🎀Capítulo 11🎀
Las Camelias
Patricio cuando la vio entrar a la casa se acercó a ella y la abrazó por los hombros dándole un beso en la mejilla.
—Hermanita... al fin llegas —le sonrió.
—Hola, Patricio... no te esperaba por acá.
—Vine para quedarme unas semanas en Savona, pero no te preocupes, me instalaré en el departamento que me dejó el abuelo.
—¿Venís a quedarte de vacaciones o pensás acomodar el departamento? —preguntó intrigada.
—Seguramente ambas cosas. Papá y mamá te mandan saludos y Ramiro también.
—Gracias, hablé con ellos hace unos días atrás, pero con vos es imposible, intenté llamarte varias veces y nunca contestaste.
—Ya sabes que así soy, no me gusta el teléfono, aparte me gusta más caer de sorpresa.
—Me doy cuenta... —arqueó una ceja mirándolo.
—¿Dónde estabas? —quiso saber solo por querer sacar un provecho.
—No te importa, cosas mías —le dijo.
—Qué amarga, ¿acaso Campochiesa te ha cambiado el humor? —emitió con ironía.
—Nene... ¿qué se te dio por querer saber ahora lo que hago o dónde estuve? —formuló con mordacidad.
—Ya sabes que soy curioso.
—Sos atrevido e interesado. ¿A qué viniste, Patricio? —cuestionó exasperada y mirándolo a los ojos.
—Ya te dije que vine a pasar unas semanas acá. Nada más —le respondió y le cambió el tema—, ¿acaso no le ofrecerás a tu hermano algo para comer?
—Anda a la cocina, ahí te darán de comer, yo acabo de almorzar. Marsella, por favor, acompañalo.
—Sí, niña Amorina.
—¿Niña Amorina? —cuestionó con burla y carcajeándose el hombre—, ni que fueras una nena de la alta alcurnia.
—Decidieron llamarme así y a mí no me molesta, así que, evita algún otro comentario tarado por tu parte —emitió con seriedad y frunciendo el ceño mientras lo miraba a los ojos.
Canela entró corriendo desde la galería donde andaba paseando y con sus dos patitas delanteras se apoyó sobre el muslo de su dueña y ella la levantó en brazos.
—Hola, mi amorcito —le contestó dándole un beso en la cabecita.
Patricio revoleó los ojos y caminó a la cocina junto con la doncella.
🎀🎀🎀
Imperia
Durante la tarde de aquel mismo día y dentro de la residencia del marqués, Massimiliano y su madre se encontraban en el dormitorio del primero conversando sobre lo que había sucedido en el evento.
—No quiero hablar más del tema anterior, ahora necesito mostrarte algo —dijo levantándose de la silla y yendo hacia su vestidor.
Angela miró a su hijo que sacaba una caja de terciopelo y se acercaba a ella para dársela en sus manos.
—Ábrela.
—El collar —lo admiró encantada—, está completo —dijo incrédula—. ¿Cómo? —preguntó observándolo.
—No tienes idea quien lo tenía.
—La señorita Londez —fue lo primero que se le vino a la mente.
—Sí —afirmó—. ¿Cómo lo sabías? —frunció el ceño con intriga.
—Pues no lo sabía —negó levemente con la cabeza—, es lo que creí. Apenas vi el collar, me acordé de ella.
La madre del marqués quedó un poco preocupada y su rostro se ensombreció. Si su hijo había tenido el pendiente y la joven el collar, había una gran posibilidad que estaban destinados porque así lo querían los abuelos de ambos, pero... era factible que las cosas no salieran como estaban planeadas de un principio.
—¿Madre? ¿Te encuentras bien? —cuestionó preocupado Massi.
—Sí, querido. Me sorprendió ver el collar de nuevo, eso es todo. ¿Se lo darás a Amorina? —quiso saber.
—¿Qué quieres hacer tú con el collar? —Le preguntó mirándola con atención.
—Verás... si mi madre te entregó el pendiente y a ella le dio el collar a través de su abuelo, pues no hay nada más que hacer o decir, ¿no te parece? —anunció con firmeza.
