Capítulo XLVIII: 1 Marut vs 700 Einherjar
"Padre de los Marut, deja que tu dicha venga a nosotros: no nos excluyas de mirar la luz del sol. Haz que nuestros héroes derroten a los enemigos, y que podamos crecer, Rudra, por nuestros hijos."
—Rigveda, himno 2.33.1.
https://youtu.be/IsgJ1nUrWOw
[Lado Oeste del Reino de Corazones].
Antes los gritos de desesperación venían de las familias de granjeros en el campo oeste del reino. Pero ahora los únicos gritos de desesperación y agonía que comenzaban a escucharse eran de espartanos, vikingos y samuráis.
—¡¿Qué mierda está pasando allá afuera?! —exclamó un vikingo de cabello negro, disgustado por los gritos. Se encontraba en el interior de una cabaña, sujetando con una mano la nuca de una chica de apenas 14 años sobre una mesa, mientras que con la otra mano intentaba levantarle la falda del vestido con el fin de abusar de ella.
Al otro lado de la mesa, cerca de la pared, estaban dos vikingos rubios sujetando de los brazos a un chico de 18 años, que era el hermano mayor de la chica; tenía la cara magullada y la ropa cubierta de su propia sangre, debido a la terrible golpiza que recibió de manos de esos vikingos cuando intentó proteger a su hermana. Por desgracia no tuvo la fuerza suficiente para enfrentarse a esos vikingos depravados, y ahora iba a ser obligado a presenciar el abuso de su hermana menor.
Era una de los tantos "juegos" enfermizos que hacían los vikingos durante sus invasiones. Sin embargo, esta vez tuvieron la más grande mala suerte de haber enfadado a un dios que no permitía tales atrocidades innombrables.
El vikingo se sobresaltó con el ruido de la pared detrás de él derrumbándose. Y al voltear la mirada, apenas alcanzó ver de reojo unos brillantes y verdes ojos que parecían mirarle el alma con repudio.
Entonces sintió una mano derecha agarrarle fuerte la nuca, al grado de lastimarle la columna cervical. Esto obligó al vikingo a soltar a la niña para sujetar con ambas manos la muñeca de quien le estaba triturando la nuca; en cuanto hizo esto, el monstruo lo forzó a doblar la espalda, y lo último que vio el vikingo fueron ensangrentados colmillos a punto de morderle el puente de la nariz.
La niña cayó sentada al suelo y, al igual que su hermano, observó paralizada del miedo la grotesca escena de una bestia, en forma humanizada, devorando la cara del vikingo todavía consciente, mientras chorros de sangre salpicaban y goteaban cada vez que el hombre-bestia pelirrojo masticaba la carne de su presa.
Incluso los otros dos vikingos estaban paralizados del terror, pues a pesar de que en su cultura se buscaba la muerte en combate, eso no les quitaba el miedo natural a ser comidos vivos, en especial por algo parecido a un humano. Lo más perturbador para ellos fue tener que escuchar los gritos desgarradores de su compañero, quien intentaba en vano quitarse al monstruo que lo estaba devorando vivo.
El vikingo gritaba tan fuerte que se estaba lastimando la garganta, pero ese dolor era superado por el de que unos colmillos le estuvieran masticando los ojos, las mejillas y la nariz, como si fueran un par de albóndigas, chuletas y una alita de pollo. El dolor resultó tan insoportable, que su corazón terminó fallando; sus brazos cayeron sin vida, y su boca quedó abierta como señal del indescriptible dolor por el que paso antes de morir.
Entonces los brillantes ojos verdes del hombre-bestia se fijaron en los otros dos vikingos, quienes al fin reaccionaron; ambos soltaron al hermano mayor de la niña con la intención de escapar de allí, creyendo que el monstruo preferiría comerse a la niña y el joven granjero, ya que estaban más cerca de él.
No obstante, en cuanto ambos vikingos estaban por voltearse y salir por una ventana a dos metros detrás de ellos, vieron con horror al hombre-bestia saltar por encima de la mesa como un felino, para entonces como un tigre abalanzarse sobre el par de vikingos, ignorando por completo al joven granjero y la niña.
