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Capítulo 17: Tomar bandos

La situación en la cena era un poco incomoda, todas habían notado que los hermanos Peters no estaban felices con la presencia de la nueva novia de su padre, Melanie.

La mujer parecía muy decente, educada y amable; pero eso no quitaba el hecho de que su aparición había sido repentina.

Las cuatro brujas apenas hablaban, pues no querían entrometerse en el asunto familiar, por lo que la conversación estaba principalmente compuesta por el alcalde, sus hijos y novia.

—¿Y cómo se conocieron? —preguntó Adrien—. Jamás habíamos oído de ti, Melanie.

—Fue hace unas semanas, su padre chocó conmigo en la inauguración de la nueva biblioteca y fue muy amable conmigo —comentó con una sonrisa avergonzada—. Es un gran hombre y lo deben ser ustedes también.

Adrien no respondió nada a eso, tampoco Trey, quien estaba mucho más silencioso, mirando su plato y jugando con la sopa.

—¿Y ustedes? —preguntó Melanie, mirando a Janice y luego a Trey—. Edward me contó que se conocieron en una situación complicada.

Trey no dijo nada, solo siguió jugando con su sopa, por lo que Janice se vio en la obligación de responder.

—Sí, lo salvamos de un grupo de matones.

La mujer las miró maravillada.

—Que chicas más valientes —comentó—. Yo jamás habría podido hacer algo así.

Las cuatro fingieron unas risitas, pero la verdad era que la situación seguía siendo muy incómoda como para relajarse y actuar normal.

Luego de la cena, el señor Peters fue a dejar a Melanie a su casa y los demás subieron al cuarto de Trey, quien seguía actuando muy extraño.

—Es una linda chica —comentó Janice, para llenar el silencio del ambiente—. Un poco joven para su padre, pero para el amor no hay edad, ¿cierto?

Sun Hee le dio un codazo en las cosillas, provocando que se retorciera.

—Lo que Janice quiso decir... —le dio una mirada amenazante a su amiga—, es que parece una buena persona para su padre.

Trey se encogió de hombros.

—Cómo sea.

Kate fue con Trey y se sentó a su lado en la cama.

—Entiendo tu molestia, yo también me sentiría igual —dijo, comprensivamente—, pero todos tienen que seguir con su vida en algún momento. Cuando tú seas grande y hagas tu vida, tu padre no tendrá a nadie a su lado para compartir su vida... a nadie le gusta estar completamente solo y, tal vez, él quiere una compañera.

—A los ermitaños les gusta estar completamente solos —dijo Janice y, está vez, Chayna le dio el codazo—. ¡Auch!

Trey no le prestó atención a Janice, estaba muy concentrado en sus pensamientos y las palabras de Kate.

—Sí, lo sé... gracias, Kate.

Trey le dio un abrazo, el que Kate recibió con una sonrisa de alegría.

Cuando se separaron, Kate se puso de pie y se paró entre Sun Hee y Adrien.

—¿Y por qué a mí no me consuelas? —preguntó Adrien.

Kate lo miró con disgusto.

—Tú ya estás grande, no seas llorón.

Adrien la miró ofendido y simplemente se cruzó de brazos molesto.

—Bien, ¿qué tal si practicamos una última vez por hoy? —preguntó Sun Hee.

Las otras tres asintieron y fueron devuelta a su habitación.

[...]

Paula había estado intentado descubrir cuál era el plan que estaba usando Sophia, pues habían pasado días y aún no había sucedido algo.

Paula se había asegurado de que las cuatro brujas siguieran vivas el día anterior. Había salido del internado como un búho en la noche, camuflándose en la oscuridad para que nadie la notara, y se fue posando ventana por ventana de la casa, hasta que encontró a las cuatro durmiendo en una habitación.

Lo que Paula estaba haciendo le podía costar la vida, pues estaba desafiando a todas las autoridades posibles. Si Ragna se percataba de que esa vez no estaba completamente de su lado, no dudaría en asesinarla con sus propias manos.

¿Por qué estaba poniéndose en riesgo esa vez? Paula jamás se había sentido cómoda con saber que le ocultaban a casi toda la población de brujas la existencia de los libros, menos cuando ella sí sabía usar sus poderes. La única razón por la que había guardado silencio era por miedo, pero ya no podía seguir temiendo, no después de que cuatro adolescentes habían sido capaces de hacer todo eso por lo que era justo.

Ese día, Paula estaba en el taller de biología, de ayudante de la maestra, cuando escuchó a unas chicas conversar algo importante:

—¿Qué cosa tan grave pudieron hacer para que las castigaran por tantos días? —preguntó una chica, en susurro a otra.

