Carta 1
Me acompaña un café y mientras mi alma y mi piel se funden en cada línea, voy ordenando las ideas que fluyen al compás de la música, ya no destilo versos ni poemas, sino las más apasionadas cartas que nunca te enviaré.
Me gustaría y pago lo que sea por ver tu rostro cuando leas una de estas cartas, oír el eco de un débil suspiro tuyo, sería suficiente para saber que a ti también te afecta que no estemos juntos; sin embargo eso no pasará.
Un recuerdo relampaguea en mi memoria; yo, con mucho esfuerzo, había logrado la hazaña de conseguir e imprimir un libro que aún no habían editado en el país y gracias al maravilloso internet logré tenerlo en mis manos, pues el solo hecho de que sea algo que tú anhelabas para mí era como una orden. Me empeciné hasta concretarlo, pero como siempre te hice una broma, te dije que era un libro que yo lo había escrito y que no era ficcional. Me miraste con cierto asombro, frunciendo las cejas, incluso así te veías tan adorable.
Te dije que te iba a leer la parte final e hice el ademán de ubicarme en la última página. Fingí que leía, improvisé un final a nuestra historia, aseverando que el personaje, o sea yo, decidía desaparecer de la ciudad, sin dejar rastro alguno, una forma de suicidio a lo social y de desarraigo de la memoria de todos los que alguna vez me rodearon; tal vez una forma cruel de terminar con mi vida y supongo que lo hice bien, con el tono de mi voz sintiendo cada palabra. Me creíste, estabas segura que ese era mi escrito. Yo jugando a ser escritor de mi propia historia, tan concentrado estaba en mi improvisación que no me percaté lo que te sucedía. Estabas sollozando, me detuve. Y cuando te pregunté me dijiste que la historia era muy triste, sin embargo había algo más, pues tú lo sentiste o tu corazón presagiaba que eso sucedería tarde o temprano, aunque nunca lo admitirías. Luego te sonreí y solo te dije que no era mi libro, que no había nada de eso en ese texto y que era la historia que tanto ansiabas leer, porque habías leído una parte por internet y te quedaste con la intriga. Yo, como siempre, con la manía de hacer realidad tus sueños y anhelos por más relevantes o absurdos que sean.
¿Lloraste por la historia? ; ¿por nosotros? ; ¿por mí? Solo tú tienes la respuesta. Yo bromeaba pero también intentaba descubrir tu reacción, por eso ahora te imagino leyendo estas cartas y no puedo evitar suspirar imaginando la silueta de tu pena.
Tuve muchas razones para odiarte, sin embargo nunca pude hacerlo. Mi razón, tan severa, tan realista o mejor dicho pesimista, te juzgó fugazmente, empero, la redención de mi corazón llegaba tan veloz e intensa que me era imposible guardarte rencor, ahora tengo mil razones para desear con todas mis fuerzas, que seas muy feliz
Mel, no creo que puedas imaginar el vendaval de aflicciones que despedazaron mi alma, sin embargo pude levantarme. El desamor que recibí de ti, me pulverizó pero el amor que me entregaste me dio el antídoto para no fenecer con la ponzoña de la depresión.
Me he dado cuenta, que escribir nuestra historia no me hace mal. Me abre las heridas, desinfecta mis dolores, limpia mis dudas y me unta de certezas. Es mi terapia intensiva, sin psicoanalistas oyendo mi historia, me recuesto en el papel y derramaré la tinta para continuar con mi catarsis epistolar.
Ha sido difícil, no sabes cuánto, asimilar que ya no estarás conmigo, que solo veré tu sonrisa en una fotografía, es que te echo tanto de menos, que no entiendo cómo puede uno extrañar tanto a alguien en tan poco tiempo.
También aprendí que nada es absoluto, quizá por eso nunca te hice una promesa o si la hice fue en silencio, en lugar de promesas o palabras me dediqué a demostrarte cuánto te amaba, con mis detalles, con mis cursilerías que solo te pueden suceder, cuando estás realmente enamorado.
Definitivamente he cambiado mucho, un amor hace bien cuando saca lo mejor de ti y puede impulsarte a un progreso personal; eso te lo debo a ti; claro está que es Dios quien permitió que te conozca, aunque nunca entenderé porque fue tan efímero, porque no soy Dios, tampoco lo cuestiono ni me quejo; creo que mientras duró lo nuestro fue muy intenso. A veces pienso que no estuvimos tres meses juntos sino 3 años o más.
Fuimos muy a prisa, como desahuciados viviendo sus últimas semanas de vida; como niños hiperactivos, con la pasión y la entrega sin reservas, quizá nuestras almas ya sabían que teníamos poco tiempo concedido, por eso inconscientemente nosotros lo disfrutamos casi todo, el tiempo fue suficiente, no hace falta un año o dos para decir como lo dije : conocí al amor de mi vida, ya puedo morir en paz.
Ahora qué aprendí a amarte de lejos y en silencio; intento recordarte sin que me duela, incluso ensayo una sonrisa pues con el tiempo cambiaré mi triste suspiro por una iluminada sonrisa cada vez que un recuerdo tuyo me visite.
Te prometo, y mira que no suelo hacerlo, que cuando te vea de nuevo, no voy a llorar ; pero no me abraces porque ya sabes que tus abrazos despedazan mi indiferencia y me será imposible cumplir con mi promesa...
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