Al siguiente segundo ambos vikingos se encontraban atravesando la pared de la cabaña, con los dedos de una mano enterrados en sus cuellos en un agarre letal, y luego fueron estrellados de espalda contra la tierra del exterior. Después sus gargantas fueron arrancadas de un brutal tirón por las manos del monstruo, que a la luz de los relámpagos del cielo quedó descubierto como el baghatma Gabriel Khanom.
https://youtu.be/GqVw3etrmVA
Estaba tan manchado de sangre que su ropa blanca de rayas negras casi había perdido el color blanco. También presentaba cortes en diferentes partes de la ropa, siendo su chaqueta la más afectada, e incluso su camisa roja tenía algunos cortes.
Ahora el campo de las granjas tenía ríos de sangre, proveniente de cuerpos sin vida de espartanos con fracturas críticas en cabezas y extremidades, vikingos con marcas profundas de zarpazos y mordidas en el cuerpo, y samuráis con los dos brazos mutilados.
Los granjeros sobrevivientes se estaban reuniendo lejos de toda esa carnicería, para evitar terminar en medio de la guerra entre su bestial salvador y el ejército invasor. No obstante la batalla estaba lejos de terminar, porque aún quedaban cientos de enemigos en esa zona, de los cuales un nuevo grupo había llegado al lugar.
El nuevo grupo estaba liderado por un samurái de armadura más elegante y de color negro, que en vez de una katana portaba una lanza Katakama Yari dorada. Tenía el cabello negro atado en una pequeña cola de caballo, una pequeña barba puntiaguda, los ojos oscuros, constitución delgada y parecía rondar por los 40 años.
Era el malvado Kato Kiyomasa, un destacado daimyo japonés de los períodos Azuchi-Momoyama y Edo, conocido por ser uno de los tres comandantes superiores durante la Guerra Imjin contra el Reino de Joseon (actual Corea). Y además, como muchos samuráis, tenía el perverso pasatiempo de cazar tigres por deporte.
—¡Kato-sensei, fue ese pelirrojo! ¡El indio pelirrojo fue quién nos hizo esto! —gritaba un samurái agonizando en el suelo por haber perdido sus brazos.
—¿Ese indio mató a más de veinte espartanos, vikingos y samuráis? —pregunto Kiyomasa riendo incrédulo y mirando con desprecio al baghatma—. Es solo un insignificante y debilucho indio. ¡Mátenlo de una vez, corten su nariz y la de todos los hombres y niños de esta aldea bárbara, y reúnan a todas las mujeres jóvenes!
—¡Él no es un indio humano! ¡Es un marut, es una bestia de la tribu Marutgana! —decía el samurái sin brazos, a punto de morir por sus heridas, y solo los japoneses entendieron el significado de esas palabras.
"Marut" era el primer nombre con el que se les conocía a los hombres-tigre en toda Asia, como los feroces y poderosos hijos del Rey Tigre Rudra.
Saber eso fue suficiente para que Kiyomasa se pusiera nervioso, porque en realidad fue un hombre-tigre coreano el que lo mató en el pasado. Por eso, movido por el miedo, arrojó su lanza directo a la cabeza del nuevo baghatma que se interponía en su camino.
Sintió que el corazón se le salió del pecho, al ver que su poderosa y famosa lanza fue detenida por un simple golpe del dedo índice del baghatma. Después su cuerpo se paralizo del terror cuando Gabriel le salto encima como un tigre hambriento y lo tumbó al suelo, para empezar a torturarlo.
Los otros diez samuráis cerca de Kiyomasa retrocedieron del miedo, y contemplaron horrorizados al hombre-tigre arrancarle los brazos y la nariz al antiguo daimyo, para entonces sujetarle la cabeza con ambas manos y empezar a tirar.
—¡Ayúdenme, malditos cobardes! ¡Haaaaaa!
Gritaba Kiyomasa escupiendo sangre, pataleando y gritando de agonía, mientras su cuello empezaba a desgarrarse. Al rato sus gritos se detuvieron, después de que su cabeza fuera separada de sus hombros de un brutal tirón por las manos del baghatma, quien se puso de pie y arrojó a un lado la cabeza del daimyo como si fuera basura.
Los otros diez samuráis todavía estaban en shock por la forma en que murió el famoso Kato Kiyomasa. Pero aun así recuperaron la compostura, levantaron sus katanas y corrieron a vengar a su héroe.
Durante los próximos segundos volaron por los aires katanas rotas, junto con los brazos mutilados de los diez samuráis, después de que Gabriel adoptará una postura agazapada y los castigará uno por uno, usando las garras de las manos y pies en ataques salvajes casi imposibles de ver.
