22 | «Harry»
El miércoles entramos al estudio con Luisa McLaren. No quiero sonar como Giulia, pero pareciera que la canción que escogimos para compartir con ella, de alguna forma, estaba destinada a encontrarla. Ayer, Melody llegó a Los Ángeles y otra vez volvimos a pasar el día entero en el estudio y a la noche, cuando nos marchamos al hotel, todos estábamos demasiado cansados como para hacer cualquier cosa que no fuera dormir.
Se supone que hoy tocaba grabar con Alex Dexter y por lógica, que los seis entraríamos al estudio, pero cuando llegamos a las oficinas de Empire descubrimos que él ya tenía su parte de la canción grabada y solo restaba que nosotros pusiéramos nuestra parte; lo que podría resumirse a la canción entera, teniendo en cuenta que los instrumentos y mayoría de voces pertenecen a Moor.
Al restarnos el tiempo de grabación de Alex, el día se nos hizo más corto y por eso ahora estamos los seis tirados en el piso de la habitación sin saber qué hacer.
—Podríamos ir a bailar —propone Lena y Mike la mira enseriado.
—¡No siento los pies! —grita con extremo dramatismo—. ¡¿Cómo diablos quieres que baile?!
—No sé, estamos en una ciudad enorme y al fin tenemos tiempo libre después del estudio... No podemos quedarnos encerrados en la habitación esperando a que nos llegue un paquete de sueño y nos quedemos dormidos.
—Yo no tengo batería suficiente como para ir a bailar, pero estoy de acuerdo con Lena —Phebe se cruza de brazos—. Hay que hacer algo, hay que festejar. ¡Estamos grabando un disco, no presos!
—Tengo ganas de hacer algo loco —Todos volteamos a ver a Mike con miedo.
—¿Qué propones? —Lena sonríe—. Si es algo bueno confía en que me uno.
—No sé —alza su mirada al techo—. ¿Si robamos algo?
—¡¿Estás loco, Mike?! —Phebe agranda los ojos—. Piensen en otra cosa, eso no, jamás.
—No tiene que ser algo comprometedor, puede ser cualquier cosa, solo para vivir la experiencia —dice en un fallido intento de convencernos.
—Ni lo sueñes —Abraham se cruza de brazos.
—Ay, Dios, que aburridos son —Él rueda los ojos—. Algo más tranquilo... No sé, ¿y si nos tatuamos?
Los seis compartimos miradas, pero ya no hay miedo sino más bien aceptación.
—Un tatuaje por la banda, por todo lo bueno que está pisándonos los talones.
—Yo si quiero —Lena se pone de pie—. Vamos, algún estudio de tatuajes tendrá que estar abierto a esta hora, tampoco es tan tarde.
—Yo tengo uno —dice Abraham—. Dejen le escribo un mensaje y si está disponible vamos...
—Yo no dije que si —Phebe nos mira seria.
—No seas aguafiestas, si no lo haces quedaras maldita de por vida —Lena se acerca a ella uniendo sus manos frente a su pecho—. Hazlo por la banda.
—No —suelta a secas, pero luego comienza a sonreír poco a poco y Lena le saca la lengua.
—Deberías hacer un máster en comedia —le dice ella rodando los ojos.
—¿Entonces qué? ¿Le escribo al tatuador? —Abraham nos muestra la página del local en la pantalla de su celular.
—Yo los acompaño, pero no pienso hacerme nada —dice Melody.
—Otra aguafiestas —Mike rueda los ojos sonriendo—. Anda, Abraham, escríbele y dile que somos seis por si a alguien se le ocurre hacerse algo a último momento.
—¿Pero qué nos haremos? —pregunta Phebe metiendo algunas cosas dentro de su bolsa—. Primero tenemos que decidir eso, luego buscar el tatuador.
—¿El logo de la banda? —propone Abraham y, como si estuviéramos coordinados, negamos con la cabeza a la vez.
—Amo nuestro logo, pero no quiero llevarlo en mi piel... —Lena frunce sus labios hacia la derecha—. Es demasiado.
—Quizá pueden tatuarse el nombre de la banda con una letra bonita y delicada —Todos miramos a Melody mientras ella continúa hablando—. Yo me lo haría en la muñeca o en las clavículas...
