá. Bueno, a cambio de que le diga lo que había ocurrido. Nada es gratis en esta amistad.

Ella puso consecuencias a las acciones de sus guardas espaldas. Yo no estaba en posición de interponerme. Solo espero que no sea el hablar de mis vecinos. Se supone que hoy pondrán una puerta nueva. Quiero tener esperanzas que sea igual que la anterior, sino tendré que darle muchas explicaciones a mis padres.

Admiro la fortaleza de Carol. A pesar de sentirse débil, muestra lo fuerte que es. Es poderosa. Sabe dejar de lado sus problemas para centrarse en los muros que le pone la vida. Comprendo que esté agotada. Es normal con el estilo de vida que lleva.

Aún no me saco de la cabeza de que ve algo especial en mí. No soy nada del otro mundo en comparación a ella. Yo solo me enfrento a los típicos problemas. Sin embargo, ella no. Ella se ha causado problemas extras para mantenerse al lado de sus amigas, y aun así pelea por ello. Porque han conseguido una meta juntas y tienen nuevos objetivos en conjunto.

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