Había usado Pashu Kalari: Shikari Akramanam [Pashu Kalari: Ataque del Depredador].
Los siguientes enemigos fueron un grupo de seis vikingos armados con hachas y espadas. Pero sus movimientos, aparte de ser más lentos que los samuráis, eran inútiles; el baghatma esquivaba sus ataques desplazándose por el suelo como un animal salvaje, de vez en cuando usando las manos junto con los pies para moverse casi como un felino.
Al primer vikingo lo derribó desgarrándole garganta con las garras del pie derecho mediante una patada alta. Luego procedió con aturdir al segundo vikingo con un puñetazo en la cara, le fracturó el cráneo con un segundo puñetazo, y le voló la columna cervical con un poderoso golpe directo en la garganta.
El tercer vikingo se acercó a Gabriel desde atrás para atacarlo con una espada. Y solo obtuvo como premio una nariz rota y hundida en el cráneo, después de que Gabriel esquivo el ataque haciéndose a un lado, a la vez que contraatacaba con un codazo derecho invertido. El cuarto vikingo se acercó al baghatma de frente, y éste le sujetó los brazos con las garras, para entonces impactarle en el pecho un rodillazo aéreo que le fracturó las costillas y el esternón.
Gabriel se dio la vuelta y, con el dorso de la mano derecha, le giró la cabeza al tercer vikingo, matándolo casi al instante por una ruptura de la columna cervical. Luego dio una voltereta hacia atrás y, con el pie derecho, pateó el pecho del cuarto vikingo, causándole que la espalda se le abriera y saliera gran parte de la columna vertebral, junto con un chorro de sangre.
El quinto vikingo al fin se armó de valor para acercarse, y terminó cayendo en menos de un segundo cuando Gabriel le perforó las venas yugulares, usando las garras de los dedos índice y pulgar izquierdos, para luego arrancarle la garganta al vikingo.
Y al último vikingo le agarró el rostro, le estampó la cabeza en un muro de piedra, para entonces destrozarle la cabeza como si apretara una mandarina, lo cual hizo que brotara otro de tantos chorros de sangre que salpicó al baghatma.
Después Gabriel se alejó a paso rápido del lugar, en dirección a un jardín cerca de un invernadero, con el propósito de evitar ser rodeado por un grupo de diez espartanos. No obstante otro grupo de diez espartanos apareció detrás de él, y ambos grupos comenzaron a coordinarse para atacar desde lejos con lanzas al baghatma.
Sabiendo lo molesto que serían las lanzas, el baghatma cambio su Pashu Kalari por el Godfist Style, lo cual demostró adoptando una postura semejante al Silat, en la que cruzaba los brazos con las manos abiertas. Con su nuevo estilo, Gabriel empleo las palmas, muñecas y antebrazos en movimientos circulares, rápidos y fluidos, similar a la Defensa 360 del Arte Marcial hebreo Krav Maga, para desviar y redireccionar cada una de las lanzas que se acercaban a él desde diferentes direcciones, de manera que las hacía chocar entre ellas.
En medio de todo ese caos, uso el talón del pie para desviar una lanza al suelo; luego trepó por la misma lanza con el equilibrio de un gato y la velocidad de un tigre, sorprendiendo al espartano. Y a mitad de camino Gabriel salto hacia el espartano, se apoyó con una mano en su hombro más cercano para estar de cabeza arriba del espartano.
Entonces el baghatma descendió la rodilla sobre la cima de la cabeza del espartano. El rodillazo hundió la parte superior del casco del espartano, llegando a partirle el cráneo y aplastarle el cerebro, ocasionando que chorros de sangre salieran de sus orejas, nariz y ojos. Fue una muerte casi instantánea, ya que su corazón seguía palpitando por unos segundos más.
Mientras el espartano caía inerte al suelo, Gabriel aterrizó en la tierra con una voltereta frontal, y le arrebató la lanza, la cual comenzó a manejar con una maestría que sorprendió a los otros espartanos. Ya que el baghatma movía la lanza en círculos, pasándola alrededor de su cuerpo como si fuera un bastón largo o un nunchaku. Y entre esos giros, usaba tanto el filo como el pomo para romper las lanzas de los otros espartanos, obligándolos a pelear mano a mano; el propio Gabriel los desafío a eso tirando su propia lanza al suelo.