—Quizás fueron a una fiesta o llamaron la atención... —respondió la otra—. Sabes lo loca que es Janice.

Paula, quien limpiaba unos instrumentos, fue hacia la maestra:

—Tengo que hacer algo, ¿me disculpa?

—Claro, no hay problema.

Paula salió de la sala a paso rápido y fue hacia la oficina de Ragna, en donde está estaba hablando con Sophia. Sin pensarlo, abrió la puerta de golpe y entró, ganándose una mirada de reproche.

—Siempre debes tocar, Paula.

—Lo sé, Ragna, lo siento, pero he oído niñas inventando rumores de lo que sucedió con Janice y las demás —comentó—. ¿Qué piensas hacer?

Paula suponía que Ragna tenía pensada una mentira que decir respecto al tema.

—Sophia ya me había comentado unas cosas —le dijo Ragna—. Hoy día haremos una reunión en el patio central y les contaré la historia.

—¿La verdadera?

—Claro que no, Paula. Eso solo terminaría por acabarnos —dijo molesta—. ¿A menos de que eso sea lo que quieras?

La pregunta puso nerviosa a Paula, pero no lo demostró.

—No, claro que no.

—Entonces déjamelo a mí y tú sigue en tus actividades normales.

Paula asintió y antes de salir, su mirada se cruzó con la amenazante mirada de Sophia.

Cuando Paula estuvo afuera de la oficina, Sophia miró a Ragna seria y dijo:

—Ella es débil mentalmente, ¿lo sabes?

—Lo es, pero por esa razón le es fiel al lado con más fuerza —explicó—. Esas niñas estarán muertas en el momento en que pongan un pie fuera de esa casa y si ella estuviera de su lado, terminaría igual, y lo sabe.

Sophia odiaba que Ragna confiara en Paula a ojos cerrados, incluso más que en ella, cuando era obvio que ambas se parecían mucho en forma de pensar, pero ahí estaba el problema. Ragna sabía que Sophia tenía aires de grandeza, no le gustaba que la mandaran, le gustaba ser la jefa; tal como a ella.

A Sophia y a Ragna les gustaba tener el poder y eso las terminaba volviendo competencia.

Paula estaba bien con ser la segunda, la fiel acompañante, el personaje secundario de la historia y eso le gustaba a Ragna.

—¿Cuándo convocarás la reunión? —preguntó Sophia.

—Una hora, cuando los talleres del día estén terminados.

—Perfecto.

[...]

Todas las brujas estaban saliendo de sus cuartos, mientras el Consejo estaba reunido en el patio principal.

Algunas de las brujas estaban en el segundo piso, asomadas por las barandas, listas para oír lo que su Magistra tuviera que decir, y otras estaban en el primer piso, rodeando a Ragna, quien se encontraba de pie en un pequeño pedestal.

Cuando todas las brujas habían salido de sus habitaciones y se encontraban presentes, Ragna comenzó a hablar:

—Muchas habrán notado que cuatro de nuestras compañeras no se encuentran en el internado: Janice Harris, Kate Baker, Lee Sun Hee y Chayna Mansour —unos cuchicheos se hicieron presentes—. Este internado no es una prisión y, aunque no les recomendamos salir y vivir como humanas, ellas decidieron hacerlo.

Paula, quien oía todo desde el segundo piso, sintió la rabia recorrer su cuerpo. Ragna y las dieciocho brujas del Consejo estaban de acuerdo con esa gran mentira solo porque quedarían bien frente a las demás. Paula ya sabía que eso pasaría, pero oírlo había sido distinto.

Si Ragna era capaz de mentirle a miles de brujas tantas veces, sin ni un remordimiento, ¿qué otras cosas sería capaz de hacerles?

—Intentamos que cambiaran de opinión por su propio bien, pero fue inútil —dijo, fingiendo algo de decepción—. Perdimos compañeras, pero ellas perdieron mucho más.

Todas las brujas comenzaron a aplaudir y a comentar cosas malas de las cuatro brujas que habían "escapado". Sí, ellas se habían ido, pero no por la razón que Ragna había dado.

En ese momento, Paula resolvió el conflicto interno que había tenido todo ese tiempo y decidió que era hora de actuar.

[...]

Chayna estaba respirando aire fresco en el patio de la casa, mientras las demás seguían en el cuarto.

Ya pronto sería la hora de la cena, por lo que no tardarían en bajar al primer piso.

Adrien estaba con Chayna, vigilando que todo estuviera bien.

—¿Kate tiene algo contra mí? —le preguntó Adrien, de pronto.

Chayna lo miró confundida.

