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2. Un inicio, quizás

"...Talvez siempre estuvimos destinados a conocernos..."

—Maybe, de James Arthur

Por Ema Charles

Veo a la maestra Beth antes de regresar a mi celular, y solo cuando me percato que no me está prestando atención, abro el capítulo donde me quede, y empiezo a leer nuevamente.

—Un paso más y te doy un golpe—. Advierto

Pero parece no escuchar nada de nada. Ni siquiera me he molestado en ver su rostro, o darle la cara. Conozco a tipos como él, y no estoy ni un poco interesada.

—¿Crees acaso que estás tan buena? Solo eres una cualquiera.

No quiero, pero mi cuerpo se ha movido solo. Todos tienen un límite de paciencia, y este chico con unas cuantas palabras ha mandado al carajo el mío.

Y si alguien llega a preguntar o asumir cosas, la verdad me valdría muy poco. Porque la satisfacción de haber callado a ese tipo de un golpe, nadie me lo podría quitar. Vaya, lo que aprendí en las clases particulares de defensa propia me han servido. Aún puedo escuchar a mi maestra decir "Tienes que girar muy bien la cadera, Grece", "Golpea con los nudillos, no con los dedos. Podrías lastimarte".

—Puta estúpida, ¿Qué mierda pasa contigo?

Recién habíamos llegado al segundo piso cuando él estaba sobre el suelo, con el lugar donde mi puño se había estrellado empezando a tornarse rojo. Era una lástima que no fuera a quedar una cicatriz.

—Cuando alguien dice no, es no.

Aguanto el grito que nace en mi garganta, al solo imaginarme la escena. Incluso considero tomar clases particulares de defensa propia, soy muy perezosa para esas cosas, pero si Grece lo hace, no estaría mal que yo lo intentara.

No me esfuerzo ni un poco en contener la sonrisa, ya quiero saber que va a pasar ahora, pero no creo que tenga tiempo para eso hoy.

Siento el toque suave en mi hombro, a este le sigue una voz dulce, pero en un tono serio.

—Ema Charles, toma lo que sea que ves en tu teléfono, junto con tus cosas y muéstraselo al director.

Giro en seco hasta ella, las líneas en su rostro se ven marcadas, su cabello castaño oscuro va en una cola suelta, y lleva puesto unos pantalones de tela holgados, junto con un suéter verde oscuro, pero lo que realmente me asusta de su apariencia es su seriedad, tiene una mirada severa.

—Lo guardare ahora, no volverá a pasar—. Y trato de que mi tono sea neutro, al mismo tiempo que finjo no escuchar los murmullo y miradas de mis compañeros. No es la primera vez que me encuentran usando mi teléfono para leer, en vez de prestar atención a clase.

Si el universo me favorece, aunque sea un poco, y si la maestra Bett está de buen humor, pasará por alto todo y seguirá su clase.

—Ema, ¿Cuáles son los 6 tipos de arte que existen? —. No tengo ni la menor idea, y ella lo sabe. Al parecer hoy estamos de mal humor, ¿Verdad, señorita Bett?

Incluso levanta su ceja tratando de decir "Vamos niña, vete de una buena vez". Lo puedo notar en los bultos debajo de sus ojos, esta apunto de sonreír. Hay maldad en cada centímetro de su cara, sabe que tiene razón.

—Ve a la oficina del director, y para mañana espero que si tengas el conocimiento base que he explicado durante toda esta semana.

Guardo mis cosas, y escucho como la señorita Bett sigue hablando, así que aprovecho para susurrarle a mi mejor amiga Lara que la veré en mi casa esta tarde. La rubia solo susurra un "Si", y me dedica una sonrisa antes de que pueda salir del salón.

Bajo el último escalón de un salto, hasta llegar al primer piso.

En los pasillos del instituto no hay nada más que soledad, los casilleros están perfectamente cerrados y hasta donde cabe, las aulas bastante silenciosas, me siento un poco idiota por haber sido atrapada, aunque no creo que el director vaya a ser muy severo conmigo, toda esta situación se pudo evitar.

Sigo hasta que logro visualizar la oficina del director Dan Fort, me apresuro para llegar lo antes posible, quizás me ponga a limpiar el campo de deportes, quizás los frascos del laboratorio de química, esos que aún tienen líquidos radiactivos y tóxicos para la salud. O incluso me convierta en su asistente personal.

Ya me puedo ver limpiando cada espacio de su vieja oficina, incluso esos libros que las polillas ya habrán consumido, en su mayoría.

Quién sabe.

Cuando estoy frente a la puerta de madera pintada en un color café oscuro, suelto una pequeña sonrisa al observar el grabado "Director Fort", sí que es un señor presuntuoso. Luego de eliminar ese fugar pensamiento, toco un par de veces, sin respuesta alguna, una y otra vez hasta que me siento como una tonta por seguir insistiendo.