Luego me mira a mí y aprieta sus labios como si se hubiera dado cuenta de que yo no puedo tatuarme la piel de las clavículas porque ya tengo las espinas tatuadas ahí.
—¿En las costillas? —pregunta Lena y Abraham chasquea la lengua.
—En las costillas te lo verán solo si vas desnudo.
—Nos tatuaremos para nosotros, no para los demás —se encoge de hombros—. Siento que en las costillas puede quedar muy bonito.
—Harry tiene un cigarillo tatuado ahí —dice Melody señalándome fugazmente.
—Pero tiene el otro lado libre —Phebe vuelve a sentarse junto a Abraham, ahora con su bolso en mano—. Saben. Hagan lo que quieran, yo sí me lo haré en las costillas.
—Yo igual —dice Mike—. Tres de cinco, ganamos por mayoría.
—Cuatro de cinco —sonrío—. No tienes como pelearla, Abraham.
—Bien, pero no se quejen el dia que hagamos conciertos para miles de personas y yo vaya sin remera. Pienso lucir mi tatuaje.
Toma su celular y sale de la habitación. Una hora después Mike está recostado sobre una camilla negra enteramente forrada con papel film.
—Creo que me estoy arrepintiendo —suelta mientras la chica le pone crema anestésica sobre la piel de sus costillas izquierdas—. Mientras veníamos leí en internet que aquí duele demasiado... ¿podemos cambiar de lugar?
—No seas un llorón —Phebe le agarra el hombro derecho—. Yo te daré apoyo físico y ellos moral —nos señala a nosotros que alzamos los pulgares fingiendo sonrisas.
—Bueno, ¿listo? —le pregunta la chica y él asiente.
Apenas la aguja toca su piel, él suelta un chillido que despierta la carcajada de Lena y la obliga a salir de la sala para poder tranquilizarse.
—Espera, espera —dice apartando la mano de la chica de su cuerpo—. ¿No puede ir alguien más primero?
—¡Mike! —resongamos todos a la vez.
—¡Está bien, está bien! —cierra los ojos y toma la mano de Phebe apretándola más fuerte de lo que debería—. No me sueltes.
Así vamos pasando de uno en uno durante tres horas, incluso después de que el local cierra nosotros seguimos ahí. Mike se dedica a tomarnos fotos en cada mínimo gesto de dolor que hacemos, supuestamente con el fin de chantajearnos si intentamos contarle a alguien que lloró mientras lo tatuaban a él.
—Párense juntos enseñando el tatuaje —dice Melody sacando su celular del bolsillo de su short—. Voy a tomarles una foto para el tablero.
—No será polaroid —se queja Abraham y Lena rueda los ojos.
—Ya luego le damos el formato y ya, no molestes —Phebe se pone de pie junto a mí.
Los cinco sonreímos enseñando el tatuaje a la cámara con orgullo. Nos tomamos una foto con la chica que nos tatuó y con el dueño del bar que, para Lena, tenía cara de sapo y luego el mismo tipo nos pide que firmemos un libro repleto de firmas de otros famosos a los que ha tatuado desde que abrió el local; esa es la razón por la que Abraham lo conocía, por la promoción de otros artistas.
—Si necesitan algún otro tatuaje de emergencia no duden en llamarnos —dice el tipo cuando nos marchamos.
Mike es quien encabeza el grupo hacia la salida del local. Corre hacia la puerta y ni bien abrirla vuelve a cerrarla volteándose hacia nosotros con los párpados tan abiertos que corren riesgo de desorbitarse.
—No podemos salir por ahí —suelta apoyando la espalda contra la puerta—. Está lleno de gente, es una misión suicida.
Los cinco nos asomamos a las ventanas y abriendo apenas un poco las persianas damos una ojeada hacia afuera. Es verdad, está repleto de gente con pancartas, vinchas y remeras de la banda.
—¿Cómo se enteraron que estamos acá? —pregunta Lena frunciendo el ceño y Mike suelta un pequeño «Ups» que hace que volteemos a verlo.
