Capítulo 6: Castigo
Todos estaban dentro de un bar con poca luz, ya que, afuera hacia bastante frío y las cuatro brujas no querían que las vieran con el hijo del alcalde, así que, en un lugar donde todos estaban ebrios y no había mucha luz, se sentían mucho más cómodas.
Se habían sentado en una mesa muy oculta, en una esquina, mientras bebían algo para pasar desapercibidos como personas que se estaban divirtiendo.
Debido a que la ley dictaba que sólo los mayores de dieciocho podían comprar bebidas alcohólicas que no fueran vino (este se podía desde los dieciséis), Janice había tenido que comprar los tragos, pues era la única que cumplía con esa edad en el grupo.
Kate no disfrutaba mucho del alcohol, pero de vez en cuando le gustaba tomar un mojito o un trago preparado. Por otro lado, Janice bebía lo que fuera y tenía una resistencia impresionante, tan buena, que nadie la había visto ebria una sola vez, aun cuando se podía haber empinado botella tras botella.
—Bueno, en resumen: estábamos jugando con mis amigos a verdad o reto en una fiesta de unos chicos universitarios y entonces me retaron a decirle "me gustas" a uno de esos tres tipos y parece que no les gustó mi broma y entonces comenzó una pelea a golpes y me dijeron que me encontrarían solo y me matarían.
Las cuatro quedaron perplejas ante las palabras del tal Trey. Todas se habían imaginado una historia más de película, no que hubiera molestado a un grupo de homofóbicos vengativos y fortachones.
Todas estaban algo incrédulas y entonces, Janice habló:
—Déjame ver si entiendo... Solo le dijiste "me gustas" a uno ¿y se comenzaron a pelear?
El chico asintió.
—El primer golpe me llegó en la mejilla izquierda —comentó, tocándose la zona—. Y terminó cuando mi hermano se entrometió. Él es más grande y, aunque no es muy musculoso, intimida un poco más —explicó.
De nuevo hubo un silencio, pues ninguna sabía mucho que comentar al respecto.
Todas estaban algo decepcionadas por la razón de la agresión hacia el chico, en especial Janice, quien había esperado algo parecido a una película de acción de Hollywood como las que tanto le gustaban.
—Ahora... —siguió el chico—, ¿por qué no me llevaron al hospital de inmediato?
—Miedo —se adelantó Chayna—. Golpeamos a esos sujetos hasta tirarlos al suelo, temíamos que alguien se enterara.
Había sonado como una buena excusa.
—Ah... —Trey creyó las palabras de Chayna, aunque también había esperado algo mejor—. Bueno, pero ahora saben que nada malo pasará, ¿qué tal si me dan sus números para seguir en contacto? Quizás algún día necesiten un favor que pueda facilitarles como recompensa por sus buenas acciones.
Janice comenzó a vacilar, pero realmente, la idea no sonaba mal si la pensaba bien. Él no tendría que saber lo que eran realmente.
—Bueno... —accedió Janice, sacando su teléfono de su bolsillo—. Te daré el de Kate.
La nombrada la miro confundida, pero ella no le prestó atención, estaba concentrada en dictarle el número al chico.
—Bien, ya me tengo que ir o mi hermano se preocupará, pero espero verlas pronto. Parecen un grupo muy interesante y divertido —dijo con sinceridad.
Trey les dio una sonrisa amable y dejó unos billetes sobre la mesa para luego salir del lugar.
—Claro que somos interesantes —dijo Chayna cuando se fue—. Somos un grupo de brujas interracial. ¡Somos más que interesantes!
Sun Hee rodó los ojos por el comentario de Chayna, y siguieron bebiendo hasta terminar los tragos para luego ir al Internado.
Las brujas menores de diecinueve que asistían al internado no tenían permiso de beber alcohol, aunque eso no significaba que no lo hicieran, incluso habían metido botellas de alcohol a los cuartos para hacer mini fiestas dentro, pero, aun así, si alguien las descubría, se verían entrometidas un grave problema.
Apenas llegaron al internado, las cuatro fueron en dirección a su cuarto, sigilosamente para no tener alguna clase de problema.
Estaban subiendo hacia el tercer piso del edificio, cuando se toparon con Paula.
Paula era la mano derecha de la actual Magistra. Era una bruja proveniente de Colombia, tenía la piel bronceada y el cabello castaño, con unas cejas perfiladas y unos labios carnosos. Era una de las brujas más hermosas físicamente, además de una de las más amables y carismáticas.
—¿A dónde fueron hoy? —preguntó con una sonrisa amable.
Claro, no estaba molesta, ni sospechaba que las otras estuvieran haciendo algo contra las reglas, pero todas sabían que era cuestión de tiempo para que se percatara de que algo extraño sucediera.
Kate decidió que sería mejor que ella respondiera, pues había bebido solo un vaso.
