Tanto Julieta como Petra han demostrado sus poderosas habilidades para adueñarse de mi mente. Ahora sí, al igual que parecen hermanas de sangre, son distintas... Cada una tiene su encanto, y esto, es algo que me está empezando a angustiar. 

Ya solo falta una... Solo falta Carol por hacer la entrevista. Me gustaría que fuera diferente, que no sea capaz de adentrarse en la cueva en la que sus amigas han creado. Sin embargo, tener esperanzas es en vano. Siento que ella es la más peligrosa de todas. Lo sentí desde un principio en su sonrisa, aunque anteriormente, no lo entendía, pero ya conozco cuál era su plan.

Julieta tiene el poder de una superwoman, cualquiera que pase por su lado se volvería loco por ella. Petra es como esa gorgona de la mitología griega, capaz de dejar de piedra a su presa. En cuanto a Carol, cuando la conocí vi la dulzura de niña que tiene; su poder aún no la conozco, pero supongo que no tardo mucho en descubrirlo.

Ella no será menos que sus amigas. De eso estoy seguro. Ella conseguirá enredarse entre mis pensamientos.

—¡Tierra llamando a David! —Chasquea sus dedos frente a mí.

—¿Qué ocurre? —digo, saliendo de los pensamientos que soy capaz de controlar.

—Que te has quedado embobado —se queja—. Te decía si hoy vienes a mi casa.

—Perdona, ¿Para qué? ¿Y cuándo? —cuestiono confundido.

—Esta noche... para montar el mueble que me dijiste que me ayudarías —habla, irritado.

—¡Ah! El mueble —consigo recordar—. Hoy es imposible. No puedo, pero mañana puede.

—¿Imposible por qué? —interroga, alzando la ceja.

—Tengo una entrevista. —No puedo evitar no saciar su curiosidad. Le tenía que dar una explicación.

—¿Es con algunas de esas chicas? —lo dice con cierto tono pervertido.

—Gracias a Dios con la última. —Realmente tengo ganas de que este reportaje termine. Poso mi mirada en la pantalla del ordenador. Ahí está el documento con toda la información recaudada— ¿Por qué te interesa?

—Pues para que me dejes tirado, tiene que haber una buena razón. 

—Primero, no te estoy dejando tirado, lo estoy posponiendo —le corrijo— ¿Y no te parece una buena razón una entrevista?

—Está fuera de tu horario —suelta con mala cara.

—¿Todo bien caballeros? —Max y yo escuchamos una voz que no nos esperábamos.

—Sí, todo bien —responde Max por los dos a nuestro jefe.

—Todo correcto, señor.

—Me alegro de escuchar eso, porque quiero un borrador de vuestros trabajos antes de que vuestra jornada se termine —nos dice Juan. Supongo que se ha enterado de que estábamos hablando cosas un poco ajenas del trabajo.

—Así será —le afirmo—. ¿Pero se acuerda de que hoy tengo permiso de que salgo antes, no?

—Sí, lo recuerdo, pero quiero ver ese borrador en mi correo antes de que salga por la puerta ¿entendido? —Alza una de sus cejas.

—Sí.

—A ti también te lo digo. —Fija su mirada ahora a Max, de forma más amenazante de que la que me ha dirigido a mí.

—Sí, señor —le asegura, intimidado.

Una vez que Juan no está entre nosotros dos, Max y yo volvemos a poner a funcionar nuestras manos. Dejo de lado el reportaje, y empiezo a escribir el artículo que debo de enviar a revisar hoy. Recaudo los datos necesarios antes de empezar a redactarlo en un nuevo documento, donde adjunto algunas fotos.

Dos horas después... Ya está el artículo aprobado y publicado. Y el borrador del reportaje enviado como así lo requirió mi jefe. Ya es hora de que me vaya. Le indico a mi viejo compañero que se puede apagar, este lo hace lentamente, así que mientras lo hace guardo mis cosas en mi mochila.

Antes de levantarme de mi asiento, veo como Max está más concentrado que nunca en su trabajo. Seguro que tiene trabajo atrasado. Así que no hago que pierda la concentración, así que me levanto sin murmurar palabra y desaparezco de su lado sin hacer mucho ruido para no se desconcentre. Le estoy haciendo un gran favor.

Salgo por la puerta sin cruzarme con nadie. El coche está muy lejos de la oficina. Solo debo de cruzar la reja y caminar un par de minutos. Hoy realmente no me hubiese importado que estuviera más lejos. El tiempo primaveral se está acercando y hoy no hace demasiado frío.

Durante el trayecto en coche, disfruto del camino, mientras escucho la música que pone la radio y como la gente de la ciudad pasea tranquilamente con bolsas llenas de comida o de algo que necesiten.

Abro la ventana y permito que la brisa fría que produce la velocidad a la que manejo el coche provoca. Realmente, lo estoy disfrutando. Esto es algo que me hace despejar la mente. Ojalá esto fuera la solución para que las dos diosas que residen en mi mente fueran desalojadas.

—¿Seguro? —cuestiona Petra, sentada en el asiento de copiloto.

—Sí —afirmo sin ser consciente— ¿Petra? —digo sorprendido, medio minuto después.

—¿Qué sucede?

—¿Qué haces aquí? 

—Pensé que te gustaría mi compañía, ya sabes que estoy para todo lo que necesites. —Me lanza un besito desde su asiento.

—No, no esto no puede estar pasando. —Sacudo un poco mi cabello.

Petra ya no está, pero sí a unos cuantos conductores detrás de mí haciendo sonar el claxon porque no reacciono a las indicaciones del semáforo, que está en verde. Seguro que esto es causa del cansancio, después de comer me tumbaré un rato.

Abro la puerta de casa para entrar. Sin embargo, cuando entro veo a Julieta caminando a lo largo del pasillo.

—¿Ya has llegado? 

—¿Julieta? —nombro a la pelinegra con sorpresa.

—Sí, ya sé que se me hace tarde —se excusa—. Recuerda que esta noche has quedado con Carol y que la noche está para cumplir tus fantasías más oscuras

Besa mi mejilla en forma de despedida. Yo me quedo impactado porque esto cada vez se hace más real. Después de salir de mi estado shock, me doy cuenta de que he tenido dos alucinaciones casi al mismo tiempo ¿Esto es una de las causas que puede causar el cansancio? Quiero pensar que sí, que esto tiene solución y que no es nada grave. En todo caso, debería de pedir cita para visitar al psiquiatra.