Por mera curiosidad trato de abrirla, solo para asegurarme de que no esté cerrada, pero sí que lo está. Bien, ¿Qué se supone que hare ahora? No creo que regresar a clase, o a mi casa sea una opción.

Suspire de forma exagerada mientras pensaba que hacer con mi vida, sostuve las correas de mi mochila, y decidí que le diría a mamá la verdad, no se me ocurrió que otra cosa hacer.

No pasaron más que unos cuantos pasos en dirección a la salida del instituto, donde las puertas hacia el exterior jamás habían estado tan cerca... cuando un suave ruido se interpuso en mi campo de audición. Era sutil, pero increíblemente armonizado. Al principio creí que se trataba de algún teléfono reproduciendo música, pero cuando mis pies se movieron solos, siguiendo el sonido, no tarde en percatarme que estaba bastante equivocada.

En el mismo pasillo donde estaba la oficina del director, a unas cuantas aulas de distancia, aquella melodía se empezó a intensificar.

Y no solo se trataba de un siempre sonido, también lo acompañaba una voz.

Alguien está cantando.

Tenía la sensación de que había escuchado esa voz antes, algún famoso o quién sabe.

A cada paso aumentaba el volumen, sentía una sensación diferente, quizás era lo que me provocaba en el cuerpo, se me cerraba la garganta, las notas eran perfectas, incluso podía jurar como me rebotaba la vibración de sus palabras, quería ir hasta él, quería escucharlo de más cerca.

Quizás no fuera la mejor de las ideas.

Empezaba a pensar que solo me lo estaba imaginando, nadie podría lograr tal perfección en una melodía, me hacía pensar en el encuentro de una canción y otra, ambas parecían estar hechas la una para la otra.

Y cuando estuve frente al aula de donde juraría provenía esa voz no dude en tratar de abrirla, no me detuve un solo minuto en pensarlo, y el universo por primera vez en el día, me sonrió en eso, porque la puerta estaba sin pasador.

Sonreí con malicia cuando atravesé hasta el otro lado. Y la letra empezaba a tomar sentido, bueno al menos ahora si podría distinguir lo que decía.

Let me speak for the first time, before courage fades ...

And my love is silenced again like the last time ...

Avance, tan silenciosa como me lo pude permitir, un paso a la vez, con unas pocas ganas de bailar al ritmo de la música, del encanto extraño que reinaba en la voz desconocida.

Let me speak for the first time, before courage fades ...

And my love is silenced again like the last time ...

Las líneas se volvieron a repetir, después de una grosería que se me hizo extrañamente familiar.

Había un corto pasillo que era cubierto por una pared, y algunas sillas se alcanzaban a ver, pero nada más eso. Igual y los enormes ventanales del lado izquierdo, que invadían el espacio de una brisa agradable del viendo primaveral.

Me detuve a un paso del final, un muro era lo que todo lo que dividía a quien fuese la persona con esa voz de mí, y era curioso, creo que jamás había estado con emocionada y tan ansiosa en mi vida.

Escuche el ruido de una silla al ser arrasada, y luego algunos gruñidos cargados de frustración.

Y fue en ese momento que lo decidí, que quería sorprenderlo, así que conté mentalmente hasta llegar al 10 mientras me imaginaba de quien se podría tratar. Pensé en algún integrante del club de música, igual y era el presidente del club de teatro... quizás alguien que ni siquiera conozca.

Para cuando me sentí muy ansiosa para guardarme el 10 solo en mi cabeza, bueno, creí que no podría escapar de mí.

—¡10!—. Grite, con una sonrisa que sería la más corta de mi vida.

Mierda

Mierda, no puede ser...

No mierda, oh no...

La mirada del chico castaño y la mía se cruzaron. Sus ojos verdes y todo su cuerpo se quedó paralizado. Estuvimos en silencio, inmóviles y entonces...

—¡No corras! ¡Hey, Ema!...

No escuche el resto de lo que dijo, estaba demasiado apresurada corriendo lejos de ahí. Lo más lejos que me fuera posible. Lo más lejos que me permitieran mis cortas piernas.

Olvide por completo al director, y hubiera preferido hacer lo mismo con todo lo que acababa de ver, ¿Cómo podía ser él? No parecía interesado en lo más mínimo de absolutamente nada, no mierda, esto solo podía pasarme a mí.

Si alguien descubre esto, creo que ambos estaríamos en serios problemas.

¡¿Y ahora como salgo de está?! ¡Maldita sea!


Nota de autora: El libro que lee Ema se llama "Te espero en las estrellas" 

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