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Capítulo 13

Nuevo León, México. 03 de agosto de 1996

Hola Amanda.

Supongo que para la mayoría de las personas llegar a una nueva ciudad debe ser una de las experiencias más transcendentales de su vida. Sobre todo si esa ciudad tiene un ritmo tan distinto al que acostumbras. No solo da la impresión de que te has mudado a unos kilómetros de tu antiguo hogar, sino de planeta. Sé que la comparación raya lo absurdo, pero me he propuesto escribirte siendo poco racional, tal como tú dices, porque es la única manera en que siento estamos hablando frente a frente y no a través de un papel que atravesará por tantas manos.

Nos hemos alojado en una casa de renta, cerca del hospital. Nos ayudó a conseguirla un amigo de mi madre, según sus palabras " fue lo mejor que pudo encontrar". Sin embargo, papá ha dicho que apenas terminemos de instalarnos en la ciudad buscará un nuevo sitio. No le agrada, con tanto tiempo libre y una casa tan vacía, me es sencillo sacar conclusiones. Aunque también es posible que la decisión se deba a que la construcción es demasiado grande y no se ajusta a nuestro presupuesto. Es una verdadera suerte que no estuviéramos acostumbrados a grandes bienes, porque nos hubiera costado un mayor esfuerzo sentirnos parte de estas cuatro paredes tan frías.

Mis padres los han sobrepasado con mejor actitud, pero esto se debe probablemente a que ellos han comenzado a vivir en la ciudad, mientras yo aguardo solo en casa esperando los resultados médicos. Estos últimos se han retrasado, hay mucha concurrencia, jamás hubiera creído que existieran tantas personas padeciendo de un mismo órgano. Es curioso que enfermedades distintas compartan síntomas. He leído una decena, esperando nuestro turno, en el cartel que está colgado al costado del consultorio.

Ayer lo he rectificado. No fue un gran día, de hecho es la razón por la que dejé para hoy esta carta. Supongo que podrás perdonarme, estaba demasiado cansado para tomar el lápiz. Raro, teniendo en cuenta que no hago nada, solo pensar. Mi madre se ha preocupado al escucharme decirlo y se lo ha planteado al médico en nuestra última cita, con ese tono que las madres suelen emplear y que a los doctores no conmueve porque saben que son exageraciones.

Él se limitó a torcer la boca en respuesta. No tiene un significado en particular, es una de sus manías. Es un hombre de pocas palabras. Sus explicaciones son concisas y rara vez van acompañadas de anécdotas, razón por la que es sencillo recordar exactamente todo lo que dice. Por ejemplo, ayer ha dicho que es necesario hacer más exámenes. Hay algo que le llamó la atención en los últimos. Tampoco se ha referido a qué. Mamá me repite que debo pensar positivo. Lo hago, aunque es inevitable que algún pensamiento negativo escapé de mi control cada tanto sin que pueda evitarlo. Mi aletargamiento no es otra cosa que la acumulación de cosas que he intentado mantener al margen, pero que siguen ahí dentro. Y cada vez se vuelven más grandes.

Otra nueva espera hasta saber con exactitud qué sucede, una eterna agonía para que la recompensa sea de nuevo visitar al Doctor Fernández. Y no me gustaría que se escuchara como una queja porque es la única persona que he frecuentado desde mi llegada.

Él y tus cartas, que tanto espero, son la única prueba de que sigo formando parte de algo. Creí que no me pesaría, siendo que jamás he sido un chico de muchos amigos, pero me he equivocado. La soledad es aprensiva, inclusive para quien algún día la deseó. Claro que no estoy del todo solo, tengo a mis padres y a ti. Y sé que no me hace falta nada más, aunque reconozco que teniéndote a mi lado era más sencillo saberlo.

Ahora bien, dejando de lado todo mi pesado agobio, quisiera saber de ti, cómo va todo. Amanda, puedes contarme la verdad. Tus últimas cartas han sido demasiado optimistas, demasiado tratándose de ti. Vamos, no dudo que todo esté perfecto, pero te conozco tan bien que tengo la idea que intentas no preocuparme con nada. ¿No fuiste tú la que me escribiste que somos mejores amigos? Puedes contarme lo que te suceda, lo pequeño, común, lo terrible. Sabes que las aventuras del colegio no me matarán. Todo lo contrario, me animaría bastante, conociéndote estoy seguro de que será tan interesante como leer una buena novela.

No me malinterpretes, es difícil saber la intención de las frases ahora, eres tan auténtica como lo puede ser una persona, pero tus palabras saben aliviarme. Eres el color en esta etapa de mi vida.

Te extraña y espera impaciente tu respuesta.

Taiyari. 

¡Hola! ♥️

Las cartas de Taiyari comienzan. No serán todas, son algunas que dan pistas o abren dudas que se irán resolviendo ♥️. En total serán aproximadamente diez, después se reinicia la narración. Son muy importantes para la historia ♥️, aunque quizás no se entiendan hasta que regresemos al presente. Se vienen un montón de sorpresa ♥️. Gracias de corazón por estar aquí. 

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