5 | «¿Estás embarazada?»
—Los detalles se los enviaré por correo a Elena —dice John, el tío de Lena—. Y si todo está claro podríamos ir cerrando por aquí, al menos yo ya he tratado todos los puntos que anoté—mira a Miles, nuestro community manager, que niega con la cabeza sin tener nada que agregar.
Cuando comenzamos a crecer nos vimos obligados a buscar alguien que nos ayudara con el manejo de las redes sociales y Miles se convirtió en nuestro estudiante de confianza. John nos sugirió no buscar un profesional ya que así solo terminaríamos pagándole más a un tipo por hacer lo que por un precio considerablemente menor un estudiante estaría encantado, además sin contar que Miles necesitaba el dinero y nosotros necesitábamos medir gastos.
—Nos tengo fé —John asiente—. Vamos a tener ese contrato disquero, recuérdenlo.
—Dios te escuche, hermano —Mike suspira echándose hacia atrás en su silla.
—Yo comenzaré a preparar todo para cuando tengamos que anunciar el disco, tengo algunas ideas en mente así que ni bien las desarrolle les envío todo por el grupo y me dicen qué piensan al respecto —Miles se pone de pie y se despide de Abraham con un beso en la mejilla para después seguir por Lena y así hasta terminar con todos nosotros.
—Bien, entonces damos por cerrada la reunión —John asiente—. Nos volvemos a ver el veinte de agosto para el encuentro con la discográfica. Hasta entonces sigan haciendo lo mismo que ahora que así van perfecto y a ninguno se le ocurra meter la pata y salir escrachados en las noticias o los mato —Señala a Abraham, a Mike y a mí y nosotros alzamos las manos como inocentes.
Sinceramente, creo que si alguna vez alguno de los tres saliera quemado en redes sociales por algo malo sería Abraham. Con eso de que después de tocar se lleva cualquier chica a los hoteles o vaya a saber Dios donde, se está arriesgando demasiado y si un día cae hará que la imagen y reputación de la banda lo siga barranca abajo.
—Puedo prometerle que ninguno va a meterse en problemas —Phebe le extiende la mano y él se la estrecha—. Nos vemos pronto, señor Fallin.
Ni bien John y Miles salen de la oficina nosotros cinco soltamos un suspiro largo que refleja nuestro cansancio.
—No sé desde cuando hablar con mi tío se siente tan formal —dice Lena abriendo y cerrando los párpados con rapidez—. Me aclaró que sería profesional, pero no me gusta no tener privilegios... ¿Notaron como me miró cuando me reí del chiste de Miles?
—Es que fue un chiste muy malo —Abraham niega con la cabeza.
—Quizá no lo entendiste porque su humor es superior al tuyo —se encoge de hombros poniendo expresión de pena—. No te sientas mal por eso, Brahms, no es tu culpa no estar en nuestra misma onda.
Phebe y yo compartimos miradas. El otro día, al marcharnos de la casa de Melody, Lena y Abraham se fueron juntos. Phebe se ofreció a llevarme y de camino a la casa del lago hablamos de esto, de como Lena ha estado enamorada de él desde siempre y a Abraham lo único que le importa es el sexo; en estos tres días supongo que han vuelto a verse y estoy seguro de que ella sabe que él lo ha dejado con Zoe. Me da miedo que sabiendo que ahora él está soltero crea que va a tomarse las cosas en serio y llegar a tener algo formal con ella porque sé que no va a ser así.
Más allá de sus deseos de cambiar o no, Abraham ya probó todos los privilegios de una relación sin tenerla. En Lena encuentra contención, ternura y deseo, no hay reclamos ni compromisos, lo que para cualquier adolescente sonaría a un completo paraíso, excepto porque ya no tenemos quince años, somos adultos y es hora de sentar cabeza.
Si pienso en el futuro y en alguien que esté ahí conmigo, en ella, hay una serie de cosas que llegan primero a mi mente antes de la idea del sexo. Sí, quiero a alguien con quien perderme en una cama y luego volverme a encontrar, pero también quiero poder hablar de mis sueños, de las cosas que amo y a las que le temo sin sentirme juzgado, quiero recuperar mis ánimos después de un día de mierda con mimos en el sofá mientras divagamos sobre lo primero que se nos ocurra, quiero muchas cosas y tuve la suerte de encontrarlo todo en una sola persona, en Melody. Por eso, no voy a rendirme con lo nuestro, no puedo y sobre todo, no quiero hacerlo.
—Deberíamos volver a Barstow antes de que sea más tarde —Mike se encamina hacia la puerta—. Yo conduzco.
Abraham le lanza las llaves y yo me pongo de pie anunciando que ocuparé el lugar del copiloto. Aprovechamos las horas muertas de regreso para avanzar con la letra de la canción reproduciendo una y otra vez en la radio la pista que grabamos hace algunas semanas en el estudio. Para cuando llego a mi casa ya es bastante tarde y todas las luces parecen estar apagadas, así que entro procurando hacer el menor ruido posible. Sin embargo, ni bien pongo un pie en la cocina para ir en busca de las sobras de la cena, mamá aparece a mis espaldas con cara de dormida y un claro tono de preocupación puesto en su voz.
