Capítulo 40
Llego a mi casa y me recibe mi madre, está cocinando lo que parece ser una futura tarta de chocolate, ella me observa —mientras remueve el chocolate a baño María— y arquea una ceja. Baja el chocolate del calor y se acerca a mí mientras espera que el pastel se hornee.
—¿Qué te pasa? —me cuestiona sujetándome la cara—¿Estabas llorando? —yo niego y me zafo de su mano—¿Estás bien? —me sigue preguntando.
—Estoy bien—respondo dudosa y me escondo rápido en mi cuarto.
Suelto mis cosas en una silla y me acuesto en mi cama, mi mente comienza a pensar en la situación que pasó, sabía que el señor era un idiota, pero, no pensé que iba a llegar tan lejos. Recuerdo el rostro lleno de lágrimas de Kori, es tan jodido.
—¿Qué tienes? —un chico con cabellos plateados entra azotando la puerta como si el cuarto fuera su casa—¿Qué tienes? —me cuestiona sentándose en mi cama y poniendo el casco sobre una mesa.
—¿Qué haces aquí? —lo cuestiono, la última vez que lo vi no me dijo las cosas más lindas del mundo.
—Tu mamá me llamó porque dice que su hija está mal—me mira de arriba a abajo—Creo que tenía razón—abre mis ojos y yo me alejo refunfuñando—¿Estuviste llorando? —yo niego—Claro que estuviste llorando.
—Que no estuve llorando—le llevo la contraria y él rueda los ojos.
—¿Fue la banda? —yo niego—¿Algo de VIH? , ¿perdiste algún disco de Queen? , ¿se te rompió la guitarra o acaso paso algo con Kori? —dice de manera rápida en un bombardeo de preguntas—Kori—chilla—Fue eso ¿Qué paso?
—No pasó nada—murmuro y él se me queda mirando con sus brazos posados en la cintura y una ceja levantada—Se acabó—reconozco al final, él abre los ojos a la misma vez que casi su mandíbula roza el piso.
—¿Por qué terminaron?
—Da igual lo que haya pasado—le respondo cabizbaja y él me sostiene de los hombros.
—No da igual si has estado llorando por eso, o si te sientes triste por eso—me mira a los ojos y no puedo evitar llorar, no es justo nada de lo que está pasando—No llores Ricitos—sus brazos envuelven mis hombros—veras que se arreglaran.
—No—me seco las lágrimas—No va a pasar, no volveremos. Es imposible.
Nos quedamos un rato en silencio hasta que Sebastián se levanta del asiento. Hace algo en su teléfono y se me queda mirando.
—Dicen mis padres que van a hacer un maratón de películas—me cuenta—¿Quieres ir conmigo? —yo niego—Sí, vas a ir y así te quitas ese semblante triste—vuelvo a negar.
Unos minutos después estoy sujetada a la cintura de Sebastián, lo agarro con fuerza y lo escucho reírse.
—¡Ve más despacio Sebas! —le grito y el solo sonríe, su cara se nota feliz desde el espejo de la moto. El chico va disminuyendo la velocidad poco a poco hasta que se detiene frente a una casa con un jardín enorme con muchas flores.
—A ver—Sebas entra la moto por un pequeño camino de piedra. Esta casa parece sacada de un cuento infantil—Mis padres no son las más normales del mundo, son un poco raros—deja la moto contra la pared y le coloca el casco en el manubrio.
Antes de que el chico pudiera tocar la puerta esta se abre revelando a dos personas. Un señor alto de pelo negro y una señora igual de alta con el pelo rizado y pelirroja. Ambos con capas, gafas redondas sin cristales y cada uno con una barita en la mano. Yo miro un poco sorprendida a Sebas y el me mira con cara de “Te dije que eran raros”
—Bienvenidos—nos sonríe y su vista se enfoca en mi—¿Eres bruja, maga o una muggle? —me cuestiona señalándome con la varita, yo miro a Sebastián buscando una explicación y el solo está mirando con los ojos entrecerrados a sus padres—Alfred creo que tenemos una muggle entre nosotros—la señora mira a su esposo y después me sonríe—Igual eres bienvenida.
Me adentro en la colorida casa que literal te transporta a otro lugar, un sofá espacioso nos recibe en la sala con una mesa llena de comida chatarra—de esas que si tu mamá te ve comiendo te va a dar alones de orejas—desde papas hasta refrescos gaseados de distintos tamaños, colores y sabores.
