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Capítulo IV: Tres Bestias, una Trinidad (I)

"Todo el mundo es como la luna: tiene un lado oscuro que no muestra a nadie."

—Mark Twain.

[Francia. 1881]

https://youtu.be/RXjIZHqDI9A

Podría ser una noche como cualquier otra, pero no. Esa noche era especial; en esa noche Gabriel visitaría a la familia de su mejor amiga.

El joven-tigre ahora tenía 16 años; medía alrededor de 1,70 metros, su cabello rojizo anaranjado con mechas negras era más alborotado y largo hasta la barbilla, y tenía una musculatura desarrollada. Además llevaba una camisa blanca con mangas hasta los codos, un pantalón azul y zapatos negros.

Cuando el joven-tigre llegó al Castillo Dumont no sabía qué pensar sobre sus nuevos padres: Adán y Bella. No veía ni una pizca de maldad en ellos y lo trataban mejor que su familia biológica: iban de día de campo, lo llevaban al pueblo donde visitaban al padre de Bella y le contaban sorprendentes historias, que dada sus circunstancias no parecían ser solo fantasía.

Una historia en particular era la que Adán, años atrás, a causa de su orgullo era cruel y malcriado, y como castigo de sus actos una hechicera lo convirtió en un hombre-león, y solo cuando encontrara a alguien que lo amara tal como era, seria humano otra vez; obvio esto sucedió cuando Bella llegó a su castillo. Una historia muy romántica para el gusto de Gabriel, quien prefería leer los demás libros de la gran biblioteca; un pasatiempo que él compartía ahora con su nueva hermana, Rosabella.

Al principio al joven-tigre le era difícil aceptar la idea de tener una nueva hermana, por lo que desde que llegó al castillo ha tratado de evitarla. Pero Rosabella jamás se rendía en intentar socializar con él y ganarse su cariño de hermano. Además Bella siempre la alentaba a nunca darse por vencida en eso. Y tal como la alentaba su madre, Rosabella se esforzaba al máximo: desde intentar enseñarle los mejores libros de la biblioteca a Gabriel, hasta ir a la clase privada de francés junto a él.

Aunque Gabriel sabía hablar francés con decencia gracias a algunas clases que tomaba en la India, sus nuevos padres insistían en que aprendiera más idiomas básicos con su nueva hermana; como el inglés, alemán y el español. Y en el área lingüística Rosabella era una experta; tenía un talento e intelecto innato para aprender idiomas, que incluso se le podría considerar una prodigio. Por lo que ella hacía el papel de "segunda maestra" de idiomas de Gabriel.

Y para poder entablar más conversaciones y socializar, ella le pedía a él que le enseñara su lengua natal; el idioma hindi. No obstante el joven-tigre seguía sin entablar una conversación amistosa; siempre eran conversaciones cortas y nada emotivas. Pero la pequeña Dumont seguía sin darse por vencida, y sus esfuerzos por fin dieron resultados.

No fue hasta aquella noche, a finales de diciembre de 1879, cuando Gabriel en búsqueda de paz interna, salió al bosque cercano al castillo; Rosabella lo había visto salir, y estando cansada de que él siempre la evitara, decidió seguirlo al bosque, sin pensar ni un poco en el peligro.

El bosque aún estaba lleno de nieve, y dado a que las nubes bloqueaban el cielo, el ambiente lucía deprimente, gris y solitario; parecía un bosque sacado de un cuento de terror. Pero a Gabriel no le molestaba eso; gracias a su visión nocturna y a lo que era, la pasaba más que bien. Desde que perdió su humanidad, creía que estar allí, en un bosque o selva, alejado de la civilización, era lo mejor. Y por unos instantes, mientras avanzaba de rama en rama por los árboles, saltando y balanceándose con la agilidad prodigiosa de un felino, comenzó a tener la idea de abandonar a aquella familia adoptiva.

Pero esos pensamientos fueron interrumpidos cuando escucho un pedido de ayuda, junto con aullidos; era Rosabella, quien estaba a punto de ser atacada por una manada de lobos.

A pesar de que siempre la evitaba, la pequeña Dumont siempre se esforzaba por ganarse su cariño; de ser como una hermana de sangre para él. A pesar de lo que él era y lo que es capaz de hacer, Rosabella solo quería tener un hermano. Es por eso que Gabriel no podía dejar que alguien tan bondadosa e inocente como Rosabella muriera. Así que, tan pronto como sus felinos sentidos auditivos escucharon aquel pedido de ayuda, no dudo dos veces en aterrizar en el suelo y correr hacia donde estaba su hermana adoptiva para salvarla.