Así que ellos respondieron tirando al suelo los escudos y los restos de las lanzas. Gabriel veía a cada uno de ellos, asegurándose de que ninguno llevase un arma, mientras en su mente llegaban palabras con una imponente voz masculina semejante al de un trueno, que él ya conocía más que bien...
https://youtu.be/Auuqlcom6tM
—Nuestro estilo natural es salvaje, impredecible y explosivo. Por eso, incluso si enfrentas a cientos de enemigos, debes confundirlos y destruirlos sin tiempo a disfrutar del combate. Conviértete en la tormenta que sacude el campo de batalla y destrúyelos a todos como un imparable incendio. Destruye y desgárralo todo.
Mientras esas palabras resonaban en la mente de Gabriel, los espartanos avanzaron todos juntos. Y entre todos intentaron sujetarle los brazos y el cuello al baghatma, mientras los demás iban a golpearlo. Entonces el baghatma desprendió una flameante luz verde en sus ojos, y al siguiente segundo los espartanos comenzaron a ser arrojados por los aires y unos contra otros, por la bestial fuerza bruta del Avatar de Rudra.
Una vez libre, Gabriel alzó los puños a la altura del rostro, levanto la rodilla a la altura del pecho, y descendió el pie con tanta fuerza que rompió el suelo; esa postura dio a entender que iba a usar ahora el Muay Boran.
Un espartano tomó la iniciativa de volver a atacar, y lo hizo con un poderoso puñetazo derecho, que terminó siendo inútil cuando Gabriel lo esquivo girando el cuerpo a la izquierda, a la vez respondía con un codazo izquierdo invertido que le voló el casco al espartano. Y como remate, el baghatma le impactó un derechazo en la sien, tan poderoso, que estrelló la cabeza del espartano contra el suelo, rompiendo tanto el propio suelo como el cráneo del espartano.
Luego Gabriel se dio la vuelta para enfrentar a otro espartano; a éste le propinó una patada frontal derecha en la cara que, aparte de volarle el casco y algunos dientes, le fracturó la barbilla. Y como remate, Gabriel apoyó el pie izquierdo en el muslo derecho del espartano, para así impulsarse hacia arriba y propinarle bajo la barbilla otra patada derecha, que le arrancó la cabeza al espartano.
Un espartano más inteligente tomó un escudo para usarlo como arma, y quedo como idiota cuando Gabriel le bloqueo el golpe usando el antebrazo izquierdo como un escudo, para entonces partirle el fémur derecho al espartano con una patada baja izquierda. Y como remate, Gabriel giró el cuerpo a la izquierda, levantando la pierna del mismo lado en una patada alta cargada de tanto poder, que decapitó al espartano.
Otro espartano inteligente tomó un escudo para defenderse a tiempo de un golpe directo, cuya fuerza tumbó al espartano unos cuantos metros. Pero éste se las arregló para rodar hacia atrás por el suelo para reincorporarse casi de inmediato. Por desgracia no pudo terminar de ponerse de pie, cuando las manos del baghatma le sujetaron detrás de la cabeza, y le hizo descender la cara para conectarle un rodillazo derecho, que aparte de abollarle el casco, le hundió el rostro al espartano, provocando que un chorro de sangre saliera de la herida y de las orejas.
Dos espartanos se prepararon para atacar juntos. Así que el baghatma los separó golpeando a uno en la cara y pateando al otro en el estómago, para matarlos por separado.
Uno de los dos espartanos reanudó la pelea lanzando un izquierdazo, que el baghatma esquivo doblando el torso hacia la izquierda con una flexibilidad prodigiosa, a la vez que levantaba la pierna derecha e impactaba la rodilla en la cara del espartano. El golpe causó un leve aturdimiento al espartano, que lo dejó vulnerable a una salvaje lluvia de golpes directos en el torso y la cabeza, que rompieron su cráneo y caja torácica como si fueran de cristal.
En ese momento la cintura de Gabriel fue rodeada desde atrás por un brazo del otro espartano, y éste último giro el cuerpo para levantar al baghatma con el fin de estrellarlo de cabeza contra el suelo; era un movimiento semejante al boxeo grecorromano o a la lucha libre, y resultó inútil cuando Gabriel maniobró para caer de pie, con ambas manos sujetando la cabeza del espartano.