Las paredes del lugar eran en tonos neutros, grises y blancos principalmente. Gran contraste con los cuadros y muchas fotos que están colgadas en la pared, fijo bien mi mirada en ellas y encuentro un pequeño niño pelirrojo y con pecas. Miro con una ceja levantada a Sebas, él sonríe mientras su madre le da un abrazo y le besa el cachete.
—Sam—me llama Sebas—Él es mi papá Alfred y ella mi mamá Isabella—ellos me aprisionan en sus brazos y yo un poco incomoda me suelto—Ella es Sam—les dice a sus padres—No le gustan mucho los abrazos.
—Encantada—le digo sonriendo a pesar de todo, el lugar es muy acogedor, Sebas se parece mucho a su padre.
—Vamos a ver Harry Potter—nos cuenta el señor pelinegro—Ya vamos por la tercera parte.
—Esa es la del señor sin nariz, creo que era Voldemort—les digo y Sebas me hace señas de que haga silencio mientras que los padres de él abren los ojos, casi se salen de sus orbitas.
—No puedes mencionarlo—susurra el papá de Sam.
—¿Por qué ?, sí es muy genial y gracioso.
—Dios mío—chilla Isabella—A parte de muggle mortifago.
—¿No hicieron una cena? —Sebastián nos jala al comedor —Dejen de avergonzarme y vamos a comer.
Nos adentramos en la casa hasta estar sentados en una mesa de madera oscura, pulcra y reluciente. Sebas se sienta a mi lado y enseguida la señora le pone una corbata roja y amarilla y le entrega su capa negra.
—Ricitos—me dice y yo abro mis ojos mientras el chico de cabellos plateados sonríe—Como veras Alfred y yo somos de Ravenclaw y Sebitas es de Gryffindor—yo asiento—¿Qué casa te gusta?
—¿Slytherin? —respondo un poco dudosa mientras ella me entrega una capa negra con una serpiente y una corbata a juego.
—Ahora si podemos comer.
A los diez minutos ya no sé cuántas veces me he atorado por las cosas que dicen estos señores. Realmente son gracioso, pero, no creo que a Sebas le guste que se rían de él. Su cara muestra lo harto que esta.
—Como te das cuenta—explica Isabella—Sebas es pelirrojo—yo asiento mientras bebo agua—De pequeño le decíamos Ron, como era pelirrojo igual—el papá asiente sonriendo y Sebas solo mira mal a su madre por revelar todos sus oscuros secretos—Entonces...
—Cuéntale amor cuéntale—la apura Alfred e Isabella rueda sus ojos.
—Entonces se tiñó de este rubio platinado—sus padres sueltan una carcajada mientras yo sigo bebiendo lo que queda de mi vaso de agua—Y ahora es nuestro pequeño Draco—ellos se carcajean, yo suelto un hilo de agua de mi boca mientras controlo mi toz y Sebas solo se sujeta la cabeza.
Me uno a la risa de ellos hasta que una chica invade mis pensamientos y una ola de tristeza vuelve a invadir mi cuerpo. Una mueca reemplaza mi sonrisa y el hambre abandona mi organismo. Suspiro hondo y todos en la mesa se me quedan mirando serios.
—¿Todo bien? —me cuestiona Sebas y yo asiento.
—Sam—Isabella me llama—¿Puedes acompañarme a buscar el postre?
La sigo hasta la cocina, ella abre el refrigerador y saca un flan enorme. Se ve delicioso y puedo decir que, aunque ya no tenga hambre me lo comería con gusto. Nunca le digan que no a un pedazo de flan.
—¿Te encuentras bien? —me cuestiona la señora y yo me encojo de hombros mientras le entrego los platos que ella me señala—Sebas me contó lo de la ruptura con la chica, si, a veces es muy chismoso—me dice cuándo ve que ruedo los ojos—¿Cómo lo llevas?
—Pues—suspiro y miro a la señora sin saber que decir hasta que tomo coraje y le cuento las cosas, por algún motivo me hace sentir tan cómoda y me da tanta confianza que es muy fácil contarle las cosas—Creo que he arruinado mi vida amorosa por no arruinar la vida de ella y sus sueños.
—Siempre puedes volver a pedir una oportunidad—yo niego mientras veo como ella corta el flan y los pone en sus platos—A lo largo de mi vida—me dice mientras se limpia las manos—He visto muchos "amores imposibles", que en verdad no son tan imposibles como las persona piensan. Ser psicóloga es difícil, pero te enteras de chismes—yo sonrió junto a ella—El punto es, muchos de mis pacientes vienen diciendo que ya no van a amar más y miles de respuestas vagas a mi simple sugerencia—hace una pausa y sus ojos miel chocan con los míos—, inténtalo, lucha por lo que amas.
