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carta 3

Las noches siempre son más crueles que los días cuando uno sufre en silencio. Mi muy querida Mel, han pasado varios meses después de la última carta, pero no soy mucho de recordar fechas. Ahora como que ya evito estar rememorando lo triste porque siento que el dolor se acrecenta y eso no es saludable.

Después de aquella despedida casi finalizando el año, me alejé definitivamente de ti, aunque esto es relativo porque alguien nos mantenía unidos siempre y es imposible que escriba estas cartas sin hablar de ella; este triángulo amoroso siento que es indivisible, pues los tres fuimos y creo que seguimos siendo uno o al menos estamos unidos en un solo sentimiento.

Me refiero a nuestra hija Mariafé y digo “nuestra” porque tú así lo expresaste en varias oportunidades. Ella no pudo disfrutar de vernos juntos cuando nuestra relación estaba bien, porque se enteró de lo nuestro, ya cuando te tomaste esos 15 días para pensarlo y claro ya sabemos cómo terminó esa parte de nuestra  historia que está registrada en “Destilando Versos”.

Le compartí a ella, nuestra historia y lo primero que se propuso Mariafé es en lograr comunicarse contigo. Al principio se lo prohibí porque yo creí que te molestaría, pues para ese tiempo ya estábamos con las clases de guitarra, pero solo éramos amigos.

Tenía una fe inquebrantable, en que nosotros volveríamos a estar juntos y yo siempre con mi pesimismo la contradecía constantemente a tal punto que siempre me decía: “mala fe” y yo le cambié su real nombre y desde aquel tiempo le rebauticé, le dije : “… y tú eres Mariafé”.

Mariafé me había apostado que lograría comunicarse contigo por télefono celular, tuve que darle el número del tuyo y supongo que a tantos intentos al fin un inolvidable día, que hasta ahora lo recuerda, tú contestaste una de sus tantas llamadas y luego de los 10 segundos de mudez y volviendo en sí, al fin pudo hablar ; finalmente se había concretado una relación rara pero hermosa que solo se basó en llamadas y mensajes entre ella y tú, que tiene toda una historia detrás.

Mi querida Mel, tú ni imaginas cuánto te quiso o quizá en el fondo lo sigue haciendo, te idealizó en todos los sentidos incluso me llegó a decir que estudiaría tu misma carrera profesional, admiraba todo lo que hacías, estaba al tanto de todas tus publicaciones en el face, adoraba ver tus fotos:  eras su MAMITA.  Aunque nosotros no estuviéramos juntos y claro yo le decía que era una hija de un padre soltero a lo que ella me corregía, que en realidad tenía a su papito y  mamita distanciados y que muy pronto estaríamos juntos.

Confieso que su fe me hizo soñar mucho aunque también me ayudó a no caer en depresión, ella me animaba, era mi fuerza constante. Esa llamada fue el inicio de un conjunto de aventuras inimaginables todas en busca de una reconciliación que no se dio.

Tú accediste de buen ánimo a comunicarte con ella, claro que no eras tan atenta como lo era yo. Casi siempre trataba de justificarte, porque el mensaje más común de ella, hacia mí, por whatsapp era : “mi mamita no me responde” era como una sugerente y dulce queja y yo le decía que estabas ocupada, que tampoco a mí me habías respondido o que esa era tu forma de ser, no por falta de voluntad sino por descuido

Me acuerdo que me contaste lo de la llamada, aunque yo ya lo sabía por ella, me dijiste que te había conmovido su voz tan tierna y que te encantó que te haya llamado sin conocerte.

Mi querida Mel, ¿Sabías, que la palabra más mágica y que le podía dar y durar días y semanas enteras de felicidad era que tú le digas : “hijita”? ni te imaginas cuan feliz la hiciste las veces que esto ocurrió. A veces me presumía sus mensajes, o si la cantidad de mensajes respondidos por día había aumentado; incluso cuando yo la regañaba, me amenazaba con quejarse a ti. Ella sabía que la única persona que tenía el poder de hacerme cambiar de opinión, calmar mi enojo o ejercer cierto dominio, eras tú.  Aunque la naturaleza maternal no era tu cualidad. Mariafé me decía : “mi mamita es un poco fría, pero no importa, porque así la quiero”

Cuando le respondías a un mensaje por whatsapp, aunque fuera un frío : hola. Se le iluminaba el rostro y a sus ojitos le acompañaba una gran sonrisa;  cuando la veía así, lo disfrutaba y ya sabía cuál era la razón; claro miraba su celular miles de veces en el día solo para ver si le habías respondido a su : “buenos días mamita”, y cuando no lo hacías por horas e incluso por días y te veía en línea se entristecía pero sin juzgarte o perder las esperanzas.

