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Capítulo VII: Transporte Estilo Jungla

"Trepaba a los árboles ágilmente. Era para él un ejercicio tan normal como andar. Nadar y correr no tenían secretos para él."

—El Libro de la Selva, de Rudyard Kipling.

https://youtu.be/aq0Rxpq0Jmo

[Distrito Pashu: Mercados Tane-Mahuta]

Contra todo pronóstico, un grupo de Yaoguai apareció y dificulto lo que se suponía iba a ser solo una parada, con el fin de reabastecerse de recursos para las dos misiones que les habían dado. Por ello, mientras que Gabriel, Caroline, Remiel y Raziel se ocupaban de los Yaoguai, Uriel y Amitiel se preparaban para adelantarse en ir a los muelles

Del interior del costal de Uriel, la sirenita sacó una delgada y plegable "montura", si se le puede considerar así, ya que contaba con correas para sujetarse en los brazos del draconiano —igual que una mochila—, y una correa especial para la cintura de Amitiel.

Los mismos padres de Amitiel solicitaron la fabricación de esa montura, para que la sirenita pudiera mantenerse estable al ir con Uriel en un vuelo.

Amitiel no tardó más de dos minutos en preparar la "montura-mochila". Y tan pronto como lo hizo, se subió a la espalda de Uriel, con el gato Kumal y el saco de Gabriel, bien sujetos de una correa extra de la montura, diseñada para cuando llevara mascotas o equipaje. 

Por otro lado, Uriel se preparó para cargar todos los sacos; en la mano derecha llevaba el suyo, en la izquierda una de las bolsas de las compras de Remiel y Raziel, y en la cola la otra bolsa de las compras.

—¡Listo amigos! —aviso Uriel en voz alta, mostrando que ya estaba preparado para volar con todo el equipaje—. ¡Nos vemos en el muelle!

Con ese último aviso, Uriel se elevó en el aire con un poderoso aleteo de sus intimidantes alas y, con la misma velocidad, voló en dirección al norte, mientras sus compañeros de clan en ese lugar se encargaban de los Yaoguai que los atacaban. No obstante el Yaoguai sapo, Donghai, quien se mantuvo alejado de la confrontación directa, no estaba dispuesto a dejarlo escapar.

En total silencio, el Yao sapo comenzó a inflar la garganta, tal como lo haría un sapo auténtico. Y de su boca comenzó a disparar bolas de agua verdosa, de las cuales algunas impactaron en ramas y hojas de los enormes árboles, destrozandolas por la fuerza de propulsión.

Uriel logró esquivar cuatro disparos, y no necesito esquivar más, debido a que el Yao sapo se vio obligado a detener el ataque para defenderse. Ya que Caroline, de un salto, se elevó hasta la rama donde estaba parado el Yao sapo, quien se asustó al verla. 

Caroline dio un giro en el aire y pateó una rama que se encontraba arriba de ella. De esta manera se impulsó cual proyectil en la rama donde se encontraba el Yao sapo. Y con la mano derecha en forma de espada, ejecutó un golpe espada descendente, que partió la rama en dos, junto con una colina de roca sólida que se encontraba debajo. Mientras que el Yao sapo se salvo de ese devastador ataque, esquivando por poco mediante un salto.

"¡Eso estuvo muy cerca! ¡Si ese golpe me hubiera dado, me habría cortado en dos!", pensó el Yao sapo tan asustado, que cuando aterrizó en una rama grande, comenzó a preparar otro ataque por si acaso.

Tenía la atención tan centrada en su atacante actual, que tardó en darse cuenta de que Gabriel había estado saltando de caja en caja y plataformas naturales, mediante maniobras de parkour con una agilidad sobrehumana. Todo esto para llegar hasta la nueva posición del Yao sapo, quien optó por centrar la atención en su nuevo atacante; Donghai inflo la garganta y se preparó para disparar un poderoso chorro de agua.

Mientras tanto en el suelo, Caroline estaba parada, dando un profundo respiro, a la vez que bajaba las manos cerca de la cintura y cerraba los ojos. Estaba concentrando su energía Chi, tal como le enseñaron en la sede japonesa de San Bestia.