—¿Aceptas que siga estando en las manos de Amorina?
—Por supuesto, fue un regalo —sonrió al decirlo—. Y aunque pertenece a la familia de Imperia y Savona, la marquesa misma se lo obsequió.
—De acuerdo, entonces hoy mismo se lo devolveré.
—¿No se lo ibas a devolver? —Unió las cejas con algo de confusión.
—Sí, pero quería saber lo que tú opinabas porque pertenece a la familia, es parte del joyero de la nonna y anoche se lo vi puesto cuando llegó. Quedé petrificado al verlo.
—Me imagino que sí —dijo con firmeza.
Angela cerró la caja, se levantó de la silla y lo apoyó sobre el escritorio.
—Me agrada que tenga ella el collar —expresó con alegría en su voz—. Sé que lo va a cuidar bien. —Quedó callada y luego habló—, ¿no crees que...? No —sonrió y negó con la cabeza—, no me hagas caso, estaba por decir un disparate.
—¿Qué estabas por decirme? —Unió las manos, apoyó los codos sobre el escritorio y la miró con atención arqueando una ceja—, tus opiniones para mí no son un disparate. Cuéntame, por favor —insistió.
—¿Crees en el destino? —preguntó con firmeza.
Los ojos de Massimiliano se abrieron de forma sorpresiva.
—¿Por qué me lo preguntas?
—Porque tengo la impresión de que sí crees y porque no puedo evitar pensar en que fue el destino y los abuelos de ambos en que ustedes se conocieran.
—Me asombra que pienses que yo crea en el destino —le dijo recargando su espalda en el respaldo—. Y sí, lo creo —le afirmó con resolución.
—¿Te quedarás? —inquirió con interés—. A pesar de haber hecho una reunión en tu nombre como el nuevo marqués, puedes regresar a donde estabas viviendo.
—Sí, me quedaré —confirmó rotundamente.
—En ese caso, bienvenido marqués de Imperia y Savona, el destino y tu nonna, te trajeron donde realmente perteneces —expresó con una sonrisa.
—Gracias, iré a Las Camelias —le notificó levantándose de la silla y tomando en una de sus manos el estuche de terciopelo.
—Saluda de mi parte a Amorina.
—Lo haré.
Aunque Massimiliano no quiso, uno de los escoltas debió acompañarlo por seguridad.
🎀🎀🎀
Las Camelias
El timbre fue tocado por el marqués en aquella preciosa casa y el mayordomo le abrió la puerta dándole la bienvenida de nuevo.
—Buenas tardes, milord.
—Buenas tardes, señor Bonzi. ¿Cómo se encuentra?
—Muy bien, milord. ¿Y usted?
—Muy bien también. ¿Se encuentra Amorina?
—Sí, está en el jardín de atrás, se la llamaré.
—No, deja, iré yo. Gracias —contestó con una sonrisa.
—Con su permiso entonces —le hizo una reverencia y caminó hacia la cocina.
—Gianni, ve a ver a Marsella si quieres y de paso te bebes una taza de café —le guiñó el ojo.
—No, milord. Estoy bien así —el hombre levemente se sonrojó.
—Te vi varias veces hablando con Marsella por el pueblo, ¿por qué te pones así? —Le vio el rubor en sus mejillas—. Si te gusta tendrías que visitarla más seguido.
—Pues... no creo que sea de su agrado.
—No vas a pretender que enseguida le gustes, Gianni. El trabajo se hace despacio, pero con seguridad, es como un trabajo de hormiga —le guiñó un ojo y luego le apretó el hombro en señal de confianza—. Voy hacia el jardín.
—De acuerdo, milord.
Massimiliano observó cómo Amorina y Canela correteaban en el jardín, la primera detrás de la mascota intentando cazarla mientras el pompón de cuatro patitas ladraba de felicidad. Cuando pegó la vuelta por la glorieta la perra lo vio de pie en el rellano de las escaleras que daban a la galería y fue directa hacia él. Al levantar la cabeza Amorina y mirarlo también, una sensación la atravesó como si aquel hombre siempre había habitado aquella casa y tragó saliva con dificultad cuando se sintió de repente nerviosa. El anhelo de que fuese real aquel pensamiento la estaba embargando.
