🎀Capítulo 13🎀
Imperia, Italia
Orfanato
Massimiliano había tenido una cara de perro desde el momento en que vio a Adelaide llegar al orfanato hasta pavonearse como una dama delante de la dueña del orfanato en alegar que le encantaba ayudar a los demás y que tanto ella como el marqués se estaban conociendo.
Cuando salieron de allí, los esperaban fotógrafos para tener la primicia de un posible romance entre ellos.
—¿Qué se supone que es esto, Adelaide? —preguntó con molestia en su voz.
—No tengo idea, seguramente se enteraron por alguien que estaríamos aquí —comentó con falsa inocencia.
—No te creo, mi padre y tú se llevan muy bien, y desde ahora te aviso que no me gusta que hagas cosas a mis espaldas. No nos conocemos y sinceramente, no quiero ilusionarte porque no estoy interesado en ti —admitió con sequedad, pero la baronesa actuó como si no le hubiera dicho nada.
Sonrió a las cámaras y saludó. El marqués tuvo que sonreír también por compromiso.
Apenas quedaron alejados de los demás, Massimiliano se acercó a la camioneta y el escolta le abrió la puerta trasera.
—¿Me dejarás aquí? —cuestionó la mujer sorprendida.
—Por supuesto, como llegaste sola, te vuelves sola.
El hombre se subió a la camioneta y el guardaespaldas subió en el asiento del conductor.
Adelaide vio que el vehículo se alejaba de allí y apretó los puños y la mandíbula de la furia que sentía encima por haberla dejado sola y como una ridícula. Pero enseguida sonrió de lado cuando pensó en que mañana las tapas de las revistas estarían con los rostros de ambos saliendo del orfanato, eso era un punto a su favor, tener ventaja para obtener al marqués y alejar de él a la inmunda de Amorina, porque para ella era una simplona con dinero, nada más.
Dentro de la camioneta, Gianni se atrevió a hablarle a Massimiliano.
—Señor Invernizzi, disculpe que le diga esto, pero... ¿no cree que se pasó de la raya?
—Ni tanto, Gianni. Me estresa, me cambia el humor y no la tolero, no la soporto porque no se mostró educada desde el principio. Siempre se mostró soberbia y así como es, esa es su verdadera personalidad y carácter —confesó con seriedad.
—Lo sé, señor, pero no era manera.
—Quizás no, pero ella supera mis límites. Es insoportable —apretó el puente de su nariz.
—Entiendo, señor —asintió con la cabeza mientras miraba al frente.
🎀🎀🎀
Campochiesa, Savona
Un día más había pasado desde la llegada de Amorina al pueblo y aquel día había decidido comprar algunas provisiones para los empleados de la fábrica textil cuando vio que en el puesto de revistas de la acera donde estaba comprando, el señor estaba ubicando un buen pilón de revistas de actualidad y espectáculos, en la tapa estaban Massimiliano y la baronesa sonrientes y saludando. Lo peor había sido leer el titular en italiano; «Amore in porta? Pronta unione matrimoniale?» («¿Romance en puerta? ¿Pronta unión matrimonial?»)
Al leer aquello, de alguna manera se sintió un poco decepcionada y triste, pero trató de poner un buen semblante y darle una sonrisa a la chica que la estaba atendiendo y salió de allí dándoles los buenos días a todos.
Metió las bolsas dentro del baúl del coche y condujo hacia la textilería donde le tomó muy pocos minutos en llegar y se presentó para dejarles las bolsas.
—Señorita Londez, ¿qué la trae por aquí? —formuló con intriga el hombre.
—Hola, Matteo. ¿Cómo estás? —Sonrió—. He traído unas cosas para ustedes. Tómense el día libre y disfrutenlas.
—Pero... Señorita Londez, si el marqués se entera de que nos ha dado el día libre, se disgustará —le dijo el hombre un poco preocupado.
—Para nada, necesitan tener un día libre a la semana, lo necesitan en verdad, Matteo. Siempre están trabajando duro y a veces sin descanso. Pueden dejar de trabajar por hoy. Yo hablaré con él. No te preocupes por eso.
—De acuerdo, señorita. En nombre de los demás y mío, se lo agradecemos mucho.
—No es nada, si gustan, decidan entre ustedes un día para tenerlo libre y luego me lo dicen, yo se lo comunicaré a él después.
—Está bien, señorita. ¿Qué son estas bolsas? —Miró por dentro.
—Sus almuerzos, disfrutenlos, y en otras bolsas tienen los postres y unas acuarelas que he pintado para ustedes también.
—Señorita, no se hubiera molestado.