Dentro del dojo, la propia maestra Kondo le daba a sus estudiantes una clase sobre lo que era el Chi, y las bases para manejarlo. Y antes de salir al campo practicarlo, Kondo paso a explicarle a la mujer-loba las cualidades que ésta ya poseía...

https://youtu.be/UcOlR63_opk

—Haber crecido en un bosque fue muy beneficioso para ti, Caroline-chan.

—¿En qué sentido, maestra Kondo?

—En fortalecer tu vínculo con la Madre Tierra. Tienes afinidad hacia el elemento madera, igual que Gao-kun. Pero a diferencia de él, también estas ligada al elemento tierra y al agua. Entrenar en el elemento agua será fácil para ti. Así que tienes que esforzarte primero con la tierra y la madera.

Luego de explicarle eso, Kondo llevó a Caroline junto con algunos estudiantes a un campo específico, lleno de vegetación y rocas de diferentes tamaños. Cerca se encontraban otros campos de diseño diferente, siendo uno con varias antorchas —en esta se encontraba Gabriel—, otro con ríos y el último con variadas armas de metal.

En el campo de madera y roca, Kondo en persona instruía a los estudiantes de la misma forma...

—Denle una forma a su Chi: visualícenlo como una "corriente de agua", que fluye por su cuerpo hacia la tierra bajo sus pies, y se expande por la vida vegetal. Sientan todos esos elementos, visualícenlos en sus mentes, y ahora infundan su voluntad sobre ellos. Hagan que sean parte de ustedes. Luego vinculen esos elementos a una acción específica. Por ejemplo, un movimiento firme como la roca, o uno ligero como la hoja. Solo así podrán hacer que su Chi adopte la forma de la tierra y la madera, a la que fue conectada antes, o manipular el ambiente a su alrededor...

Cada elemento tenía su propio método para ser controlado en el Chi, de modo que una técnica firme y dura no podía controlar un elemento fluido como el agua, ni tampoco hacer que el Chi sea como dicho elemento. Por eso era necesario repetir cada técnica y movimiento, para que el cuerpo lo memorizara y lo hiciera algo tan natural como correr o golpear.

Tal cual como la filosofía de las Artes Marciales, debían hacer del Chi algo tan cotidiano, que podrían usarlo en cualquier situación.

Siguiendo ese ejemplo, Caroline primero aprendió a canalizar su energía Chi en la tierra y la vida vegetal, mientras ejercía movimientos específicos. Después aprendió a percibir y controlar el agua en sus diferentes estados. Gracias a su crecimiento en el Bosque Oscuro, entendimiento de su propio karma, rendimiento físico extraordinario, y adaptación evolutiva como bestia, en tan solo un mes consiguió dominar lo básico del Chi, para usarlo en combate.

"Siente la tierra bajo tus pies, transmite tu voluntad y hazla parte de ti...", pensaba Caroline, repitiéndose la lección de Kondo, mientras daba un paso al frente con firmeza, similar al karate. Y en su mente visualizo todo lo que tocaba la vibración del suelo, producto de su fuerte pisada.

Entre los innumerables objetos que vio, detectó la formación rocosa detrás de ella, que había partido hace un momento; pudo ver con claridad algunas grietas profundas en las rocas. Después ella extendió los brazos hacia adelante, entrecruzándolos en una "X", con las manos cerradas.

Acto seguido la colina de rocas detrás de ella comenzó a quebrarse. Y un par de enorme fragmentos salieron disparados hacia adelante, una seguida de la otra por un segundo de retraso.

Al mismo tiempo el Yao sapo había terminado de cargar el ataque, y disparo de su boca un colosal chorro de agua verdosa, lo cual resultó inútil, debido a que el joven-tigre saltó y pateó directo al chorro de agua las dos rocas que arrojó Caroline.

"Según la maestra Kondo, en el ciclo de destrucción elemental, la tierra retiene el agua. Por lo tanto, la tierra vence al agua", pensaron Gabriel y Caroline con una sonrisa, el primero entendiendo el plan de la segunda al instante, sin siquiera comunicarse de forma directa.

