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🎀Capítulo 2🎀

Buenos Aires

Quinta Amor

Después de un breve funeral y responso que le hicieron a su abuelo, en donde la gente del pueblo y parte de la ciudad fue a despedirlo con cariño por todo lo que había hecho por ellos, la chica se quedó solo dos días en Italia y luego volvió a la casa de fin de semana para quedarse más tiempo y a solas. Lo único que terminó sabiendo posterior a toda la tragedia fue que, a su hermano mediano, el abuelo le dejó una gran cantidad de dinero, el pequeño yate, y una casita a las afueras de Savona. Y en lo que respectaba a ella, la textilería y dinero suficiente para vivir entre comodidades y lujos. Pero, cuando sus padres supieron que a ellos les había dejado solamente el dinero, quedaron con una incógnita por saber a quién le iba a corresponder la mansión que estaba en Campochiesa y la respuesta del abogado fue que él, solo tenía instrucciones para develar aquello en los próximos días porque así lo quiso Darío.

De aquel día ya habían pasado casi cuatro y la joven había regresado a la rutina de todos los días, pintar acuarelas. Ese día de verano no fue la excepción, pero aprovechó para cortar flores en el patio de atrás para dibujarlas y pintarlas mientras que Canela correteaba en círculos sobre el pavimento ajedrezado.

―Te vas a marear, deja de correr como una loca, Canela ―le dijo mientras la miraba y en sus manos sostenía una tijera de jardín y un ramillete de flores.

La perrita ladró eufórica, y continuó yendo y viniendo, y rasqueteando las baldosas para limar sus garras. La muchacha solo rio al verla feliz.

En el último corte del tallo de una gerbera, el timbre de la casa sonó y clavó sus ojos en el portón que veía en diagonal a donde se encontraba. Un segundo timbrazo se escuchó y la argentina preguntó quién era.

―El cartero.

Amorina arqueó una ceja, extrañada porque el cartero no solía llegar a esa zona donde los vecinos y su familia pasaban fines de semana o vacaciones, tanto de invierno como de verano.

―Señorita, Amorina, soy el cartero personal del señor Londez, su abuelo.

El hombre habló a través del gran portón con un acento italiano.

―Esperame un momento, por favor.

La joven puso la gerbera dentro de la canasta de mimbre, dejó la tijera dentro del cuenco también y se irguió para caminar hacia la entrada. Al abrir se encontró con un hombre sosteniendo una caja de color negro y un moño de color morado.

―Buenas tardes, señorita... ―sonrió con amabilidad―. Tengo la orden de entregarle esta caja junto a dos más, que irá recibiendo cada semana. Son tres en total, no puedo decir más, todo lo necesario que quiera saber, lo encontrará dentro.

Apenas se lo terminó de decir, la saludó con el sombrero y se giró en sus talones para volver al coche.

―Espere... ¿no debo firmar nada? Para constatar que recibí la caja, ¿o algo más? ―preguntó muy intrigada y curiosa.

―No, ya entregué la primera caja a su dueña. Esa fue la orden y yo la he cumplido. La semana que viene vendré el mismo día y a la misma hora, ¿le parece?

―Sí, está bien ―asintió con la cabeza también―. ¿Cómo sé que es el cartero personal de mi abuelo?

―Vea el lado interno de la tapa y lo confirmará, pero se lo puedo afirmar con mi tarjeta personal —le comentó entregándosela en la mano.

El cartero entró al coche y se marchó, dejándola en la entrada y sosteniendo la misteriosa caja y la tarjeta.

Amorina cerró el portón y caminó al interior de la casa. Sacudió la caja escuchando un tintineo, vio en dorado las iniciales D.L., de su abuelo, y sonrió con melancolía. Era como siempre se identificaba en la textilería y en cualquier otra clase de eventos a los que asistía.

―¿Qué hay dentro de la caja abuelo? ¿Qué me preparaste? Sabes que tengo miedo de abrirla, ¿verdad? ―Sonrió como si en verdad la estuviera escuchando―, debo afrontar el miedo, ¿no es así?

Deshizo el moño y posicionó las manos a cada costado de la caja para levantar la tapa. Cerró los ojos y la levantó. Abrió un ojo y luego el otro frunciendo el ceño. Había un sobre lila y una llave. Dio vuelta la tapa y leyó «Cartero personal del señor Londez» para luego dejarla a un lado.

Tomó el sobre de color en sus manos. Lo dio vuelta y se encontró con una camelia en lacre plateada. Más sorprendida se quedó con el detalle antiguo.

Se sentó en la silla y la abrió, quitando la carta del sobre y desdoblándola leyó lo que estaba escrito.

Amor, ¡feliz mayoría de edad! Sé que esto es algo extraño, pero si te llegó después de tu cumpleaños y por el cartero, las circunstancias no fueron las esperadas por ninguno de los dos. Iba a ser tu regalo de cumpleaños, pero el tiempo se me agotó y traté de agilizar las cosas para que todo quedara como lo había planeado.

¿Acaso creíste que solo te iba a dejar la textilería y el dinero?

A una persona especial, se le otorgan varias cosas especiales.

Vamos por parte, querida.

