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Interludio III: la Cadena Alimenticia

https://youtu.be/ySoEE4FhBOA

[En alguna parte del Mar Mediterráneo 1880]

A plena luz del mediodía, por los mares del mediterráneo surcaba un elegante barco de origen turco; el estribor estaba adornado con decoraciones dignas de la realeza turca. Incluso en un extremo, mirando a la proa del barco, se encontraba una elegante silla roja con decoraciones doradas, semejante a un pequeño trono. En aquel barco se encontraba nada más ni menos que el sultán del decadente Imperio Otomano, Abdul Hamid II, quien organizó un viaje secreto para reunirse con una persona, que a su juicio, le ayudaría en los futuros problemas que presentaría su gobierno.

Para su suerte, la reunión fue un éxito, y justo ahora mismo, el sultán, quien se consideraba así mismo como el "Campeón del Islam", y el más grande gobernante que su reino haya conocido, vestido con su mejor traje real, se encontraba en el estribor, postrado con la cabeza al suelo, temblando de terror, frente a la silla dorada, donde estaba nada más ni menos que Ezequiel Cross Norris, vestido con un normal traje de sacerdote, aunque con el mismo rosario dorado y una insignia en el pecho izquierdo, con el símbolo del gremio San Bestia.

Alrededor de ambos se encontraban diez guardias y diez sirvientas de origen turco; los primeros estaban igualmente arrodillados y temblando de intenso miedo, mientras que las sirvientas solo miraban la escena todas juntas desde lejos, con un rubor en sus rostros al ver al gran líder de San Bestia.

—Sabes "Abdulito" —dijo Ezequiel con buen humor, mientras se limpiaba los dientes con una de sus uñas filosas—, cuando me citaste para reunirnos, no pensé que me demandarías cooperación, como si yo estuviera de acuerdo con tu gobierno y tu culto.

—No lo entiendo... —decía Abdul, con sumo terror y confusión en su voz—. Se supone que usted está en contra del cristianismo y el judaísmo. Debería de entender mis ideales y ayudarme...

—¡Ja, ja, ja! ¿Y acaso creíste que yo apoyo ese culto llamado "islam"? ¿O que nosotros éramos como musulmanes? —contesto Ezequiel con una sonrisa en extremo divertida, como si hubiera escuchado la broma más grande de su vida.

—Pero... según tengo entendido, el cristianismo y el judaísmo derivan de una religión, ya olvidada por la humanidad. Y si es así, entonces el islam...

—¿Y quién dijo que el islam es lo más cercano a la Doctrina de los Astros? —le interrumpió Ezequiel, ahora con un tono ofendido, que aumentó el terror en el sultán—. ¿Te cuento algo curioso "Abdulito"? Hay muchos que critican el cristianismo y el judaísmo moderno. Pero cuando se trata del islam dicen: "es su religión y hay que respetarla". Increíble la hipocresía de la sociedad humana, ¿verdad?

https://youtu.be/0_4WWf9MT9s

»Pero lamento informarte, que yo no soy esa clase de hipócrita: yo, y ningún líder en la Sociedad Sobrenatural, le lame las pelotas a los árabes y musulmanes. Sobretodo porque, comparado con ustedes, los cristianos radicales de la época medieval, eran unos verdaderos santos; no creas que no sé cuánto daño y cuánta sangre inocente han derramado, y continúan haciéndolo ustedes, bajo el nombre de vuestro culto. No obstante, yo respeto las creencias ajenas; ya que, cada individuo es libre de tener su propia verdad.

»Te digo esto, para que entiendas cuanto me duele, tener que decirte esta verdad absoluta: el Corán, y demás creencias islámicas, no son más que invenciones de los propios humanos, resultado de una combinación de las antiguas creencias mesopotámicas, con una tergiversación del cristianismo y el judaísmo, las cuales, son a su vez, una tergiversación de la Doctrina de los Astros. Si existió un humano llamado Mahoma, pero no fue ningún profeta, ni menos recibió un Corán o algo semejante de parte del arcángel San Gabriel; de hecho, en realidad, el arcángel no se le apareció a él, sino a un avatar del Dios Hindú Rudra, para enseñarle las bases de las artes divinas, y así éste las dominara con más facilidad.

—No puede ser... No puede ser... —decía Abdul, negándose absolutamente a creer tal revelación—. Entonces... los otros profetas...

