Capítulo 22
—¿Aceptas o lo dejas?
—Está bien —digo ante sus amenazantes palabras.
—Bien, vayamos al coche. —Inicia el rumbo al parking a paso ligero, dejándome a unos pasos detrás de ella.
—Me tienes que decir por qué estás haciendo esto —le replico.
—Todo a su debido tiempo.
¿Esto es una cámara oculta? ¿Es una broma pesada? Por una parte, espero que sí. Me estoy sintiendo bastante presionado. Además, no pensaba que esto podría ocurrir, pero supongo que debería de estar preparado para todo, solo espero que no me traiga problemas.
Ahora Carol me parece una persona manipuladora, estratega y controladora. En menos de cuarenta y cinco minutos he cambiado la perspectiva que tengo sobre ella dos veces ¿Habrá una tercera? Si la hay, espero que sea para mejor. Y que una vez que se vaya a quedarme con lo bueno de ella y olvidar este momento, aunque será difícil.
—¿Cuál es el tuyo? —me pregunta sin detener su paso firme.
—Ese —digo, haciendo que las luces anaranjadas parpadeen.
—Bien —comenta, al localizarlo.
Una vez que llega al coche, abre la puerta del copiloto y se adentra en él. Yo tardo un poco más, puesto que había una distancia mínima de un metro y medio. Con la llave en la mano, entro.
—Si quieres que encienda el motor, me vas a contar por qué te comportas así. —Es hora de las explicaciones. Y ahora mismo me da igual la entrevista, no pienso jugármela tan fácilmente.
—Es agotador que alguien te siga a todos los lados ¿Sabes que es ni ir a tomar el aire sola? ¿Dar una pequeña vuelta junto a tu soledad? —Se ayuda entre interrogativas para sacar lo que lleva dentro—. Yo ya no sé lo que es estar sola.
—¿Y por qué no le dices que no te siga? —Ahora comprendo un poco todo. Huye porque se siente agobiada.
—No puedo. —Nuestros ojos se mantienen conectados, pero no siento lo que sentí con Petra, no me estoy adentrando en su mirada.
Dejo de mirarla, tiene los ojos un poco aguados, a punto de hacer que su rostro se llene de lágrimas. Ella también aparta la mirada de mí, encontrando en el asiento de al lado un poco de intimidad. Arranco el coche, dejando que la música suene. A veces, en estas situaciones ayuda, o por lo menos a mí sí.
Salimos de la parte subterránea y gotas finas chocan contra el exterior del vehículo, dibujando en las ventanas líneas desfiguradas. Algunas siguen su camino y otras se unen en el recorrido de otras. No sé si su rostro ha creado su propia lluvia. La miro de reojo, pero no me atrevo a mirarla.
Necesita su espacio. Quiere estar sola. No quiere que nadie la consuele. Quiere estar con ella misma. La situación parece incómoda, pero ella lo necesita. Necesita como oxígeno este silencio.
¿Por qué me afecta verla así? ¿Por qué siento que me estoy volviendo loco? Aunque no me parece de extrañar. Sin embargo, esta vez me siento diferente ¿Será su forma de cautivarme? ¿Es su forma de meterse en mi mente? ¿Está buscando la forma de entrar?
Llamarme desconfiado, pero ya tengo experiencia con Julieta y Petra, aunque ellas no montaron un teatro para entrar ¿Qué pretendes Carol? Cuando le echo una mirada disimulada, no puedo evitar sentirme mal por ella.
No me gusta verla sufrir. Es una mujer poderosa. Una heroína para algunas personas, como sus amigas ¿Qué le ocurre? ¿Qué es lo que veo en ella y no en las otras dos? Me siento débil ante ella. Me tiene a su plena merced, necesito que sonría. Que me muestre su hermosa sonrisa.
—Esta canción es mi favorita. —Rompe nuestro silencio, inundado de música.
—Es una buena elección —me atrevo a decir— ¿Estás mejor?
—Sí. Gracias.
—No tienes por qué darla.
—¿Tu casa está lejos?
—No, pero estaba dando vueltas para que te sintieras mejor —le confieso—. No sabía muy bien que hacer y cuando yo estoy mal, escuchar música y conducir me calma.
—Entiendo. Gracias.
—En seguida llegamos. —Cambio la marcha.
