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Capítulo VIII: Dragón y Sirena vs Yaoguai

"...El sol era como el oro —dijo—, y las nubes, ¡oh, las nubes, quién sería capaz de describir su belleza!".

—La Sirenita, de Hans Christian Andersen.

https://youtu.be/y5TE3BcF_VY

[Hace Dos Años Atrás. Italia]

Si en algo era muy conocida Italia, era por las distintivas islas que conformaban su país, de las cuales Cerdeña era una de ellas; la famosa isla en la que vivía la familia Blunavy. Una peculiar familia conocida entre los habitantes de Cerdeña, pero no más popular que cualquier otra familia adinerada de la isla.

No obstante lo que diferenciaba a esa familia de las otras, era sin duda su conexión secreta con los tritones y sirenas del Territorio Griego. Un secreto que era el único que guardaban con éxito, hasta esa noche de 1879 donde se les unió un secreto más. Y ahora cada vez que salían al mar para llevar a Amitiel a conocer su familia materna, también era para disfrutar de un momento único con su nuevo amigo.

Para tener una mejor vista del océano, salían a navegar cada mañana con el cielo despejado, sin ninguna señal de que se aproximara una tormenta. Y luego regresaban antes del anochecer. Este viaje no era la excepción, y tenían razón en salir al mar a esas horas: el mar brillaba de un hermoso azul gracias al intenso sol, y las aguas eran tan tranquilas que movían el barco como la cuna de un bebé.

El barco tenía las velas cerradas para mantenerse lo más quieto posible de ese punto, mientras la tripulación descansaba a gusto y hasta aprovechaba el sol para tener un agradable bronceado. Cerca del barco se encontraba un bote, en el que estaba la pareja Eric y Ariel, vestidos con ropas cómodas para no pasar mucho calor, y poder moverse en el agua en caso de que necesiten nadar.

La pareja estaba charlando con un grupo de cinco tritones y ocho sirenas, que no eran tal como los humanos actuales los suelen imaginar.

Los tritones y las sirenas tenían rasgos faciales europeos, y pieles de un color tan blanco que da la sensación de que nunca salen a la luz del día. Los tritones, que eran los varones de la especie, tenían constituciones con una musculatura muy desarrollada que les daba una apariencia fornida. Y las sirenas, que eran las hembras de la especie, tenían cuerpos atléticos aunque más delgados que los varones, demostrando que la especie tenía un notorio dimorfismo sexual, igual que su contraparte homo sapiens (humanos).

Otros detalles que los diferenciaban de los humanos, era que sus ojos brillaban de un color azul intenso en la mayoría y verde marino en el resto. En sus cuellos poseían branquias, y tenían cabello que iba de un color dorado a uno casi plateado. Y por último tenían su clásica anatomía de pez, que comenzaba desde la cintura hasta abajo, con escamas de variados colores. Aparte no vestían algún tipo de indumentaria, más allá de que los varones llevaban armadura ligera de origen griega, mientras que las hembras se cubrían pechos y hombros con objetos marinos, como conchas.

Los habitantes de la Atlántida le relataban a la pareja sobre los últimos acontecimientos en la ciudad submarina; organizaron una carrera de tiburones, actualizaron el sistema del templo donde yace el Salón Astral, y ahora están preparando una fiesta para el cumpleaños de Amitiel.

—Y hablando de Amitiel, ¿Dónde está mi sobrina favorita?

Pregunto una sirena de actitud risueña y animada, en apariencia muy parecida a Ariel, pero con cabello rubio corto y físico un poco más maduro. Era la hermana mayor de Ariel, Abeona.

—Cierto. ¿Dónde está? Creí que ya estaría esperándonos en el agua, como siempre hace cuando vienen ustedes a visitarnos.

Dijo, viendo confundido a los lados, un joven tritón de cabello plateado y ojos azules, que parecía de 15 años. Era Claudio, uno de los primeros amigos que hizo Amitiel en la Atlántida.

—Lamento desilusionarlos, pero nuestra pequeña está ocupada con algo que le parece más divertido —respondió Eric con mal humor, teniendo la barbilla descansando en su mano derecha, con el codo apoyado en el borde del bote.

