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CAPITULO 23

REVELACIONES

Eleanor

Sophia se queja cuando limpio una de sus heridas, así que trato de hacerlo lo más delicadamente posible para evitar lastimarla más. 

Después de insistirle durante varios minutos para que me dejara curarla, finalmente acepta, y a través de los pasadizos logramos traerla a la biblioteca escondida. 

—Gracias —su voz me toma por sorpresa una vez que he terminado. Solo le sonrío y le entrego unos analgésicos para el dolor. 

—¿Terminaste? —La voz de Belle resuena en el lugar. La miro y asiento mientras me quito los guantes que estaba usando—. Hugo viene en camino. 

—¿Qué le dijiste? —pregunta Sophia, exaltada—. No puede verme así, Isabella. 

—Me escribió preguntando por ti porque no te había visto en todo el día, así que le conté lo que pasó. 

—¡¿Qué?! —grita, poniéndose de pie de un brinco—. ¿Por qué le dijiste que viniera? Tengo que irme... 

—¿A dónde? —Una voz masculina se escucha antes de que Hugo entre con dos bolsas de helado—. ¿A dónde piensas ir, Titi? 

¿Titi?

¿Desde cuándo la llama así?

Siento la mirada de Isabella sobre mí, y sé que está tan confundida como yo. 

—¿Te volvió a golpear ese idiota? —exclama Hugo con molestia, lanzándole una de las bolsas de helado a Isabella, quien la atrapa en el aire—. Chocolate y frambuesas —dice, haciendo que mi hermana suelte un pequeño chillido de felicidad y corra a mi lado con su bolsa. 

Luego le extiende la última bolsa a Sophia. 

—Helado de chocolate y nueces, tu favorito. Si vas a pasar el día así, al menos intenta comer algo rico. 

Sophia duda unos segundos antes de aceptarlo, pero al final lo toma y le agradece. Puedo jurar que Hugo sonríe un poco cuando ella lo recibe. 

—Vamos afuera —susurra Belle en mi oído mientras tira de mi brazo para sacarme de la habitación. Nos sentamos en el suelo del pasillo. 

—¿Todo fue tu plan? —pregunto, viendo cómo me extiende una frambuesa. 

—Quería helado, y justo en ese momento Hugo me escribió preguntando por Sophia. Así que aproveché para contarle lo ocurrido… además de pedirle mi chocolate. 

—Él la quiere, se nota a kilómetros. —Muerdo la frambuesa y llevo una cucharada de helado a mi boca. 

Aún no entiendo por qué a Belle le gusta esta mezcla de helado. Personalmente, prefiero ambos sabores por separado. 

—¿"La quiere"? Hugo ama a Sophia. ¿Viste cómo la defendió de nuestro padre? Y ahora hasta le trajo su helado favorito. 

—¿No te da curiosidad saber cómo se conocieron? ¿Su historia...? 

—¡Ellie! ¡Eres genial! Ya me diste una idea para mi próxima investigación: el romance de una princesa con un militar. 

—No sabemos si Hugo es militar al 100 % después de que confesara ser un infiltrado por petición de Sophia. 

—Cierto… ¿Cuánta información de Santiago o Hugo es verdad? 

—Hay que interrogarlo —propongo, llevando otra cucharada de helado a la boca y notando que Belle ya ha devorado la mitad del suyo. 

Se me olvida que come rápido. 

—Será el momento oportuno para entrar e interrogarlo —dice mirando hacia la puerta—. ¿Vamos? 

—Déjalos solos. Luego los interrogamos. Además, en cinco minutos no pueden hacer mucho, Belle. 

—¿Segura? En cinco minutos pueden pasar muchas cosas, querida hermana. 

—Belle, no seas malpensada. Además, aún no sabemos si son pareja. 

—Le trajo su helado favorito con nueces. ¿Qué más respuesta necesitas para admitirlo? 

Se escuchan risas al otro lado de la habitación. Nos miramos y sonreímos ante la situación. 

Belle se lleva la última cucharada de helado a la boca y se tira al suelo, abriendo un poco la puerta solo lo suficiente para espiar. 

—¡Basta, Titi! —se queja Hugo con una sonrisa de oreja a oreja. Está sentado en el piso con Sophia a su lado, quien intenta darle helado de chocolate—. Sabes que odio el chocolate. 

