Capítulo 36
—Muchas gracias —le susurré, valoraba que me diera esa oportunidad. Sabía lo complicado que era empezar a abrirse ante mí—. Si quieres puedo leerte un rato antes de dormir —propuse sin ganas de marcharme. Taiyari lo aceptó, ignorando él leía con mayor claridad. Supongo que la práctica hace al maestro—, pero te advierto que deberás acostarte temprano.
Taiyari se echó a reír ante mi tono maternal mientras yo cogía uno de los libros apilados en una pequeña estantería antes de iniciar una lectura que sinceramente me tenía más emocionada a mí. Debo confesar mi pésima habilidad contando historias en voz alta, atropellaba las frases deseosa de avanzar al siguiente párrafo sin compartir las emociones. Entendí la razón de que Taiyari no mostrara ni una pizca de sorpresa en los momentos de tensión, ni siquiera rio en las frases cómicas. Se limitó a mirarme atento con esa sonrisa soñadora que delataba que no me estaba escuchando. No me molesté, escondí el sonrojo de su enternecedora mirada detrás del papel, hasta que me rendí.
—Me voy a mi cuarto —le avisé fingiendo molestia cerrando el ejemplar—. No me estás prestando atención. ¿Cómo se llamaba la madre de Gustavo? —le reté para que no intentara llevarme la contra.
—Ana —respondió para mi sorpresa. Torcí la boca porque había acertado la primera—. El libro ya lo había leído —me confesó divertido.
—¿Entonces por qué escogiste este? —me quejé, Me tuvo como boba repitiendo capítulos que conocía de memoria.
—Porque hace unos días me dijiste que querías leerlo, y te conozco, necesitas motivación para abrirlo.
—Chico listo —admití. Hubiera postergado la tarea por toda la eternidad—. Pero ya es tarde para andar leyendo desgracias de otros, así que me voy a la cama —le informé levantándome del colchón.
Mañana sería un largo día. Tendríamos material para nuestro propio libro si es que algún desquiciado se aventaba la tarea. Planché con mis manos mi pantalón antes de plantearle un beso en la mejilla despidiéndome de él.
—Amanda. —Pegué un ligero respingo cuando me tomó de la muñeca para detenerme. Lo miré sin comprender su freno—, quédate conmigo.
—¿Quieres que te siga leyendo? —le pregunté. Quizás había sido una desconsidera dándole carpetazo sin consideró su opinión.
—Quédate a dormir conmigo esta noche —me pidió siendo más específico, pero sin serlo del todo. Mi corazón se detuvo al oír su proposición. Ahogándome en mi confusión di un paso atrás.
—Eh... Pues... ¿Aquí? —balbuceé nerviosa cuando era evidente que eso había dicho. No quería que lo repitiera—. ¿En tu cuarto? ¿En tu cama? ¿Contigo? —me enredé como una chiquilla inexperta. La sonrisa de Taiyari disfrutando mi nerviosismo no ayudó—. ¿A dormir?
—Ese es el plan.
Entrecerré los ojos sin creerme ese cuento de niños. Ya no tenía quince años. Mi antigua relación me había dejado tan perturbada que me parecía inconcebible que un tipo quisiera dormir. Y aunque adoraba a Taiyari con locura no quería que lo usara de nuevo en mi contra. Sabía que después de un sí le seguían cientos más. Sin embargo, pese a mi miedo, tampoco deseaba perderlo. Había aprendido a las malas que las negativas siempre acarreaba problemas.
Intenté sonreírle para que no envolverlo en mis pensamientos.
—Bien. Está bien. Tú ganas —acepté caminando deprisa a la salida, necesitando un respiro—. Solo una cosa más: tienes que cumplirlo, Taiyari —pedí antes de cerrar la puerta para que no fuera testigo de la angustia que me invadió al pensar que no lo cumpliría.
Porque era la peor de mis pesadillas. Estaba asustada ante la posibilidad de que pasara de ser la persona que amaba a mi verdugo. No quería detestarlo, pero temía hacerlo. Así había comenzado a odiar a Ernesto sin darme cuenta, después de que no respetó el primer no, jamás tuve la fuerza de voluntad para pronunciar otros porque sabía que no le importaban. Sabía que Taiyari era diferente, quería confiar en él, pero no podía evitar el horror natural al error que se repite.
Quizás por eso tardé una eternidad cambiando a mi vieja pijama y titubeé un largo minuto en el pasillo sin atreverme a dar un paso hacia su habitación. Congelada por los malos recuerdos, por las escenas que se mantenían enterradas en mi cabeza.
—¿Estás bien, Amanda?
Asentí sin prestarle atención cuando ingresé arrastrando mis pies. Hice un par de comentarios rutinarios que no recuerdo. Estaba tan nerviosa que todo el inicio es una mancha borrosa que se tiñe de colores dependiendo de mis emociones. Esperé a que Taiyari se recostase, pero yo demoré una vida hasta cruzar al otro costado del colchón, fue como si deseara se creara un nuevo continente entre una punta y otra. Dudé un segundo, con la mirada clavada en la sábana, antes de atreverme a recostarme, lejos de él, dejando un buen espacio entre los dos.
En silencio observé el techo, enredando mis manos a la altura de mi pecho que dolía a causa de la presión. Imaginé el techo de estrellado de afuera, en un esfuerzo por calmar el ritmo de mi corazón que amenazaba con estallar.
—Esto será incómodo —bromeó Taiyari después de un rato en el que ninguno se atrevió a hablar, buscando aligerar la tensión—. Quizás deberíamos probar cambiando de lado —añadió divertido.