—Fuimos a comer donas —contestó.
—Maravilloso. Espero que hayan disfrutado su tarde —las cuatro asintieron—. Bien, nos vemos.
Paula comenzó a bajar las escaleras y las otras cuatro comenzaron a subir, al menos hasta que Paula volvió a hablar:
—Un momento —las detuvo y comenzó a subir de vuelta, acercándose a las chicas—. Janice, tírame tu aliento.
Janice quedó helada.
—¿A-ah?
—Tu aliento —insistió.
A Janice no le quedó de otra que hacer lo que Paula le pidió y esta, al sentir el olor a alcohol, soltó un suspiro.
—Bien, ahora ustedes tres —pidió.
Después de que sintió todos nuestros alientos, negó decepcionada.
—Esto no le gustara a la Magistra —comentó.
Y, por consecuencia, tampoco les gustaría a ellas.
[...]
No había nada que pusiera más tensa a todas las brujas que tener que ver a la Magistra en su oficina. Incluso ante una multitud, la Magistra siempre inspiraba temor y reafirmaba su lugar como autoridad, poniendo tensos a todos los que la oían.
La Magistra siempre había sido una figura que causaba respeto y algo de miedo en las brujas, y tener que ir con ella por haber cometido una infracción, era mucho peor que ser acusada al director de una escuela.
Las Magistras eran elegidas de una manera un tanto brusca. Al momento en que moría la Magistra de ese momento, la siguiente, quien era elegida por el mismo Satán, sufría un gran dolor de cabeza, acompañado de un derrame nasal, mostrando que su sangre se había tornado completamente negra. Sí, las jefas de las brujas tenían sangre negra y aún más viscosa y espesa que la de las demás brujas. Gracias a eso se podía comprobar quien era la siguiente jefa.
La Magistra actual se llamaba Ragna. Era una mujer de cincuenta años, rubia y de ojos azules, casi tan pálida como una hoja de papel, y era una de las más duras que había liderado en todos esos siglos.
Cuando Paula llevó al grupo hacia la oficina de la Magistra, esta estaba vacía. Era una oficina oscura, con unos muebles de madera pintados de negro, con libros y algunos adornos de metal muy antiguos. Había también un escritorio grande de madera, con un asiento que parecía más un trono acolchado de color morado oscuro; y en una esquina, estaba el globo terráqueo mágico.
—Esperen aquí, iré por Ragna —ordenó Paula—. No toquen nada.
Aun cuando se suponía que debía ser dura con ellas, Paula hablaba muy amablemente, principalmente porque ella alguna vez también había sido una simple bruja adolescente separada de su familia que no tenía ninguna clase de relación estrecha con la Magistra. Paula se había ganado su lugar ahí siendo una de las brujas más ejemplares y leales, pero lo había hecho recién a sus treinta y cinco años, dos años atrás; antes de eso, sólo era una bruja más.
Cuando Paula salió, todas soltaron sus cuerpos.
—Nos matara —dijo Janice—. O peor, nos hará limpiar la biblioteca.
Limpiar la biblioteca podía sonar como un castigo no tan terrible, pero cuando veías la cantidad de repisas y polvo, se sentía de otra manera.
—No creo —dijo Sun Hee—. Hace tres días castigaron a un grupo por romper una ventana jugando tenis y el castigo fue limpiar la biblioteca... no debe estar lo suficientemente sucia aún.
—¿Entonces? —preguntó Kate.
Sun Hee se encogió de hombros.
—No soy adivina.
Aunque pudiera pensar en los posibles castigos, se sentía muy nerviosa para eso.
—Si tan solo supiéramos de adivinación como nuestras antepasadas, estaríamos en otra situación —se lamentó Chayna, nuevamente.
Estaba claro que Chayna tenía una devoción por la adivinación, pero había oído que no era para nada fácil de aprender, y en ese entonces, era simplemente imposible.
En ese momento se oyeron pasos afuera, por lo que las cuatro se pusieron en una fila, con sus brazos pegados a sus costados, como si fueran soldados.
Segundos después, la Magistra entró con Paula detrás.
Las cuatro chicas no movieron ni un musculo, sólo esperaron a que la mayor se sentara en su escritorio. Quizás, Ragna no era tan anciana y mantenía una buena salud, pero aun así hacía las cosas lentamente y con cuidado.
Paula se quedó de pie a su lado, casi tan tiesa como las demás.
La jafa de las brujas soltó un suspiro.
—De Janice me lo esperaba, ¿pero de las demás? —miró a Sun Hee—. ¿No tienes mejores cosas que hacer que beber? ¿Cómo mirar estrellas o practicar tus artes marciales?
—Sí, señora —respondió Sun Hee, sin mover más que sus labios—. Lamento mi comportamiento de esta noche, no volverá a suceder.
La mirada de Ragna se movió hasta Chayna y soltó otro suspiro.