—Estaba preocupada —dice como si no fuera obvio—. Te llamé muchas veces, Harry.
Saco mi celular del bolsillo de mi jean solo para confirmar que se ha quedado sin batería—. Ha muerto, perdón —lanzo el aparato encima de la isla y regreso mi atención al refrigerador.
—Ander y yo queremos decirte algo.
Cierro la puerta del refrigerador lentamente y me volteo hacia ella con la misma velocidad sintiendo como mis latidos se aceleran—. ¿Qué pasó?
Un pinchazo de preocupación llega a mi pecho y se instala ahí con firmeza.
—No, nada —niega con la cabeza a la vez que arrima una silla a la isla y se sienta—. Estuvimos esperándote hasta las once y media de la noche... ¿Por qué tardaron tanto? ¿No se suponía que solo iban a hablar de la disquera y ya?
—Nos entretuvimos en Los Ángeles y demoramos un tanto más en casa de Lena —me siento frente a ella—. ¿Qué pasa, mamá?
Ella sonríe y vuelve a ponerse de pie para caminar hacia mí, me da un beso en la cabeza y la atrae hacia su pecho—. No es nada malo, hijo, pero Ander quiere estar cuando te lo digamos así que tendremos que esperar a mañana.
—No puedes decir que tienes algo por decirme y dejarme con la duda —la miro con los ojos entornados—. ¿Quieres volverme loco?
—Quizá sí y esa será mi venganza porque se suponía que íbamos a cenar juntos —me saca la lengua alejándose hacia la salida—. Duerme bien, hijo.
Vuelvo a voltearme hacia el refrigerador y tomo el tupper rosa con arroz y carne frita. No me molesto en calentarlo, simplemente me siento viendo hacia la ventana y disfruto de mi comida fría. Al acabar, subo a mi habitación tarareando la canción en la que estuvimos trabajando y continúo con ella en mi cabeza mientras me quito la ropa para dormir. No sé en que momento, pero cuando me doy cuenta, no hay ni rastro de la canción y lo único que ocupa mi mente son las palabras de mamá; «Ander y yo queremos decirte algo». «Ander quiere estar cuando te lo digamos así que tendremos que esperar a mañana».
Mi ceño se frunce a la vez que mis latidos vuelven a acelerarse como si estuviera corriendo a toda prisa. Tomo la remera, que ya me había quitado, y me la pongo a toda prisa para abandonar la habitación y medio correr hasta la de mamá. Abro la puerta siendo recibido por la oscuridad que abunda dentro y simplemente suelto la temida pregunta que comienza a hacer ruido en todo mi ser.
—¿Estás embarazada? —me meto en la habitación acercándome a su cama.
Mamá se da vuelta y Ander enciende la luz viéndome con el ceño fruncido.
—¿Qué? —pregunta ella agudizando su voz.
—¿Estás embarazada? ¿Es eso lo que querías decirme? —me siento en los pies de la cama con mis ojos cristalizándose—. Si es eso déjenme decirles que estoy muy feliz por ustedes...
Desde siempre he querido tener un hermano, amo ser hijo único y todos los privilegios que eso me ha dado, pero hay experiencias que jamás podré vivir sin un hermano y aunque no lo admita en voz alta, me apena un poco.
Mamá y Ander se miran a los ojos y luego regresan su vista a mí. La carcajada que ambos sueltan resuena por toda la habitación y yo solo puedo verlos sin entender de qué se ríen.
—¿Te has drogado, Harry? —Mamá me toca la frente—. ¿Tienes fiebre, hijo? —Mira a Ander asintiendo y él la imita—. Creí que las sustancia eran cosa de los diecisiete, pero ya veo que no.
—¿Qué te hace pensar que está embarazada? —pregunta Ander todavía riendo—. ¿Cómo siquiera pudiste llegar a esa conclusión?
—No sé, me dijo que tenía algo que decirme y que tú querías estar ahí...
—Ay, Harry —Mamá toma mi mano—. No estoy embarazada y lo que tenemos que decirte no se le parece ni un poco.
—No puedo creer que pensaras eso —Ander niega con la cabeza riendo—. ¿Nos imaginas con un niño? —mira a mamá con los ojos abiertos enormemente.
Me acerco hasta quedar recostado entremedio de ellos viendo hacia el techo. Por un segundo, en el fondo de mi mente, conseguí imaginarme ayudando a criar un niño y consintiéndolo en todo lo que quisiera, me vi como un hermano mayor al que perfectamente podrían confundir con un padre y aunque al principio se sintió raro, solo tardé un microsegundo en amar la idea.
—Si no voy a tener un hermano, ¿Qué pasa? —pregunto cruzándome de brazos.
—Bueno —dice mamá y extiende su mano hacia Ander por encima de mi cuerpo—. Vamos a casarnos.
La miro con la boca abierta y ella asiente.