Las dos rocas atravesaron el chorro de agua, una detrás de la otra, dejando incrédulo Yao sapo, quien canceló el ataque para romper con sus propias manos las rocas. Solo le basto usar ambos puños para reducir a pequeños pedazos cada roca. 

Pero su sorpresa fue mayor cuando sintió un terrible dolor en ambas manos, y vio la razón por la que su chorro de agua no pudo destruir la roca.

"¡¿Es tierra imbuida de Chi?!", pensó Donghai viendo que al destruir las rocas, se dispersó de su interior una llamativa aura blanquecina. Y su preocupación se convirtió en miedo, cuando el joven-tigre aterrizó detrás de él.

Preocupado de ancas a cabeza, el Yao sapo dio otro salto para alejarse. Pero al elevarse ocho metros, fue recibido desde atrás por Caroline, quien había vuelto a saltar desde el suelo, y a una velocidad asombrosa intercepto al Yao sapo en el aire.

Entonces, como si se tratara de un balón para jugar, Caroline pateó la espalda del Yao sapo, enviándolo de regreso hacia Gabriel, quien lo estrelló contra el suelo por medio de una patada diagonal en el rostro. Una vez finalizado el combo, la mujer-loba aterrizó con elegancia en la tierra, y centró la mirada en el joven-tigre.

—¡Buen pase! —felicito Caroline en voz alta, sonriendo y levantando el pulgar derecho—. ¡Je, je, je! Quién diría que jugar ese extraño juego de football en Japón serviría para algo.

—¡El juego se llama Cuju, y sí, al final resultó ser muy útil! —comentó Gabriel desde el techo de la casa, sonriendo divertido.

—¡Chicos, si tienen tiempo para hablar de sus partidas violentas de Cuju en el dojo de Kondo-sensei, entonces mejor inviértanlo en llegar al muelle! —dijo Remiel mientras transformaba su katana en su colgante, denotando nerviosismo y molestia—. ¡Si no nos damos prisa no llegaremos a tiempo a la ceremonia especial en Escocia!

—¿En serio te preocupas por eso? —pregunto Raziel confundido e incrédulo.

—¡Claro, porque será una oportunidad única para que Uriel, Camael y yo ganemos dinero vendiendo comida tradicional de nuestras regiones! ¡Démonos prisa chicos por favor!

—No es exactamente lo que debería preocuparnos... —decía Gabriel rascándose la cabeza con una mano—. ¡Pero tienes razón en que debemos darnos prisa!

https://youtu.be/uttlRqHpvNs

Tras haber "derrotado" a los Yaoguai, el grupo procedió a reunirse en la rama enorme donde estaba parado el joven-tigre. Mientras tanto recibían elogios por parte de las demás bestias presentes en el lugar, quienes durante toda la pelea brindaban consejos y hasta elogiaban la coordinación del grupo como "manada".

Sin embargo la pelea no había terminado, porque los Yaoguai todavía no estaban derrotados del todo.

—¡No crean que ya nos vencieron, malditos cachorros de bestias! —exclamó Donghai, levantándose del hoyo en la tierra que él mismo creó al ser estrellado.

—¡Malditos, pagaran por haber arruinado mi bello rostro! —exclamó el Yao humano-pez levantándose del suelo, con la cara deformada por el brutal puñetazo que le dio la mujer-loba antes.

—¡Aun sigo vivo, malditos cachorros, y no seré tan fácil de matar como piensan! —exclamó el Yao pez espada, también levantándose del suelo, pese a sus heridas.

No obstante, antes de que alguno fuera a perseguir al grupo de jóvenes-bestias, fueron víctimas de las consecuencias de haber ocasionado el caos en ese lugar.

El Yao pez espada fue atrapado por raíces que surgieron de la tierra, debido al conjuro de una mujer-oso druida irlandesa pelirroja, dueña de uno de los locales que fue dañado durante la pelea. 