—No eran musulmanes, ni mucho menos predicaban algo parecido al "islam". Algunos de ellos si eran profetas, y otros un caso especial, como Jesucristo; él fue avatar de un dios, o más específico, de una entidad inmortal, que alcanzó la iluminación —explicó Ezequiel denotando lastima, por tener que decir estas verdades a alguien tan fanático como el sultán—. Y en cuanto a Dios, al contrario de lo que creen ustedes, si tuvo hijos; millones de hecho. Todos con una única esposa, que amo más que a nada en el cosmos.

»Además, que ustedes lo llamen "Allah", un nombre que él no acepta, y hayan corrompido a tal grado su historia y verdaderas enseñanzas, automáticamente lo han convertido en otro dios; en pocas palabras, ustedes no lo adoran a él, sino a un dios inexistente, similar a los romanos, que adoraban a dioses inexistentes basados en los Dioses Griegos.

Ante tales revelaciones, cada uno de los turcos presentes estaba en total en shock; no eran capaces de creer tal verdad, ni mucho menos el sultán; éste había oído acerca de aquel culto, llamado "Doctrina de los Astros", y creía que era en realidad el islam con otro nombre. Sin embargo, no solo descubrió que tal creencia era una mentira, sino que el propio islam era una versión mucho más corrupta del denominado "Doctrina de los Astros", incluso más que otras religiones abrahámicas. Simplemente estaba en una negación absoluta.

—Es tu decisión si quieres creerme o no —dijo Ezequiel denotando verdadera lástima—. Pero ten en cuenta este detalle: las bestias tienen prohibido matar en terreno sagrado, y sin embargo, han matado, y siguen haciéndolo innumerables veces, en templos musulmanes y algunas iglesias cristianas y judías. ¿Sabes por qué? Porque la regla solo aplica, a terrenos bajo el nombre o título de un dios existente. Es por eso que solo en algunas iglesias o templos específicos en europa o américa, las bestias tienen prohibido matar; porque a pesar de lo tergiversada que están, y a diferencia de los templos musulmanes, están erguidas bajo uno de los verdaderos nombres del Dios Primordial Israelita.

»Pero igualmente se debe tener cuidado; no todas las iglesias y templos están sujetas a esta regla, porque no todas están erguidas bajo algún verdadero nombre o título suyo. Te podría decir el nombre, pero sería casi imposible para ti pronunciarlo, o tan siquiera entenderlo. Pero si te apetece escuchar el nombre de su esposa, por si algún día, tu culto deja el machismo estúpido y decide incluirla en la adoración, pueden llamarla "Khaos", o "Asherah". También cuenta su título como "Señora de los Océanos".

Mientras hablaban, una de las sirvientas se acercaba a Ezequiel, trayendo en manos una bandeja con cinco galletas, recién salidas del horno de leña. Era una joven árabe, que aparentaba 18 años, cuya vestimenta ocultaba su cuerpo casi en su totalidad, incluyendo una tela que cubría su cabeza. Ella, con amabilidad genuina, le ofrece una galleta al dragón blanco, a lo que él acepta gustosamente. Sin embargo, para la sorpresa de la joven, los ojos de Ezequiel brillaron por un momento, justo cuando su mirada se enfocó en los ojos de ella. Y de repente, la mirada del dragón blanco reflejo cierta molestia.

https://youtu.be/hmHn_dMTZUo

—Y si hablamos de santos, hasta los musulmanes están lejos de serlo —dijo Ezequiel, todavía de forma divertida, aunque se notaba enfado en sus ojos.

Luego se levanta de la silla, y estando frente a la joven, con cuidado retira parte de la tela que le cubría la cabeza y el cuello; haciendo ver que tenía moretones en el pecho. Después, Ezequiel dirige la mirada hacia uno de los guardias del sultán.

—Tú marido, aquel tipo barbudo y feo, ¿verdad? —pregunto Ezequiel, ahora con seriedad pura.

La joven de repente se muestra sorprendida, de que él supiera quien era su marido. Y después baja la mirada temerosa, apenada y triste; como si se avergonzara de algo, o más bien, tuviese miedo. Pero vuelve a alzar la mirada, cuando siente una cariñosa palmadita en su hombro izquierdo, y ve que Ezequiel se va alejando, con una galleta en la otra mano; se dirigía hacia un guardia, que aparentaba estar por los 30 años, de larga cabellera y barba prominente.