Por fortuna Gabriel, gracias a su velocidad comparable al de una bala, logró llegar a tiempo; Rosabella en cuanto lo vio corrió directo hacia él, con varios lobos a punto de alcanzarla desde atrás. Y fue entonces que, por una extraña razón que ni el mismo Gabriel conocía, mientras éste corría hacia su hermana un fuego rojizo lo envolvió, haciendo que se revelará su verdadera forma: se transformó en hombre-tigre por primera vez a voluntad y en frente de Rosabella.

Luego de transformarse salto hacia adelante y aterrizó abrazando a su hermana adoptiva para protegerla. Entonces dos lobos se abalanzaron sobre él, pero de un rápido movimiento con ambas manos los apartó, cortándoles la yugular en el acto. Después un lobo saltó desde atrás, y él contraatacó volteándose y mordiéndole el cuello, matándolo al instante; acto seguido lo arrojó hacia otro lobo, estrellando a ambos contra un árbol. Otro lobo salto para atacar, y al igual que sus compañeros encontró la muerte, cuando las garras de la mano derecha de Gabriel le atravesaron el cráneo, por debajo de la mandíbula.

Tras haber matado a esos lobos con una facilidad absurda, Gabriel soltó un aterrador rugido que hizo retumbar el bosque, y terminó por llenar de miedo al resto de la manada de lobos a tal punto que decidieron mejor huir. Aunque en medio de toda la confrontación llovía sangre, Rosabella no tenía ni una sola mancha encima; Gabriel se aseguró de eso.

Luego de asegurarse de que ya no hubiera ni un solo lobo o cualquier otro animal peligroso en la zona —lo comprobó con su extraordinario sentido auditivo—, el hombre-tigre estaba por retirarse sabiendo que Rosabella, ahora que lo había visto en su verdadera forma, le temería y correría de vuelta al castillo. Pero cuando retrocedió un paso y bajó la mirada para verla, ella solo lo miraba con asombro, sin una pizca de miedo.

—¡Es increíble! ¡Eres igual a lo que papá fue en el pasado! ¡Es asombroso hermano! —exclamó Rosabella sonriendo y juntando las manos mientras sus ojos brillaban de felicidad infantil.

—¿Qué? ¿Por qué no me tienes miedo? —preguntó Gabriel estupefacto e incrédulo de lo que veía y escuchaba. Y tenía razón.

Con la oscuridad de la noche, los cuerpos y la sangre de los lobos muertos en la nieve, y él erguido en su forma de tigre antropomórfico mientras estaba ensuciado de sangre y sus ojos verdes resplandecían cual flamas, le daban un aspecto de lo más imponente y aterrador; lo suficiente como para provocarle pesadillas a cualquiera.

Pero Rosabella solo le respondió con la misma sonrisa radiante, inocente e infantil:

—¿Por qué iba a tenerte miedo? ¡Eres igual que un gato enorme! —decía Rosabella, para después poner una adorable expresión pensativa—. Aunque con torso y brazos humanos, además de que caminas erguido. ¡Pero da igual! —ella vuelve a mostrar esa gran sonrisa radiante—. Para mi eres tierno, y sigues siendo mi querido hermano mayor.

Sin duda la pequeña Dumont había heredado la bondad incondicional de su madre, lo que le permitió estar allí con él, para hacerle ver que ya no estaba ni tenía porque estar solo; que ahora estaba con alguien más a quien podría llamar "familia".

Desde esa noche ambos se hicieron inseparables. Y también desde esa noche Gabriel ya podía transformarse a voluntad, aunque él mismo desconoce la razón detrás de este "control adquirido". Pero él decidió no pensar en eso, para centrarse en el nuevo vínculo familiar que estaba entablando con los Dumont.

A petición de su "hermana", le mostró su otra cara a sus "padres", "abuelo" y el resto de los habitantes del castillo. Al principio se sorprendieron bastante, pero al igual que Rosabella, gracias al pasado sobrenatural del castillo ellos no le tuvieron miedo (aunque algunos sirvientes aún sentían incomodidad cerca de él).

Gabriel sentía como su vida empezó a cambiar; ahora estaba rodeado de verdadera felicidad familiar. Así que tomó como objetivo proteger a su nueva familia de todo mal. Sin embargo no todo era alegría; cuando llegaba la luna llena, él exigía sangre. Siempre era así. Gabriel no sabía cómo explicarlo; desde su primera noche, aun cuando ahora podía transformarse a voluntad, él siempre lo alentaba a matar desgraciados; no con palabras, sino con "pensamientos". Así que Gabriel saciaba su hambre una vez cada semana.