El Yao humano-pez fue sujetado desde atrás de la cabeza y enterrado otra vez en el suelo, por obra de un licántropo nórdico gris con blanco, también dueño de uno de los locales envueltos en la pelea.

Y en cuanto a Donghai, en frente suyo se interpuso la pareja de bestias tortuga, Leonardo y Vaiana.

—Ustedes dos... —dijo Donghai frunciendo el ceño y haciendo una horrenda mueca de desagrado.

—¡Pueden irse tranquilos cachorros! —dijo Vaiana en voz alta, con una mirada asesina centrada en el Yao sapo—. ¡Estos canallas tienen que pagar algunos daños al local de mi marido!

—¡¿Está usted segura, señora Vaiana?! —preguntó Caroline en voz alta, muy preocupada. 

—Descuida Caroline —dijo Gabriel acercándose a la mujer-loba y sujetándola del hombro izquierdo con una mano—. Si ella y su marido siguen vivos después de cuatrocientos años, pueden contra unos insignificantes Yaoguai de segunda y hasta con mucho más.

—Es como dice el cachorro —decía Leonardo, fijando la mirada en los jóvenes-bestia, sobre todo en el joven-tigre—. En Asia mi esposa y yo enfrentábamos a manadas de estos renacuajos inútiles. Vamos a estar bien.

Las palabras de ellos dos lograron despejar las preocupaciones de Caroline, quien lo demostró sonriendo con total confianza renovada. Aunque de todos modos decidió despedirse deseandoles suerte:

—¡Está bien, les deseo suerte!

—¡Suerte increíble pareja de guerreros tortuga! —dijo Gabriel con ánimo y confianza hacia la pareja tortuga.

Sin más inconvenientes, el grupo se puso en marcha, corriendo por las ramas de los grandes árboles y los tejados de las casas, mientras saltaban en los espacios que había entre ramas y tejados. 

Una vez que se marcharon, la pareja tortuga centró la atención en el Yao sapo.

—Ya lo recuerdo... Según el rey Samael, aquí vivían dos discípulos de Absalón Khan, que les causaron muchos problemas a los Yaoguai de China y los Yokai de Japón... —decía Donghai con seriedad, y hasta preocupado.

https://youtu.be/Wna4zDioxQw

—¿El rey Samael? Ya veo... —dijo Leonardo, al principio mostrándose sorprendido, para luego volver a su expresión seria.

—Entonces ¿no vinieron aquí por los Yokai de Japón? —dijo Vaiana con una expresión de total sorpresa, y después cambia su semblante por uno iracundo—. En ese caso, ¡¿Qué quiere el rey de la Tribu Naga del Reino de Siam, para que ustedes hayan venido aquí armando este alboroto?!

—¿En serio no se han enterado? —decía Donghai con una sonrisa divertida, pausando un momento su diálogo para escupir un diente, junto con sangre, antes de continuar hablando—. Desde Japón se extendió un rumor al resto de Asia, sobre la existencia de un dragón rojo bendecido por el cielo. De ser cierto el rumor, ustedes dos ya tendrían una idea de lo que implica.

—Claro... Existen algunas fabricaciones únicas, que requieren la sangre de un dragón bendecido... —decía Leonardo pensativo, atando puntos por medio de su larga experiencia en las tierras asiáticas—. Pero en Asia, la mejor fabricación que puede dar ese tipo de sangre, es algo parecido a una Píldora de la Inmortalidad.

—¡Así es! ¡Imaginen el increíble poder que se conseguiría con algo así!

—Sin embargo, al fin y al cabo, son solo rumores.

—Tienes razón. ¡Por eso necesitamos llevar al dragón rojo protagonista de los rumores al Reino de Siam! ¡Y ustedes también pueden resultar beneficiados!

—¿De qué estás hablando, sabandija destructora de tiendas ajenas? —pregunto Vaiana todavía con mal humor.

—El rey Naga está interesado en conseguir una Píldora de la Inmortalidad, para pagarle a un mercenario, que tiene información valiosa sobre alguien, que el mismo rey Naga busca con desespero. 