—Se dice que los ojos son la ventana al alma, y el alma alberga nuestras memorias: buenas y malas por igual, incluyendo memorias de las acciones y decisiones, que definieron el rumbo de nuestro karma. Por eso, los ojos revelan más que las palabras y cualquier gesto.—decía Ezequiel otra vez a modo de juego mientras caminaba.

A mitad de camino, Ezequiel de un solo y voraz bocado se come la galleta, que tomó de la bandeja con anterioridad. Luego se detiene frente al guardia barbudo, quien a causa del intenso miedo, no podía siquiera mirarlo de frente, y solo mantenía la cabeza agachada, rezando con sumo terror, para volver a casa, vivo.

—Como ejemplo, una joven, que fue comprometida a muy corta edad, con un hombre mucho mayor que ella, revelara todo el dolor de la cruel vida, que sufrió a manos de ese hombre, a través de sus ojos —dijo Ezequiel, con ambas manos en su cintura, y mostrando una sonrisa, que hacía gala de sus filosos colmillos, mientras miraba al guardia barbudo, postrado frente a él.

Los demás guardias se mostraron temerosos, las otras sirvientas ansiosas, y el sultán indignado. Por lo que éste, lleno de cólera, se levanta del suelo, para encarar al dragón blanco de lo que insinuaba.

—¡Ya deja de blasfemar maldito monstruo! ¡El Corán dicta...! —decía el Abdul tan enfadado, que su enojo supero el miedo. Sin embargo detuvo su queja, e instintivamente retrocedió un paso, cuando Ezequiel le dirigió la mirada.

—Sí... estoy al tanto de lo que dicta vuestro culto —le interrumpió Ezequiel, aun sonriendo con diversión—. Básicamente dictamina tratar a la mujer como una "joya". Pero a costa de que ella pierda ciertas libertades; lo cual, contradice totalmente con las verdaderas enseñanzas, de la Doctrina de los Astros, enseñada por el Creador y la Destructora, vuelta a enseñar por el mismo Jesús, y eliminada por ustedes y otras ramas abrahámicas. Muchos ignorantes e imbéciles creen que todos los musulmanes, solo por las reglas de su culto, son "fieles corderos". Sin embargo, olvidan un detalle: nunca falta el rebelde sin reglas. 

»Tomemos como ejemplo los mandamientos, que pese a las incesantes tergiversaciones, mantuvieron la ley de "no matar". Pero muchos de los cristianos y judíos de la época medieval no la siguieron, y causaron muertes. Otro ejemplo son las leyes políticas y sociales de un país; aun cuando existen y se castiga a quienes las rompen, varios de los propios políticos y supuestos defensores de la ley no las siguen, y viven sin recibir castigo. 

»El punto "Abdulito", es que sin importar la ley, sea religiosa o política, justa o injusta, siempre habrá quien la rompe. Ni siquiera las sagradas Leyes de la Selva están exentas de esta terrible realidad; no solo los humanos las rompen, también hay animales y bestias que no las siguen. Y mientras hay quienes se mofan de demostrarlo, hay otros que tienen el descaro de ocultarlo.

Terminada la explicación, el dragón blanco se agacha, para ver al hombre barbudo, cuyo miedo se acrecentaba; ya podía sentir el caluroso aliento del ser no-humano que estaba frente a él, en su nuca, y como reacción, cada célula de su cuerpo le gritaba que huyera. Sin embargo, sus piernas no se movían, por el mismo miedo; se sentía atrapado, a total merced del colosal depredador que tenía enfrente.

—Dime, ¿golpeas a tu esposa? —pregunto Ezequiel al guardia barbudo, todavía como si fuese un juego, y eso le daba un toque más intimidante a su pregunta.

—¡Claro que no! ¡Yo jamás cometería tal horrible pecado! —exclamo el guardia barbudo con verdadero terror, aterrado, por fin levantando la mirada un poco,  aunque solo para ver al sultán—. ¡Es verdad señor! ¡Yo he cumplido con lo que dicta el Corán! ¡Jamás he lastimado a mi mujer!

—¡Ja, ja, ja! ¿Ves "Abdulito"? Si le preguntas a alguien que si ha roto alguna ley, obviamente te dirá que no. A menos que sea el típico rebelde sin causa, o tu seas un guardia preguntándole a un drogadicto si tiene droga, y éste te comparte algo de su mercancía —dijo Ezequiel mirando de vuelta al sultán.

Dicho eso, en un mismo parpadeo, el hombre-dragón blanco sujeto al guardia por la barbilla, con brusquedad, y vuelve a ponerse de pie, mientras lo elevaba a su altura; casi levantándolo del suelo. Y aunque éste quería huir, sentía que si daba alguna señal de querer luchar o huir, perdería la cabeza; todo lo que podía hacer, era temblar del miedo, y orar por salir vivo.

—¿Y qué tal si le preguntamos a tu esposa, si has sido un fiel devoto con la ley de tu culto? —pregunto Ezequiel, mientras miraba a la joven, que se encontraba a lo lejos.

Era obvio que la joven, tras presenciar todo eso, quedará más allá de la sorpresa. Y cuando Ezequiel y los demás se fijaron en ella, se paralizo de pies a cabeza por los inmensos nervios que le invadieron. Sin embargo, por un momento, pareció que iba a responder a la pregunta, dicha por el líder de San Bestia. Pero al instante guardó silencio, como si algo se lo impidiera; podía verse que ella ahora temblaba de miedo, además de los nervios, y se veía la duda, aparte de la tristeza, en su mirada baja. 

—Veo que sufres del clásico caso, que de dónde vengo, llamamos "síndrome del abusado". Es algo común, sobretodo en mujeres y cachorros abusados —dijo Ezequiel, reemplazando su sonrisa burlona, por una sincera y amistosa, junto con una mirada comprensiva, que la joven sirvienta al verlo, se sintió cautivada, puesto que, por raro que parezca, era como la mirada de un niño inocente—. Pero ya no tienes por qué temer. Solo responde la pregunta: ¿tu marido ha cumplido con la ley de su culto?

El sultán, las demás sirvientas, y algunos guardias miraron a la joven, llenos de ansiedad por la respuesta. Abdul confiaba en que ella diría que sí; lo creía con firmeza, para  restregarlo en la cara del "demonio", que tanto ha blasfemado sobre su sagrado Corán. Pero recibió otro duro golpe de realidad, cuando la sirvienta movió la cabeza a los lados, en señal de un rotundo "no". Y acto seguido, se escuchó el horrible grito de dolor, del guardia barbudo.

Entonces la joven, junto con el resto (excepto las monjas), estuvieron en shock, al ver como Ezequiel le había clavado las filosas uñas brutalmente al guardia; éste trataba de liberarse del agarre desesperadamente, mientras gritaba por el insoportable dolor. Pero lo único que conseguía, era que el agarre se hiciese más fuerte, hasta el punto en que sentía las uñas atravesarle los huesos de la mandíbula.

—Cómo hemos podido ver, ni siquiera los musulmanes son tan devotos a su culto; hasta lo utilizan para saciar sus depravaciones —decía Ezequiel, ahora mostrando una fría sonrisa—. Y un hijo de puma que se esconde detrás de la fe, es algo que no tolero.

Dicho eso, se oyó el crujir de los huesos, junto con el desgarre brutal de la carne, y el cuerpo del guardia desplomándose en el suelo, todavía vivo, aunque solo por un momento, porque su mandíbula inferior, junto con su lengua, estaban tirados a un lado, en un charco de sangre, luego de ser arrancados de manera brutal y sádica, por un simple movimiento del hombre-dragón blanco.

—Por cierto, dije que no soy la clase de hipócrita, que critica algo por preferir otra cosa —decía Ezequiel mientras agitaba un poco su mano, para limpiarse la sangre—. En realidad, soy la clase de hipócrita, que promueve la paz, pero no respeta a los malnacidos, ni perdona las estupideces que cometen los fanáticos como ustedes. Y algo que jamás perdonaré, es lo que vuestro culto intento hacer, con la historia de mi querido bisabuelo, Absalón Khan.

https://youtu.be/qLxxf1EcRuY

Al mencionar a uno de los legendarios fundadores de la Sociedad Sobrenatural, Ezequiel comenzó a emanar una hostil aura, y frialdad en su sonrisa, que obligó al sultán caer arrodillado del miedo, mientras que sus guardias sentían que iban a morir de un ataque al corazón, producto del intenso terror que sentían.