—Bueno... Puede que haya subido una foto a mis historias en donde etiqueto el estudio de tatuajes y...puede que haya dicho que estábamos todos aquí... Melody también...
—¡¿Estás loco?! —Lena vuelve a mirar por la ventana y niega con la cabeza—. Son demasiados como para salir. Va llevarnos la noche entera firmar autógrafos y tomarnos fotos.
—O pueden salir por detrás —dice la chica que nos tatuó a nuestras espaldas.
La seguimos hasta llegar a la dichosa puerta trasera que da hacia un callejón bastante oscuro.
—Solo deben caminar recto y ya, saldrán al otro lado de la calle.
Nos despedimos de ella y echamos a andar por el callejón los seis en fila, Phebe en la delantera y Mike por detrás de todos nosotros. Al llegar al final del callejón salimos a la calle aliviados de habernos salvado, pero entonces, como si la vida quisiera enseñarnos a no cantar victoria antes de tiempo, escuchamos un grito a lo lejos que nos alarma,
—¡Allá van! —grita una chica señalándonos.
No necesitamos decir nada, basta con una sola mirada para que nos echemos a correr. No sé exactamente cuantas cuadras corremos antes de comenzar a hiperventilar, pero de lo que estoy seguro es de que son muchas, siete al menos. Lena se detiene en una a quitarse los zapatos y continúa corriendo a carcajadas mientras intenta alcanzarnos. Mike intenta treparse en la espalda de Abraham, pero él lo empuja haciéndolo caer de culo contra la vereda y al escucharlo chillar nos detenemos.
—No puedo levantarme, me duele demasiado —gruñe haciendo el intento.
Abraham me mira y como si estuviéramos conectados ambos caminamos hacia él para tomarlo cada uno de una pierna y un brazo y poder seguir corriendo cuadra abajo.
Phebe parece reconocer alguna de las calles y se apresura a ordenarnos por donde ir. Así acabamos en el mismo parque en donde hicimos las fotografías para el álbum, el Mile Square Regional Park, escondidos detrás de las finas palmeras. Permanecemos hablando a puros susurros durante minutos que parecen ser horas y cuando estamos de acuerdo en que nos han perdido el rastro, salimos de nuestros escondites cautelosos.
—¿Se fueron? —pregunta Abraham girando su cabeza en todas direcciones.
—Ya no se escuchan gritos, creo que sí —dice Melody y se sienta encima del pequeño muelle junto al lago.
—Me sigue doliendo el culo —se queja Mike y al segundo siguiente se deja caer junto a Melody soltando otro quejido—. Creo que me he roto algo...
—El culo —Phebe le sonríe.
Tras ver a Lena remojar sus pies en el lago, me siento a su lado y la imito.
—¿No escuchaste cuando el tío John dijo que no puedes postear tu ubicación así como así? —Lena voltea a ver a Mike y él se encoge de hombros—. Mucho menos si vamos sin nadie de seguridad, hay mucha gente loca y peligrosa suelta, no podemos tomarnos estas cosas a la ligera.
—Ni que un fan fuera a matarnos —suelta Mike y enseguida mis ojos recaen sobre Melody que se remueve incómoda a su lado.
Nuestras miradas se conectan y cuando le hago una seña con mi cabeza para que se acerque, no duda ni medio segundo en ponerse de pie y caminar hacia nosotros. Cruzo mi brazo por detrás de su espalda una vez se sienta a mi lado, recuesta su cabeza en mí y yo dejo un beso suave en su coronilla.
—La cosa más divertida que nos ha pasado en la semana fue que nos persiguieran esas personas —Phebe ríe—. Y claro, ver a Mike llorar por el tatuaje.
Él la sentencia con el dedo a la vez que la fulmina con la mirada—. No vuelvas a repetir eso.
—¿Por qué? Será una buena anécdota que contar en los programas de televisión —comenta encogiéndose de hombros.
—Porque con este tatuaje hicimos un juramento —Todos nos miramos con los ceños fruncidos—. Sí, un juramento que dice que si inventan, porque es mentira, que si inventan que lloré mientras me tatuaba o si dejan la banda quedarán malditos.
—No digas estupideces —Phebe rueda los ojos mordiéndose los labios.