—¿Alguien? —pregunto Leonardo, no pudiendo evitar sentirse intrigado por eso.

—No estoy muy seguro de los detalles. Pero sé que el rey Samael está buscando a un primo suyo, que aparte de ser un garuda, algo muy raro por cierto, está perdido en una tierra llamada "México". El punto es que, si el rey Samael está dispuesto a llegar a tal extremo para conseguir esa información, demuestra lo desesperado que está... Si ustedes me ayudan, el rey Naga les podría recompensar como solo un rey podría. ¡Incluso les daría protección contra los Yaoguai y Yokais rencorosos!

—Es una propuesta muy tentadora. Sin embargo, tendremos que rechazarlo —contestó Leonardo, sonriendo y mostrándose interesado de forma dramática solo para bromear.

—¡¿Qué?! —exclamó Donghai, incrédulo con lo que escucho.

—Por lo que hemos visto y escuchado al inicio de todo este alboroto, ese dragón rojo es parte del clan de aquel chico-tigre que visito mi tienda —explicaba Vaiana con una sonrisa alegre, para después dirigir la mirada hacia su marido—. ¿También lo viste cariño? ¿Al chico-tigre? Al principio solo me pareció familiar. Pero ahora creo que sí es él. ¿No crees?

—Sí lo vi... y te doy la razón... —respondió Leonardo levantando la barbilla, sonriendo de felicidad, cerrando los ojos por un momento y sumergiéndose con nostalgia en viejas memorias de hace cuatrocientos años—. Hemos vivido lo suficiente para ver el regreso del maestro, junto con el nuevo renacer de un dios.

"¿Eh...?", pensó Donghai, lleno de confusión al no entender lo que decía la pareja tortuga.

—No nos interesa lo que quiera el rey Naga, ni lo que pueda darnos a cambio —decía Leonardo, abriendo los ojos para volver a centrar la mirada en el Yao sapo, ahora con un semblante serio—. El supuesto dragón que ustedes buscan, pertenece al clan de un viejo conocido mío y de mi esposa. Eso es razón suficiente para que nosotros lo protejamos.

—¡Bien, de todos modos odiaría trabajar al lado de unas malditas bestias! —exclamó Donghai esbozando una enorme sonrisa de desquiciado, para después inflar la garganta y escupir un par de picos de hielo verde.

No obstante fue un ataque por completo inútil, ya que Vaiana destrozó un pico de hielo usando solo el dorso de la mano derecha, mientras que Leonardo redujo a añicos el otro pico usando solo el dedo índice izquierdo. Esto preocupó tanto al Yao sapo, que se quedó sin palabras.

—Para ser sincero, comprendo la frustración y odio que muchos de ustedes, los Yaoguai, sienten hacia nosotros las bestias, por haber sido nosotros los elegidos por los dioses para evolucionar —decía Leonardo, mientras se limpiaba el dedo índice izquierdo con el pulgar—. No obstante, eso no significa que perdone sus ataques a mi local.

—Digo lo mismo —agregó Vaiana, esbozando una sonrisa igual de cruel, y tronándose los nudillos de ambas manos—. Entiendo su odio y envidia, ¡pero igual los haré pedazos! ¡Cariño, prepárate porque hoy cenaremos ancas de rana!

—Suena apetitoso, mi querida flor de mar —respondió Leonardo poniéndose en posición de lucha, encorvando un poco la espalda y emanando un aura blanquecina, que resultaba ser Chi.

https://youtu.be/an4Rx9eq6Lw

Mientras la pareja tortuga y demás bestias de la zona se hacían cargo de los Yaoguai, Caroline y los otros tres miembros del clan Nightfall Angels ya estaban lejos de allí.

Al no poder contar con algún tipo de vehículo o transporte, el grupo decidió viajar al estilo clásico. Como las bestias del distrito, usaban las ramas de los árboles gigantes y los tejados de las casas para viajar más rápido, sin tener que correr en las laberínticas calles del pueblo. 