—Hola, Canela —sonrió y la alzó en sus brazos.
La perrita le dio un lametón en la barbilla y bajó las escaleras para ir a su encuentro.
—¿Qué sucedió que viniste? ¿Pasó algo en la textilería? —preguntó preocupada.
—Para nada, vine a traerte el collar.
—No era necesario, podías habermelo traído mañana o cuando podías —admitió con normalidad.
—Ahora que está completo te pertenece, fue un regalo de mi nonna para ti.
—Pues sí, podría tomarlo como un regalo suyo porque mi abuelo me lo iba a entregar cuando cumplí 21 años. Y a pesar de que no me lo diera él mismo, se lo dejó encargado a su abogado.
—Qué curioso —frunció el ceño—, ese collar se lo regaló mi bisnonna a su nieta cuando cumplió 21 años también.
—La verdad que más que curioso es una coincidencia o una casualidad —afirmó—. ¿Viniste solo? —formuló curiosa.
—Me acompaña mi escolta, me parece que él y tu doncella se gustan.
—¿Sí? —Levantó las cejas con interés.
—Los he visto bastantes veces en el pueblo hablando y riéndose.
—Pero eso todas las personas lo hacen.
—Las risas cambian cuando estás frente a alguien que te gusta y creo que ellos dos se atraen.
—Ya indagaré en eso y te contaré... digo, si al marqués le gusta ser chismoso —rio apenas se lo dijo.
—Me gusta saber de los demás porque me interesa saber cómo están los ciudadanos de mi pueblo y de mi ciudad.
—Siendo así, te avisaré.
—Hoy recibiste una llamada de tu doncella, ¿verdad?
—Sí.
—¿Está todo bien? —inquirió preocupado.
—Sí, solo era mi hermano que llegó de sorpresa.
—¿Y está todo bien con tu hermano?
—Sí, por supuesto. A veces se pone intenso, pero trato de apaciguarlo.
—¿Y ahora dónde está? —Le interesó saber.
—En el departamento que le dejó nuestro abuelo, en el centro de Savona.
Cuando dejaron de hablar, los ojos de Amorina cayeron en el estuche de terciopelo magenta oscuro con una necesidad tremenda de abrirlo. Y lo hizo.
—Es precioso —tocó las piedras del collar de manera espontánea—, tiene un encanto que me hipnotiza.
—¿Así es siempre? —Unió las cejas con curiosidad y mirando el rostro de la joven.
—¿A qué te referís? —Lo observó con intriga.
—Ayer por la noche vi que estabas como hipnotizada cuando te enganché el pendiente.
—No es que me deje así, me deja ver cosas... Situaciones de tu familia. El collar es mágico —expresó con firmeza.
—¿Situaciones de mi familia? —volvió a cuestionar.
—Sí, cuestiones que pasaron hace años atrás que ya no vienen al caso.
—¿No crees que tengo derecho a saberlo siendo de mi familia? —reanudó la pregunta.
—Fueron cosas de tu abuela con mi abuelo, con mi abuelo y el padre de Carmela, y otras escenas con Carmela y su marido. Te dije, ya pasaron. No necesitas saberlas.
—Yo insisto.
—En otro momento lo sabrás. Por ahora, guardaré el collar, ahora con mi hermano yendo y viniendo, prefiero tenerlo mucho más escondido que antes —confesó con tenacidad.
—Ya veo...
—¿Qué te gustaría beber o comer? Es el horario de la merienda.
—Pues lo mismo que tú.
—De acuerdo —le dijo con una sonrisa.
Romulo apareció frente a ellos con una bandeja para dos personas y la joven se excusó para ir al cuarto a guardar el collar.
Cuando quedó sola en su dormitorio, se lo colocó y este le mostró un suceso que era posible fuese verdad e implicaba a Ramiro, el hermano que había recibido el velero estaba teniendo dificultades con la embarcación ya que, por el bravío oleaje, no podía controlar el timón. Aquello le hizo pensar que estaba en peligro y quedó muy preocupada.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro