Capítulo XIII: Un Dragón sin Tesoros
"El hombre bueno del buen tesoro del corazón saca buenas cosas..."
—Mateo, Capítulo 12: 35
[Isla de Cerdeña 1879]
https://youtu.be/y5TE3BcF_VY
Durante la noche, en el castillo de la familia Blunavy, se estaba celebrando el cumpleaños número 14 de Amitiel. Pero la cumpleañera curiosamente estaba ausente. Los padres de Amitiel invitaron esta vez a algunas familias importantes de Italia e Inglaterra, con la esperanza de que su hija conociera y se familiarizará con algún buen chico; para que así, en el futuro, quizás, llegue a ser su prometido: una verdadera fantasía.
A diferencia de la superficie, en el hogar ancestral de la madre de Amitiel, la Atlántida, ésta si tenía a algunos amigos, incluso unos meses antes de cumplir los 14 años, llegó a interesarse románticamente en algunos chicos tritones (tritón "género masculino de las sirenas"). Pero nunca llegó a tener una relación romántica; solo quedaba en pura amistad.
Amitiel no era como su madre, quien a la misma edad que ella se enamoró a primera vista. Pese a que Ariel siempre le decía que tarde o temprano encontraría a su "príncipe azul", y que solo debía ser paciente, era más fácil decirlo que creerlo; más bien era algo que suceden comúnmente en los cuentos de hadas. Y Amitiel sabía muy bien que, aunque a su madre le haya pasado, e incluso tuviese su final feliz, era casi imposible de que a ella también le ocurriera; porque en ese mundo comúnmente la vida, en vez de ser un cuento de hadas, era una historia de terror.
Desde que tuvo memoria, por precaución, a Amitiel siempre le fue relatada la historia de la sociedad oculta dentro de la misma sociedad humana; donde las pesadillas viven en las sombras, acechando para conseguir una deliciosa presa viva. Poderosos hombres-bestia capaces de destrozar miles de guerreros con sus propias manos. Terribles vampiros que usan a los humanos como meros objetos para saciar su sed y perversidad. Horribles criaturas que habitan en los bosques.
Vivían en un mundo con un lado mucho más oscuro de lo que cree la gente; los humanos no eran los únicos monstruos y demonios que existían.
Pero nada se comparaba a las historias aterradoras del océano, que harían que hasta los marineros más audaces y valientes, tuviesen fobia al agua. Ariel siempre relataba las terroríficas experiencias que vivió la Atlántida, mucho antes de estar protegida por la "Barrera". Ser atacados por criaturas marinas hostiles era prácticamente el día a día de la ciudad submarina; y ser la comida favorita de los dragones era su más grande maldición.
No había una semana, sin que Ariel relatara una terrible historia acerca de los dragones. Y pese a que ella era el tipo de persona bondadosa, que veía el lado bueno de todos, tenía un mal juicio acerca de la raza draconiana; juicio inculcado por su padre, el Rey Neptuno, y por las continuos relatos y registros ancestrales de la ciudad submarina, sobre los tiempos en los que la misma era vulnerable y atacada por esas míticas criaturas.
Si, era muy común escuchar esas historias. Pero a pesar de eso, Amitiel jamás vio a un solo dragón vivo, y aunque sabía de la existencia de muchas razas y criaturas, le era difícil imaginar que seres como ellos pudieran ocultarse actualmente. Por eso, tenía ciertas dudas de que existieran; o si al menos aún vivieran.
De todos modos ella se preocupaba más de su vida y de su familia que de criaturas como esas. Y entre esas preocupaciones no estaba la de tener un interés romántico; puesto que no le importaba mucho. Sabía que todo llegaría a su tiempo, y no se iba a desesperar por conseguir algo que consideraba innecesario en su vida.
Pero igualmente, sí Amitiel no tenía suerte en la Atlántida, único lugar donde se sentía como en casa, mucho menos encontraría a alguien en la superficie. Sobretodo porque nadie más podía saber que ella y su madre eran sirenas, ni siquiera alguien que conozca sobre la Sociedad Sobrenatural. Esto era para evitar posibles problemas; porque nadie más debe saber que la Atlántida existe, o al menos, conocer su ubicación.