Un ejemplo de eso es el decano de su escuela secundaria: Bob Freec.

A simple vista Bob era el estereotipo de "hombre correcto". Pero el joven-tigre podía ver la verdad; a través de los ojos del tigre podía ver el karma del espíritu de los seres vivos. En el espíritu veía dos colores: dorado y violeta. La bondad era dorada y la maldad violeta. Mientras más bondadoso era el individuo, más brillante era el dorado en el espíritu, y mientras más perverso era, más oscuro era el violeta.

Si el individuo no poseía maldad, sería brillante como el sol. Y si era un ser de pura maldad, su alma sería tan oscura como el abismo. El proceso comenzaba así: si alguien bueno cometía un acto malvado, en el color dorado de su espíritu empezaría a manifestarse chispas moradas, hasta que poco a poco el dorado perdería brillo, y sería reemplazado por un oscuro violeta. Pero cuando la persona era mala y hacía un acto de pura bondad, el proceso era igual, aunque con los colores invertidos.

Había casos donde ambos colores coexistían en uno intermedio. Y a veces un color era más intenso que el otro, siendo estos casos donde se podía decidir si atacar o no. Pero lo más perturbador era que el color violeta también estaba en niños y mujeres. De cierta forma le hizo entender a Gabriel algo: la verdadera maldad no tiene edad ni género.

Gabriel no sabía lo que había hecho el decano. Pero el espíritu del sujeto no tenía color dorado; era un color violeta puro, y en extremo oscuro. Todo lo que el joven-tigre sabía era que el decano fue un profesor de academia militar por 10 años; su postura rígida, cabello recortado, mal carácter y buena constitución física para su edad de 46 años lo demostraban. No obstante por alguna extraña razón se cambió de lugar de trabajo, y luego de 5 años se hizo director de la secundaria donde estudiaba Rosabella.

Sea lo que sea que hizo Bob, representaba un peligro; no solo para los estudiantes sino también para Rosabella. Así que Gabriel decidió actuar: en cierta noche fue a la casa del decano en el pueblo, para hacer que no viera la luz de otro día. Fue entonces que descubrió algo mucho más macabro; mientras buscaba al decano por la casa llegó al dormitorio, donde encontró veintiséis dibujos de distintos niños en una mesilla; eran dibujos de los niños de la escuela de Gabriel. 

https://youtu.be/ZVeihGDy8_s

El joven-tigre conocía a ocho, y veinte estaban marcados con una "X" roja; de los seis dibujos por marcar conocía a cinco, y el sexto dibujo por marcar era uno de Rosabella. Los otros dos niños que conocía estaban entre los dibujos marcados; ambos niños desaparecieron cuatro días atrás.

Antes de seguir investigando, el decano apareció en la puerta y se sorprendió al ver que Gabriel estaba allí, y había encontrado algo de su macabro secreto.

—¡Joven Dumont ¿qué estás haciendo aquí?! ¡¿Cómo entras...!? —el decano no pudo terminar su furioso e histérico interrogatorio, porque vio como un brillo rojizo cubría a Gabriel, aumentándolo de tamaño y cambiándole la apariencia su forma bestia.

Presenciar aquello dejó paralizado de miedo al decano, de modo que no pudo huir de inmediato. Y aunque pudiera jamás lograría escapar. Sin embargo ya era tarde para intentar escapar; en un parpadeó Gabriel se le acercó y lo agarró con ambas manos por los hombros, igual a un depredador que atrapa a su presa.

—A ver ¿cuál será mi primera cena? Pulmones, corazón, hígado, ¡Mnnn! Hay tantos postres que ni puedo decidir —decía Gabriel mientras mostraba sus filosos dientes en una sonrisa cruel, y denotaba un odio puro en sus ojos—. Pero da igual. Terminarás siendo como lo que eres: una mierda... igual que mi abuela.

Entonces el decano reaccionó y soltó un horrible grito de terror, mientras veía como las grandes fauces felinas de Gabriel se abrían, mostrando el mismo abismo de la muerte, para luego acercarse a su rostro, y no ver más nada cuando las mandíbulas se cerraron en una poderosa mordida, haciendo que toda la habitación quedará bañada en la sangre del decano.

A la mañana siguiente se supo de la muerte del director; solo se encontró su torso colgando de un árbol cerca de su casa, empalado con una rama en su entrepierna. La causa de muerte según las autoridades fue: "devorado por un animal desconocido". Después de este suceso llegó un nuevo director, que tenía un color dorado intenso en su espíritu.

Ya no había peligro, de momento.

