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CAPITULO 6

Complicaciones


Eleanor 

Me encuentro en una habitación aislada, observando a través del vidrio que separa mi espacio del de Katherine. 

Hace apenas unos minutos despertó, y según los médicos, ha respondido bien a las evaluaciones. Actualmente, está siendo interrogada por Santiago, un cadete del ejército de tierra que forma parte del escuadrón de búsqueda de los militares desaparecidos. 

Tener acceso a los pasadizos secretos del palacio tiene sus ventajas. No tenía idea de todo lo que estaba ocurriendo hasta que, mientras recorría uno de ellos, escuché a unos militares hablar del caso que preocupa a su escuadrón. 

—¡Ellie! —El grito de mi hermana Belle me sobresalta. Su entrada es rápida y enérgica, seguida por nuestro padre y Mia—. ¿Kathe? ¿Cómo está? ¿Puedo ir a verla? 

—El cadete Smith está con ella en este momento —respondo con calma. 

—¿Smith? —Belle frunce el ceño, sorprendida, y se acerca al vidrio para observar a Kathe—. Ese es Santiago. Estuvo en mi grupo de promoción. ¿Qué hace ahí? Él no es médico… ¿o sí? 

—Belle, en realidad sí es médico. 

—¿Qué? Pero si tiene veintidós años, ¿cómo es posible que tenga un título en medicina? Mia ni siquiera ha terminado una carrera profesional a su edad. 

—Comandante en jefe de las fuerzas armadas de Arzelia no es suficiente título para ti, Isabella —masculla Mia, claramente ofendida. 

No puedo evitar soltar una risa. 

—¡Por Dios, Amelia! —exclama Belle con exasperación—. Ese es un título honorífico por terminar tu formación militar, pero no te convierte en médica. Él sí lo es. —Señala a Smith al otro lado del vidrio. 

Mia rueda los ojos. 

—Fui la mejor de mi generación, eso no lo puedes desacreditar. 

—Yo también fui la mejor de mi generación —replica Belle con orgullo. 

Sonrío ante su discusión. Sus peleas de hermana mayor y menor siempre me han entretenido. Yo, por otro lado, solo ingresé a la escuela militar por compromiso, no por vocación. 

—Ustedes dos, par de inmaduras a las que solo les gusta alardear de sus títulos, hay un tema más importante que tratar —intervengo con firmeza. 

Siento sus miradas asesinas posarse sobre mí. 

—¿Nos llamaste inmaduras? —repiten al unísono. 

Trago en seco. 

Eso significa problemas.

—¿Quién lloró cuando le dieron el distintivo azul? —pregunta Belle con una sonrisa maliciosa. 

Debería haberme quedado callada. 

—¡Fue la emoción! —me defiendo—. Solo intentaba sobrevivir. Nunca pensé que me darían un reconocimiento por sobresalir en mi generación. 

—Tanto intentaste sobrevivir que el almirante Cortés me pidió personalmente que te integrara a la marina —interviene mi padre. 

Lo miro, sorprendida. No tenía idea de eso. 

—Yo mismo estuve en algunas de tus prácticas —continúa—. Eres buena, hija. Incluso diría que tu desempeño estuvo más pulido que el de Amelia. 

—¿Y yo qué? ¿Soy invisible? —se queja Belle, haciendo un puchero—. Alardeas de Mia y Ellie por su formación militar, pero yo solo ando en las nubes. 

Mi padre la abraza, atrapándola en un gesto protector. Belle intenta zafarse, pero la sonrisa en su rostro la delata. 

—Tú, pequeña leona revoltosa, eres mi tesoro —le dice con cariño—. Eleanor es mi felicidad… —Me mira y sonrío—. Y Amelia, mi orgullo. 

Mia sonríe al escuchar sus palabras. 

—Las tres son mis niñas —continúa mi padre—. Estoy orgulloso de cada una de ustedes y de su desempeño en la escuela militar. Sé perfectamente lo difícil que ha sido nacer en esta familia con tantas responsabilidades a tan corta edad. He intentado prepararlas lo mejor que he podido, porque conmigo no lo hicieron. Nunca pensé que llegaría a ser rey, así que tuve que aprender sobre la marcha. Solo intento hacerlo lo mejor posible cada día. 