—¿Kate? No, pero a veces es un tanto infantil —explicó—. Una vez dije que una de sus bandas favoritas era muy mala y durante casi un mes atacó mi estilo musical cada vez que tenía la oportunidad, hasta que le dije que lo lamentaba.

—Se ve tan dulce.

—Es dulce y parece inofensiva, pero tiene su carácter. Si no hubiera sido por ella, tu hermano ahora estaría muerto —contó.

—¿Fue por ella?

—Ella lo vio y se atrevió a enfrentar a los matones primero... claro, Sun Hee fue el mayor aporte, pero jamás hubiera podido ayudarlo si Ka te no hubiera comenzado.

Adrien rio ante la idea de Kate enfrentando a un tipo rudo y musculo, pues no podía imaginarlo realmente.

Antes de que volviera a comentar algo, un pequeño pájaro se estrelló en el suelo, frente a ellos.

Adrien se levantó del suelo asustado y Chayna se agachó rápidamente para ayudar al animalito, pero este comenzó a cambiar de forma hasta transformarse en alguien conocido.

—¿Paula?

—¿Ella es mala? —preguntó Adrien nervioso, retrocediendo.

—No, bueno... no lo sé.

Chayna no tenía certeza del bando que había tomado Paula, pero imaginaba que estaba con Ragna en todo lo que había pasado, por lo que comenzó a retroceder lentamente.

Paula agarró su cabeza y emitió un quejido. El golpe que se había dado por ir volando tan rápido y chocar con una rama de un árbol, le había dolido bastante.

—Estoy de su lado —dijo, al percatarse del miedo de Chayna.

—¿Cómo lo sabemos? Tú también sabías lo de los libros y no hiciste nada.

—No podía —contestó de inmediato, con algo de desesperación—. Ragna y el Consejo me hubieran acabado, tal como lo quieren hacer con ustedes, pero ustedes tienen oportunidad.

Hubo un silencio, mientras Chayna analizaba a Paula.

—¿Qué quieres?

—¿Podemos entrar? Aquí afuera me arriesgo a que alguien nos vigile y me descubra...

Paula tenía puesta una capa con capucha, la que cubría su rostro y se había asegurado de que Sophia siguiera en el internado cuando se había marchado.

Chayna le hizo una señal para que los siguiera, un tanto insegura, y entraron a la cocina para luego ir hacia el comedor.

Las demás ya estaban ahí, incluidos Trey y Alice, quien había ido ese día a la casa, y al ver a Paula, quedaron en un trance.

Paula solo se quitó un bolso que tenía metido dentro de la capa y sacó un libro.

—Es el libro de invocaciones, quizás les sirva en algún momento —dijo, entregándoselo a Chayna—. Es muy peligroso usarlo, no pueden jugar con las cosas que dice.

—No vimos ese libro cuando entramos a la bodega —dijo Sun Hee, mientras Chayna analizaba las hojas del objeto.

—Es porque estaba en un compartimiento oculto detrás del librero de la bodega —explicó—. Ni siquiera todas las integrantes del Consejo lo han leído.

—¿Por qué?

—Jugar con el Padre no es una broma, menos intentar contactarlo.

—¿El Padre? —preguntó Adrien, confundido.

—Satanás —contestó Sun Hee—. Él y Anne Kedward son nuestros padres creadores.

Eso hizo que los humanos sintieran un escalofrío.

En ese momento, Melanie, la nueva novia del alcalde, entró.

—Hola, chicos, ¿cómo...? —se detuvo al ver el libro en las manos de Chayna y luego pasó su vista a Paula.

—¿Quién eres tú?

—Una amiga —dijo Janice—. Nos trajo algo que necesitábamos.

Paula asintió.

—¿Ese libro? —preguntó Melanie—. No parece algo bueno.

Chayna lo alejó de Melanie, quien ya había visto el nombre "Invocaciones, maldiciones y más", el cual, por claras razones, no sonaba como algo bueno.

—Solo es un libro —dijo Sun Hee—. Tiene historias.

Melanie asintió, poco convencida.

—Bueno, me tengo que ir —informó Paula.

—Fue un gusto —le dijo a Melanie y los demás humanos.

—Igual —respondió la mujer.

—Yo y Chayna la acompañaremos a la salida —avisó Adrien.

Paula siguió al chico y Chayna fuera del comedor y luego a la salida trasera de la casa.

—Cuídate —pidió Chayna.

—Estaré bien —aseguró—. Ustedes deben tener más cuidado...

—Lo tendremos.

Paula se transformó en un pájaro nuevamente, esta vez en un búho y comenzó a volar en dirección al internado.

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