Capítulo 5 - Encuentro amistoso
CAPÍTULO 5 – ENCUENTRO AMISTOSO
Tras buscar insistentemente en el stand de las cuchillas de afeitar, alargó la mano para coger la última que quedaba y se dirigió hacia el mostrador donde una joven muy amable le cobraba la pequeña compra del día, ni siquiera le prestó atención a la muchacha, ya que estaba mucho más preocupado buscando en su monedero el dinero para pagar.
Salió de la tienda con una pequeña bolsa, donde llevaba los utensilios necesarios para un buen afeitado, ya que con las prisas había olvidado todo en la ciudad, cuando tropezó con alguien que entraba en la tienda...
- Disculpe.- se disculpó el chico con el que se había tropezado, levantando la mirada para luego exclamar.- ¡Mario!
Alberto y él no habían hablado en años, pero no faltó más de 15 minutos para que le contara con pelos y señales como era la vida en el pueblo desde que éste se había marchado.
Y allí, al principio del pueblo, en un alegre banco, le había contado con pelos y señales que Paquita la hija del alcalde había ganado el premio a la belleza en los últimos años, y no porque la joven destacara en belleza, Alberto juraba que el concurso estaba amañado. Carmen, la del puesto de los domingos, se había casado y ahora tenía dos niños de unos 5 años cada uno, gemelos. Mamen la hija del panadero le había tirado los trastos a su amigo un par de veces, pero este siempre la rechazaba. Casta, la niña de los de la frutería, había deshonrado su nombre y ahora andaba golfeando en la cama, aunque nunca en la misma.
- Y luego está Ana María, ella es la delicada criatura más bella que yo he visto en mi vida. – concluía su amigo, parecía haber dejado a esta chica para el final, por una razón obvia, Alberto estaba tras ella.
- ¿Quién es Ana María?.- preguntaba Mario mientas intentaba recordar en que momento de su infancia una cría llamada Blanca apareció en ella.
- Es la niña que estuvo a punto de morir en la charca, aquella cría que quedó huérfana de madre a los 10 años.- añadió al ver que su amigo aún no sabía sobre ella.- Si hombre, aquella que siempre veíamos tras las rejas del colegio.
Entonces Mario se acordó: recordaba como un crío de unos 10 años jugaba en el patio del recreo junto a su mejor amigo, Alberto. Cuando de pronto se percataron de la mirada de alguien más, se trataba de una cría de la misma edad, que se encontraba tras la reja del colegio, estaba desarreglada y magullada. Y justo tras notar que había sido descubierta salió corriendo.
- La recuerdo.- aclaró el chico, aunque no lograba comprender porque aquella niña no iba al colegio como los demás. Pero no necesito pregunta alguna pues su amigo prosiguió contándole sobre ella con lujo de detalles.
- Ella no venía al colegio con nosotros, pues ella debía cuidar de su padre enfermo y de sus 3 hermanas pequeñas. Admiro mucho la devoción y el sacrificio que dedicó en aquel entonces, pues era ella quién iba a trabajar a la panadería por su padre.
Tras escuchar a su amigo un poco más, pudo saber con exactitud que había sido de aquella joven: al parecer aquella joven había seguido trabajando tras la muerte de su padre, y respaldado económicamente a sus hermanas. Actualmente la joven trabajaba en la tienda donde Mario había comprado hacía sólo unos minutos.
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