—Eres un aguafiestas —contesta Sophia, llevándose la cuchara de helado a la boca con una sonrisa—. No puedo creer que no te guste el chocolate. 

—Tú comes chocolate con nueces y no me quejo. 

—Es que es una mezcla espectacular. 

—Sí, claro... espectacular —dice Hugo con sarcasmo, y Sophia aprovecha para meterle una cucharada de helado a la boca, tomándolo por sorpresa y casi ahogándolo. 

El pobre hace muecas y arcadas, y Belle y yo reímos al ver sus gestos dramáticos. 

Por un momento pienso que nos han descubierto, pero siguen en su mundo. Nunca imaginé ver esta faceta en ellos. Hugo siempre es serio e impulsivo, mientras que Sophia es más tierna y determinada. Aun así, me cuesta asimilar que sean pareja. 

—¡Titi! ¡Me vas a matar! —chilla Hugo, pero no puedo evitar burlarme de él—. No vuelvas a hacer eso, casi veo a San Pedro. 

—Exagerado —se queja Sophia—. Bien que terminaste comiéndotelo. 

—Era eso o devolver hasta el desayuno. 

—¡Dramático! 

—¿Yo? ¿Dramático? ¿Quién se desmayó al ver una culebra de juguete en su habitación? 

—¡Tenía doce años! ¿Hasta cuándo vas a recordarme eso, Hugo? 

—Esa broma fue divertida —exclama él, sonriendo al recordar. 

—Claro, como no fuiste tú quien casi muere del susto. 

—Sigue siendo divertida. En ese entonces tu cabello no era tan largo y apenas tenías cuerpo. 

—¡Cállate! —grita, golpeándole el hombro mientras él se ríe—. Tenía doce años, era una niña. Apenas me estaba desarrollando. 

—¿Cierto? Porque cuando volví a verte ya eras toda una mujer, estabas hermosa. 

—¡Hugo! 

—¿Qué? Soy hombre y sentí cosas al verte. 

—Idiota. 

—Bien que me amas, Titi. 

—Hugo, baja la voz. Nos pueden escuchar. Y deja de llamarme "Titi", las chicas comenzarán a sospechar. 

Belle y yo nos miramos y reímos juntas. 

—Las chicas se fueron, así que no hay problema —dice Hugo mirando hacia la puerta. Belle y yo nos movemos de inmediato para evitar que nos vean. 

Belle se asoma con cautela, pero aparta la mirada rápidamente, sonrojada. 

—Ellie, vámonos. Eso definitivamente no es cosa de Dios —murmura, poniéndose de pie. Esa es la señal para irnos. 

****

— Hola, mamá. — La saludo una vez que llego a la habitación y la veo limpiarse algunas lágrimas de los ojos. 

— Hola, Ellie. — Me devuelve el saludo y se queda mirándome unos segundos. — ¿Por qué estás sudada? 

— Entrenamiento. — Respondo, y ella solo asiente antes de volver su mirada a Mia, completamente afligida. 

Nunca había visto a mi madre tan mal. 

— Ellie, los médicos dicen que está estable, pero solo queda esperar a que despierte. — Murmura con la vista perdida en la nada. — Trata de no salir del palacio y cuida mucho a Belle, por favor. No sería capaz de soportar que algo malo les pase a ustedes.

Por un momento pienso en decirle la verdad, pero me abstengo. Mi padre nos ha dicho que no comentemos nada dentro del palacio, solo en los pasadizos, donde no hay cámaras ni nada que nos exponga. Además, no quiere informarle nada a nuestra madre por el momento. 

— No te preocupes, mamá. Nosotras estamos bien.

— Tu padre va a hablar con el rey Dominic para aplazar el matrimonio. ¡Dios! No tengo la menor idea de qué vamos a hacer. Siento que el hecho de que Amelia haya enfermado nos ha dado algo de tiempo, pero tampoco quiero verla en ese estado. 

— Ella va a despertar, es un roble, mamá. ¿Qué tan seguro es que el rey Dominic acepte?

