carta 5
¿Sabes?, mi querida Mel, si no fuera por la insistencia de Mariafé no hubiera decidido hacerlo, parecía sencillo, sin embargo me acobardé porque me comenzó a inundar un miedo algo paranoico. ¿Y si tu madre en realidad no me quiere ver? ¿Si no me lo quieres decir, porque me conoces cómo soy y temes mi reacción? ¿Si solo estás tratando de que el tiempo pase, para que se me olvide ese afán por conocerla?
Se lo conté a Mariafé y ella con su punto de vista tan optimista como siempre, desbarató todas mis teorías negativas y miedos y finalmente me impulsó a hacerlo. No sé cómo pude hacerle caso, pero aclaro que fue por ella que fui a buscar a tu madre.
Le dije a Dios, que si veía que algo salía mal, dejaba todo porque sería señal de que no es tu voluntad.
Tenía idea del barrio donde vivías, del posible trabajo de tu madre porque recordé una frase tuya en una conversación que tuvimos, dijiste: “mi madre me acaba de llamar, iré a llevarle su chompa a su trabajo, vuelvo y seguimos hablando no demoraré mucho, está cerca…”
Teniendo en cuenta de que estabas en tu casa y que el trabajo de tu mamá era un Jardín de niños, que también lo deduje de conversaciones en las que me contabas, que le ayudabas a ella en sus trabajos manuales para los niños o en la preparación de la torta para las fiestitas infantiles.
No sé por qué no te pregunté mucho sobre ella, quizá percibí que no te gustaba hablar mucho sobre ese aspecto de tu vida. A veces me cambiabas de tema y yo no quería incomodarte.
Puse en su más alto nivel toda mi virtud analítica y detallista; encendí mis sentidos y agudicé mi percepción para recordar datos y diseñar una conjetura.
Tenía la mañana libre, así que todo se había dispuesto favorable. Pagaría a un taxista para que me lleve y me sea más fácil desplazarme, le dije que estaba buscando a una profesora del nivel inicial y Él se mostró muy colaborador con mi causa, todo por un buen pago, seguro y el trabajo cómodo.
Según todos los detalles que recordaba me propuse preguntar en todos los centros del Nivel Inicial que supuse no serían muchos por esa zona. Llegamos a visitar a unos 8 infructuosamente y sinceramente ya me estaba desanimando. Entonces le dije al conductor que ya nos fuéramos pero éste estaba inquieto era como si no diera por vencido y faltaba algo por hacer y me dijo : “intentémoslo una última vez, ¿se acuerda del primer centro al que no nos dejaron entrar? Y yo asentí con la cabeza algo escéptico.
Me dijo : “allí yo pregunté a la vendedora de la puerta y me dijo que sí conocía a la profesora y que sí había trabajado en ese Jardín. ¿Por qué no entra directamente y pregunta a la Directora?, entre ellas se conocen y si es que trabajó allí aún más, dígale que es un caso urgente”.
Tenía sentido lo que decía sin embargo yo pensaba que la vendedora había dicho eso por quedar bien con nosotros, aunque parecía honesta, además tenía lógica lo que afirmaba porque decía que la madre de Mel había trabajado lo cual implicaba que ahora no.
Cada año renuevan personal o contrato, el detalle del lugar de trabajo, me daba esperanzas no solamente por ubicarla en el lugar donde trabaja actualmente sino que por ahí cerca, se supone que está la casa de Mel.
Había una auxiliar en la puerta que nos dijo que si no éramos padres de familia no podríamos entrar y si yo le mentía me preguntaría el nombre del niño o niña y sería peor.
Por consejo del conductor le dije que era un caso muy importante y que tenía que hablar con la Directora, con ese argumento me dejó entrar. Pero estaba en una reunión y cuando estaba a punto de salir, una docente me preguntó qué hacía o a quién buscaba y cuando le dije el nombre de la madre de Mel, un gesto en su rostro me dio esperanzas de que la conocía y muy bien.
Prácticamente se lo supliqué aduciendo que era un caso muy urgente y familiar; entonces me dijo: “Ya no trabaja aquí y no sé en dónde esté trabajando actualmente, pero ¿por qué no va a su casa?” Le dije : “pues, porque no conozco”.
Me miró raro, sonrió y me explicó: “mire camine hasta el pequeño parquecito, lo cruza y de allí camine hacia la siguiente manzana y es la que continúa, la casa de ella está casi a la mitad pero en el lado derecho, es la única de un piso en esa recta, no se puede equivocar”.
Le agradecí mucho y salí con prisa; una especie de ansiedad y nerviosismo me inundaba. Le pedí al chofer, que me llevara con el vehículo. Mientras íbamos otra vez me acosaron mis ideas negativas; si era una día laborable y ella trabajaba era imposible encontrarla en casa y más bien podría encontrarme contigo, mi estimada Mel, pues sé que tu horario no es regular y si es que no tuvieses clases podrías estar en su casa. La idea no era encontrarte sino a tu madre.