Definitivamente era una situación complicada para la familia; sobretodo para Amitiel. Ésta, cuando se cansaba, estresaba, o buscaba estar un tiempo sola, visitaba el jardín personal del castillo, y por medio del túnel secreto, iba al océano para despejar su mente; como hizo justamente ahora para evitar la fiesta. Amitiel sabía el motivo secundario de la fiesta; y no estaba de ánimos para eso.
Ella fue a una zona costera, que nadie visitaba por rumores de estar embrujado y que "extrañas criaturas" llegaban a esa parte de la costa; en parte tenían razón. Allí la joven-sirena se encontraba con sus amigos animales marinos; tanto normales como no tan "normales".
Bajo su forma de sirena, se aventuró en el fondo del mar, aunque sin alejarse mucho de la costa. Cuando podía hablaba con algunos amigos peces (ella al ser una criatura marina tenía la capacidad de comunicarse con otras semejantes, además de otras habilidades especiales que heredó de su familia materna), o seguía su pasatiempo principal y favorito: buscar extrañas piedras, conchas marinas, algún tipo de tesoro o cosa que ella considerara interesante.
Desde que nadó como sirena por primera vez en el océano, junto a su madre, ha tenido ese pasatiempo, y siempre que iba a la playa, o a la Atlántida, se aventuraba un poco para ver si encontraba algo que ella considerara un tesoro. Sin embargo, nunca espero que gracias a ese pasatiempo, en ese cumpleaños n14, tendría el mejor regalo y tesoro de todos; el cual cambiaría su vida para siempre y para mejor.
https://youtu.be/dFFUFQhLXXU
Mientras Amitiel hablaba con un par de peces, se percató de que algo pasaba volando por encima del mar. Lo noto gracias a la sombra que proyectaba, debido a la luz de la brillante luna llena; lo que le hizo ver que era algo demasiado grande para ser un ave. Amitiel, por un momento, comenzó a asustarse, pero su curiosidad fue mucho más fuerte que su miedo; por lo que, en total alerta, ascendió a la superficie para ver qué era aquello; y mientras lo hacía, vio a través del agua que aquella criatura aterrizó en una roca de la costa.
Lentamente, Amitiel solo sacó su cabeza del agua, en caso de que tuviera que volver a sumergirse de inmediato. Pero lo que vio la dejó petrificada; no era nada de lo que había imaginado. Era como una mezcla entre hombre y lagarto de color rojo y naranja amarillento; sumado a que tenía un par de alas de murciélago de color rojo.
Parecía un dragón, pero muy pequeño y antropomórfico; y por esto comenzó a creer que era una especie de demonio. Pero su pensamiento fue cortado, cuando la extraña criatura se volteó de forma casual, y sus brillantes y tétricos ojos dorados captaron su presencia. La joven-sirena grita con fuerza debido al miedo; asustando también a la criatura y haciendo que igualmente gritara; estruendosamente y de forma cómica.
Posteriormente, Amitiel se sumerge de nuevo y la criatura cae detrás de la roca. La joven-sirena nadaba velozmente para alejarse del lugar, hasta que se detiene; con una expresión sumamente confundida.
"Era mi imaginación o... ¿esa cosa también se asustó?", pensaba Amitiel bastante confundida y sorprendida, de que una criatura que, a simple vista, era imponente y aterradora, se asustara así y de forma infantil. Entonces vuelve mirar en aquella dirección, y no puede evitar volver a sentir esa curiosidad.
Algo, tal vez, la voz de la razón, le decía que regresara a casa. Pero su picosa y fuerte curiosidad inigualable, heredada de sus padres, le decía que echará un último vistazo; al final terminó optando por esto último. Iría a ver una vez más, pero estando en total alerta y preparada, mientras recordaba su entrenamiento.
Desde los 10 años, por orden de su abuelo materno, en la Atlántida recibió clases para usar la magia. Por herencia materna, ella tenía un talento innato para manipular el mana, por lo que logró usar magia fácilmente. Y al ser una sirena, por naturaleza tenía afinidad al Elemento Agua; por lo que aprendió la Hydrokinesis (magia de agua). Pero su talento e intelecto era tan grande, que incluso logró dominar la Aerokinesis (magia de aire). Y al dominar ambos elementos logró aprender, y luego también dominar, la Cryokinesis (magia de hielo); y eso no fue todo.
