Capitulo 24
Recuerdo en aquél día lluvioso cuando estaba llorando por su madre y lo sucedido. Me sentía tan débil al ver que realmente no tenía ni la menor idea de lo que podría hacer y aún así haberlo visto de ese modo me había partido el corazón por ser el hecho de un niño llorando al enterarse de que su madre ya no lo apreciaba como tal. Algo decepcionante, algo triste que sólo te daba ánimos de querer ayudarle.
- En ese día mi madre me echó de la casa, nunca entendí porque dijo que yo era muy débil y fue la última vez que la vi.
Tomé silencio por unos minutos mientras terminaba mi Sandwich y esperando que él hiciera lo mismo. Recogí ambos platos y los tiré en el fregador para acordarme de lavarlos más tarde y nuevamente tomé asiento.
- Muy bien Will, ¿te molestaría si retomara con las preguntas anteriores?- me aferré a la mesa apoyada sobre mis brazos.
- Bueno... - contestó algo intimidado.
- Perfecto- exclamé- ¿En que parte habías dicho que vivías?- pregunté.
- En el bosque de la luna, pero en una vieja cabaña - contestó entrando en detalles.
- Bien, ¿cual era el nombre de tus padres?- tosí disimuladamente.
Miró hacia el techo tratando de recordar una cosa muy pensativo y lentamente rodó sus ojos hacia la mesa.
- Mi padre se llama Patrick y mi madre Adela.
Esto era un buen progreso. Lo mejor sería anotarlo.
- Dame un segundo, y no te muevas de allí- corrí hacia la cocina para traer la vieja libreta con el bolígrafo.
- ¡Listo!- exclamé aliviada- Aja... Decías entonces que tu padre se llamaba Patrick y tu madre Adela ¿no?- rectifiqué.
Asintió sin expresión alguna. Tenía la esperanza de anotar lo necesario antes de empezar con el análisis y la búsqueda, por lo visto todo marchaba mejor que antes y a decir verdad teníamos mas soltura en gran parte por la confianza.
- Perfecto, ahora háblame un poco sobre ti, acerca de lo que me éstas contando me gustaría saber como aquel niño logró sobrevivir independizandose por si solo.
Tragué saliva muy entusiasmada cuando apenas el bolígrafo pudo sentir la hoja.
- Cuando tuve cuatro años podía hablar con más fluidez por lo que mi mamá no se apiadó más de mi, la casa comenzaba a sentirla vacía, ni mi hermano mayor se encontraba en ella desde que tenía tres años. Y como no había nadie que me pudiese ayudar o alimentar, comencé a intentarlo por mis propios medios.
- ¿Te refieres a que dejaste el biberón a temprana edad?- interrumpí.
- Correcto, como entre los dos y tres años.
- Increíble- susurré sin poder creer lo que escuchaba.
Frunció el ceño.
- ¿Acaso te asombra escuchar eso?- preguntó con desdén- Isis yo acostumbraba a comer dos veces al día, por eso en esa noche en la que me ofreciste un trozo de pizza me había confundido un poco la hora de almorzar.
- Espera, entonces dices que no cenabas ¿y como hacías para dormir ?. Me imagino que habrás tenido infinidades de dolores de estómago- comenté sin dejar de poner los ojos en blanco.
- En realidad los dolores de estómago no eran suficiente para mí, por eso procuraba acostarme a más tardar a las siete.
Pobre niño.
- Y ¿que era lo que te servías de comer?- mantuve firme los labios.
- Cada vez que me levantaba lo que casi siempre podía encontrar en el refrigerador eran alimentos viejos que algunas veces terminaban por vencer: pan, queso, mermelada, chocolates y almacenes de carne y pollo.
- ¿Solo eso? Y ¿que hacías?, ¿Tus padres no salían mucho a comprar alimento?- pregunté alterada.
Imaginar a William buscando alimento en su refrigerador era bastante horrible y más en un pobre e indefenso niño que solo trataba de sobrevivir.