Casi lo vi como improductivo el hecho de tener idea de la ubicación de tu casa, mi idea era encontrar a tu madre en su trabajo y quedar con ella para hablar por supuesto secretamente, pues estaba seguro de que, tú, evitabas nuestro encuentro a toda costa.
Llegué a la casa que yo imaginaba por lo datos que me dieron; toqué la puerta casi sin quererlo porque se notaba silenciosa y solitaria y una niña de 5 años me contestó. Le pregunté por su madre pues imaginé que era tu hermanita, de la que me hablaste algunas veces.
Me dijo que su madre estaba trabajando, a su manera me dijo dónde era pero, no le entendí ni le presté mucha atención, pues ahora ya no era importante.
Me contó que ella no había ido al Jardín porque estaba mal. Lo que me sorprendía era que me hablaba con mucha familiaridad. ¿Dónde quedaron las advertencias de toda madre? “no hables con extraños” Porque yo lo era; claro no abrió la puerta pero conversó conmigo con calidez como si me conociera.
No sé si atribuirle a que era muy sociable, a que le inspiraba confianza o algo más pero fue muy valioso y perfecto que ocurra así.
Por lo menos ya estaba seguro de que ésa era tu casa ya no era necesario conocer el lugar donde trabajaba tu madre. Ahora tranquilamente podría planificar volver a tu casa calculando que estés en clases y tu madre en casa.
Fue todo un trabajo de investigación detectivesca. Me despedí de tu hermanita y subí al vehículo, regresábamos triunfantes y pese a que el conductor me sugirió buscar el centro de labores, le dije que ya era suficiente, que volvería otro día y si necesitaba de sus servicios yo le llamaría.
No podía creer que lo había logrado, solo le agradecí a Dios porque sentí su guía en todo momento.
Esperé ansioso al sábado y ya me había informado de que tenías clases desde las 7 de la mañana así que planifiqué mi viaje a tu casa, esperando que a tu madre no se le ocurra salir.
El corazón me latía muy aceleradamente y no era para menos me iba a presentar a la madre del amor de mi vida. Tenía ensayado mi presentación pero en estos casos uno no puede prever y finalmente tiene que improvisar.
Aún me acuerdo y sonrío cuando la vi por primera vez, abrió la puerta como enojada y muy seria, sin embargo cuando le dije quién era, cambió de semblante.
Estaba limpiando su pequeña sala, era una casa muy sencilla y creo que eso era lo que a veces te avergonzaba, tu real y humilde situación. Siempre sentí que vivías de las apariencias cuando estabas fuera de tu hogar y más con tus amigas. Parecía que tuvieras dos vidas, una en tu “amarga” realidad de la sencillez en tu casa y la otra con las vanidades e hipocresías en las reuniones con tus amigas, o compañeras de estudio; en un mundo de redes sociales, selfies y trivialidades vanas. }
Yo me enamoré de la niña sencilla, con su sonrisa auténtica y no esas que publicabas en tu perfil. Cuando alguna vez te confesé mi percepción y de cómo te veía, tu silencio confirmaba mi psicoanálisis, incluso me confesaste que te daba miedo porque pareciera que te leía la mente y que no me podías esconder nada porque yo te veía a fondo, tal y cual eras.
Me sonrió, se disculpó por el desorden y me invitó a sentarme. Llegamos a la conclusión de que tú, evitaste en todo momento nuestro encuentro. Me dijo que tenía deseos de conocerme para agradecerme por el regalo sin embargo tenía curiosidad de quién era yo y claro fui contestando y aclarando todas sus dudas.
Incluso compartíamos muchas ideas y tenías razón cuando una vez me dijiste ; “Me estás hablando como mi madre, ustedes se parecen mucho y coinciden en su punto de vista, como si se hubieran puesto de acuerdo”.
Tan amena fue nuestra tertulia que nos olvidamos de la hora, pese a que me había pedido el número de mi celular y nos habíamos puesto de acuerdo con cierta confianza y complicidad en que tú, no te tenías que enterar. }
Teníamos que hablar en otro momento porque aparentemente había mucho que aclarar y yo acepté gustoso. Entonces alguien tocó la puerta, un miedo se apoderó de mi corazón acelerándolo, nos miramos y pese a que ella también lo sospechaba, no me dijo que me esconda o algo así, solo encogió los hombros e hizo un gesto de resignación. Me dijo con cierta tranquilidad: “no te preocupes” creo que había notado mi nerviosismo. Esa silueta que se dejaba entrever por la luna de la puerta eras tú y para mi enamorado corazón era inconfundible.
Entraste, saludaste a tu madre y no supiste qué más decir, obviamente no te lo esperabas, tu miraba tenía una mezcla de estupefacción, incomodidad, incluso molestia que no lo pudiste disimular con tu frío “hola”.
De ahí en adelante se formó una amistad muy especial con tu mamá y yo seguía manteniendo la racha de llevarme bien con mis potenciales suegras, pues no era la primera vez que me sucedía el tener una relación cordial con la madre de mi pareja.