—Me temo que hoy Amitiel no va a buscar conchas marinas ni explorar un barco hundido —decía Ariel con una sonrisa divertida—. Esta mañana en el barco alguien le ofreció explorar un nuevo "mundo".

https://youtu.be/JzoZDCULNMk

La sirena pelirroja dirigió la mirada al cielo, y Eric también hizo lo mismo. Los tritones y sirenas, llenos de confusión, también levantaron la mirada, y vieron algo volando en la lejanía. Al principio pensaron que se trataba de un pájaro. Pero cuando aquello descendió y se acercó al barco, a una velocidad mayor a la de cualquier ave conocida, los nativos de la Atlántida no pudieron ocultar su asombro e incredulidad —y miedo—, al ver que se trataba de un draconiano rojo.

No era otro que Uriel en su forma real. Y en su espalda cargaba a la sirenita Amitiel, quien traía puesto un sencillo vestido azul, muy clásico de princesa, como para divertirse haciendo de la ocasión algo irónico y surrealista.

—¡Ja, ja, ja! ¡Esto es increíble! —gritaba Amitiel sonriendo y riendo igual que una niña en un parque de diversiones—. ¡¿Siempre te sientes así de vivo y libre cuando vuelas, Uriel?!

—¡Todo eso y mucho más! —respondió Uriel denotando orgullo y emoción igual de infantil—. ¡Esto es lo que se siente ser un dragón!

Uriel procede a pasar volando cerca de donde estaban los padres de Amitiel, a quienes ésta última les saluda con una mano, y también saluda a sus amigos y demás familiares de la Atlántida. Luego el joven-dragón asciende al cielo con un aleteo tan fuerte, que agitó las aguas y movió un poco el barco de la familia Blunavy.

—Sabes hermanita, he escuchado incontables historias acerca de sirenas e incluso tritones con humanos —decía Abeona, poniendo el codo en el borde del bote, cerca de Ariel, sin dejar de mirar al dragón rojo con una sonrisa sarcástica—. Pero jamás en mi vida, había oído ni habría imaginado la loca historia de un dragón y una sirenita. Es algo tan surrealista y poco común, que resulta increíble de ver.

—¿Qué te puedo decir hermana? Este mundo es muy grande, y oculta maravillas que no podemos siquiera imaginar, hasta verlas con nuestros propios ojos —contestó Ariel casi riéndose del comentario de su hermana, también observando el vuelo del joven-dragón con la sirenita.

—No puede ser que volar sea mucho más divertido que estar bajo el mar —dijo Claudio cruzándose de brazos y frunciendo el ceño, mirando con ciertos celos al dúo dragón y sirena volando hasta las nubes.

—De eso no estoy seguro. Pero por lo menos se lo pasa bien —comento Eric esbozando una pequeña sonrisa, feliz de ver lo bien que se lo pasaba su hija volando con Uriel—. Hacía mucho que no la veía reír y divertirse así.

—Opino lo mismo —dijo Ariel, también fijándose cuan feliz se veía su hija cruzando las nubes y sintiendo el viento desde lo alto del cielo, gracias al chico dragón—. Uriel le enseño a Amitiel un fantástico y maravilloso "mundo", que solo los verdaderos nativos del cielo pueden disfrutar vivir... Definitivamente, más allá de sus defectos, en el fondo ese niño-dragón es como un "ángel" venido del cielo mismo, a bendecir la vida de Amitiel con la felicidad pura del sol.

—¿Un "ángel"? —dijo Eric casi riéndose por lo divertido que le pareció escuchar eso—. Claro, un ángel con cuerpo de hombre-reptil, alas de murciélago, cuernos y aliento de fuego.

—No puedes juzgar un libro por su portada —argumento Ariel riéndose por dentro.

—Pues entonces hay que leer el contenido. Y hasta donde he leído, este chico sigue el estereotipo clásico de su especie. El día en que demuestre ser todo lo contrario a la imagen que tienen los humanos de su especie, yo mismo firmare un contrato con los avariciosos enanos de Islandia para que le construyan su soñado "barco pirata".

[Presente. Distrito Pashu: Selva de Absalon]

Tal como empezó a suceder hace casi dos años, Amitiel disfrutaba el momento de volar al lado de Uriel; cuando los dos salieron de la zona de mercados, primero ganaron una altura que casi los hace tocar las nubes, y luego volaron en dirección al puerto del distrito.