—Idiota. En el Muay Boran ya hay una técnica parecida, y se le conoce como Khun Yak Pa Nang —dijo Gabriel con un semblante serio, antes de volarle al espartano algunos dientes con un fuerte rodillazo en la cara.
Entonces Gabriel demostró la técnica mencionada, sujetando del torso al espartano con un brazo, para luego girar el cuerpo y estrellar al espartano de espalda contra el suelo. El espartano intentó levantarse para alejarse. Pero estaba tan aturdido por el golpe que no consiguió escapar del codazo ascendente que terminaría impactando bajo su barbilla, rompiéndole la columna cervical. Y por si esto no fuera suficiente, Gabriel lo tumbó al suelo con otro codazo en el pecho.
Los espartanos restantes de ese grupo volvieron a acercarse a atacar todos juntos. Y una vez más eran repelidos por las patadas acrobáticas, las lluvias de golpes directos y los agarres de fuerza bestial. Entonces, uno por uno, fue sucumbiendo ante los puños, codos, rodillas y pies del baghatma que atacaba como un maestro del Muay Boran.
Al último espartano del grupo el baghatma lo aturdió con un codazo derecho en el cuello, y aprovecho esto para agarrarle el hombro izquierdo. Después lo levantó unos centímetros por encima del suelo con un codazo izquierdo ascendente izquierdo en el pecho. Y de remate lo envió volando a varios metros con un brutal codazo derecho horizontal que, aparte de abollar la pechera del espartano, le provocó fracturas en la caja torácica junto con innumerables hemorragias internas.
Gabriel caminó un poco para alejarse de los cuerpos sin vida de los espartanos. Pero escucho a alguien acercándose por detrás. En cuanto se dio la vuelta, fue sorprendido por una patada alta que iba a su cara, y con el impacto del ataque brotó sangre.
Su nuevo oponente era un humano japonés que, a juzgar por su uniforme, era un maestro de Karate, y sonrío orgulloso de ver la sangre que brotó de la cara del baghatma al recibir esa patada. No obstante un espantoso dolor recorrió la pierna del karateca, y éste se dio cuenta con horror de que esa sangre no era del baghatma, sino la suya.
Al momento del impacto, el baghatma había recibido la patada con una mordida tan fuerte, que sus colmillos destrozaron el hueso tibia de la pierna del karateca.
Como si fuera un auténtico animal, Gabriel giró el cuerpo y el cuello de tal forma que estampo al karateka contra el suelo. Entonces el baghatma le sujetó los brazos, y se los arrancó desde los hombros de manera brutal.
Antes de rematar al karateka, Gabriel levantó la mirada y observó a su alrededor, notando que aparecieron nuevos enemigos; estaba rodeado de lo que parecían ser maestros de Karate y luchadores de Sumo, aunque había algunos que vestían ropajes de monjes budistas.
—¡Esto es imposible! ¡Ese bárbaro es solo un indio! —decía un rikishi incrédulo de ver que un solo peleador indio estaba masacrando a los espartanos, vikingos y samuráis, que eran conocidos popularmente por los humanos como los guerreros más "fuertes".
—¡No importa su linaje ni de dónde viene, sigue siendo un hombre-bestia! ¡Así que no se confíe! —advirtió un monje budista japonés.
Sin mediar palabra, Gabriel caminó sobre el cuerpo agonizante del karateka sin brazos, pisándole la cara sin piedad con los talones. Tras caminar unos pasos en la tierra, fijó la mirada en un rikishi que era más músculo que grasa, y levantó la mano derecha en un claro gesto de desafío.
En la cabeza del rikishi musculoso se resaltaron las venas, como señal de lo mucho que le molesto el desafío. Y por eso ignoro la advertencia del monje budista, corriendo directo hacia el baghatma. Empezó atacando con un poderoso golpe de palma Teppou derecho, que para su absoluta desgracia no solo fallo, sino que perdió el brazo.
Durante ese breve segundo, Gabriel había pasado de Muay Boran a Pashu Kalari, y por ello utilizo las garras de la mano izquierda para apuñalar la parte inferior del antebrazo del rikishi; fue la misma situación que con el oni rikishi en capítulos pasados. Pero este caso el rikishi humano sintió que su hueso radio era sujetado por la mano de Gabriel, quien luego procedió a partirle el brazo arrancándole el hueso radio.