—Nada extravagante, Harry, no te alarmes —Ander suelta una carcajada—. Lo haremos en un juzgado.
—Tantas veces me obligaron a ir a la iglesia y ahora me niego a que Dios nos bendiga —mamá se cubre el rostro y ríe—. Si mi abuela se enterara reviviría solo para llevarme con ella.
—¿Por qué ahora? —Durante todo este tiempo jamás han hablado de una boda, tiene que haber algo que los lleve a tomar esta decisión.
—Bueno...
Ander se endereza en la cama y la mira sonriendo—. Por primera vez en diez años me ha dicho que sí.
Ahora miro a Ander y alzo las cejas—. ¿Te rechazó muchas veces?
Él asiente agrandando los ojos—. Seis hasta que me dió el "sí".
—Al tercer "no" ya me habría rendido —niego con la cabeza.
—Por suerte él no lo hizo —Mamá lo mira con ternura y yo hago una mueca de asco.
—¿Ya tiene fecha? —La ilusión comienza a encenderse dentro de mí.
—Primero de septiembre en un juzgado de Los Ángeles —Mamá suspira—. Y después de eso nos espera una semana entera en Las Vegas.
—Conociéndolos, se les va a acabar mucho antes el dinero —río.
—Ah, pero para eso tengo a mi hijo que es una estrella musical —Ander me sacude el cabello—. Cuando se nos termine el saldo de las tarjetas solo te llamaremos y pediremos que nos deposites más. Ya habíamos pensado en eso.
Niego con la cabeza arrastrándome nuevamente hacia los pies de la cama dispuesto a marcharme de la habitación.
—En serio creí que estabas embarazada —digo viendo a mamá y ella vuelve a rodar los ojos.
—Estás loco si crees que con treinta y nueve años podría tener otro hijo.
—Contigo ya tenemos todo lo que queremos —Ander vuelve a acostarse apretando con ternura la mano de mamá.
—Llegaste enamorado de ella y me terminaste amando a mí —le saco la lengua.
—¿Cómo no? —se encoge de hombros—. Eres mi hijo.
Le sonrío asintiendo y me encamino hacia la puerta—. Descansen.
Cuando era pequeño y comencé a llamar a Ander "papá" me sentía culpable de hacerlo y cada vez que deseaba que milagrosamente algún día mamá me dijera que en realidad sí era su hijo el sentimiento de culpa solo empeoraba. Me preguntaba si a Landon iba a dolerle saber que consideraba a alguien más mi padre, que amaba más a mis tíos y a mi padrastro que a él o que a veces, cuando la rabia por no verlo en meses me consumía, deseaba que algo malo le pasara para que volviera a la ciudad.
Me acuerdo que en ese entonces se lo dije a Lucca y él dijo que lo entendía porque había pasado por lo mismo, recuerdo como rió diciendo que nosotros dos éramos la rama buena del árbol Bianchi y que no tenía que preocuparme por algunos gajos podridos si el resto del árbol estaba lleno de hojas verdes, que solo debía cortarlos y ya. En el momento no lo entendí, pero a medida que fui creciendo la frase tomó sentido.
Entendí que no era yo el que perdía un padre sino él quien perdía un hijo. No podía obligarlo a quererme ni enojarme con él porque no lo hiciera, pero tampoco era mi culpa así que simplemente debía dejarlo estar y preocuparme por otras cosas como que el dibujo que le llevara a mamá para colgarlo en la puerta del refrigerador fuera lo suficientemente bonito como para que se sintiera orgullosa de él.
Mientras camino hacia mi habitación sonrío recordando el primer dibujo que le hice a Lucca y Sara y como lo enmarcaron para colgarlo en la entrada de su apartamento, recuerdo lo especial que me sentí aquel día y como el sentimiento regresaba a mí cada vez que alguien me decía que había visto el dibujo en su casa.
Tras entrar en la habitación cierro la puerta detrás de mí y vuelvo a quitarme la remera. Me lanzo encima de la cama y como puedo me quito el pantalón. Me volteo de lado y ni bien cierro mis ojos la melodía que lleva meses atascada en mi cabeza comienza a sonar y me acompaña hasta que finalmente me quedo dormido.
Holiiii
Hoy es un día especial para mí porque se cumplen dos años desde que subí el prólogo de Polvo de estrellas y decidí que iba a dejar de temerle a lo que las personas que me conocían llegaran a pensar si se enteraban de que publicaba en la app.
Perdí la vergüenza, literalmente, y empecé a hacer las cosas que me gustaban. Gracias al cielo y la virgen María (ah, le pintaba lo católica), tomé la decisión correcta y ahora cargo con una cuenta de terapias que me quieren obligar a pagar.
NO LES VOY A PAGAR NADA, ¿ME ESCUCHARON?
Ahora sí, ajsjajsa, gracias infinitas a quienes me acompañan desde Polvo de estrellas y gracias centenarias a quienes lo hacen desde Una canción no fue suficiente, hay niveles de querisión, ah, no se crean.
Tkm, manga de feos, beso en la kola.
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