Al principio volaron a una velocidad asombrosa. Pero al rato Uriel disminuyo la velocidad de vuelo, para que la sirenita en su espalda se divirtiera un poco viendo el distrito desde las alturas. Siendo Amitiel una nativa tanto de la superficie como el mar, que ha soñado desde pequeña en explorar el océano, jamás pasó por su mente la idea de volar.

Y desde que descubrió el "mundo" que Uriel visitaba, cada vez que ascendía al cielo, Amitiel desarrollo una fascinación por volar, igual a como el draconiano rojo desarrollo una curiosidad casi insaciable por explorar los fondos marinos.

—¡Whooo-ohhhh! ¡Ja, ja, ja! ¡Holaaa cielo del Domhan-Eile! —grito Amitiel entre risas y diversión infantiles, amando sin duda explorar el cielo y contemplar el distrito desde las alturas.

La sirenita se sujetaba con fuerza de los cuernos de la cabeza de Uriel con una mano, mientras que con la otra sostenía cerca de su vientre el saco que les dejo el baghatma, en el cual estaba también sujeto el gato Kumal, con la cabeza fuera del saco para contemplar las alturas, y a juzgar por su expresión relajada, también disfrutaba de la brisa y la sensación de volar.

Justo ahora mismo ellos estaban pasando por encima de la selva del distrito, donde sus compañeros de clan estaban avanzando como nativos de la jungla, saltando de rama en rama y balanceándose entre las lianas.

https://youtu.be/g-jGHbkM8e4

El baghatma y la licántropo blanca se estaban divirtiendo como niños pequeños; corrían, se deslizaban y saltaban por las ramas, mientras usaban las lianas para columpiarse y llegar a las ramas más lejanas. También usaban las garras para trepar la corteza de los árboles, antes de saltar a otra liana o rama.

Caroline se sentía tan libre y viva, como cuando corría por el Bosque Oscuro; para ella, no había nada mejor que sentir el viento en el cabello, corriendo entre los árboles, escuchando el canto de los árboles.

Sin embargo su diversión fue reemplazada por un susto, cuando agarro una liana débil que además no estaba sujeta a algo. De modo que ella empezó a caer, y a gritar del pánico —pese a que no iba a sufrir daño alguno por la caída—. Intentó sujetarse de alguna liana en medio de la caída, pero debido al nerviosismo no conseguía sujetarse bien.

Por suerte su brazo izquierdo fue atrapado por la mano derecha de Gabriel, quien pasó al lado de ella desplazándose en una liana.

—¡Ja, ja, ja! ¡Cuidado lobita, no todas las lianas son estables como relatan en las novelas sobre la jungla! —dijo Gabriel entre risas, divertido por lo que le sucedió a la licántropo blanca, aunque por esto estaba distraído y no veía a dónde se dirigía.

—¡Tigre bobo ten cuidado tú, al frente hay un...!

Intentaba advertir Caroline, mientras se aferraba preocupada al brazo del baghatma, quien dirigió la mirada al frente, y se dio cuenta tarde de lo que intentaba advertirle la licántropo blanca; los dos chocaron de cara contra un árbol, con tanta fuerza que lo movieron un poco, y dejaron una marca de sus cuerpos en la corteza.

—¡Ouhhh...!

Comentaron Remiel, Raziel y las demás bestias presentes en el lugar, quienes presenciaron el accidente que tuvieron Gabriel y Caroline, y se imaginaron lo doloroso que podría haber sido el choque, por la forma en cómo se movió todo el árbol y el sonido de la corteza rompiéndose.

Después de estar unos segundos estampados en la corteza, Gabriel y Caroline se aferraban a la corteza para no caer al suelo —que era una caída de casi diecisiete metros—. Luego, con cuidado, comenzaron a despegarse de la corteza del árbol. Era una suerte que la ropa de ellos fuese de tela muy resistente, cortesía de las tiendas de ropa de la Sociedad Sobrenatural, o ahora mismo las astillas de la corteza las habría arruinado.

—¿Y este árbol de dónde salió? —pregunto Gabriel con sarcasmo y sonriendo de pena, un poco desorientado, y escuchando por un segundo algunos pájaros cantando alrededor de su cabeza.