Resultó que Amitiel tenía más manejo, preferencia y poder con el elemento hielo, por lo que fue clasificada como una Cryomancer (Mago Afinado al Elemento Hielo), lo que la hacía diferente a su madre, quien era una Hydromancer (Mago Afinado al Elemento Agua). Y al haber dominado tres elementos a tan corta edad, fue considerada una prodigio de la magia; lo cual era extremadamente raro de ver.
Dado a estos hechos, Amitiel considero que si sucedía algo, ella podría defenderse eficazmente, sobretodo ahora, que estaba en el océano: su elemento. Pero no podía ser vanidosa ni dejar que el ego nublara su mente, sino pensar racionalmente, aunque sea un poco. Por esto, ella también considero que, por más fuerte que fuese, existía la posibilidad de que un enemigo pudiese ser demasiado fuerte para enfrentarlo, por lo que, si aquella criatura llegaba a atacarla, y era demasiado fuerte, ella usaría hechizos específicos para huir.
Amitiel tenía algo de experiencia enfrentando criaturas y otros magos, tanto en el entrenamiento como en algún viaje suyo por la Atlántida y el mar, así que estaba preparada para luchar. Con todo esto en mente, y estando más alerta que antes, volvió a sacar levemente la cabeza del agua, y ve que la criatura estaba detrás de la roca (porque sobresalían sus enormes alas de murciélago y cola retiliana).
Pero eso fue lo de menos, cuando de repente surgió un remolino de fuego; el cual, tan rápido como apareció, desapareció. Luego viene lo más extraño: de la parte trasera de la roca sale un joven que aparentaba tener 16 años (aunque en realidad tenía menos); cabello rojizo oscuro, ojos dorados, y una constitución muy musculosa para su edad. Por último llevaba puesto una camisa marrón sin mangas y un pantalón negro.
—Oh cielos, menudo susto —dijo el niño con la mano en su pecho, un poco agitado y molesto.
Decir que Amitiel quedó por completo confundida e impactada sería poco, pues, aquello era demasiado raro para ella. Había escuchado historias acerca de todo tipo de bestias, como los licántropos, pero jamás escuchó sobre personas que se transforman en demonios. No obstante sus pensamientos fueron interrumpidos, cuando el joven se dio cuenta una vez más de su presencia; y mostró una expresión molesta.
—¡Oye casi haces que me muera de un infarto! —exclamó furioso el niño, dejando a Amitiel con una expresión cómica de shock.
—¡¿Cómo?! ¡Pero si el que casi se murió de un infarto soy yo por el susto que me diste! —exclamó Amitiel ahora furiosa, mientras ascendía un poco más a la superficie.
—¡¿Susto?! ¡Pero si tú fuiste la que me causó un susto peor! ¡Yo iba volando por aquí tranquilamente, aterrizó en un lugar tranquilo y sin ningún ser vivo a la vista, luego volteo mi mirada un momento y veo lo que creí que era la cabeza de un espectro flotando en el agua!
—¡¿Espectro?! ¡Pero que irrespetuoso y ofensivo niño-demonio eres!
—¡La irrespetuosa hablando de irrespetuosos! ¡Yo no soy ningún demonio o es que ¿jamás te contaron cuentos de dragones?!
—¡¿Dragones?! ¿Acaso siquiera aún existen?
—¡Por supuesto que existen, nomás mírame!
Dicho eso, Amitiel se sobresaltó un poco, cuando el joven fue cubierto una vez más por el remolino de fuego, y surgió del mismo en su forma anterior. Sin embargo, esta vez, la joven-sirena no huyo.
—¡¿Que dices de esto?! —dijo el joven con una sonrisa divertida, aunque las fauces de esa apariencia le daban un toque feroz y aterrador, sumado a que tenía la voz distinta; era estruendosa.