Era cuestión de minutos para que llegáramos a casa. Cuando salimos del coche veo a una mujer más frágil que una flor a punto de marchitarse ¿Qué es lo que realmente te pasa Carol? ¿Qué es lo que te hace sufrir? ¿Es solo no encontrar la soledad o hay algo más?
Cuando entramos en casa, ella analiza el espacio como cuando yo estaba en las tiendas que entramos.
—Es acogedora —comenta, dando unos pasos a su interior.
—¿Te apetece algo de beber?
—Un poco de agua, por favor —Me adentro en la cocina y lleno un vaso del líquido transparente que hay en la jarra de la nevera—. Gracias —dice cuando se lo entrego.
—Vayamos a sentarnos un rato —la guio hasta la mesa del salón—. ¿Estás bien? ¿Necesitas algo? —le pregunto, porque no sé muy bien que debo de hacer.
—No necesito nada —Bebe un poco.
—¿Quieres estar sola?
—No. Tengo que cumplir con mi palabra.
—Si te refieres sobre el reportaje no te preocupes, puede esperar. Y esto no entrará —le aclaro.
—Quiero hacer la entrevista —solicita.
—¿Segura?
—Sí —confirma con seguridad.
—De acuerdo. Dame un segundo. —Me levanto en busca de un papel y un bolígrafo en el que apuntar— ¿Estás preparada o necesitas algo? —cuestiono, volviéndome a sentar.
—Estoy preparada.
—Según tus amigas, tú eres la encargada de la economía de las Chapiadoras ¿cierto? —Me pongo en posición para escribir todos los datos necesarios.
—Sí.
—¿Los ingresos del club son superiores a los que conseguíais en OnlyFans?
—Se puede decir que sí —confirma lo que me imaginaba—. En OnlyFans abarcábamos muchos servicios, pero en el burdel todo es más sencillo y más fácil de conseguir, ya que no solo somos tres, sino más personas.
—Imagino que te refieres a las personas contratadas.
—Sí. —Bebe otro trago de agua, mientras escribo.
—La otra vez que nos reunimos, me dijisteis que teníais una infinidad de puestos ¿Me puedes decir cuáles son los principales? —interrogo, mirándola.
—Los principales son los de seguridad, como ya habrás comprobado. Camareros, que obviamente son los que atienden a los clientes. DJ's que animan el ambiente. Y personas de compañía —Su ánimo baja en lo último puesto que nombra.
—¿Está todo bien? —le cuestiono, pensando en detener la entrevista.
—Sí, sigamos —índica, tratando de mostrarse fuerte con una sonrisa.
—Está bien —digo un poco inseguro—¿Puedo saber cuánto cobra una persona de compañía?
—Ahí no entramos nosotras, ellas o ellos son los que deciden. Nosotras solo podemos aconsejar —habla pacíficamente—. De lo que ganen solo nos llevamos el quince por ciento de cada cliente. Lo demás son para ellas.
—¿Y un cliente puede elegir a una acompañante o cómo funciona eso?
—Bueno las acompañantes destacan de por sí. Suelen vestirse de forma sensual, y tratan de establecer contacto con los clientes.
—Imagino que esa es su forma de conseguir que los clientes la contraten ¿no?
—Más o menos —dice, un poco más animada—. Todo tiene su límite. Tu piensa que no pueden perder el tiempo, porque si se tiran una noche entera con alguien conversando, está perdiendo dinero.
—Comprendo.
—Alomejor, se tira un cuarto de hora o media hora y si no consiguen nada... se van, sin molestar —explica. Bebe el último trago.
—Y volviendo al tema de OnlyFans ¿Lo habéis abandonado absolutamente o lo tenéis en un segundo plano? —La respuesta a esta pregunta me la sé. Sin embargo, quiero saber el porqué lo mantienen activo.
—¿OnlyFans? Yo creo que está como a un cuarto o quinto puesto. —Ríe un poco—. Perdón.
—¿Perdón por qué?
—Por reírme sin motivo.
—No te debes de disculpar por eso y menos por la sonrisa tan bonita que tienes. —¿Qué he dicho?— Lo siento —digo, avergonzado.
—¿Por qué? —cuestiona esta vez ella.
—Por hablar sin pensar —contesto tímido.
—No has dicho nada malo. —Sonríe—. Me alegra que te guste mi sonrisa.
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