Ella haría lo que sea por ti, te perdonaría lo que sea, porque su amor fue incondicional y muy puro; no sé cuál fue la razón de este amor pero marcaste mucho en su vida, me atrevería decir que hasta ahora ella te extraña no sé si más que yo, pero lo hace.

Por eso la noche más funesta y también para mí, porque me partía el alma verla sufrir; fue definitivamente cuando tú le dijiste : “No me digas, mamita, llámame por mi nombre” aunque intenté consolarla fue inútil, para ella fue como si explotara en mil pedazos toda su ilusión, su mundo, su corazón, esa noche lloré con ella al celular, le traté de explicar que quizá fue porque no se quería sentir como muy mayor, o que estaba presionada con algún problema , trabajo o examen en la Universidad; sin embargo fue inútil porque decidiste no insistir más en eso y hacer lo que te pedía, con tal de que no dejen de comunicarse.

No imaginas el dolor que le causaste; no tienes ni idea de todo el sufrimiento, que no sé cómo pudo caber en su cuerpecito, aquella negra noche; cuando la luna cerró los ojos para no ver y los ángeles tuvieron que bajar para consolar su alma y la mía; no sé si fuiste consciente o no pero lo expreso aquí, aunque nunca lo puedas leer.   

Si a alguien tengo que agradecer por estar siempre conmigo, aunque no me diera sabios consejos, pero siempre estuvo en mis mejores y peores momentos fue y es mi pequeña Mariafé, obvio que fue mutuo porque yo puse y hasta ahora pongo todo de mi parte y de mi tiempo para estar cuando ella me necesita.

Me arrepiento de no haber escrito más seguido, para registrar las cosas importantes que sucedieron pero tengo dos historias pequeñas e inolvidables en mi mente que fueron grandes bendiciones para mí; trataré de compartirlo en el próximo capítulo, aunque aún no termino con éste.

Mel, tu misteriosa forma de ser o tu paradójica dicotomía me llamó la atención; puedes ser tan tierna y cariñosa o gélida e indolente de manera extrema eso fluctúa en ti y no solo lo sufrí yo, sino también Mariafé.

Esa noche me dolió tanto lo que causaste en mi Mariafé; y yo que me había propuesto no comunicarme contigo excepto sea para lo de las clases; cogí mi celular y subí a mi azotea; lugar de tantos momentos cruciales en mi vida. Te envié mensajes de audio largos para reclamarte todo el daño que le habías causado a mi princesita; incluso te dije: “a mí, castígame con tu indiferencia, hiéreme con tus palabras o actitudes; pero a ella no te atrevas…” Supongo que los mensajes fueron muy ofensivos, no me importó, sé que a veces puedo ser muy hiriente, por eso es que ahora siempre me contengo de enviar un mensaje ya sea de texto o por audio cuando estoy alterado,  molesto o deprimido porque me puedo obnubilar y herir o empeorar más las cosas, pero lo hice por mi Mariafé. Puedes creer, mi querida Mel, que ella no te guarda rencor e incluso te defendía cuando comencé a decir cosas contra ti.

Han pasado varios meses, pero no hemos estado alejados porque Mariafé siempre fue el nexo más importante entre nosotros. Parecemos un matrimonio divorciado de verdad, con una hija de por medio.

Ella siempre me ha informado o escondido lo que debía saber de ti, es decir lo conveniente para evitar que yo sufra. Yo no tenía el valor de ver tu perfil o el muro de tu Facebook pues las veces que lo hice fueron catastróficas. Así que sería masoquista de mi parte estar viendo tus fotos, publicaciones o estados de tu cuenta de Facebook.  

Querida Mel, si tan solo hubieras decidido volver a nuestro “hogar”, lo digo de manera simbólica, seríamos tan felices y no solo hablo por mí sino por una hija que te adora y siempre te esperará con los brazos abiertos. Perdona que no seamos solo tú y yo, pero ahora lo digo: “La persona que quiera estar conmigo y compartir una vida tiene que saber que tengo una amada y preciosa hija y si no la acepta no puedo aceptarla yo tampoco”

Mariafé no puede estar exenta de esta historia, siempre estuvo involucrada al menos desde que nos separamos.                 

Y ahora que ya conocen a otro personaje principal en esta historia, seguiré esbozando estas cartas fidedignas cada vez que mi alma rebalse de recuerdos o acontecimientos que me exijan desbordarlo en el papel.  

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