Yo me eché a reír agradecida por su buen humor. Una carcajada nació de mi garganta, me llevé mi palma a los labios para que nadie pudiera escucharme. Reconozco que no había sido el mejor chiste del mundo, pero notar que no estaba molesto me había quitado un enorme peso de encima. Ni siquiera me percaté cuando la creciente alegría se convirtió en un involuntario sollozo. Sí, una cascada de dolor que empujó la débil felicidad que la antecedía.
—¿Amanda, qué te pasa? —se alarmó Taiyari al escucharme llorar.
—No sé —balbuceé sintiéndome ridícula. Taiyari se sentó preocupado en la cama para poder verme, yo se lo impedí cubriendo avergonzada el rostro con ambas manos—. No me hagas caso.
—¿Cómo no voy a hacerte caso? ¿Dije algo que te lastimó? —me preguntó enseguida. Yo negué, no era su culpa. Era la mía, siempre había sido la mía—. Vamos, Amanda, cuéntame qué pasó —me pidió comprensivo ante mi arrebato.
Debí asustarlo porque era la primera vez que lloraba así frente a él, que lo hacía con testigos, pero no podía seguir callándolo. No cuando comenzaba a entender de a poco muchas de las cosas que una antigua venda me impidió. Todo empezó a aclararse.
—Solo quiero que sepas que te quiero, Taiyari —declaré con la voz ahogada.
Él me observó sin comprender el significado de mis palabras, la gravedad de mi dolor.
—Amanda, tranquila.
Me odié con todas mis fuerzas. Fue el momento que más me odié en mi vida. No solo por angustiarlo, sino por mi pasado. ¿Cómo había permitido tantas cosas? ¿Por qué jamás me di cuenta de lo que estaba mal o no? Había dejado que me hicieran mucho daño. Porque no fue hasta ese instante, al identificar la rotura en mi corazón que intentaba ignorar para protegerme, que comprendí que Ernesto me había dañado. Sin golpes de por medio, ni en callejones oscuros, en mi propia cama o en la de él, con su mirada molesta apuntándome cada que intentaba negarme. Me detesté porque aún creía era mi culpa por no defenderme. Estaba asustada de perder a los que quería, por eso siempre cedía a los caprichos de otros, a sus voces insistentes.
Taiyari no me presionó, me dejó llorar durante un largo rato mientras el dolor hallaba la salida que muchos meses estuvo aprisionado. Mi cuerpo se fue relajando a medida que los minutos se consumían, hasta que no quedó lágrima dentro de mí. Al regularizar mi respiración me giré discretamente para comprobar si Taiyari se había quedado dormido.
No, no lo estaba.
Agradecí no llevar maquillaje porque se hubiera corrido por toda mi cara, aunque tampoco era un bonito panorama el que ofrecí cuando me senté para apreciarlo. El semblante rojiza y los ojos hinchados no enamoraban a nadie. Abrí la boca para hablar, pero no sabía qué decir. Taiyari debió pensar, con justa razón, que estaba al costado de una loca. No encontré manera de defenderme porque esa noche no me sentía equilibrada.
—¿Por qué? —me preguntó de pronto, ganándome la intención. Yo parpadeé sin entenderlo—. Amanda, cuando no quieras hacer algo solo tienes que decírmelo.
—No, no tiene nada que ver contigo —le aclaré deprisa para no enviarle un mensaje equivocado. Yo sí quería estar con él, sobre todo después de su paciencia. Nunca olvidaría esa frase, era un antes y después en nuestra relación—. En realidad... Solo recordé algunas cosas tristes.
—¿Quieres contármelas?
—¿Te molestaría si te dijera que no? —dudé, temerosa a que creyera que no confiaba en él. Sí lo haría, llegado el tiempo sería a la única persona a quien se lo compartiría, pero aún quería guardarlo en un fondo inaccesible.
—No, Amanda, no me molestaría —respondió con suavidad en una sonrisa que enterneció mi corazón—. Cuando estés lista.
La alegría nació en mis labios sin esfuerzo. Ojalá algún pudiera hacer algo tan bello por él. Comprobé que estaba en un error al pensar que no podía quererlo más porque después de esa respuesta un centenar de dudas saltaron del precipicio. Liberándome de las cadenas que pesaban hasta quebrarme los huesos.
Taiyari me ofreció sus cálidos brazos.
—Amanda, no tienes que... —comenzó al verme pensarlo.
Pero no lo dejé terminar, me deslicé en la cama acomodándome para recostar mi cabeza en su pecho. Contuve el aliento acostumbrándome al vaivén tranquilo de su respiración hasta que el sonido de su corazón me hizo olvidarlo. Una parte de mí se resistió a cerrar los ojos para mantenerme alerta. La otra, mucho más fuerte y viva, me hizo sonreír disfrutando de la paz que encontré en su cercanía. Esa emoción que creí jamás volvería a sentir. Era tirar las cargas al vacío mientras me hacía nuevas maletas repletas de mariposas.
Aceptaba que tal vez Taiyari no era el hombre perfecto, pero sí el ideal para mí, el único que deseaba a mi lado, porque no había nadie con quien creyera con la misma fe que todo iría bien si nos manteníamos juntos.
¡Hola!♥️ Muchísimas gracias por leer estos capítulos. Los quiero mucho. No olviden quedarse en casa y cuidarse mucho. Los invito a unirse al grupo de Facebook, seguir está cuenta o en esta cuarentena leer alguna de mis otras historias disponibles en la plataforma. Un gran abrazo ♥️♥️♥️.
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