—Es la maldición Moor —dice alzando las cejas—. Al primero que se le ocurra abandonar la banda le caerán diez años de tortura y sufrimiento.
—¡Mike! —chilla Lena—. No digas esas cosas.
—Atrévete a dejar la banda o a inventar cosas y verás. Tus diez peores años.
Melody ríe contra mí y yo bajo mi mirada hacia ella sonriendo.
—Tengo que mostrarte algo —susurra por debajo de las voces de los chicos que continuan hablando.
—¿Qué? —subo y bajo las cejas.
—Tiene que ser en privado —dice y en mis labios se forma una sonrisa—. No es eso que tienes en mente —mi ceño se frunce—. Estoy segura de que no te lo esperas y por eso tiene que ser en privado... Te lo enseño después.
Me pongo de pie, atrayendo las miradas de los chicos. y extiendo la mano hacia ella. Con todo lo que pasó comprendí que no podemos dejar nada para después, no tenemos el futuro asegurado, lo único cierto es el ahora y hay que aprovecharlo.
—Vamos —Ella toma mi mano y yo volteo a ver a los chicos sonriendo—. Volvemos en un rato.
Caminamos tomados de las manos alejándonos del muelle. Ella señala un banco a lo lejos y corre hasta él golpeando el lugar a su lado para que me siente, cosa que hago.
—¿Qué tienes que mostrarme? —poso mis brazos en el respaldo del banco echando mi cuerpo hacia atrás.
—¿Recuerdas cuando dije que si algo volvía a pasarme no quería olvidarte? —sonríe y yo asiento—. Bueno...
Se sube el puño de la camisa que lleva puesta hasta el codo y alza su muñeca a la altura de mis ojos todavía sonriendo. En ella tiene tatuado mi nombre, un perfecto «Harry» en letras negras algo inclinadas hacia la derecha que relucen en su piel blanca. Atrapo su muñeca en mi mano sonriendo y paso mi dedo sobre el tatuaje solo para corroborar que es verdad, que no se irá, está ahí.
—Dime algo —ladea su cabeza—. Sé que hay gente que no le gusta que hagan este tipo de cosas sin preguntarles, pero...
—Estás loca —niego con la cabeza sonriendo.
Abre la boca para seguir hablando, pero la beso impidiéndole que lo haga. Noto como sonríe debajo de mis labios y sonrío también haciendo que el beso llegue a su fin.
—Te amo —le doy un beso corto—. Te amo más que a cualquier persona en el mundo. Te amo.
La intensidad de su mirada penetra mis ojos y por un segundo siento la sangre siendo bombeada hacia mis mejillas para sonrojarlas. Suspira antes de besarme y no sé por qué, pero cuando mi mirada regresa a sus ojos hay algo diferente en ellos.
—Te amo, Harry —vuelve a besarme—. Ahora lo sé. No quiero que ningún estúpido accidente vuelva a borrarte de mi mente y engañe a mi corazón. No quiero hacerte pasar por lo mismo otra vez.
—La historia no va a repetirse —le aseguro acunando su mejilla—. Ahora nada va a sepa...
—No lo digas —pone sus dedos en mis labios y yo frunzo el ceño—. Cuando en las películas dicen eso jamás acaban juntos.
—Esto no es una película, Melody, nada va a pasarnos por decir que nada va a se...
Vuelve a besarme y yo río.
—Bien, no lo diré —accedo—. ¿Cuándo te lo hiciste?
Por la intensidad de la tinta asumo que no fue hace mucho.
—Hoy... —frunzo el ceño—. Cuando dije que iba a hablar con mamá... En realidad fui a la otra habitación y el hombre me tatuó —toma mi mano—. Te mentí y sé que prometí no volver a hacerlo, pero se justifica, ¿no?
—Solo mentiras blancas —alzo mi meñique en el aire y ella sonríe antes de unir el suyo al mío.
Holaaaa, cómo andaaaan?
Espero que el año los vaya tratando bonito. Yo ando a mil con la facultad, pero por ahora todo bien, no estoy al borde del colapso como el año anterior.
Bueno, nada, no tengo mucho que decir. Los km, besos en la kola, caras de bola.
Nos vemos el proSimo domingón.
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