—No fue ninguna molestia, en serio. Almuercen, disfruten el postre y váyanse a sus casas.
La muchacha se retiró de ahí y se metió dentro del coche de nuevo para regresar a la residencia.
🎀🎀🎀
Al llegar la joven a Las Camelias, Marsella la recibió con una cara preocupada.
—¿Qué pasó? —Se acercó a ella con incertidumbre al verle el rostro.
—¿Ya escuchaste el rumor?
—¿Cuál rumor? —Frunció el entrecejo sin entenderla del todo.
—El del marqués y la baronesa. Parece que se casan.
—Ah, sí. Lo leí en el titular de una revista de espectáculos en el pueblo.
—¿No dices nada? ¿No sientes nada?
—Marsella, es normal que tarde o temprano se iban a unir, deben hacerlo.
—Me niego a que el marqués se una a una mujer así, él necesita a alguien como tú, niña Amorina.
—Mar, solo deja de hablar del tema, será lo mejor.
—Como lo prefieras.
—¿Alguien de mi familia llamó?
—No, niña. Nadie, ni tampoco se ha presentado el señor Patricio.
—Me está preocupando esta situación. En fin, iré a la oficina para ver si acomodo algunas cosas.
—De acuerdo, niña.
Canela se sentó frente a ella y levantó la cabeza para mirarla, la chica le sonrió y la alzó en sus brazos mientras le daba besos en la cabecita y le acariciaba el cuello.
—¿Estuviste portándote bien? Atrevida que le haces caricias a los demás sin pedir permiso —le dijo riéndose por lo bajo mientras caminaba hacia el despacho para poder trabajar en sus acuarelas y ver los correos electrónicos, así como también las ventas y las compras de la fábrica textil, y los gastos de esta también.
Canela solo le lamía la barbilla y la mejilla dándole cariños.
🎀🎀🎀
Dentro del despacho quedó sentada y pintando para no pensar en la noticia de la revista de espectáculos mientras su perrita se había echado arriba del sillón y luego de un suspiro cerró los ojos para dormir un rato.
El sonido de un nuevo mensaje al chat del celular a través del escritorio de su laptop, le llegó y de reojo miró que se trataba de Massimiliano. Revoleó los ojos ya sabiendo bien que iba a justificar algo que no tenía por qué hacer. Estaba claro que él necesitaba una mujer de clase y título nobiliario, y tampoco debía ilusionarse con alguien como él, porque por más que sus abuelos habían querido que se conozcan, las circunstancias eran otras y los dos debían aceptar la realidad y la vida que les había tocado.
Podían gustarse, podían tener una amistad y ser socios gracias a la fábrica textil, pero tenían y debían comprender que no todo iba a ser posible. Y a cómo lo estaba viendo, tenía una leve sospecha que las cosas que le estuvo diciendo Massimiliano era porque estaba interesado en ella de manera sentimental.
Otro nuevo mensaje le arribó y esta vez lo leyó a través de las notificaciones mas no abrió el chat.
Massimiliano: ¿Podemos hablar, por favor? Supongo que has visto las tapas de las revistas, Adelaide se apareció en el orfanato y yo no estaba enterado. Mi padre y ella se entienden muy bien, y debí suponer que algo así iba a pasar.
Ella no le respondió y al minuto le volvió a enviar otro mensaje.
Massimiliano: ¿Estás enojada? Te veo en línea.
Con un suspiro, abrió el chat y le escribió.
Amorina: No estoy enojada, si tardé fue porque estaba terminando de pintar el pétalo de una flor en acuarela. Vi las tapas de las revistas y no tengo nada que decirte, no sé por qué crees que lo estoy.
Massimiliano: Porque mereces una explicación y porque pienso que me crees un hombre que está jugando con dos mujeres al mismo tiempo.
La cara de Amorina quedó perpleja cuando leyó su mensaje.
Amorina: No estoy pensando nada porque yo no siento que estoy saliendo con vos. Somos socios y si querés, amigos, pero no tenemos una relación más estrecha.
Massimiliano: No por el momento.
La joven arqueó una ceja cuando leyó lo que él había escrito.
Amorina: Massimiliano, me estás poniendo en un aprieto, yo te dije que podíamos conocernos mejor y salir de todo esto que conocemos, pero jamás te di a entender que quiero tener una relación amorosa con vos.
Massimiliano: Lo sé, y te lo respeto, pero de verdad me encantaría que más adelante podamos tener una relación más sentimental, no te estoy pidiendo un beso, ni que seamos pareja ahora, solo quiero que pasemos tiempo juntos porque sé que vales la pena.