Les sorprendió lo resistente que resultaban los árboles y las estructuras; tal vez estaban reforzadas con magia, madera especial o algo parecido. Pero no pararon a responder esas dudas, y se enfocaron en llegar al puerto.

Aunque Uriel se llevo el mapa, el grupo no lo necesitaba, porque Raziel lo memorizo con solo verlo un par de veces. Y por lo que recuerda el joven-leopardo, el puerto estaba al norte de la zona de mercados. También contaban con la suerte de que entre ellos estaban dos expertos en orientación: el dúo tigre y loba. De modo que ellos dos lideraban el camino, mientras Raziel los ayudaba a guiarse, y Remiel vigilaba que ningún enemigo los siguiera.

Pasado unos minutos, llegaron a una zona del bosque muy diferente al resto; era un extraño ecosistema muy parecido a las junglas de Asia, como la India, con ríos y cascadas incluido, aunque seguía manteniendo algunos árboles característicos de los bosques de Irlanda. 

Parecía ser una zona especial con una especie de "hibridación vegetal", donde el bioma de jungla se mezclaba con el de bosque, para dar como resultado un bioma híbrido con las bellezas de Asia y Europa.

—Según el mapa que tenía Uriel, si seguimos directo por esta jungla, llegaremos rápido a los muelles —decía Raziel recordando los trayectos que vio en el mapa de Uriel. 

El joven-leopardo se encontraba parado en el tejado de una casa a la entrada de la selva, junto a los otros tres jóvenes-bestia. Y al igual que ellos estaba sorprendido del extraño paisaje selvático.

—Entonces no queda de otra. Hay que cruzar por aquí —dijo Gabriel sonriendo de emoción.

—¿Pero cómo avanzaremos rápido, si hay demasiados árboles con esas cosas colgando? —preguntó Caroline, viendo que no había ni una sola estructura artificial, y varios de los árboles con lianas y enredaderas estaban muy juntos, lo cual dificultaba el avance en una sola dirección.

—Es fácil —dijo Remiel con la sonrisa divertida de un niño—. ¿Estás pensando lo mismo que yo, "pequeño hermano"?

—Claro que sí —contestó Gabriel frotándose las manos, sin dejar de sonreír.

—Un momento... Cuando mi hermano y yo entrenamos en África, las bestias de allí tenían una forma tradicional de "transporte" —decía Raziel, entendiendo lo que querían decir el baghatma y el kitsune, y por ello también sonrió de emoción.

—Así es, mi estimado amigo leopardo —decía Gabriel, retrocediendo un poco para tomar impulso—. ¡Usaremos el "transporte estilo jungla"!

Como si se tratara de un niño pequeño en un parque, el joven-tigre se sujetó de una liana y, tal como lo haría cierto hombre criado por gorilas, fue surcando las alturas de una liana a otra, e incluso se deslizo y corrió por las ramas largas de jungla con una agilidad sobrehumana. Y en todo momento reía de nostalgia y felicidad, como un adolescente que regresa al parque de diversiones de su infancia.

A pesar de que paseaba de vez en cuando por los bosques cerca del Castillo Dumont, no era igual a las selvas de la India. Por eso se sintió de vuelta a sus orígenes en ese bioma de selva.

—¡Viaje en las lianas, sí! —dijo Raziel también emocionándose de forma infantil, para luego empezar a balancearse en las lianas.

—¡Vamos chica-loba, tú también vive el momento de nostalgia! —dijo Remiel con alegría y emoción, empujando a Caroline hacia las lianas con una mano.

—¡Ha, zorro imbécil...!

https://youtu.be/AJ_xsMnG26U

Exclamó Caroline molestándose por el empujón inesperado, mientras se sujetaba de una liana por poco. Pero en vez de balancearse o estar en calma, comenzó a aferrarse a la liana de forma alterada y preocupada.

—Oye ¿qué te pasa chica-loba? —preguntaba Remiel confundido y rascándose la cabeza, viendo la reacción temerosa de la licántropo blanca—. ¿No que habías crecido en un bosque?