—¡Aun me pareces un demonio y no grites así que no soy sorda! —exclamo Amitiel molesta, mientras se tapaba las orejas.
—¡No te estoy gritando, así es mi voz cuando me transformo y no puedo cambiarla!
La divertida discusión siguió por unos minutos, hasta que finalmente dejaron de discutir, para luego comenzar a reír.
—No puedo creer que estuve discutiendo tonterías con una criatura desconocida —dijo Amitiel deteniendo sus risas.
—Y yo nunca pensé presentarme de esta manera —dijo el joven, también deteniendo sus risas—. Entonces ¿porque estabas espiándome?
—No te estaba espiando. Solo nadaba en el fondo y hablaba con mis amigos, hasta que vi tu silueta, y por curiosidad fui a ver que eras.
—¿Nadando en el fondo del agua? ¿Hablando con tus amigos?
—Si... digo... veras... —decía Amitiel con una sonrisa sarcástica, sabiendo que se delató así misma por el comentario anterior. Por ello, sin más opción, sacó del agua su cola de pez; sorprendiendo enormemente al joven.
—Ohhhh eres una sirena. Creí que eran cuentos de marineros, principalmente porque jamás vi una. Pero... de verdad existen.
—Dices ser un dragón ¿pero no crees en sirenas?
—Oye debe de haber un límite en cuanto a criaturas puedan existir. Además tu no creías en dragones.
—No es que no creyera, es que creía que se habían extinguido, porque jamás pensé que seres como ellos pudieran seguir existiendo hoy en día, y sería muy difícil ocultar criaturas así.
—Pues en realidad no es tan difícil. Los humanos en general son muy estúpidos, y los dragones tienen sus medios para ocultarse.
—Pero... si es cierto que aún existen, ¿son así como tú?
—Por supuesto que no. Hay una gran variedad de clases de dragones. Por ejemplo: dragones de agua, dragones de hielo, dragones dorados, dragones plateados, y demás. Cada especie vive en un ambiente específico, y algunas clases viven en nidos dirigidos por un único rey o reina, que actúa como patriarca o matriarca. Pero hay veces que algunos, sobretodo los reyes, prefieren vivir en solitario o apartados del nido. Y en la actualidad, viven un poco separados de los unos a los otros para poder ocultarse mejor. Todos son enormes, aunque no exageradamente como los pintan en algunos cuentos. Tienen cuatro patas y la mayoría, como los occidentales, tienen un par de alas. Los que solo tienen dos patas se llaman Wyvern; son como los dragones pero no lo son. Se podrían considerar como una familia aparte. Yo en cambio soy así, porque no soy "completamente dragón".
—¿Como que no eres "completamente dragón"?
—Veras... es una historia un poco larga.
—Pues, me encantaría escucharla, en serio. He oído muchas historias acerca de tu raza, pero siempre son historias de terror que los describen como criaturas salvajes. Y en el poco tiempo que te he conocido, me has parecido un joven común y corriente como cualquier otro, y algo molesto. Sin ofender.
—Je, je, descuida. En pocas palabras, tienes interés en escuchar la historia de los dragones, desde el punto de vista de uno.
—Por supuesto. Si no te molesta claro.
—No me molesta. Sería un honor contarte mi historia. Tratare de resumirlo lo mejor que pueda. Pero primero me presentare: mi nombre es Uriel Draignis.
—Encantada de conocerte Uriel. Mi nombre es Amitiel Blunavy.
—¿Blunavy? ¿Eso siquiera es un apellido?
—¡Cállate tú no puedes opinar teniendo un apellido de lo más raro!
—Oye mi apellido es genial. Je, je. Bien, entonces ponte cómoda, para escuchar la historia de un dragón sin tesoros, como me encanta llamar mi historia. Había una vez...
https://youtu.be/yRh-dzrI4Z4
Y así, Uriel relato su historia; todo empezó con su madre; ella era descendiente de un pirata famoso del año 1470, cuya información y registros fueron eliminados, no sólo por obra de sus enemigos, sino también porque estuvo involucrado en la Guerra de las Tinieblas; conflicto en el que varias facciones, de distintas razas, se unieron para derrocar el reinado de terror de un temible Demonio, y el gobierno oscuro del Príncipe de las Tinieblas. Y también porque, al final de la guerra, en el 1472, se retiró; dejando de lado su vida como pirata, y empezó de cero en España.
