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27/9/1939
Estos últimos días no han sido necesariamente, tranquilos cómo hubiese querido Amelia. Pues es bien sabido qué estamos en guerra y temo mucho por mi madre.
Ella le teme a los sonidos fuertes, por eso, con el sonido de los aviones de guerra pasando seguido, no puede estarse relajada la pobrecita. Así qué debo de estar a su lado para calmarla de sus ataques nerviosos por culpa de esos molestos ruidos qué perturban a mi madre.
Lo que quiero decirte, es qué espero qué estés pasándola mejor qué nosotras, junto a tu familia normal en Turquía. Aún así, en estos tiempos, la desesperanza no es una opción y menos la negatividad, por lo qué quisiera creer qué estás de maravilla, mejor qué yo.
Al menos, una de las dos lo podría estar. Ese pensar es lo qué en estos días, me está ayudando a sobrellevar ésta guerra. Qué por cierto, cada día temo más, porque se supone qué debí haberme ido en ese tren, para qué me lleven a un lugar más seguro del qué estoy ahora, el sótano.
¿Pero es que acaso no he hecho lo correcto en quedarme junto a mi madre para protegerla? Pues a veces pienso qué debí ser egoísta e irme.
Lo siento, debo dejarte. Mi madre me está llamando para que prepare para la cena. Porque cómo sabés, ahora qué mi padre se ha unido a las fuerzas marinas, casi nunca está en la casa y soy yo la que debe hacer todo el trabajo qué él hacía.
Bueno, me despido querida Amelia y te volveré a escribir cuándo me haya asegurado de qué esté todo en orden por la zona.
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