Capítulo 1
El inicio de la tercera semana de mi nuevo empleo, se hace presente. Me encuentro pedaleando en mi bicicleta por las diferentes calles de Barcelona, intentando llegar a tiempo al trabajo.
Hace casi medio año, conseguí graduarme como periodista en la otra parte del mundo, pero gracias a Dios o a la vida misma, cuando llegué de nuevo a mi país natal, logré mi primer empleo en el puesto que deseaba. Durante la universidad he tratado de ser un buen estudiante, aunque también ganar un dinero extra.
Ese dinero siempre lo he destinado a mejorar mi equipo, y digo mejorar, porque básicamente no estoy pedaleando por nada, sino porque mi querido coche ha decidido fallarme en el último momento. Y por eso, ahora me encuentro peleándome contra el tiempo.
Me llamo David González, y actualmente, soy periodista del periódico "La Lupa", en el cual todos me ven como el nuevo, el novato de Estados Unidos. Por eso y porque soy muy responsable, es importante para mí no llegar tarde. Sí, me está costando encontrar mi lugar entre mis compañeros.
En absoluto soy un chico introvertido, no me considero tímido, pero sí sé donde se encuentra los límites. Considero que tanto yo como ellos debemos de permitirnos conocernos, pero al parecer, en ese sentido somos huesos duros de roer. Sin embargo, me gusta mi trabajo y tengo al jefe satisfecho.
Dejo mi bicicleta en un sitio que no impida el paso, frente a la redacción. Subo los pocos escalones que hay ante la puerta. Al entrar me topo con la recepción, que como de costumbre se encuentra vacía a esta hora.
Me dirijo a la sala donde trabajo, y obviamente, comparto con mis compañeros. Aunque no hayamos establecido ninguna buena relación, no puedo quejarme y de que cuando suelto por mi boca "buenos días" ellos lo corresponden.
Cuando llego a mi puesto, enciendo el ordenador que me ofrecieron cuando empecé a trabajar, aunque los años ya le están pasando factura y ser más veloz que el correcaminos, no es lo suyo. Cuando este me muestra mi escritorio virtual, puedo ver que he conseguido mi meta, aunque también es algo deducible porque aún hay algunos compañeros que no han llegado.
Ellos se encuentran conversando unos con los otros y saludando amistosamente a los que van llegando. ¿Por qué no me tratan igual? No es que no lo haya intentado tener algún tipo de conexión. Siempre que trato de hablar con alguno, me responden de forma cortante, incluso el que se sienta a mi lado.
En ocasiones, me pregunto si es que tengo cara de bicho raro o si piensan que no aguantaré más de un mes. La verdad es que se me escapa de mi comprensión, lo único que sé es que he conseguido el trabajo de mis sueños y que de aquí no me iré tan fácilmente.
Durante la mañana, mi jefe: Juan Pérez, director del periódico; me cita en su despacho. Su oficina particular se encuentra en una zona aislada. No se puede decir que la redacción en general es el lugar más bonito que veré en mi vida. Este trasmite seriedad desde su entrada hasta el baño. Sin embargo, es el que me llena de ilusión.
Su despacho es un espacio pequeño con una estantería llena de archivadores, una mesa grande, que ocupa casi toda la habitación. Esta se encuentra llena de documentos, una pantalla conectada al ordenador, una silla de despacho donde él se sienta y un par de sillas de tela amarilla para los invitados, como es mi caso.
―Siéntate, David. ―Me invita―. Una vez más debo de confesar que estoy feliz de tenerte en el equipo.―Le escucho, mientras tomo asiento.
―Muchas gracias, señor ―agradezco un tanto tímido. Son muchos los días que me dice que se encuentra feliz de que forme parte de su equipo y esto hace que no sepa bien como reaccionar.
―Chico, ya te he dicho que no me digas señor y tampoco me hables de usted. ―Me recuerda con estima―. Aunque sea tu jefe, también me considero tu compañero ―habla con una amplia sonrisa. Sin duda alguna, si fuera unos de mis compañeros, sería el mejor que tengo hasta el momento.
―Es la costumbre ―me excuso una vez más ante su petición.
―Pues a ver cuando la pierdes conmigo ―suelta de forma amigablemente― ¿Tú también estás feliz de pertenecer al equipo?
―Sí, me gusta trabajar aquí ―afirmo, dejando de lado el rechazo que siento con mis compañeros.
―Me alegro de que el sentimiento sea mutuo, entonces ―Sonríe feliz. Sus palabras me reconfortan mucho, ¿es normal llevarme mejor con mi propio jefe que con mis compañeros?―. Tu trabajo sobre el nuevo centro de salud, me pareció interesante y bien detallado, al igual que la entrevista que le realizaste al director del centro.
―Me parecía un tema importante que debíamos de abordar, sobre todo para las personas del barrio de Sants ―digo sincero y orgulloso de haberlo llevado a cabo.
―Tienes razón. Llevas tres semanas aquí y has demostrado un gran nivel desde el primer día que entraste ―reconoce todo el esfuerzo que he intentado mostrar desde el principio―. Por eso, quiero hacerte un encargo que de seguro que te resultará relevante para tu trayectoria. ―Su sonrisa desaparece de su rostro, para mostrarme un semblante serio.
―¿De qué se trata? ―interrogo curioso. Suena como que me he ganado un premio.
―Creo que estarás a la altura de esto que te voy a encargar, pero si no te ves capaz de hacerlo, no dudes en comunicármelo ―avisa, torturándome con la impaciencia―. Siempre valoraré positivamente la sinceridad.
―Seguro que podré ―le aseguro, ocultando de que estoy al límite de mi paciencia.
―Quiero que hagas un reportaje. ―Sonríe retándome.
―Vale, lo haré ―hablo despreocupado. Es mi primer reportaje como trabajador, pero durante la universidad hice unos cuantos, así que no es nada nuevo.
―Sin embargo, yo decidiré sobre qué tratará ―dice, haciendo la conversación cada vez más interesante.
―Usted, dirá ―suelto, animándolo a que me diga de que quiere que trate.
―Chaval, tienes un don para la comunicación, pero no para tratar a tu jefe como uno más. ―Desvía el tema por un momento―. El reportaje tratará sobre el burdel de Las Chapiadoras.
―¿Sobre un prostíbulo? ¿No va a ser muy polémico eso? ―interrogo, un tanto sorprendido.
―Puede ser ―asegura―. Pero seguro que descubrirás algo innovador. No quiero que sea un copia y pega de los demás reportajes que hay sobre la prostitución. ―dice tajante, con su mano en la barbilla.
―¿Y qué tiene de especial ese prostíbulo? ―Alzo la ceja desconfiado.
―Eso lo deberás descubrir tú. ¿Por qué no esperas que te haga yo el trabajo, no? ―contesta retador―. Ahora es el momento de tomar una decisión.
―De acuerdo, acepto. ―Esto es un completo reto, pero es cierto lo que ha dicho, es un encargo que marcará mi trayectoria si tiene éxito.
―¡Reportaje adjudicado! ―Celebra feliz―. Tómate, el tiempo que necesites. Aparte del reportaje, debes escribir dos artículos como mínimo a la semana.
―Así será.
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