Fue inevitable que el rikishi sintiera un dolor tan espantoso que sus gritos se oyeron hasta las nubes. El dolor empeoro cuando el baghatma le arrancó el hueso cúbito con la otra mano, terminando de destrozarle el brazo derecho al rikishi. Lo más doloroso fue ver al rikishi siendo apuñalado en el cuello y el estómago por sus propios huesos radio y cúbito, por obra del despiadado hombre-tigre.
Fue un espectáculo grotesco e inhumano que sorprendió incluso a los más despiadados de los Einherjar. Pero de todos modos un maestro budista japonés, también practicante de Karate, se dispuso a enfrentar a quien ya estaba considerando que era un sanguinario demonio encarnado.
Atacó con un poderoso golpe directo, capaz de romper muros de concreto, que logró impactar en el cuello de Gabriel. Y lo único que se rompió fue el propio puño del maestro japonés, cuando Gabriel lo atrapó bajando barbilla e hizo presión usando solo la fuerza de la mandíbula inferior con la tráquea.
Una lluvia de sangre surgió después cuando el brazo del maestro japonés fue partido en dos, por un simple uppercut del baghatma. Y la siguiente demostración de salvajismo fue que Gabriel enterró la mano derecha en el abdomen izquierdo del maestro japonés, para arrancarle una costilla, la cual utilizó como una daga para apuñalar la tráquea del maestro japonés.
Otro maestro japonés, un practicante de Aikido, fue el siguiente valiente en enfrentar al monstruo; con valor agarró la muñeca izquierda del baghatma, con el conocimiento de un profesional de Aikido lo hizo girar de tal manera que lo iba a tumbar de cabeza al suelo, y con el terror de una presa indefensa quedó en shock cuando el baghatma aterrizó de pie como si nada.
Sin perder el tiempo, Gabriel le sujetó los brazos y, con un fuerte apretón, se los destrozo por la mitad. Mientras el maestro japonés gritaba de agonía, el baghatma soltó los brazos mutilados y le intensificó el sufrimiento con un doble golpe de garra simultáneo en el centro del pecho; la fuerza del golpe generó una onda de choque dentro del cuerpo del maestro japonés, que le rompió casi todos los huesos como un cristal haciéndose añicos ante una explosión sónica.
El maestro de Aikido salió volando hacia atrás, vomitando litros de sangre, y aterrizó muerto a varios metros lejos, en los pies de un nuevo grupo de espartanos.
Allí fue cuando Gabriel se dio cuenta de que había más monjes budistas, karatekas, espartanos, vikingos y samuráis rodeándolo. Además, durante la pelea, el baghatma había llegado a un campo lo bastante abierto como para que fuese rodeado por cien enemigos, o incluso muchos más. Y entre los nuevos enemigos sobresalía una figura por encima de todos.
https://youtu.be/-L9EICDBp8c
Era un hombre joven griego con la misma armadura de los espartanos, pero más alto y robusto que los otros, y con una armadura más detallada y completa, con una capa roja incluida, que lo hacía lucir heroico. Tenía el cabello negro, los ojos de color ámbar y la piel bronceada por horas de entrenamiento bajo el sol. Portaba un escudo en ambos brazos con el mismo símbolo de Esparta, y portaba una lanza dorada con una tela roja en la base de la hoja.
Era Agis III, el hijo mayor de Arquídamo III, y el vigésimo primer rey euripóntida de Esparta, famoso por dirigir una revuelta contra el Reino de Macedonia, antes de ser derrotado por el regente de Alejandro Magno, Antípatro, en la Batalla de Megalópolis (331 A. C.).
Según el historiador griego Diodoro de Sicilia, aunque Agis III luchó bien, cayó con muchas heridas frontales. Y mientras sus soldados lo cargaban de regreso a Esparta, fueron rodeados por soldados enemigos. Agis ordenó a los demás espartanos que escaparan y se salvaran para el servicio de su país, mientras que él, armado y poniéndose de rodillas, se defendió, mató a algunos enemigos y murió al fin después de ser alcanzado por una jabalina.
—Así que tú eres el hombre-bestia responsable de todo este alboroto —decía Agis con furia en su tono, estando a una distancia segura del baghatma.
Pero Gabriel lo ignoró, porque estaba más concentrado observando algunas de las cabañas de los habitantes de la región, mientras su mente era inundada por recuerdos de hace una hora. Antes todos los habitantes del reino que él veía en su camino sonreían, festejaban, danzaban, jugaban y bromeaban, porque era un día para estar feliz y celebrar con los amigos, la familia, los vecinos y los turistas de Albión.