—Del mismo lugar que cada uno de los doscientos mil árboles de esta selva, pedazo de bobo —respondió Caroline con igual sarcasmo y teniendo un tono molesto, también viendo por un instante pequeñas estrellas flotando alrededor de su cabeza.

Los dos cruzaron miradas, duraron un segundo viéndose el uno al otro en silencio, y entonces comenzaron a reír en carcajadas como niños por lo sucedido.

—¡¿Están bien?! —pregunto Raziel, bastante preocupado, acercándose por medio de una liana y luego aterriza en una rama, cerca del árbol donde se estrelló el dúo tigre y loba.

—¡Sí! ¡No es nada grave! —respondió Gabriel aun entre risas divertidas. Y procedió con trepar el árbol junto a Caroline, para llegar hasta unas lianas que estaban en una rama más arriba.

—¡Eso es bueno, porque pueden atacarnos en cualquier momento! —dijo Remiel, aterrizando en la misma rama donde se hallaba el joven leopardo—. Les recuerdo que entre los Yaoguai que dejamos atrás, el Pavo Real no volvió a atacarnos. Y no es que dude de tu fuerza "hermanito", pero se necesita mucho más que lo que hiciste, para dejar incapacitado a un pavo real demonio.

—Soy más que consciente de ello —contestó Gabriel, al fin llegando a una rama, y ayuda a Caroline a trepar también, antes de centrar la mirada en el kitsune—. Pero ya estamos muy lejos de los mercados. Y dudo mucho que llegue a alcanzar a Uriel. Los pavos reales son aves terrestres con una limitada capacidad de vuelo. Prácticamente todo lo que hacen es "planear". Así que no "vuelan" como otras especies de aves conocidas.

—¡Si eso es verdad, que alguien se lo haga saber! —dijo Caroline con los ojos agrandados del shock, viendo en la dirección de la que venían, y entonces levanta la mano derecha para señalar dicha dirección—. ¡Miren!

Gabriel, Remiel y Raziel vieron la dirección que señalo Caroline, y quedaron igual de perplejos que ella al ver algo aproximándose a gran velocidad; era el Yao pavo real, quien para sorpresa del grupo, estaba usando las alas para volar, y lo hacía tan bien que evadía cada una de las lianas y árboles, mientras que las ramas y lianas que no podía evadir solo las cortaba con las alas.

https://youtu.be/-HjasDc5PBI

—¡Oh rayos, aquí vamos de nuevo! —dijo Gabriel levantando los puños y frunciendo el ceño, preparándose para un enfrentamiento directo.

—¡Esto es demasiado raro! —decía Raziel tan confundido y preocupado que hasta tenía miedo—. ¡Ya de por sí es imposible que estas criaturas de China hayan llegado tan lejos en este distrito! ¡¿Cómo este pavo real demoníaco puede siquiera pensar en moverse así en este lugar?!

Como si fuese una respuesta a su pregunta, el Yao pavo real levantó la mirada al cielo, y de forma fugaz se manifestó un círculo de nubes negras a unos pocos metros frente a él. Y desapareció al ingresar en ese círculo, el cual también se desvaneció en el aire, dejando al grupo todavía más perplejo.

—¿Eso responde a tu pregunta? —comentó Gabriel entrecerrando los ojos con sarcasmo.

—Más o menos —contestó Raziel, arqueando una ceja y rascándose la cabeza—. Exactamente, ¿qué fue lo que pasó?

—Uso Energía del Vacío... para crear un portal entre planos, y así viajar de un lado a otro por el plano físico —explico Remiel, con una expresión que reflejaba sorpresa absoluta—. Es el mismo tipo de poder que el de Mabel. Es un poder de tipo Spectrum.

—Si es un tipo de poder del Vacío... Entonces... —decía Raziel, recordando un detalle curioso. Antes de desaparecer, el Yao pavo real alzo la mirada hacia arriba, como si hubiera detectado algo.

—Oh no... —pensó Gabriel, también recordando ese detalle. Por eso se dio la vuelta para levantar la mirada y confirmar sus sospechas.

Había unas aberturas entre las hojas y las ramas de los árboles, por los que se podía visualizar el cielo, y gracias a esto, sumado a la aguda visión del baghatma, éste pudo ver a lo lejos la silueta de Uriel.