—Aun lo recuerdo —decía Ezequiel, con obvia molestia en su tono—. Los musulmanes que llegaron al reino humano en el Alfheim, eran fanáticos corruptos. Y aparte de denigrar y destruir los templos de los otros dioses, también trataron de cambiar la historia de mi querido bisabuelo; volverlo africano y musulmán, solo por ser pelirrojo y discípulo del gran Dios Shiva. Mi padre jamás estuvo tan enfadado; de no haber sido por mi madre, él habría masacrado a todos los humanos del Alfheim. Lo bueno, es que cuando Mahendra y Emma terminaron con la tiranía de ese reino, expulsaron a todos los musulmanes, restauraron la sagrada historia y las verdaderas enseñanzas, del Creador y la Destructora.

»No obstante, en este mundo, todavía están ustedes: los malditos fanaticos. Nunca faltan los imbéciles así en todos los cultos. Mientras américa y europa tienen a los fanáticos y cristianos corruptos, Asia y África los tienen a ustedes: ¡los miserables musulmanes corruptos, que usan su estúpido culto consentido por la ignorante sociedad humana, para vivir sin recibir su merecido castigo! Si no fuera por el Juramento de los Inmortales, hasta el mismísimo Lucifer los habría degollado a todos ustedes hace siglos, por manchar la imagen de sus amados padres!

Cada palabra que soltaba el hombre-dragón blanco, hacía estremecer el aire, y al parecer, sacudir el mar a tal grado, que daba la sensación de que el barco se voltearía en cualquier momento. No obstante, para el indescriptible alivio del sultán y sus guardias, el mar se calmó, el viento dejó de girar con fuerza, y el aura hostil de Ezequiel se apagó; fue entonces que todos, sin siquiera haberlo notado con anterioridad, vieron que en diferentes puntos, aparecieron cinco personas con trajes oscuros, y con ellos iba una joven monja de cabello castaño, con el símbolo de San Bestia en su pecho izquierdo.

Un joven cazador se encontraba sentado en una silla, tomando vino de una copa sin preocupaciones; junto a él estaba la joven monja, quien miraba la escena con inmensa seriedad en su mirada, como si esperara alguna orden de su jefe. Otros dos cazadores, de edad un poco más madura, solo se encontraban parados, atentos a cualquier movimiento de los guardias del sultán. Y los otros tres, que parecían ser adolescentes, estaban junto a las sirvientas, quienes no estaban para nada incómodas de estar con ellos (estaban en absoluto encantadas). 

Ellos, como todos los cazadores del gremio, traían collares de su respectiva tribu regional; el que estaba sentado traía un tótem animal, los que se encontraban parados traían una runa y un medallón con símbolo libra respectivamente, y los que estaban junto a las sirvientas traían dharmachacras budistas.

—Vas... ¿Vas a matarme? —logro decir Abdul, casi muerto de miedo, y con la vaga esperanza, de que al menos saldría vivo de ahí, aunque lo más seguro es que no regresaría a casa... ileso.

—No... por ahora —contestó Ezequiel, dando unos cuantos pasos hasta estar frente al sultán, como si fuese un soberano parado frente a un simple campesino, lo cual, fue algo muy curioso—. De momento no has infringido alguna ley, que obligue a los demás reinos de la Sociedad Sobrenatural, a tener tu cabeza clavada en una estaca. Así que, como hice hace poco con el líder de Venezuela, China y Francia, te dejaré vivir con una advertencia, y bajo ciertas reglas, que la querida hermana... eh...

—Estefanía —agregó la monja, un tanto molesta por tener que recordarle su nombre a su jefe.

—Estefanía te explicará las normas que debes acatar, para no buscarle razones a alguna organización, de querer tu piel colgada en una pared, o yo quiera tenerte en mi mesa, servido en bandeja de plata —dijo Ezequiel, con un carisma y amabilidad, que contrastaba con lo aterrador que se mostró hace solo un momento—. Como por ejemplo: ser fiel a las normas pacíficas de tu culto, y no romper ninguna regla; sea religiosa o política. 

»¡Ah! Y más importante: dejar tu estúpido fanatismo a un lado, y ofrecer también apoyo a personas no creyentes y creyentes no musulmanes. Ellos también son ciudadanos de tu reino, por lo tanto, merecen los mismos derechos que los que comparten tu creencia. Incumple una sola norma, y verás por ti mismo cuán falso es tu culto, cuando vayas al Infierno, al Naraka o al Hades; depende de en cuál tierra mueras. 

https://youtu.be/7ojCQc2b_WI

—Si ya termino Señor Ezequiel, le informo que ya está aquí —dijo el cazador sentado en la silla junto a la monja, mirando el océano con una sonrisa divertida.

