Capítulo 25
Una noche repleta de estrellas se instaló en la triste ciudad en la que vagaba, arrastrando los pies por las banquetas, cargando mi pesado corazón por las calles oscuras. Voces ajenas perdiéndose en mi cabeza. No entendía los motivos de su ausencia, deseaba con todo mi ser tener respuestas, pero no sabía si me gustaría escucharlas.
La ilusión de esa mañana, acumulada de días anteriores, se había quebrado y los trozos caían a mis pies. Un desencanto que no hubiera tenido importancia de no dársela. Mi problema fue dedicarle un buen porcentaje de mi existencia a probabilidades que dependían de otros.
Un error que me costó varias lágrimas esa noche.
No estaba molesta con Taiyari. Aún confiaba en él. Imaginé que debió presentársele un lío de última hora que le imposibilitó salir a tiempo. Tal vez estaría sufriendo igual que yo. Esperaría una explicación en su próxima carta, apostaba que la habría.
Necesitaba paciencia para el futuro, pero esa noche lo único que deseaba era llegar a casa para ponerme a llorar como la niña a la que nada le resultó.
Tal vez no fue el viento que atravesaba las avenidas, sino la sensación de soledad que calaba más que el hielo, la que provocó me abrazara a mí misma. Me sentí más sola que nunca.
Estaba tan sumida en mi mundo gris que me costó identificar una voz familiar a los lejos.
Frené de golpe al reconocer de quién se trataba. Un escalofrío recorrió mi espalda al pensar que no era un barrio que frecuentara. Alcé la mirada para buscarlo, pero al dar con él por inercia me escondí detrás de un poste. Mi corazón se detuvo un segundo. Uno antes de que dejara de funcionar. Volví la mirada y choqué con una imagen que lo destrozó. Me pregunté si habría reparación de un golpe así. Aquel minuto quedaría grabaría en mi mente para la eternidad, pese a que intentaría por todos los medios arrancármelo.
Una especie de rabia descontrolada me invadió, desestabilizando mi pulso. Asqueada le di la espalda al hombre que besaba a una mujer en la calle, lejos de una luminaria, pero lo suficientemente cerca para identificarlo. Nada de malo tendría aquel encuentro de no ser por su protagonista.
Me cubrí la boca para no dejar escapar un sollozo que les facilitara mi ubicación. El tiempo se detuvo, los minutos se estacionaron para crear una profunda herida que perforó mi pecho, una obra maestra incurable. La ira brotó de un hueco recóndito de mi pecho, de ese que desconocía poseía. Apreté los puños asimilando su engaño. No distinguí cuáles lágrimas nacieron de la furia, impotencia o el pesar. Todas las emociones que existían en el mundo se mezclaron en mi cuerpo, que luchaba por soportarlo.
«Mamá no merecía esto», me dije frunciendo los labios que temblaban, «tampoco que lo encubriera». Estuve dispuesta a saltar de mi escondiste, arruinarle su teatro, ponerle un punto final a su juego. Ese era mi plan hasta que escuché una tierna voz pronunciar las palabras que jamás le perdonaría. El lazo que nos unía se rompió.
—¡Papá!
Me recargué para tomar aire. Mi cuerpo me amenazó con venirse abajo. La cabeza me dio vueltas. Comencé a sentirme débil, como si le hubieran absorbido cualquier pizca de energía. Mi cerebro hizo su mayor esfuerzo para digerir aquella frase que pronuncié tantas veces con alegría al verlo llegar, cenando a la mesa o paseando por la ciudad.
Mis esfuerzos fueron en vano, el llanto retenido, halló salida sacudiendo mi pecho adolorido, justo en el lugar donde había estado mi corazón.
Haciendo uso de toda mi fuerza de voluntad me giré para contemplar como papá levantaba al pequeño que no debía superar los tres años entre sus brazos. La mujer le susurró algo al oído antes de que todos se perdieran en dirección opuesta.
Todo el mundo corría demasiado rápido, una cinta de película puesta a máxima velocidad. Tantos años engañándonos, mintiendo, excusándose para sostener su doble vida. Hice las cuentas, sus ausencias tuvieron una razón. Todo lo que en su momento no entendí cobró sentido.
Comencé a caminar lejos de ellos, intentando despojarme de esos recuerdos que se repetían sin cesar. Mi familia estaba arruinada. La adoración que le tuve durante ni infancia agonizaba.
La silenciosa ciudad fue quedando atrás a medida que me acercaba a la zona comercial. Necesitaba huir de mí misma, del cariño que le tuve a quien me lastimaba. Quería que todo terminara, que el mundo decidiera volver al principio. Odié a la persona que más quise, de un minuto a otro.
Observé un grupo de personas salir de un local. Sabía de qué se trataba, aunque jamás había puesto un pie dentro. No importó, el sonido de la música era tan fuerte que hacía retumbar el piso. Era justo lo que buscaba. Un sitio para olvidar todas las desilusiones de ese día. Una puerta de escape a la amarga realidad.
Las luces de colores me cegaron, entrecerré los ojos irritados por las lágrimas. La gente que bailaba en el centro me empujó en mi torpe avance mientras intentaba recomponerme de las emociones y los cambios en el ambiente. La adrenalina de sus cuerpos traspasó a mi atormentado corazón.
La desesperación fue en aumento, no asimilaba mi nueva vida, la historia que no había elegido. A tropezones llegué hasta una silla desocupada de la barra. El encargado me preguntó algo que no escuché, me senté intentando tranquilizarme. El llanto me nublaba la vista, limpié su camino con la palma de mi mano. Era tan ridícula, por sufrir por quien no lo merecía, pero no podía detener la opresión en mi pecho. Todo lo que había soñado se desmoronó ante mí por su culpa. Le habíamos importado tan poco, dio lo mismo destruirnos como moneda de pago a cambio de su estúpida felicidad. Deseé que jamás pudiera ser feliz, que sintiera lo mismo que yo, que pagara por el daño que nos causó.
Sentí una mirada pesada sobre mí. Levanté la mía un segundo para curiosear alrededor, a ese mundo que seguía girando a su ritmo pese a que el mío se había estacionado. Un vistazo sin importancia de punta a punta hasta que mis ojos coincidieron con otros al rincón de la habitación.
Un choque que removió un sentimiento desconocido.
Incluso luchando con las figuras en la oscuridad, lo supe: era él.
Hola a todos 💛. Me disculpo por no responder los comentarios, hoy tuve un día un poco pesado, pero los leo todos y prometo ponerme al corriente ♥️♥️. Los quiero mucho.
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