—¡El malnacido pavo real se dirige hacia Uriel! —dijo Gabriel ahora preocupándose tanto que adopto su actitud seria—. ¡Apresurémonos! ¡Tenemos que intentar alcanzarlos desde aquí!

Mientras ellos reanudaban el avance en la selva, se cumplió lo que el joven-leopardo y el joven-tigre supusieron; el Yao pavo real se aproximaba al draconiano rojo. Y por suerte, debido a que Amitiel veía los alrededores, se percató del enemigo que los perseguía.

—¡Haa! ¡Uriel e-e-e-el demonio pavo real! ¡Nos está persiguiendo! —decía Amitiel entrando en nervios al ver al demonio Yao acercándose volando.

—Es imposible. Los pavos reales no pueden volar... —decía Uriel, confundido, mientras giraba la mirada hacia atrás, y se sorprendió al ver de reojo al Yao pavo real, volando como una autentica ave aérea—. ¡Coño de mono! ¡¿Pero qué demonios quieren ustedes de mí para joderme a este nivel?! —exclamó tan molesto que hablo en su lengua española al principio.

—¡No me interesa nada de ti dragón mestizo! ¡Lo único que deseo es la recompensa que obtendré llevándote al Reino de Siam! ¡Así que no importa a donde vayas; te perseguiré hasta atraparte!—contestó el Yao pavo real, denotando una creciente frustración.

¡Entonces atrápame está, amigo! —dijo Uriel en su lengua española, mientras cambiaba de dirección a la derecha lo suficiente, para mirar detrás de sí por completo, y disparó desde sus fauces una bola de fuego.

Sin embargo, para su sorpresa, en frente del Yao pavo real apareció un círculo de nubes negras, la cual absorbió la bola de fuego. Acto seguido aquellas nubes negras desaparecieron, y reaparecieron arriba del Yao pavo real, liberando la misma bola de fuego que absorbió.

Pese a la gran sorpresa que Uriel sintió al ver eso, reacciono a tiempo para esquivar su propia bola de fuego; es cierto que no le iba a hacer ni cosquillas, pero no podía arriesgarse a que Amitiel y Kumal resultaran heridos, e incluso las bolsas de las compras se quemaran.

—¡¿Pero qué fue eso?! —exclamó Amitiel sorprendida y asustada de lo que vio.

—Es un poder del Vacío, y del mismo tipo que Azrael... —explicó Uriel frunciendo el ceño, volviendo a tener la mirada al frente—. ¡Por un demonio, lo que faltaba! ¡Amitiel, Kumal, sujétense fuerte!

Dicho eso, con un fuerte aleteo Uriel aumento la velocidad de vuelo, y procedió a descender hacia los árboles de la selva debajo de ellos. El gato Kumal se sujetó fuerte del saco, usando las garras como soporte, y empezó decir entre maullidos algo importante al draconiano.

https://youtu.be/DvQFmJm3y6Q

—¡Ya lo sé, ya lo sé gato listillo, pero es más fácil decirlo que hacerlo! —decía Uriel, entendiendo bien lo que decía Kumal.

—¡¿Eh?! ¡¿Qué dijo el gato?! —pregunto Amitiel, sorprendida y a la vez confundida. Aunque entendía a la perfección lo que decían los animales marinos, no era lo mismo con los animales terrestres y aéreos.

—¡Está diciendo que intente contraatacar, aprovechando las limitaciones del poder de este fastidioso enemigo!

—¡¿Cuáles limitaciones?!

—Por lo visto, el poder de este pavo endemoniado consiste en crear portales. Y siguiendo la lógica de su tipo de poder, esos portales deben de llevar a algún plano metafísico. De hecho, si lo pensamos bien, debió ser gracias al poder de este Yao, que él y los otros se infiltraron en este distrito. Sin embargo, cuando peleo con Gabriel, no lo uso en ningún momento.

»Y cuando lo uso para absorber mi bola de fuego, tuvo que anularlo y volverlo a activar, en vez de solo crear dos portales. También podría usarlo para aparecer cerca de nosotros, o incluso para llevarnos a otro sitio, pero en vez de eso solo sigue persiguiéndonos. Está claro que debe tener limitaciones.

—¡Pero no sabemos cuáles son esas "limitaciones"!