—Lo has hecho bien, papá —dice Belle con una sonrisa—. Eres el mejor. 

Me conmueve verla tan sincera. No siempre es fácil expresarnos, pero en momentos como este, me doy cuenta de lo unidos que somos. 

Mia, sin embargo, vuelve rápidamente al asunto importante. 

—Bueno, rey de Arzelia y capitán general de los ejércitos de tierra, armada y aire… ¿cuáles son tus movimientos? —pregunta, adoptando su tono formal—. ¿Cuál es la información sobre la cadete desaparecida? ¿Y qué sabemos del cadete que la acompaña? 

Mi padre suspira y se gira hacia nosotras. 

—Katherine María González, hija mayor del difunto capitán Daniel González y la diseñadora de modas Olivia Martínez. Tiene diecinueve años y estuvo desaparecida aproximadamente dos semanas. Permaneció inconsciente un día después de su rescate. Llegó junto a su hermana Gabriela, de cinco años, quien también está despierta, aunque débil. Ambas están sanas y no presentan signos del virus. 

—Eso significa que puedo ir a ver a mi amiga —dice Belle, girando sobre sus talones, pero mi padre la detiene de inmediato. 

—Cálmate, leona —le ordena, regresándola a su lugar con una sola mirada—. Deja que descanse. El cadete Smith se encargará. 

—¡Pero yo soy su amiga, no él! —protesta Belle. 

—Isabella Margaret Anne —dice mi padre con severidad—, quédate quieta y no me obligues a castigarte tres meses como la última vez. 

—Bueno… me quedo quieta —murmura ella, cruzándose de brazos. 

Mia, por su parte, se interesa más en Smith. 

—Y el cadete Smith, ¿qué hace exactamente ahí? 

Mi padre asiente antes de responder: 

—Santiago Smith. Médico general de la Universidad de Ashwood, todo un prodigio. Terminó la preparatoria a los quince años e ingresó a estudiar medicina. Se graduó a los veintiuno y decidió unirse al ejército en la promoción de Isabella para aprender algo más en la vida. Es el hijo del medio de una familia de tres hermanos. Emily, de veinticinco años, es bacterióloga y está casada con un cirujano. Su hermano menor, Pablo, tiene quince y está en la preparatoria. Actualmente, Santiago forma parte del escuadrón de búsqueda de soldados desaparecidos y brinda asistencia médica en momentos críticos. 

—El chico es un genio —comenta Mia, observándolo con atención. 

Antes de que podamos continuar, el secretario de mi padre entra en la habitación. 

—Su Majestad —saluda con una leve inclinación—, los jefes de los ejércitos lo esperan en su despacho. 

Mi padre gira sobre sus talones para marcharse, pero Mia se interpone en su camino. 

—Basta de reuniones secretas —exige—. Somos tus hijas y princesas de esta nación. Cualquiera de nosotras podría subir al trono si algo te pasa, así que no nos ocultes más información. ¡No somos unas niñas! 

—Habla por ti —interviene Belle—. Yo apenas cumplí dieciocho hace un mes. 

Mia la fulmina con la mirada. 

—¡Isabella Margaret Anne! 

—Mia, no me grites. Sabes que eso me hace sentir como una niña con baja autoestima —dramatiza Belle, llevándose una mano al pecho. 

—Deberías haber estudiado actuación en vez de ingresar al ejército. 

—Lo hice el verano pasado. 

—¿Nadie te gana, cierto? 

—Touché. 

Mi padre suspira y nos observa con paciencia. 

—Caminen conmigo si quieren saber qué está pasando. 

Nos miramos entre nosotras antes de seguirlo. 

Al llegar a su despacho, los jefes militares nos esperan con rostros serios. Mi madre también está presente. 

—Señores —comienza mi padre con voz firme—, hemos recibido informes de que varios pelotones han desaparecido en las últimas semanas. Nuestros esfuerzos por localizarlos han sido infructuosos. La única persona que hemos encontrado es la cadete González. 

El ambiente se vuelve aún más tenso. 

Las cosas se están complicando cada vez más, y eso me preocupa demasiado. 

¿Hasta dónde vamos a llegar? 

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