No obstante su historia quedó preservada en libros históricos, muy bien guardados, en reinos de otras razas y por la misma familia del pirata; la cual fue pasando su historia de generación en generación, hasta llegar a su última descendiente, quien nació el primero de abril de 1832, en una familia de navegantes, que ascendió a clase alta por medio de la pesca, viajes por mar y negocios con el gobierno español: era una hermosa joven de cabello dorado cual mismo sol y ojos azules cual mismo océano, de nombre Teresa Hernández.
Desde niña, a Teresa le ha encantado escuchar historias acerca de su ancestro pirata, y le ha fascinado el tema. Incluso a llegado a admirar a grandes piratas de la historia, desde populares como Barbanegra (Edward Thatch) y Barbarroja (Jeireddín), hasta otros como Bartholomew Roberts, Henry Every y Stede Bonnet. Pero los personajes que más admiraba, eran las mujeres pirata Anne Bonny, Mary Read, la princesa escandinava Awilda y la francesa Anne Dieu-Le-Veut (también llamada Marie-Anne o Marianne).
Esa admiración y el deseo de vivir grandes aventuras, en vez de estar en su casa y ser como muchas damas de la época, hicieron que ella a los 26 años, junto a unos amigos (y amantes) con los mismos sueños, robaran el barco de su padre, y se hicieron piratas.
Después de tres años, Teresa ganó fama gracias a sus increíbles conocimientos en cuanto a la navegación, los negocios, estrategias, y gran habilidad en el manejo de las armas; logrando asaltos exitosos en una época, en la que los piratas se veían impotentes, y difícilmente lograban hazañas como sus antecesores. En ese tiempo también ganó muchos seguidores; lo cual hizo que varios de estos, deseosos de ganar grandes riquezas y botines igual que en épocas pasadas, se unieran a su pequeña tripulación; volviéndose una fuerza feroz. Y ella se convirtió en una temible capitana pirata; cuya gran belleza contrastaba con su inmensa ferocidad y codicia, sumado con una mente fría y calculadora.
En aquellos tres años asaltó 15 barcos de su propia tierra, y luchó contra varios piratas rivales, en las que salió victoriosa; ganando influencia y más fama en el mar y entre los piratas. Pero no era suficiente para ella; quería más. Es entonces que, posterior a esos tres años, encuentra lo que para ella, sin duda, sería su botín más grande, y la pondría en la historia junto a los piratas que tanto admiraba de niña.
Después de ganar una lucha contra un barco pirata rival, Teresa encontró entre sus botines un extraño mapa del norte de África; entre el extremo occidental del desierto del Sahara y las islas Canarias. Además, en una de las nombradas islas, estaba dibujado un punto rojo, junto con una gran "D". Por mucho que lo analizará, Teresa no llegaba a una conclusión sólida del significado. Pero la mayoría de sus suposiciones, eran que podría tratarse de algo muy importante para aquellos piratas; como un posible tesoro o lugar donde guardaban sus botines.
Aun cuando el capitán del barco y dueño de ese mapa había muerto, todavía quedaban algunos sobrevivientes; los cuales, después de interrogarlos, no revelaron mucho; porque era algo secreto y personal de su capitán, quien no compartió casi nada de información con ellos. Todo lo que pudieron revelar, era que él estaba locamente obsesionado con llegar a ese lugar y, con sus propias palabras, "recuperar su tesoro".
Aquello dejó totalmente intrigada a Teresa, y la hizo querer viajar a ese lugar; deseo que fue respaldado por su propia tripulación. Entonces, estando de acuerdo todos, viajaron a las islas Canarias; específicamente en la isla Lanzarote. A la mañana siguiente de su llegada, se dirigieron a la ubicación que señalaba el mapa: una playa cercana al Volcán de la Corona.