—¡En ese caso tendremos que descubrirlo! ¡Amitiel prepárate para usar tu magia; nos defenderemos, como en esos cuentos de jinetes de dragones!

Dicho eso, Uriel procedió con elevarse todavía más en el aire, mientras cambiaba de rumbo para dar la vuelta. Amitiel, por su parte, decidió confiar en Uriel, y se preparó para atacar usando su magia: con solo la mente, recito el encantamiento Magia de Agua: Balas de Agua. Y mientras lo hacía, señaló con el dedo índice ambos lados suyos. 

Con la acción se manifestaron un par de Círculos Mágicos, de color azul y letras de origen griego antiguo, volando a ambos lados del draconiano rojo. En el centro de cada Círculo Mágico comenzó a condensarse partículas blancas, que al rato se transformaron en balas de agua que volaban directo al Yao pavo real cuál balas de cañón. 

Pero tal como sucedió antes con el ataque de Uriel, el Yao pavo real creó un portal que absorbió las balas de agua, luego lo desvaneció y lo volvió a aparecer para devolver las balas de agua. Sin embargo Amitiel desapareció los Círculos Mágicos, para conjurar Escudo de Atlantis, y bloquear sus propias balas de agua por medio de dos escudos de hielo.

"Como dijo Uriel, su poder tiene límites. Al parecer solo puede crear un portal a la vez. Si no fuera el caso, no necesitaría primero anular el portal que absorbe, para crear otro portal que devuelva las cosas", analizaba Amitiel en su mente la información, que hasta ahora ha recopilado del poder del Yaoguai.

—¡¿Lo viste Amitiel, la limitación de su portal?! —pregunto Uriel, sin dejar de mirar el frente.

—¡Sí, ya lo vi! ¡También creo que tienes razón sobre su alcance; quizás no pueda crear portales demasiado lejos de él, porque tiene un rango máximo, o necesita un requisito para ello!

—¡Lo mejor será tratar de no descubrir eso! ¡Escucha sigue atacándolo; se me acaba de ocurrir una idea!

—¡De acuerdo! —respondió Amitiel, ahora sonriendo con confianza, mientras levantaba la mano izquierda rodeada de un brillo celeste. Y con un simple gesto de la mano, los escudos de hielo volaron directo hacia el Yao pavo real.

Como si se trataran de aves persiguiéndose una a la otra, el draconiano rojo y el Yao pavo real volaron por encima de la selva, a menudo cambiando de dirección para ascender, descender y darse la vuelta para después volar de nuevo al norte.

Durante la persecución, el draconiano rojo se esforzaba en mantener una considerable distancia del Yao pavo real. No sabía si éste necesitaba tocarlo o algo parecido para llevarlo dentro del portal, o quizás necesitaba estar lo bastante cerca para crear portales alrededor del draconiano. Pero Uriel no quería arriesgarse en averiguarlo.

Mientras tanto Amitiel atacaba desde lejos, invocando las Balas de Agua y Escudos de Atlantis Como supusieron, el Yao no podía crear más de un portal. Ya que primero creaba uno con el propósito de absorber los ataques mágicos de la sirenita, y luego desaparecerlo para volver a crear uno que devolviera esos ataques.

Uriel se esforzaba al máximo, y conseguía esquivar los ataques mágicos que el Yao pavo real les devolvía. Al mismo tiempo también se dedicaba a concentrar la energía solar en su garganta, para disparar su mejor ataque.

La desventaja de concentrar energía solar, era que Uriel no podía concentrarla a la vez que la energía Maná; debía ser una energía a la vez. Aunque según le dijo Gabriel en una ocasión, durante el mes de entrenamiento en Japón, la manera en como Uriel usaba la energía solar, era parecida al poder de Prana de tipo Equipamiento.

De hecho, si el draconiano decidiera aprender a usar el Prana, lo más seguro era que tuviese un poder de tipo Equipamiento, en el que pudiera usar su capacidad de la energía solar a su máximo potencial. Por supuesto que aun así, Uriel no se animó a aprender Prana, más que todo por el dificultoso camino que debía seguir para ello; no se creía capaz de lograrlo. Es por esto que también decidió no aprender Artes Marciales como tal, ni tampoco la energía Chi.

