Capítulo 24
—Habla con tus amigas, de seguro que lo comprenderán.
—¿Y si no? —cuestiona con un par de lágrimas recorriendo su rostro. ¡Bien, David! Lo has jodido todo— ¿Y si ellas también están como yo?
—Pues cambiaréis las cosas, pero tu tienes que pensar en ti. Tu felicidad es más importante.
Nos quedamos unos segundos mirándonos para luego unirnos en un abrazo, evitando el dolor punzante que me provocan esos ojos llorosos. Ella saca todo lo que lleva dentro en un llanto que debía haber salido hace mucho tiempo.
Carol se encuentra sumergida entre mis brazos, llorando como si no hubiese un mañana. En cuanto a mí, solo trato de que se sienta refugiada en mí, que libere todo aquello que le hace sentir mal.
—Gracias —agradece una vez más.
—Ya te he dicho que no debes de agradecer nada —le digo, limpiando la última lágrima—. A partir de ahora, cuando necesites un hombro en el que llorar, solo debes de llamarme.
—¿Por qué eres así de amable conmigo? —pregunta con un pañuelo en la nariz.
—Porque lo necesitas y porque te mereces lo mejor.
—Eres especial —comenta sonriendo.
—No lo soy —le niego—. Solo soy humano como tú.
—Pero no todo el mundo haría lo mismo que tú.
—¿Y qué harían? —Alzo la ceja.
—Nada. Hubiesen tirado la toalla con su proyecto antes de aceptar mi petición, sin explicación.
—Eso es una posibilidad entre tantas —aseguro. Sonriéndole.
—Me siento cansada de todo el mundo —confiesa. Echando su cabeza sobre mi pecho—. A veces me gustaría desaparecer ¿A ti te pasa, también?
—No. —Escucho un pequeño suspiro. Imagino que ahora estará diciéndose que nadie la puede comprender—. Sin embargo, algunas veces he querido retroceder en el tiempo.
—Eso es imposible.
—Desaparecer también es imposible.
—Lo dudo.
—Es más sencillo que retroceder en el tiempo —debate. Mira hacia el frente, aunque todo está oscuro.
—Puede que sí, pero no hay vuelta atrás. En cambio, si no desapareces tiene más posibilidades de remediar los problemas —reflexiono, mirándola. Ambos estamos cómodos.
—Te envidio —Me vuelve a mirar.
—No tienes nada que envidiar —le digo sonriendo—. Todo está a tu poder.
—No lo veo de la misma forma que tú. —Vuelve a poner la mirada en la nada, en la oscuridad que nos une a ella.
—Date tiempo. Necesitas sanar.
Nos mantenemos en un profundo silencio, pero que nos llena de calma. Nos sentimos tan cerca de nosotros con una conexión que ya no es solo se conecta con la mirada, sino que a pesar de la ropa, nuestros cuerpos se conectan entre sí.
Todo está oscuro, lo único que ilumina el lugar es la televisión que muestra el menú de películas, en un fondo negro. Rompemos el silencio, trato de hacerla sonreír, hacer que disfrute cada segundo que está aquí, antes de que vuelva a su ocupada e infeliz vida.
No, no es la mejor entrevista que he hecho y que haré a lo largo de mi carrera. Es la peor en absoluto. Sin embargo, es en la cual he conseguido conocer de verdad a una persona. Dudo que Julieta y Petra me hayan mostrado su persona al cien por cien. De seguro que no las conozco tanto como estoy conociendo a Carol.
Aunque ellas han conseguido ser parte de mi mente, ella ha conseguido formar parte de mi vida. O eso pretendo porque ahora que la conozco, no quiero que salga. Necesito ser su amigo, el que le haga reír, el que la haga sentir la mejor. Quiero ser su fortaleza, porque su felicidad es mi debilidad.
¿Julieta y Petra habrán detectado lo que sufre Carol? Alomejor no... o sí. Ellas son felices ¿no? Alomejor por eso no se han percatado. No sé realmente nada. Solo de que me alegro de haber conocido a Carol.
Ella actúa tal y como es, ¿puedo decir lo mismo de Julieta y Petra? No digo que sean unas falsas, pero en comparación a Carol, todo es diferente. Es verdad que las circunstancias han sido distintas, pero alomejor Ellas son felices así y no han detectado lo que su amiga sufre.
—¿Te puedo pedir un favor más? —Rompe el silencio Carol.
—Todo lo que desees. —digo sonriente y servicial.
—Quizás es una locura.
—Dímela, a ver. —Río.
—¿Me puedes hacer el amor? —pregunta seria, mirándome.
—¿Qué? ¿Cómo? —No sé si es mi mente o lo está diciendo de verdad. Por favor si eres tú, ahora no es un buen momento para crear fantasías en la vida real.
—Bueno... Nada... Déjalo... Es una tontería —habla pausadamente.
—No. Dime. Repítemelo —le exijo, haciendo que cambiemos de posición.
—Me gustaría que me hicieras el amor —dice en forma de deseo.
—¿Y por qué me lo pides?
—Porque me gustaría volver a recordar como se siente al hacerlo con cariño —explica melancólica. Me quedo callado sin saber qué decir realmente.
—De acuerdo, pero aquí no.
La agarro de la mano y la llevo hasta mi habitación. Cuando llegamos la sorprendo con un suave beso que disfruta. Las palabras sobran, nuestro contacto habla por sí solo. No dejo rincón de su cuerpo por besar, ni por desnudar.
Ella tampoco deja ningún palmo de mi cuerpo sin acariciar, sin disfrutar del calor que prendemos. Cuando nos tumbamos en la cama, sin tela que nos estorbe en nuestro acto, el mundo no existe y el tiempo se convierte totalmente nuestro.
Inicio introduciendo un dedo, lentamente, mientras continuo demostrándole lo que realmente merece "mucho amor". Después van dos, luego tres, y finalmente, el orgasmo se hace presente.
Toma aliento para cambiar turnos, ahora es ella quien puede hacer conmigo todo lo que desee, aunque lo ha estado haciendo hasta este momento. Abre su boca y se mete mi erección despacio, pero de la forma más rica que he podido sentir.
Poco antes de yo llegar a explotar, para, nuestras miradas se conectan a pesar de la falta de luz. Se acerca, nos besamos con deseo, pero con la delicadeza de una rosa. Espero que esto no sea otro producto de mi imaginación y que se esfume en un instante o en otro.
Sin embargo, disfruto de Carol, de su deseo de sentirse querida y hacerlo con la conexión que tienen dos personas, que encajan como si esto se tratase de un puzzle. En sus labios hay un toque de ternura, que al sentirlos me hacen sentir como abeja en busca de miel.
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