—Bueno, espero que no se te esté contagiando la actitud demencial de Janice porque tienes el potencial para ser incluso peor.
Eso lo decía porque Chayna era mucho más animada y aventurera, por lo que, si iba por el camino incorrecto, terminaría metida en más problemas que Janice.
Luego, miró a Kate.
—Kate... —pensó un momento que decir de ella—, tan tranquila... dicen que son las peores.
Kate no sabía que responder a eso, solo evitó su dura mirada lo que más pudo, intentando no parecer tan asustada.
—Bueno —volvió a hablar—, ya que, la biblioteca fue aseada hace tan solo tres días, deberemos buscar otro lugar que limpiar —miró a Paula—. ¿Alguna sugerencia?
Paula tomó su celular y comenzó a buscar algo.
—La bodega del sótano es lo único que queda... —dijo, algo preocupada.
Ragna pareció pensarlo y, por alguna razón, analizó a Janice por algunos segundos.
Ninguna de las cuatro había oído mucho de la bodega del sótano, de hecho, no sabían exactamente cuántas brujas habían entrado ahí, pero sabían debía ser un grupo muy reducido. Normalmente se les tenía prohibido el acceso, además de que siempre se mantenía bajo llave, de la cual solo había una copia y quien la mantenía en su posesión era Paula.
—Bien... —apoyó sus brazos en el escritorio—, ustedes son buenas chicas, sé que no se meterán en nada que no les corresponda —dijo, más bien como una advertencia.
—Por supues...
—No te dije que hablaras, Janice.
Janice fingió que cerraba su boca con un cierre y apretó los labios fuertemente.
—Entonces, mañana a primera hora, Paula las llevará a la bodega y les entregará los implementos que deben usar, y claro, les dirá lo que pueden y no tocar —informó—. Lamento que tengan que perder sus actividades, pero eso es una lección: jamás entrar ebrias al Internado nuevamente.
Todas asintieron sin decir nada.
—Bien, pueden retirarse.
Las cuatro hicieron una reverencia coordinadamente, y salieron lo más rápido y ordenado posible de la oficina. Cuando estuvieron a varios metros de la oficina, Janice habló:
—¿Ebrias? Solo tomamos un poco de alcohol, podría patinar en este estado y sin caerme.
—Será mejor que no lo intentes —dijo Kate—. O terminaremos en un lugar peor que la bodega.
—Ni siquiera la hemos visto —argumentó Chayna.
—Pero piensa, esa cosa no deben limpiarla de hace meses o años... nadie va mucho si quiera.
—Al menos, será más interesante que limpiar la biblioteca una vez más —comentó con optimismo Janice.
Claro, Janice había limpiado por lo menos diez veces ese año la misma biblioteca, con los mismos libros, cuadros y muebles, al menos ahora conocería un nuevo lugar del internado.
Cuando llegaron al edificio de los cuartos, este tenía poco movimiento. Habían pasado frente a unos cuarenta cuartos y en solo dos se había oído ruido, siendo que recién eran las nueve de la noche.
A pesar de que las cuatro chicas se habían mudado cuando aún eran niñas, todas recordaban como se sentía la verdadera libertad. No era que el internado fuera una prisión como tal, pero tenía muchas reglas y horarios.
Cuando niña, Janice pasaba la mitad de su vida jugando en su barrio con otros niños, andando en patineta o patines, pero en ese entonces, si quería hacer una de esas actividades debía ser dentro de las paredes del internado.
La única que quizás no había sufrido demasiado cambio había sido Sun Hee, pues ella pasaba la mitad del día en la escuela, la otra en talleres de otras actividades como karate o esgrima, mientras los fines de semana estudiaba.
En cuanto a la vida de Chayna y Kate, el mayor cambio había sido el no tener actividades con sus familias.
A veces Kate extrañaba poder quedarse hasta tarde haciendo algo, cantando karaoke con sus hermanos en la sala en pijama o viendo una maratón de Star Wars aun cuando a esa edad no la entendía demasiado y sus hermanos debían explicarle.
Chayna no hacia actividades tan divertidas como las de Kate, más bien, extrañaba hacer caos con sus hermanos hasta que su madre se enterara y los reprendiera.
Algunas brujas temían nunca volver a tener una familia. Sabían de brujas que habían formado familias fuera del intentado, pero no era fácil.
Si una bruja se enamoraba de una persona común, entonces debía ocultarle lo que era realmente el resto de su vida. Antes había sido mucho más fácil, pues había una forma de ocultar la marca de bruja, pero en ese entonces, lo único que se podía hacer era maquillarla o mentir, diciendo que era un tatuaje.
Cuando las cuatro estuvieron en su cama, todas se quedaron dormidas rápidamente, menos Kate, quien no podía dejar de preguntarse si se sentiría aún más sola cuando fuera una adulta.
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