No obstante, tras haber visto el poder de fuego y el rugido de tormenta del joven-tigre en acción, comenzó a reconsiderar sus opciones.

"La forma en como Gabriel usó el Prana para pelear contra el licántropo vikingo, me dio muchas ideas divertidas", pensaba Uriel abriendo las fauces para tomar aire, mientras su garganta emitía una luz dorada intensa de dorado.

Entonces se preparó para iniciar su ataque: primero ascendió lo más que pudo al cielo, en dirección al sol, y luego de que Amitiel atacara con Balas de Agua, volvió a descender casi en picada. De reojo observo al Yao pavo real, quien se acercaba cada vez más. Y cuando vio que éste empezaba a crear el portal para devolver las Balas de Agua, contraataco.

https://youtu.be/juAxpDOPNdo

—¡Amitiel, Kumal, sujétense bien! —advirtió Uriel, teniendo una voz mucho más atronadora que antes.

Fue entonces que Uriel se dio la vuelta por completo; Amitiel se aferró agarrándose de un cuerno de Uriel con una mano, mientras la otra sujetaba con fuerza al gato Kumal y al saco de Gabriel, para evitar que se cayeran de cabeza.

Acto seguido, el draconiano rugió tan fuerte que se escuchó en toda lo zona, mientras de sus fauces liberaba una luminosa llamarada dorada, que se comparaba al fuego del mismo sol; de cierta manera se parecía al Tuphanu Garjana de Gabriel. 

Era un torbellino de fuego tan poderoso y caliente, que las Balas de Agua devueltas por el Yao pavo real se evaporaron al contacto. Y la velocidad a la que avanzó fue tal, que al sorprendido Yao pavo real no le dio tiempo de crear un portal de absorción, ni tampoco pudo esquivarlo. Así que solo pudo cubrirse con las alas, para intentar protegerse de aquel torbellino de fuego.

Tras liberar casi toda la energía solar en aquella llamarada, Uriel se dio la vuelta para tener la espalda arriba. Y entonces preparó el remate, porque sabía que eso no sería suficiente; lo comprobó por sí mismo al notar que, entre las llamas, se veía la silueta del Yao pavo real aun flotando en el aire, cubriéndose con las alas.

—¡Y ahora como golpe de gracia, la "Ultra Explosión Celestial"...!

Decía Uriel, mientras se pasaba la bolsa de las compras a la mano derecha, sosteniéndola junto con su saco personal, con el propósito de tener la mano izquierda libre para lo siguiente:

¡Magia de Fuego: o Dragon Mòr, a tha ag itealaich saor agus toilichte mar a' ghrian anns na neamh, beannaich ar teine ​​le d' anail gus an dorchadas a chuir air falbh! (¡oh Gran Dragón, que vuelas libre y feliz como el sol en el cielo, bendice con tu aliento nuestro fuego para ahuyentar las tinieblas!).

Recito Uriel un encantamiento largo, en idioma gaélico escocés de forma rápida y fluida, ganando con cada palabra citada un tono de voz más solemne y grueso, mientras sus ojos brillaban de un dorado intenso. Y al final, con la mano izquierda cerrada, dejando los dedos índice y medio apuntando al cielo, señaló sus llamas en el cielo.

Acto seguido, alrededor de la llamarada, aparecieron siete Círculos Mágicos de color rojo, con inscripciones en idioma gaélico escocés y el símbolo elemental del fuego. Posterior a esto, la llamarada comenzó a tomar una forma esférica, para entonces dispersarse en un estallido de luz, liberando una lluvia de partículas de Maná rojas y pequeños cometas inofensivos, que no quemaban nada y desaparecían al cabo de unos segundos.

Y de las llamas apenas disipándose en el aire, caía el Yao pavo real cubierto de hollín, humeando e inconsciente por completo.

—¡Sí! ¡Lo lograste Uriel! —dijo Amitiel emocionándose tanto que acariciaba la cabeza del draconiano rojo.

—Lo logramos —le corrigió Uriel con una risa contenida—. No podría haberlo hecho sin tu ayuda. Y lo admito, tampoco lo hubiera pensado sin tu consejo, gato listillo.

«De nada» contestó Kumal con un maullido orgulloso.




Próximo capítulo: Ángeles y Doncellas Reunidos. 

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