— No tengo idea. La situación en el país está crítica. Lo único bueno es que en la fiesta logré hablar con la reina Sofía de Valtoria, y está dispuesta a negociar con nosotros un nuevo tratado.

— ¡Mamá, eso es genial! Las cosas pueden empezar a solucionarse, ¿no?

— La intención es reunirnos para hablar bien, pero ella me ha pedido una condición.

— ¿Cuál? ¿Qué condición?

— Quiere que seas la encargada de ir a la primera reunión y hablar con el consejo. 

— ¿Qué? No, no... mamá... ¿Por qué tendría que estar yo en una reunión política?

— Eleonor, tienes veinte años. Ya has estado en reuniones con el consejo anteriormente y en temas políticos. 

— Lo sé, pero no de esta magnitud. Mi presencia en el consejo era para conocer el estado del país y la importancia de los actos en los que participaría, pero no como intermediaria entre los dos reinos. Para eso está Amelia.

— Eleonor, Amelia no sabe hablar lenguaje de señas.

¡Dios! Era eso. Sabía que algo faltaba en el rompecabezas. 

— ¿La reina solo me quiere porque sé hablar en señas?

— Honestamente, se sorprendió al ver cómo te relacionaste con sus hijos de manera tan natural en la fiesta y apreció que involucraras mucho a su hija con los invitados.

— Luciana es una buena chica y muy divertida, así que fue fácil. — Confieso. — Solo fui amable, mamá. No sabía que eso me terminaría involucrando en tratados o cosas por el estilo.

— Eleanor, sé perfectamente que tu fuerte no es hablar mucho con las personas. Prefieres los actos de estado con las fundaciones y las obras sociales, donde te pierdes interactuando con los benefactores en grupos más pequeños.

— Es más fácil tratar con niños y jóvenes que con adultos sobre negociaciones, dinero y poder, viendo quién se beneficia más o quién tiene más poder para ganar. 

— Siempre habrá alguien con más avaricia, sed de poder y ambición que otros. Tú tienes que reconocer cuál es la mejor oferta, qué opciones hay y qué le sirve a la nación, dependiendo de la situación. Recuerda que la prioridad siempre es beneficiar a las personas que nos necesitan.— Dice, y por un momento siento todo el peso que ella ha llevado durante todo este tiempo. — Eleonor, eres princesa de nacimiento, eso es cierto. Pero la única razón por la que tienes ese título es por las personas que están ahí afuera. Lo mínimo que podemos hacer es esforzarnos para ofrecerles lo mejor a ellos y a la nación. Por eso mismo buscamos las mejores escuelas para tu formación.

Me quedo en silencio, analizando sus palabras y comprendiendo un poco lo que siente Amelia. 

Si no supiera que Amelia despertará, ahora mismo estaría muerta de miedo, porque me correspondería tomar su puesto y sus obligaciones si el reino llegara a enfrentarse a una guerra. 

Solo de pensarlo, se me pone la piel de gallina. 

Ser reina nunca ha sido una posibilidad que haya considerado. Toda mi vida vi a Amelia en ese papel. Yo siempre fui la acompañante, la segunda opción, como muchas veces llegué a escuchar en las noticias. 

Siempre recibía críticas de por qué no era tan buena como Amelia, a pesar de que tuvimos la misma educación académica. 

Honestamente, creo que por eso siempre evité los grupos grandes de amigos en la escuela. Mis amistades eran pocas, pero con ellas podía ser yo misma. 

Mientras Amelia tomaba clases extracurriculares de deportes e idiomas complejos, yo me enfoqué en lo que sabía que ella casi no aplicaría: fotografía, arte, grupos de lectura… Ahí fue donde, sin darme cuenta, terminé encontrándome. 

Entrar a la escuela militar fue un reto para mí, ya que exigía mucho esfuerzo. Pero siempre traté de dar lo mejor de mí hasta que el accidente hizo que todo mi desempeño se viniera abajo, junto con mi autoestima. 

— Eleonor, eres más fuerte y valiente de lo que piensas. — Escucho a mi madre decir, apartando por un momento la mirada de Amelia para fijarse en mí. — Cuando llegue tu momento, lo sabrás. Así que trata de no hacerte tantas historias en la cabeza y mantente firme en tu criterio.

— Lo tendré en cuenta.

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