A medida que Amorina iba leyendo el mensaje del hombre, recordó las imágenes que el collar le mostró a lo largo de los días que pasaron y lo asqueroso y vil que era el padre de Massimiliano, alguien con un poder así era capaz de todo, y en verdad le tenía miedo.
Amorina: Te agradezco el halago y no es que me sienta incómoda con las cosas que me decís, pero como vos mismo lo escribiste, de a poco, señor Invernizzi, que solo llegué al país hace unas semanas atrás.
Massimiliano: Y revolucionaste toda mi vida, señorita Londez. No estaba en mis planes quedarme.
Amorina: ¿Te quedaste por mí?
Cuestionó tan sincera que enseguida eliminó el comentario, pero Massimiliano ya lo había leído.
Massimiliano: Ya leí la pregunta y en parte sí. Decidí quedarme por ti, porque creo que desde que nos conocimos me estoy sorprendiendo de muchas cosas y cada día hay una situación nueva con la que lidiar, ya sea conflictiva o agradable.
Amorina: Ya veo... cambiando de tema, se me ocurrió algo para que Gianni y Marsella tengan una cita.
Massimiliano: Cuéntame.
Amorina: Podríamos hacer un par de llamadas a ellos para que se encuentren de casualidad en algún lugar del pueblo, no sé, por ejemplo; que vos llames a Gianni diciendole que estás en una cafetería y yo hago lo mismo. ¿Qué opinas?
Massimiliano: Es poco creíble.
Amorina: Ay... a ver qué mejor idea se le ocurre al marqués —agregó un emoji con los ojos mirando hacia arriba.
Él envió un emoji riéndose.
Massimiliano: Te aseguro que tengo una mejor idea en mente. Cuando salgamos nosotros dos, sí o sí van a tener que acompañarnos. Es lo más sencillo y creíble que hay. Y le diré a Gianni que la invite a salir.
Amorina: Pensé que había quedado a un lado esa salida.
Massimiliano: ¿Por qué la tendría que dejar de lado? —Puso un emoji pensativo.
Amorina: Por obvias razones.
Massimiliano: Pues no. Sigue en pie y desde hace unos minutos atrás estoy viendo un lugar, ¿qué te parece un parque?
Amorina: De acuerdo, por lo menos Canela podrá corretear.
Massimiliano: Perfecto, ¿mañana?
Amorina: No, te dije el sábado y no cambiaré de parecer.
Massimiliano: Me parece bien, ¿a la mañana o a la tarde?
Amorina: Al horario que vos puedas.
Massimiliano: Todo el día mejor. Almorzaremos y podremos pasar más tiempo juntos.
Amorina: No creo que se vea bien que pasemos tanto tiempo juntos, Massimiliano.
Massimiliano: No estará lleno de gente el parque del que hablo.
Amorina: ¿Y cuál es?
Massimiliano: Sorpresa —envió un emoji con una gran sonrisa—. Solo dile a Marsella que te acompañe, las pasaremos a buscar alrededor de las 11 de la mañana. Iremos con la camioneta.
Amorina: Vaya... parece que ya lo tiene todo planeado, marqués.
Massimiliano: Así es, en minutos puedo armarte una salida común, como algo más elaborado.
Amorina: No lo dudo.
Massimiliano: Nosotros llevaremos el almuerzo.
Amorina: No, es demasiado, lo llevaremos nosotras.
Massimiliano: Nada de eso, yo insistí para hacer esta salida, me encargo yo de todo.
Amorina: ¿Estás seguro?
Massimiliano: Sí. Tú solo le avisas a Marsella.
Amorina: Está bien, te lo agradezco desde ahora por las molestias.
Ambos quedaron en silencio y ella retomó la conversación.
Amorina: Les pedí a los de la fábrica que elijan un día a la semana para que tengan un día libre, se lo merecen, hoy fui a verlos, les llevé el almuerzo, el postre y unas acuarelas que les pinté. Y vos deberías ir a visitarlos algún día también.
Massimiliano: Sí socia, lo sé, en esta semana los iré a visitar y les preguntaré si decidieron el día libre.
Amorina: Me parece bien, bueno... Te dejo, nos vemos pronto, un beso.
Massimiliano: Hasta el sábado.
Amorina minimizó el chat y continuó dibujando y pintando mientras que Massimiliano se reclinó en la silla de su dormitorio pensando en la cara que iba a poner la chica cuando leyera el cartel del lugar al que irían el sábado. Y al imaginarse la expresión no pudo evitar sonreír porque sabía que era posible que no le gustara e iba a refunfuñar.
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