Hasta ahora de las 3 relaciones largas que tuve me llevo muy bien con mis exsuegras, aunque no sea correcta la expresión pues “suegra” se denomina cuando ya se consuma la boda. Incluso podría asegurar que ellas recibieron más de un reproche por parte de sus madres por el rompimiento de nuestra relación, así que el mito de que la madre de la novia es un ogro o que generalmente nos hace la vida de cuadritos no funcionó conmigo.
La primera parte de mi plan ya se había concretado, los demás sucesos fueron extraños. Se supone que antes la que se opondría a nuestra relación sería tu madre y ahora es ella quien me aprecia tanto, conversamos dos veces aunque no en tu casa.
Un domingo me invitó a tu casa para almorzar, ya no fue tan incómodo y hostil como lo fue la primera vez. Estaba tu hermano, tu hermanita, tu madre y tú.
Incluso me preguntó tu madre, qué es lo que quería almorzar, no supe qué decir, solamente le dije que no tenía problema con ninguna comida y lo que preparara estaría bien.
El plato de fondo era verde, es decir era un puré de papas pero con espinacas, acompañado de pescado frito y ensalada; yo llevé helados y bebida. Me acuerdo que dijiste asombrada: “¡Mamá hace tiempo que no hacías esta comida y ella le respondió : Te acuerdas que yo lo hacía, ustedes eran pequeños , estábamos juntos y comíamos felices, porque era especial. Hoy es un día especial, hija”. Yo no pude evitar sentirme tan honrado y emocionado.
Se acercaban los días y ya entrando en más confianza me acuerdo que tu mamá me dijo que se sentía tan agradecida con haberme conocido y que con todo lo que se fue enterando notó que tú habías cambiado mucho, que fue bueno el que me hayas conocido pues fui de ayuda para ti, cuando más lo necesitaba por ese equilibrio que necesitabas en tu vida, ante la ausencia de tu padre y que en realidad no entendía tu actitud. Incluso aún me resuena una frase que te dijo, delante de mí: Cuánto me hubiera gustado encontrar a una persona así en mi vida y tú no eres consciente de eso.
Su madre casi hacía de cupido y además me abrió su corazón. Me contó más detalles de la vida que habían tenido, de tu infancia por sobre todo y yo estaba cada vez más feliz de conocer de ti, mi amada Mel, el amor de mi vida para intentar entenderte más.
En una oportunidad que tuve y quizá la única, me dijo que si podía hacer algo por mí, se lo diga. Entonces aproveché y le dije que solo quería algo: Le conté de Mariafé y le pedí que me ayude a hacerla feliz en su cumpleaños. En realidad se trataba de un permiso para ti, para ausentarte toda una tarde de tu casa a 50 kilómetros de donde vives para sorprender a Mariafé.
El punto era que si te lo pedía corría el peligro de que me lo niegues aduciendo que no tendrías el permiso o el tiempo. Averigüé y esa tarde no tenías clases, por lo que no habría forma de no tener éxito. Solamente podría fallar eso, si es que simplemente no quieras ir y por lo tanto te rehúses hacerlo.
Me dijo que me iba a llamar para confirmar, esperé nervioso su llamada y entonces me dio la noticia, me dijo: “Espero no lo tome a mal pero yo también quiero ir para conocer a Mariafé, si la quiere tanto a mi hija, me interesa saber quién es y agradecerle por eso”
Son las 11: 30 pm hoy es 21 de abril, hoy fue su antesala y sucedieron varias sorpresas, por su onomástico; ella se lo merecía.
Las lágrimas de alegría de mi niña fueron mi gran satisfacción: cuando le di sus libros de regalo, cuando le pedí que cierre sus ojos y apareciste con tu madre y luego la torta y otros momentos más, realmente inolvidables.
Viniste a mi casa, es la segunda vez que lo haces y yo tengo un pacto secreto con Dios que aunque no vayas a leer esta carta aún no lo puedo decir. Sin embargo estoy muy agradecido pues solamente Dios pudo permitir todo esto.
Cuando nosotros nos bromeamos, conversamos o nos miramos supongo que somos espiados por las personas que nos rodean. El eco de una frase que escuché de Mariafé a tu madre me sigue acariciando el alma: “Se ven tan bien juntos” sin embargo la respuesta de tu madre es un verdadero sueño rociando de esperanza mi corazón: “Dios te oiga, hija. Ojalá terminen juntos ”
Querida Mel, Cuando hago memoria de todo lo que sucedió, aún me cuesta creerlo. Ya perdí la cuenta de cuántas veces me dije que ya no te vería más pero Dios, me dio el placer y la bendición de tenerte conmigo una vez más. Vivir momentos en las que soy feliz aunque sienta que se me acaben las excusas pero sé que Él tiene la última palabra y últimamente sus travesuras han remojado mi herido corazón en el rocío del cielo, de esas bendiciones que pueden ser efímeras o eternas pero quedan tatuadas en mi alma y ahora en estas inolvidables cartas.
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