—¡Los bosques, al menos los de Alemania, no son como las selvas de la India! —exclamó Caroline con tanta furia que sobresalto al kitsune—. ¡Mejor vayamos por otro camino!

—Pero esta es la ruta más rápida para llegar a los muelles. Rodear todo este hábitat nos tomara casi el triple del tiempo —explicó Raziel aterrizando en una rama, cerca de donde se encontraba colgando la mujer-loba.

Oh mein Gott... —se quejó Caroline, teniendo que reconocer para su pesar que no había otra opción, y por ello necesitaba ayuda—. Maldición... ¡Gabrieeeel!

—¡Hey tranquila, tranquila estoy aquí! —aviso Gabriel nervioso y preocupado, aferrándose a una liana y manteniéndose colgando cerca de su querida amiga.

—¡Gabriel ayúdame!

—Aunque tengo fuerzas más que suficientes, no puedo llevarte cargando en mi espalda todo el camino. Caroline, tienes que hacer esto tú sola.

—¡Pero no sé moverme en esta selva! ¡No es como los bosques que conozco!

El joven-tigre empezó a sentir lastima por la mujer-loba, ya que comprendía que ella debía de sentirse como un animal, que de pronto se encuentra en un ambiente muy distinto a su hábitat natural. La sensación de estar en un hábitat muy diferente al conocido, puede ser muy aterrador para cualquiera, sobre todo en jóvenes; eso lo sabía él por experiencia, porque se sentía así cuando llegó al Castillo Dumont por primera vez.

Además, por lo que recuerda, Caroline jamás se adentró demasiado en los bosques de Japón; durante todo el mes de entrenamiento, se aseguraba de estar dentro de los límites de lo que le parecía similar a los bosques europeos, y jamás se aventuraba más allá sin la compañía del joven-tigre, quien era el único de allí con el que ella tenía confianza.

—Oigan cachorros, ¿necesitan ayuda?

Pregunto otra mujer-loba, una de tribu escocesa, cabello rubio, piel clara y ojos azules, que se encontraba en una rama dos metros arriba de Remiel. Y no era la única; el alboroto que montaba Caroline estaba llamando la atención de otras bestias que pasaban cerca de la zona.

—No, no. No se preocupe madam —decía Raziel de forma cortés, intentando tranquilizar tanto la otra mujer-lobo como a las demás bestias que se estaban acercando, curiosos y preocupados por los gritos de Caroline. 

A Raziel no le parecía mal que las bestias del lugar quisieran ayudarlos. Pero tampoco quería molestar a nadie, y de paso empeorar la vergüenza que por lejos se notaba en Caroline.

—Oye "pequeño hermano", apresúrate en motivar a tu compañera, o será el foco de atención del vecindario —decía Remiel agachándose, y sonriendo divertido del show que montaba la inseguridad de la licántropo blanca.

De hecho, la propia Caroline empezaba a sonrojarse de la vergüenza que sentía ahora mismo. Gabriel noto esto, y por eso pensaba rápido en qué palabras decir para motivarla.

https://youtu.be/g-jGHbkM8e4

—Caroline... Eh... Sé que sonará muy cliché y estúpido lo que voy a decir, pero yo también me he sentido igual que tú. Cuando Auguste me llevo al Castillo Dumont, sentía tanta desconfianza del nuevo ambiente, que no salí del castillo hasta cierto día, en que Adán y Bella me llevaron al bosque para que me familiarizara con el ambiente. Ellos ya hablaron sobre eso, cuando Auguste y yo los llevamos a ti, tu familia, Rafael y Elsa al castillo por primera vez, ¿recuerdas?

—Sí, lo recuerdo... —decía Caroline, empezando a sonreír un poco—. Según Rosabella, estabas tan nervioso que la señora Bella tuvo que llevarte directo a los árboles. ¡Je, je! Y le diste a ambas un susto de muerte, cuando de repente trepaste un árbol y casi te caes al columpiarte de una de las ramas altas.