- Mi madre y mi padre se perdían durante todo el día, hasta que aparecían en la noche cada quien por su lado al igual que mi hermano, podía ver que el era el hijo más unido a su madre que cualquier otro. Por lo tanto yo durante todo el día salía a recorrer el bosque en busca de un amigo para jugar, y por las noches me mantenía oculto en la vieja cabaña debajo de las sabanas, esperando a que desaparecieran los animalejos del bosque.
- ¿animalejos?, te refieres a los zorros, los buhos...
- Al contrario, esos animales nunca le hacen daño a nadie, solamente tratan de sobrevivir como yo, me refiero a que en la oscuridad siempre salían grandes animales indistinguibles por sus grandes ojos intermitentes, la mayoría de ellos no salen en el día pero durante toda la noche se dedican a aullar y a pelear como perros feroces. Yo siempre me sentía seguro en esa cabaña, ellos no me podían olfatear como tal pero desde luego los escuchaba.
Un escalofrío me recorrió por el cuerpo como si fuera a causa de una corriente.
- ¿Dices que eran bestias inmensas, como la de hace rato?- pregunté retenida mente- Significa que esas cosas... ¿Salen de aquél bosque?- analicé sobresaltada.
- Desde luego.
- Cuando te había llamado no me escuchaste, simplemente te acercaste más William casi me matas de un susto, si esa bestia te hubiera hecho algo...
- No podía evitar sus ojos Isis, era como si lo conociera, como si me estuviera hablando no estoy seguro.
Tomé aire por unos segundos y observé mis dedos entre cerrados.
- Descuida eso es miedo, todos nos podemos llegar a sentir así- razoné. Mi celular comenzó a vibrar y enseguida me di cuenta de que la libreta me había servido para nada. Era un mensaje de Ana:
Hola, ¿que dices si hoy a las 8 por Skype? ¿Eh?.
Inmediatamente comencé a escribir.
- No puedo, estoy ocupada ¿mañana si?, pero si es algo urgente lo puedes escribir por aquí- contesté.
Enseguida revisó el mensaje marcando el visto de azul apostando a que se había enfurecido. Revisé con esperanza el viejo chat de Tessa pero no había señales de ella. Desde la última vez que se había conectado habían pasado tan sólo cinco días, ya era bastante extraño para alguien que me escribía durante todos los días a primera hora sin importar la distancia, a pesar de que eran seis horas de diferencia. La mayoría de veces ella madrugaba tan sólo para pasar el tiempo juntas por Skype aunque lo tomábamos como una necesidad. Yo a veces leía mientras ella jugaba video juegos o hasta incluso mientras yo desayunaba ella almorzaba.
- Isis... Puedo comer galletas- preguntó tímidamente distrayendome de los mensajes.
- Por supuesto son tuyas- revisé la hora y apuntaban las nueve, hora de irse a la cama.
- William, puedes comer mínimo tres o después no podrás dormir - reprendí. Pero ya había comido como cuatro galletas oreos.
Subimos a la habitación y una vez que ordené las sábanas en el suelo por si quería dormir allí me lancé hacia la cama. Pude sentir como todos mis músculos y mis huesos se relajaban intensamente una vez que sentían la comodidad de la colchoneta.
- William, esta vez te toca apagar la luz- exclamé enterrando la cabeza entre una esquina de las almohadas.La luz se apagó y de repente sentí como la cama se hundía desde el otro extremo hasta hundirse a una distancia de mi espalda. Giré la cabeza un poco y miré de reojo a William acostado a mis espaldas abrazado de una de mis muñecas Gorjuss con vestido rojo y amarrada de dos colas de caballo. Sin duda me parecía extraño que un niño pudiese tenerle tanto afecto a una simple muñeca cuando preferirían en vez de aquello a su oso Teddy.
- Buenas noches William.
- Buenas noches Isis.
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