Después llegaron recuerdos de las caras de miedo, desesperación y horror que tenía la gente por la llegada de Qin Shi Huang y su ejército de humanos depravados.
—Este iba a ser un día feliz para toda esta gente. Y ustedes, malditos, les arrebataron esa felicidad —decía Gabriel con un semblante sombrío, gruñendo como un tigre molesto, y apretando tanto los puños que comenzó a brotar sangre, debido a que se perforó con sus propias garras. Además de que sus puños comenzaron a soltar descargas eléctricas azules, iguales a las que hacía Remiel con su magia de rayo.
—No entiendo de qué hablas, bestia estúpida —decía Agis, aunque escucho bien lo que dijo el baghatma—. Pero cometiste un grave error en atacarnos. Nosotros somos los Einherjar; los más poderosos guerreros de la humanidad y sus máximos representantes. Por eso, somos libres de tener todos los placeres que queramos; como la comida, los tesoros y las mujeres de este patético reino. ¡Oponerse a nuestros deseos es oponerse a la fuerza de toda la humanidad!
—¿La humanidad? Bien. Si para castigarlos por robarles la felicidad a estas personas, debo oponerme a la raza humana, e incluso desafiar al mismo Buda, ¡entonces al Naraka con la raza humana y a la mierda con Buda! —exclamó Gabriel, comenzando a exhalar humo de su boca, para luego decir unas palabras con una poderosa voz de trueno—. ¡Porque entre el cielo y la tierra no existe dios, demonio ni buda que los salve de mi furia!
Aquellas imponentes palabras hicieron que Agis tuviese un muy mal presentimiento, junto con un terrible escalofrío que heló su piel, y alertó tanto su instinto humano de supervivencia que retrocedió un paso. Esto fue como una apuñalada en su orgullo, porque ni siquiera los dioses y monstruos de su tierra llegaron a causarle tal terror, y eso lo enfado mucho.
—¡Ataquen ahora! ¡No le den tiempo de recuperarse! —ordenó Agis furioso y golpeando el suelo con el pomo de su lanza, logrando motivar a los demás Einherjar a atacar al enemigo.
Los espartanos, vikingos, samuráis, rikishis, monjes budistas, karatecas y el resto de los Einherjar de la flota Shuumatsu avanzaron todos juntos como si fueran a enfrentarse a un ejército, y no a un único Marut.
Entonces un rayo azul cayó sobre el baghatma, iluminando toda la zona. Y en un instante las primeras tres filas de Einherjar salieron volando por los aires, luego de que Gabriel rugiera como un tigre, mientras su cuerpo liberaba su energía Prana en una explosiva llamarada dorada semejante a una erupción volcánica, que incluso levantó trozos de tierra y formó un cráter.
Lo más impresionante fue que, con esas llamas doradas, a Gabriel le creció una cola de tigre. Comenzó a ganar un poco más de masa muscular hasta desgarrar todavía más su camisa y chaqueta. Sus orejas fueron cubiertas por un pelaje del mismo color que su cabello y cambiaron hasta ser como las de un tigre.
Sin embargo, no cambió a su forma bestia; se quedó en ese estado "intermedio" entre sus dos formas. Pero eso era todo lo que él necesitaba; salto hasta llegar a varios metros en el aire, y descendió sobre los innumerables Einherjar como un auténtico Dios de las Bestias a punto de darse un festín.
Y a la luz de los relámpagos comenzaron a volar por los aires brazos de samuráis y artistas marciales japoneses, junto con cabezas de vikingos y espartanos, mientras salpicaba por todos lados una lluvia de sangre.
Todo eso, mientras una figura en las sombras gozaba y reía de ver tan espectacular masacre, porque su viejo enemigo estaba cada vez más cerca de regresar. Ya tuvo la oportunidad de conocer más de cerca al clan del nuevo Avatar de Rudra, siendo Uriel el primero en la isla de Cerdeña, llegando incluso a entablar una breve charla con él poco antes de que atacara el dragón abisal.
Ahora solo le faltaba poner a prueba al nuevo Avatar de Rudra, haciéndolo enfrentar a sus propios demonios.
Próximo capítulo: Miguel vs Qin Shi Huang.
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