Y para la ocasión, Teresa iba vestida con su mejor traje de la época: un sombrero rojo, gabardina a juego con tintes dorados, camisa blanca con escote, y por último un pantalón negro ajustado y botas del mismo color. A ella le encantaba tener atención, y por eso siempre tendía a vestirse de forma provocativa (lo que a veces le ayudaba cuando hacía tratos o manipulaba a los hombres).
Al llegar a la ubicación del mapa, solo vieron arena y grandes rocas en las costas, hasta que, al observar bien el escenario, Teresa noto entre las mismas rocas una grieta, que fácilmente podría pasar desapercibida. Sin perder más tiempo ella, junto a su tripulación, y con sumo cuidado, ingresaron en la grieta (la cual era lo suficientemente grande como para que ellos pudiesen entrar). Luego bajaron por una especie de túneles subterráneos naturales, y llegaron a una inmensa recamara cavernosa.
No se veía nada, y solo se escuchaba el sonido de una cascada; posiblemente un río que se encontraba en algún lugar de la cueva. Pero al encender unas antorchas que llevaban consigo, ver el inmenso río con cascada, ubicado en el lado izquierdo de la cueva, fue lo de menos; porque quedaron casi ciegos, cuando la luz de la antorchas, hicieron resplandecer inimaginables montañas de monedas, de oro y plata, de distintas épocas y tierras; junto con cofres llenos de todo tipo de joyas y piedras preciosas. Era un hermoso espectáculo, que nadie era capaz de imaginar o soñar.
Toda esa montaña de riquezas no solo satisfacería la codicia de Teresa, al menos por un tiempo, sino que también la convertiría en la pirata más famosa de la historia; y no era la única con tal deseo. Aquel inmenso tesoro termino por enloquecer a muchos de los presentes; como consecuencia, la tripulación quedó dividida: por un lado estaban Teresa y aquellos que aún le eran fieles, y por otro lado estaban los que querían tener el tesoro para sí mismos. Inevitablemente se armó un motín en la cueva; y ambos bandos lucharon entre sí.
https://youtu.be/eevY1zE1KYo
Aunque los amotinados les superaban en número, la capitana y los suyos se defendían muy bien, incluso parecía que tendrían la victoria asegurada. Pero en medio del caos, se escuchó el sonido de las monedas cayendo. De repente, en las paredes se encendieron misteriosas antorchas, de las que nadie se había percatado.
Y por último, la montaña de oro fue levantándose; y de esta, poco a poco, emergió la colosal forma de una famosa y mítica criatura de los cuentos de hadas: un masivo e imponente dragón de ojos dorados, escamas rojas y negras, y cuernos amarillentos en su cabeza y codos; era un Dragón de Clase Fuego: uno de los más comunes y más poderosos de la raza draconica.
Muchos tardaron en procesar tal acontecimiento, pero al poco, al igual que el resto, totalmente poseídos por el miedo, intentaron huir de la cueva por donde entraron. Todos menos Teresa. A diferencia de los amotinados y sus fieles hombres, ella no sintió temor; al contrario, se dispuso a enfrentar al dragón y arrebatarle el preciado tesoro; tal como en los cuentos de hadas.
El dragón quedó absolutamente impresionado ante esa muestra de valor, por parte de una mujer humana; pues, era la primera vez que una lo enfrentaba. Así que le siguió el juego para divertirse un rato. Teresa luchó ferozmente con su espada, su pequeño trabuco personal, y los mosquetes que dejaron parte de la tripulación durante su huida. Pero obviamente nada lograba hacerle siquiera un rasguño a las gruesas escamas del dragón.
La capitana terminó por cansarse, y el dragón al notar esto, dejo de seguir el juego; y entre risas la elogió. Debido a que ella fue la única de la tripulación que se quedó para enfrentarlo, como recompensa por su inmenso valor, el dragón rojo dio su permiso para que se llevara sólo una porción de su tesoro; cosa que a Teresa no le gustó; porque lo quería todo. Y como tal, quiso seguir luchando para quedarse con todo el tesoro.
Sin embargo el inmenso reptil se cansó de jugar al "caballero vs dragón", y simplemente, de manera juguetona, la apartó de su vista; golpeándola suavemente con su cola y haciéndola caer en el río anteriormente mencionado. Teresa salió del mismo bastante molesta, pero reconoció que estaba agotada, y por eso decidió retirarse; y el dragón se lo permitió. No obstante, al día siguiente, ella regreso, y con más armas; obtenidas de su barco.