La primera caja, ya recibida en el día y horario que yo quise, trae consigo esta carta y una llave. Es la llave de la mansión Las Camelias. Se encuentra en Campochiesa, Italia y para poder adquirirla o, mejor dicho, aceptarla, deberás instalarte allí y volver a darle el brillo que una vez tuvo la mansión en el tiempo en que vivía con tu abuela. Me dijiste que querías ser feliz, Las Camelias te dará la felicidad que mereces y más. ¿Qué es lo que te ata acá? Nada, bueno, tus padres y tus hermanos, pero ellos podrán visitarte cuando quieran y viceversa. Persigue el sueño que querés, no importa cual, lo importante es el sueño que te haga a vos feliz.

La semana que viene recibirás otra caja más de mi cartero personal.

Con cariño, tu abuelo

Amorina quedó destrozada con lo que había leído y se largó a llorar sobre la mesa. Canela se acercó a ella y apoyó la trompa sobre su regazo. La joven clavó los ojos en su mascota.

―Lo planeó todo ―le contestó y la perrita la observó con atención.

La joven se alejó un poco de la mesa y la levantó en sus brazos para sentarla sobre sus piernas y abrazarla, Canela le lamió la barbilla.

―Vamos a echarnos una siesta.

Con la carta y la llave en mano, y en la otra sujetando a la perra, se dirigió a su dormitorio para dormir un rato. Quedó dormida enseguida y a su lado Canela.

🎀🎀🎀

Para la semana siguiente, el cartero llegó a la casa en el día y la hora acordada. Ella lo recibió con una sonrisa y con nervios también porque no sabía con qué se iba a encontrar esta vez.

Llevó al interior de la casa la caja como lo había hecho con la primera e hizo el mismo procedimiento. Esta vez se encontró con una carta y un vestido.

Querida nieta:

Es la segunda caja que recibes en el mismo día y horario. Te detallo a continuación que el vestido que ves, lo confeccionaron las costureras de la textilería de Campochiesa, cuando llegues, si puedes, ponte el vestido y ve a la fábrica para que te reconozcan. También debo comentarte que allí tendrás un auto para vos, para que puedas manejarte como quieras y ser libre e independiente.

Hasta la última caja y la más simbólica e importante. Es algo muy sentimental.

Con cariño, tu abuelo

🎀🎀🎀

La tercera semana que fue la entrega de la última caja, el cartero tocó el timbre y lo recibió al instante ya que estaba detrás del portón esperando por él. Se saludaron, tomó la caja en sus manos y se despidió de ella.

Como siempre, entró a la casa y Canela se quedó sentada a su lado esperando por atención.

―Más tarde jugaremos, ahora necesito saber lo que hay dentro de la caja.

Su perra ladró y sacó la lengua sentándose de nuevo, y esperando por la chica.

Amorina con parsimonia desanudó el moño y sacó la tapa. Se encontró con una carta y un estuche de terciopelo.

Lo primero que hizo fue abrir la carta y leerla.

Amorina:

Primero que nada, te dejaré la tarjeta de mi abogado personal para que te ayude en todo lo que necesites a partir de ahora, lo podés llamar las veces que quieras y él te explicará todo lo que quieras saber, te sacará de todas las dudas.

Ahora, viene lo importante, lo que te comenté en la anterior carta que era algo sentimental. Lo que encontrarás dentro del estuche es un collar antiguo. Es una reliquia familiar muy importante, podés usarlo en algún evento o cuando vos lo creas conveniente y necesario.

Me lo entregó una persona muy especial cuando era joven y me dijo que le gustaría que vos lo tuvieras. Recuerda algo: No le tengas miedo a lo desconocido, no vivas con miedo. Y sé feliz, no le des la espalda a la felicidad, a una felicidad que sé bien te mereces. Sé que eres capaz de enfrentar todo y llevar adelante todo lo que tenía.

P.D.: El collar... no está completo, por lo tanto, es tu deber encontrar la pieza que le falta. Lo que le falta es un dije.

Con cariño, tu abuelo

La joven dejó la carta sobre la mesa y sacó el estuche de terciopelo de la caja. Era rojo, pasó la palma de la mano por encima de la tela, sintiendo la aspereza y la suavidad al mismo tiempo. Por delante había una traba, giró la mariposa de metal y subió el ojal dorado. Levantó de a poco la tapa y los primeros destellos de las piedras del collar se hicieron notar, embelesándola. Hipnotizándola. Sacudió la cabeza como si quisiera salir de su encanto y al reaccionar lo vio con un poco más de atención, era antiguo, pero se notaba cuidado, era como esas reliquias familiares de antaño, puso a un lado la boca cerrada y frunció el ceño quedándose desconcertada. No era algo de su estilo, sin embargo, le llamaba la atención. Por el diseño parecía de alguien importante, pero no de ella. Lo sentía demasiado austero, pero no pudo evitar recordar las palabras de su abuelo al decirle que esperaba que lo usara en algunas ocasiones. Observó con más detalles las piedras y el trabajo que tenía el collar, rozó las yemas de los dedos por la joya y levantó la vista leyendo lo que estaba grabado en oro en el forro interno de la tapa. «Marquesa de Imperia y Savona».

«¿Acaso era la mujer de la que su abuelo le contó antes y de la cual tuvo una historia de amor?», reflexionó Amorina.

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