—¡Je, je! Y ella tuvo razón. No fue mi mejor primera visita al bosque —decía Gabriel sonriendo de vergüenza—. El punto es que si yo pude acostumbrarme al bosque, entonces tú también puedes hacer lo mismo con la selva, porque la selva y el bosque no son muy diferentes en realidad. Además, viajar en la selva es más fácil de lo que parece. ¡Solo mírame!

Como un ejemplo descriptivo, el baghatma se columpió en la liana, y aprovechó el impulso para soltarse y agarrar casi al instante otra liana. Repitió el proceso otras dos veces, antes de aterrizar en una rama con forma circular, en la cual se deslizó y saltó a la corteza de un árbol, en el que se aferró por medio de las filosas uñas. Y como un auténtico felino, comenzó trepar rápido y sin problema alguno el árbol.

—¡¿Ves?! ¡Es muy fácil! ¡Es como moverse en el bosque, pero usando "cuerdas naturales" de los árboles! —decía Gabriel feliz y animado, deteniendo su subida por el árbol, para después saltar y agarrarse de una liana, que uso para acercarse otra vez a la licántropo blanca—. ¡Sigue mi ejemplo, y deja que tus instintos hagan el resto! ¡Deja que el "transporte natural de la jungla" guíe tus instintos! ¡Y no sientas pena, porque incluso los más talentosos no siempre lo consiguen todo a la primera!

La mujer-loba seguía reacia a hacer lo mismo que el joven-tigre, en mayor parte por miedo a caerse y quedar en ridículo frente a tantas miradas. Sin embargo había algo familiar en la situación, que le incitaba a hacer lo mismo que el joven-tigre. Era como si muy en el fondo algo la estuviera motivando, en respuesta a las palabras de su querido compañero, como una especie de "llamado a lo salvaje".

Así que, tal como hizo su hermano menor hace dos años y la noche anterior, se dejó llevar por sus instintos naturales; comenzó por columpiarse lento y seguro, después aumentó la fuerza, soltó la liana y de inmediato se aferró a otra. Dio un pequeño chillido de pánico al creer que se caería, pero se tranquilizó al descubrir que la liana soportaba su peso.

Tras un segundo de duda, volvió a repetir el proceso, y la siguiente vez se armó de suficiente confianza para soltar la liana y sujetarse de otra, sin tener que columpiarse primero. Poco a poco empezó a entender el truco, y no tardó en disfrutar del momento al sentir la frescura del viento. Era como correr junto al viento en el bosque, lo cual para ella era la auténtica definición de sentirse "vivo".

Disfrutaba tanto del momento, que sin darse cuenta ya estaba desplazándose de una liana a otra, haciendo acrobacias y volteretas como una trapecista profesional, o más bien como una verdadera nativa de la selva. 

—¡Whooo! ¡Ja, ja, ja! ¡Es divertido! ¡La selva es muy divertida! —decía Caroline divirtiéndose como una niña en un parque de diversiones.

—¡¿Lo ves?! ¡Te lo dije! —respondió Gabriel feliz y orgulloso, moviéndose de liana en liana al lado derecho de la licántropo blanca.

El joven-leopardo y el joven-kitsune también avanzaban usando las lianas como cuerdas para balancearse, y las ramas de los árboles como soporte para saltar y columpiarse. Estaban justo delante del dúo tigre y loba, manteniendo la cercanía para no separarse de ellos, y la suficiente lejanía para no interrumpirles el momento.

—¡Eso es Caroline, ya lo tienes! —dijo Raziel feliz de que la amiga del joven-tigre haya podido acostumbrarse rápido a la selva.

—¡Obsérvalos bien, Raziel! —decía Remiel sonriendo y mirando con orgullo al joven-tigre—. Te servirá como ejemplo, cuando tengas una compañera a tu lado. Así que aprende de nuestro amigo tigre, y no le interrumpas el momento.

Raziel no respondió, sino más bien solo sonrío de pena. Aunque si en algo estaba de acuerdo con Remiel, es que no debía interrumpir el momento entre sus amigos tigre y loba, quienes ahora estaban disfrutando del viaje en la selva. 




Próximo capítulo: Dragón y Sirena vs Yaoguai. 

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