—¿En serio? ¡Genial! Justo a tiempo para la cena —decía Ezequiel, mientras comenzaba a quitarse la ropa—. Asegúrense de que todos en el barco salgan vivos; sobretodo las sirvientas —Ezequiel dirige su mirada a las sirvientas, quienes no apartaban su mirada de él, muy nerviosas y ruborizadas al ver que él se desvestía—. Descuiden, ustedes vendrán con nosotros, a donde podrán vivir con verdadero libre albedrío. Y si quieren traer algún familiar solo díganlo, y lo resolveremos. El Reino Humano en el Alfheim está escaso de humanos.

Las sirvientas, incluído la joven que fue salvada de su cruel marido, estaban llenas de felicidad y regocijo, al saber que no solo irían con aquellos hombres-bestia, sino que también irían a un lugar, mucho mejor, donde tendrían una mejor vida. Mientras tanto, el sultán, confundido de lo que hablaba el hombre-dragón blanco y el cazador, dirige su mirada al mismo sitio en que miraba el cazador, solo para quedar en shock del horror. 

El sultán pudo ver que a lo lejos en el mar, se aproximaba lo que parecía la aleta de un tiburón, que según se aproximaba, su tamaño aumentaba. Era un tiburón de tamaño descomunal; incluso casi tan grande como un cachalote. Y es que aquel tiburón era de una especie extinta, que vivió durante la época del Cenozoico, identificado en el 1835 por el naturalista suizo Louis Agassiz, como Carcharodon megalodon. 

Aquello que se acercaba al barco era un megalodon vivo.

—Hubo reportes de ese grandulón merodeando por estas aguas. Y aunque es el santo grial para la ciencia y la paleontología, en la Sociedad Sobrenatural se tomó la decisión de que debía ser eliminado, para proteger la existencia del mundo de donde provino, igual que el cocodrilo gigante —explicaba Ezequiel, ahora estando solo en un pantalón negro corto, y aproximándose a paso lento al borde contrario del barco—. Y decidí encargarme de él, al mismo tiempo en que resolvía nuestra negociación "Abdulito". Por eso pedí la reunión en esta parte del mar. Así cazo dos presas de una mordida, y ahorro tiempo del que carezco. Ser jefe de un gremio con sedes en la mayor parte del mundo, es un trabajo de tiempo demasiado completo.

—Qué... ¿Qué es eso? —preguntó Abdul, todavía no pudiendo comprender lo que veía.

—Mi cena —respondió Ezequiel, con una sonrisa dientuda y feroz, para después dar un gran salto, y sumergirse en el agua.

Acto seguido, hubo un descomunal brillo blanquecino, originado justo donde se sumergió Ezequiel. Y después, el mar que rodeaba el barco se agitó de forma repentina; fue entonces que el sultán y los guardias vieron un par de gigantescas astas de ciervo emerger del mar, para luego avanzar cual misil directo al megalodon.

Es entonces que a lo lejos ocurre un gran levantamiento de agua, y del mar emerge, por un breve segundo, la gigantesca silueta de un dragón plateado con alas de ave blancas, mordiendo y sujetando a un gigantesco tiburón de color azul oscuro, y a la misma velocidad en que aparecieron, volvieron a sumergirse en el mar, ahora de color rojo, por la colosal cantidad de sangre que perdía el tiburón gigante.

Ese sería el día que jamás olvidaría el sultán Abdul Hamid II; el día en el que comprendió que, sin importar que tan grande gobernante era y que tan grande era el reino que gobernaba, seguiría estando en lo más bajo de la cadena alimenticia. Y aunque en un principio hizo caso a su miedo y acepto la realidad, no sería hasta años después, en qué por volver a guiarse por el orgullo, ejecutaría una orden de genocidio de armenios, recordaría por última vez su lugar en la cadena alimenticia. Y lo recordaría, estando un enorme plato plateado, servido en una elegante mesa, para cumplir su propósito en dicha cadena: servir como alimento, para aquel que está en la cima de la cadena alimenticia.

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