Capítulo 2
Cuando la conversación con mi jefe finaliza, vuelvo a mi puesto, junto a mi único buen compañero de trabajo: el ordenador. El cual está acompañado de una libreta y un bolígrafo, que siempre llevo conmigo, en mi mochila.
No puedo sentirme más frustrado con la temática del reportaje. La cual, realmente, no me apasiona, por no decir que tengo pensamientos negativos contra ella. Sin embargo, el reto está aceptado, pero no sé como llevaré a cabo lo que me pide Juan.
Tras hacer un momento de reflexión, me dispongo a investigar más sobre el tema base en el que se basará mi trabajo. Centrando la búsqueda en otros escritos periodísticos sobre la prostitución, para así tratar de poder darle un foco distintivo.
Al cabo de las horas, sigo casi con la misma idea, ya que todo lo leído exploran las mismas características sobre el tema. Es un asunto complejo, que existe desde la antigüedad. Lo único que he podido averiguar son las variadas razones por las que las mujeres, incluso las niñas, se ven forzadas adentrarse en este mundo.
Entre los argumentos está la pobreza, la continuación de las adicciones, la falta de oportunidades en el mundo laboral y por ser víctimas de violencia. Lo sorprendente es que existe un pequeño porcentaje de mujeres, que deciden dedicarse a la prostitución por su propia voluntad, a pesar de como le puede afectar a su salud, en general.
En otras palabras, aparte de descubrir las razones, solo he averiguado que hay un pequeño número de mujeres que deciden trabajar ofreciendo su cuerpo. Los detalles que he ido recopilando a lo largo de la mañana se encuentran apuntados, con tinta de bolígrafo, en mi libreta.
Siendo casi la última hora de mi jornada, así que dejo de recopilar información y trato de ocuparme de otras tareas que tengo pendientes. Durante este rato paso entretenido con el teclado, antes de enviar algunos de los artículos a revisión.
Suelo escribir como cinco artículos diarios, teniendo en cuenta otras tareas que debo de llevar a cabo, sin embargo, con el encargo del reportaje, desatienda algunas obligaciones secundarias, como he hecho hoy. A partir de ahora, hasta el final de este proyecto que me ha encomendado mi jefe, voy a dedicarme de lleno a él.
Es muy importante para mí que este reportaje salga bien, es el primero que verá la luz pública y según la opinión de la gente, seré considerado un buen periodista. Es mi objetivo llegar a ser uno de los mejores, pero sobre todo hacer que cada una de las palabras que escriba sean el espejo de la realidad.
La temática que tengo que basarme en un burdel en concreto, me fuerza a que tengo que mostrar lo que es realmente ¿Por qué debe ser un burdel? No entiendo la elección de mi jefe. Solo espero que me permita hacer algo distinto a los otros periodistas.
Salgo de la sede redactora. Retiro la cadena a mi bicicleta y me preparo para volver a pedalear camino a casa. El camino no se me hace muy largo, gracias a que mis pensamientos me mantienen entretenido. Cuando llego a mi solitario hogar, veo el desastre que dejé.
Normalmente, suelo ser un chico ordenado, me gusta ver cada cosa en su lugar, sin embargo, en ocasiones, me olvido de él y le doy más importancia a otras cosas, como todas las partidas que me jugué ayer al Fortnite.
Hay que destacar, que ayer decidí pasar tiempo conmigo mismo, disfrutando de uno de mis pasatiempos favoritos, algo que no hago con frecuencia. Lo que hizo que dejara de lado mis obligaciones, entre ellas cocinar algo para ahora poder almorzar.
Mi estómago protesta, avisándome de que ya es la hora de estar sobre la mesa y dispongo de tres opciones: cocinar, pedir algo a domicilio o ir a la tienda de la señora Teresa, en la cual vende comida muy rica, casera y hecha.
Así que descarto las dos primeras opciones, y me decido por la tercera. Además, ayer hablé con mi madre, así que seguramente le haya pedido a su amiga, la dueña de la tienda para que me guarde una ración de una de sus deliciosas recetas.
Parto con las llaves y la cartera en el bolsillo. No tengo que caminar más de medio kilómetro para encontrarme con el olor de la comida casera de Teresa. Allí, me encuentro a dos personas esperando su pedido, pero eso no hizo que la dueña no se percatara de mi presencia.
Ella, cariñosamente, me saluda, es como una segunda mamá, aunque realmente yo no la conozco tan bien como mi madre. Ellas se conocen desde que eran jóvenes, en cambio, yo la conocí cuando era muy pequeño, pero el hecho de que mis padres y yo nos mudáramos a otro país, ha impedido que establezcamos grandes recuerdos.
Teresa, a pesar de todo, me guarda cariño y yo trato de tenérselo, al igual que a su comida, que está para chuparse los dedos. No he probado platos más ricos que los que hace ella, incluidos los de mi madre y lo siento, pero es que esta mujer tiene un don único para la cocina. Cada una de las recetas que hace, fascinan a mis papilas gustativas.
Una vez que mi comida ya está envasada y en una bolsa, trato de pagarle, pero esta se niega, puesto que mi madre ya le dio el dinero ¡Ay mamá! ¿Cuándo dejarás de consentirme? Ya en casa, solo debo ir en busca de un plato y el cubierto adecuado para satisfacer a mi hambruna.
Durante el almuerzo, como de costumbre pongo las noticias, pero no me concentro en ellas, sino en mis pensamientos. Me sabe mal que mis padres me paguen todo. El coche me lo compró mi padre, la casa es de mi madre y ella se ocupa de pagar la mitad de algunos de los gastos, lo demás lo pago yo.
Termino de comer teniendo de fondo las noticias deportivas de hoy. Ahora me dispongo a llevar todo a la cocina, antes de llamar a mi madre para agradecerle el encargo y quejarme, una vez más, de consentirme como un niño chico.
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