—No la amo y en serio ya es algo imposible.
—Cuando conocí a Alfred—me cuenta—tenía apenas catorce, era una niña—yo asiento—, pero, me enamore totalmente de él, con dieciséis años tuvimos a Sebastián—yo abro los ojos y ella se ríe—Lo sé una locura, pensé que me iban a separar de él, que mis padres se opondrán y seria como esos amores imposibles de las series y las películas—yo observo mis uñas mientras la escucho—Sam—subo mi mirada—, los amantes siempre están juntos, aunque la distancia les intente separar. A veces ocurre, que lo que empieza como una locura se convierte en lo mejor de tu vida—yo sonrió mirando como sus ojos brilla cuando mira a Alfred.
—¿No se aburre de él, o no pelean? —ella asiente—Es que son muchos años.
—Obviamente siempre hay peleas, nadie es perfecto—me entrega dos platos para que los sostenga—, pero, es tan gratificante ir a dormir en la noche y que el esté ahí abrazándome, aunque hayamos discutido por algo o yo esté enojada, siempre está abrazándome. Si, a veces es difícil y las situaciones llegan a sobrepasar a uno, pero dicen que hay que encontrar a una persona que te mire como si fueras magia—yo asiento—Ese hombre cuando tenía dieciséis años me miraba como si yo fuera la piedra filosofal. Si no existiera él o si nunca le hubiera conocido, yo estaría aquí esperando, a que apareciera alguien como él en mi vida.
Y ahí es qué me doy cuenta lo qué es el amor, no es un simple sentimiento de apego. Es algo mucho más profundo que eso. El amor es una energía que crece en nuestro interior y nos invita a estar con el otro. Amar y ser amado es, sin duda, el mayor deseo del ser humano. El amor es injusto con las personas enamoradas, ya que queremos a quien no gustamos y gustamos a quien no queremos.
—Vamos—me dice y la sigo por el pasillo con las porciones de Flan—, y Sam—me llama antes de llegar a la mesa—Cuando algo es lo suficientemente importante, lo haces incluso si las probabilidades de que salga bien no te acompañan—va a una gaveta antes de llegar a la mesa y saca unas cucharas en forma de escoba, estos están obsesionados con Harry Potter—Que cada “no” que recibas se convierta en un impulso para continuar. Nunca te rindas, porque estás en el lugar y momento en el que la marea dará la vuelta. Recuerda "Insistir, persistir, resistir y nunca desistir"
Llegamos a la mesa y los hombres nos ayudan a poner los platos en ella. Enseguida empiezan a comer, como lo pensaba, está muy rico.
—Bueno Sam—me dice el papá de Sebas—A ver si le buscas novio a Sebastián.
—¡Papá! —el chico se queja.
—¿Qué? —se hace el inocente su padre—Estas más solo que Snape.
La mamá de Sebas le dice al papá "Buena esa" mientras chocan sus puños y Sebas solo rueda los ojos.
—Sebas nació en el 1996—piensa su mamá—Si hubieras nacido en el noventa y ocho no te llamaras Sebastián—yo me quedo intrigada y ella continua—Te hubieras llamado Harry Draco Dumbledore—el chico a mi lado se palmea la frente.
—Mentira Sebas—su padre lo calma y su mamá arquea la ceja—Te hubieras llamado Ron Neville Snape—yo me carcajeo mirando eso y Sebas esta con las mejillas sonrojadas.
—En tus sueños Alfred—se queja la madre—Nunca se iba a llamar así, Harry Draco Dumbledore es mucho mejor.
—Claro que no—Alfred protesta y le da una mirada asesina mientras se levanta de la mesa y posa sus brazos de forma brusca sobre la madera—Creo que llegó el momento de la batalla.
—No te tengo miedo—la madre se levanta de la misma forma.
Yo miro a sebas un poco asustada y él me tranquiliza.
—Tranquila no se van a pelear, solo jugaran Quidditch en la PlayStation.
Y sonrío ante eso, ya que, he encontrado el motivo por el cual Sebas es así, ya sé porque es una persona que irradia luz por donde pasa, ya sé porque es un ángel que va dejando amor por la ciudad.
"El amor verdadero no se busca, se siente."
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