Anteriormente, algunos de los amotinados sobrevivientes habían huido, y el resto fueron asesinados por los fieles tripulantes, quienes se habían quedado afuera de la cueva; armándose de valor para ir a salvar a su capitana; aunque no fue necesario cuando Teresa volvió. Luego regresaron al barco, pero solo para obtener más armas.
Pese a las súplicas de ellos, la mujer pirata decidió volver a la cueva en la mañana siguiente. Mientras tanto, la fiel tripulación optó por acampar en la isla, con la fe de que su capitana tuviese éxito en su lucha o la abandonara. Por más que la quisieran, no podían ir con ella a la cueva, por miedo a su habitante. Por el contrario Teresa seguía sin tener miedo, y con el mismo objetivo en mente: derrotar al dragón y reclamar sus tesoros. Pero al comenzar el segundo round, el dragón, queriendo jugar un poco más, volvió a seguirle el juego a ella.
https://youtu.be/1RBj-Yc4okY
Esta vez, Teresa intentó atacar posibles puntos blandos en las escamas. Sin embargo todo el cuerpo del dragón estaba acorazado, y no parecía tener puntos débiles, aparte de los ojos; los cuales se los protegía muy bien. Entonces Teresa volvió a cansarse, y aparte de eso, se dio cuenta de que el dragón no luchaba en serio; igual que en la lucha anterior. Ni siquiera se molestaba en matarla, sino en seguirle el ritmo, como si fuese un juego; eso la hizo enojar.
—¡¡¿Por qué te contienes maldita lagartija gigante?!! ¡¡¿Por qué no luchas en serio y me matas de una vez?!! —exclamó Teresa llena de cólera.
Aquel reclamo sorprendió, e hizo reír un poco al dragón. Luego detiene sus risas y le responde; con la voz de un hombre joven amable y sabio, mezclado con tono estruendoso y poderoso.
—Ha pasado décadas desde que me divertí con el juego "caballero vs dragón". Además esta es la primera vez que una mujer me enfrenta, en vez del típico principito o caballero de brillante armadura. Y la razón por la que no te he matado, es porque te has ganado mi respeto, al haber mostrado un valor increíble; el cual supera por mucho a los que estaban contigo, y a la mayoría de humanos que he conocido.
—Je, no me esperaba que pudieses hablar, ni mucho menos que me alagarás de esa forma. Gracias —dijo Teresa con sarcasmo, acompañado de una sonrisa llena de orgullo—. Eres diferente a como describen los dragones; criaturas irracionales y salvajes que atacan sin pensar.
—Aunque no lo creas, no somos como la mayoría de los humanos nos pintan. Los dragones somos iguales a los humanos y las bestias: hay buenos y malos.
—¿Y tú te consideras uno bueno?
—Por supuesto que no. Pero tampoco soy malo. Se podría decir que soy neutral, porque a diferencia de otros de mi raza, no atacó indiscriminadamente. Y todos nosotros, buenos y malos, reconocemos el valor y el honor; tanto en los nuestros como en otras razas.
—Interesante. Antes de seguir con la rutina "caballero vs dragón", ¿podrías contarme un poco más? —preguntó Teresa con una sonrisa pretenciosa, mientras se sentaba en el suelo, frente al inmenso dragón.
Aunque parecía que ella había cambiado de idea, en realidad no era así. En vez de seguir luchando, ideó otro plan: se quedaría por un tiempo con el dragón, para saber más sobre él, y descubrir una posible debilidad para matarlo; ignorando el hecho de que el dragón sospechaba sus verdaderas intenciones.
No hacía falta ser una de las criaturas más inteligentes de todas (aunque en realidad lo era) para saberlo. Pero igualmente él decidió seguirle la corriente; para seguir divirtiéndose. Y por eso se presentó: su nombre era Agniel Draignis, el actual Rey del Nido de los Dragones de Fuego.
Próximo Capítulo: Después de la Batalla
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