Los padres adoptivos de Gabriel sabían de su naturaleza castigadora y sus cacerías nocturnas. Pero jamás intervinieron ni lo detuvieron, porque sabían que no podrían hacerlo, ya que, de todas formas, el espíritu del tigre era quien lo incitaba a hacer todo eso; él estaba siendo movido por el espíritu del tigre, cuya hambre por matar malvados y vengar inocentes era insaciable.

Pero después de la introducción del nuevo director llegó esa noche, a principios de enero del 1881, que cambió la vida de Gabriel aún más para mejor.

Desde que el joven tigre llegó al Castillo Dumont, cada domingo en la noche iba al bosque con el único propósito de solo disfrutar el ambiente y el aire libre. No obstante en esa noche pasó algo diferente; ahí la conoció a ella

https://youtu.be/HEf_xrgmuRI

Estando parado en las ramas altas de los árboles, su vista captó la presencia de una hermosa chica que parecía de su edad; de cabello liso color marrón con mechas blancas y largo hasta por debajo de los hombros; ojos grises, piel clara, estatura unos centímetros más alta que él (alrededor de 1,75 metros), constitución delgada y bastante esbelta y atlética. Llevaba un simple vestido de campesina estilo gótico de color rojo y negro, con botas negras a juego y una llamativa capa roja con capucha, que recordaba al cuento de Caperucita Roja.

Cuando el joven-tigre la vio, pensó con bastante confusión: "¿qué hacía alguien en ese lado del bosque, tan cerca del territorio Dumont y del territorio de los lobos?". Esta duda se debía a que nadie, ni siquiera la gente del pueblo que eran grandes amigos de la familia, iban a esa parte del bosque por ser propiedad de los Dumont, y sobretodo por el peligro de los lobos que rondaban en esa zona durante la noche.

Mientras buscaba la respuesta a esas preguntas, Gabriel decidió seguir a la chica desde lo alto de los árboles; no por interés romántico ni nada parecido, sino solo por la pura curiosidad de saber quién era ella y qué hacía allí. Además también quería asegurarse de que ella estuviera a salvo, porque el karma de la chica era bueno; casi tan brillante como el de la propia Rosabella y la señora Bella.

Sin embargo, para su sorpresa, al parecer la chica se dio cuenta de algún modo que alguien la estaba siguiendo, ya que de repente detuvo en seco la caminata, se dio la vuelta y empezó a mirar con atención los árboles. Para evitar un malentendido y saber más rápido quién era ella sin la clásica investigación modo sigilosa —pues la paciencia no era una de sus virtudes—, Gabriel opto mejor aterrizar detrás de un árbol y presentarse; en cuanto lo hizo, la extraña chica se puso a la defensiva, alzando los puños y mostrando una mirada asesina, que haría temblar hasta a una manada de lobos.

—¡¿Quién eres?! —preguntó la chica de forma directa con tono serio, iracundo y feroz.

—¡Espera cálmate no voy hacerte daño! ¿No me conoces? ¡Soy de la familia Dumont! —respondió Gabriel mientras levantaba los brazos en señal de paz, sobresaltado por la reacción agresiva de la chica.

—¿Qué? —dijo la chica confundida, pero luego cambia a una expresión de sorpresa, y comienza a tranquilizarse, solo un poco—. Ah... aquella familia de aquel castillo...

—Exacto. ¿Acaso no eres del pueblo? —pregunta Gabriel mientras bajaba los brazos despacio, confundido y curioso de que esa chica no lo conociera a él, dado a que en sentido literal todo el pueblo estaba más que al tanto sobre el "niño demonio" que vivía con la familia Dumont.

—Eh... En Realidad... mi familia acaba de mudarse al pueblo, por lo que no conocemos personalmente a toda la gente local —respondió la chica mirando a los lados, mostrando cierto nerviosismo en sus palabras y cuerpo.

—Eso lo explica —dijo Gabriel frunciendo el ceño y cruzándose de brazos, decidiendo creer en lo que decía la extraña chica—. Solo quería saber quién eras, ya que jamás te había visto. Y también quería asegurarme de que no te pasara nada. En esta zona hay muchos lobos.

—No te preocupes por eso. Aunque no lo creas, los lobos no son un problema para mí —respondió la chica poniéndose ambas manos en la cintura con un tono orgulloso y casi divertido, para después cambiar a una expresión seria y tímida—. Escucha la gente del pueblo habla muy bien de tu familia. Pero aun así, no los conozco a ustedes personalmente, y no debería hablar con extraños.

—Pero si ya entablamos una conversación. Ya no seríamos extraños —dijo Gabriel rascándose la nuca mientras analizaba ese detalle—. Además vivimos cerca, por lo que técnicamente seríamos vecinos.

—En ese caso podría preguntarte: ¿qué hacías aquí de noche, sabiendo que hay lobos? —preguntó la chica cruzándose de brazos de forma interrogativa.

—Aunque no lo creas, los lobos no son un problema para mí. ¡Je, je! —respondió Gabriel desviando la mirada, con tono divertido y algo sarcástico que lo hizo ver inocente.

—¡Ja, ja, ja! Está bien entiendo —decía la chica entre risas, divertida de la respuesta y curiosa forma de ser del joven. Entonces su expresión se vuelve pensativa y mira con más atención las características del joven. —Moreno y cabello rojizo con mechas negras. Debes de ser Gabriel Dumont —dijo la chica, mostrando una sonrisa jovial—. Según la gente del pueblo, nadie más de por aquí tiene esas características. Pero no puedo creer que eso sea posible. De ser así tú serías un caso muy raro.

—Oye no lo digas así. Me haces sentir como un fenómeno —dijo Gabriel mostrándose incómodo y sonriendo con pena. Después se acerca unos pasos más, hasta estar a una considerable distancia frente a ella, y extiende la mano derecha para saludar. —Y por favor llámame solo Gabriel. El apellido Dumont no me gusta para nada.

—¡Je, je! De acuerdo. Me llamo Caroline Rosenthal —dijo la chica, ahora conocida como Caroline, mientras se acercaba y le estrechaba la mano, al mismo que mostraba una sonrisa amistosa—. Pero no te atrevas a llamarme Carol, solo Caroline.

Y así fue como en esa noche se dio inicio a una grandiosa amistad. 

Caroline le explicó que ella, su padre, madre y hermano menor se habían mudado hace tres semanas, y que desde entonces se reunían cada domingo durante la noche a una parte del bosque, para un día (o noche) de campo familiar. Y en esa misma noche ella iba a la reunión familiar, por lo que estaba tardando demasiado; así que ambos acordaron volver a encontrarse en el pueblo para seguir charlando.

Luego de ese acuerdo Gabriel regreso a casa, mientras Caroline fue a su propia reunión familiar en el bosque.

Aunque el joven-tigre iba a secundaria y su hermana Rosabella lo presentó a sus amigos, él no pudo hacer amistad con nadie; era un simple "tigre solitario" por naturaleza. Y Caroline desde que se mudó tampoco pudo hacer amigos, de modo que ambos fueron el primer y único amigo genuino del otro. Y a partir de su primer encuentro, ambos se reencontraban de lunes a viernes, durante el día o la noche, en el pueblo o en el mismo bosque, para continuar saciando su curiosidad mutua con sus charlas sobre temas triviales, descubriendo que tenían bastante en común.

Era obvio que esa amistad no pasaría desapercibida para las familias de ambos jóvenes. Rosabella se había emocionado, creyendo que su hermano mayor por fin encontró a su "Bella". Pero él no era el típico chico romántico, ni el chico malo ni nada parecido; solo era un joven salvaje y solitario (con otra alma que era animal y tiene mente propia) apenas "civilizándose", que había conocido a Caroline, su primera amiga en esa tierra extranjera, y nada más.

Luego de diez encuentros, Gabriel tenía curiosidad por conocer a la familia de Caroline, y ver si los Dumont podían ayudarles en algo. Pero ella parecía preocuparse bastante de llevarlo a conocer a sus padres y hermano menor. No obstante, la familia de ella también tenían curiosidad por conocer al joven-tigre.

Así que los padres de Caroline le dieron permiso a ésta de llevar a Gabriel el próximo domingo al campamento familiar, para conocerse al fin.

Gabriel no estaba preocupado. Sabía que Caroline no era para nada malvada, y quizás hasta él decida mostrarle a ella su otra "cara". Tal vez sigan siendo amigos, o tal vez ella le tenga miedo y se rompa su amistad. Pero ya reflexionara eso en otro momento, porque sin darse cuenta el domingo había llegado rápido.

El joven-tigre fue al bosque de noche a donde siempre se encontraba con Caroline. Y ahí estaba ella, esperándolo puntual como siempre, llevando su típico vestido gótico de campesina (pues no tenía otro más formal). Entonces ambos empezaron su rumbo, directo al campamento familiar. Se notaba por lejos que Caroline estaba nerviosa e incluso preocupada, y Gabriel comenzó a estarlo también. 

Si tan sólo él supiera del dicho: la curiosidad mato al gato.




Próximo capítulo: Tres Bestias, una Trinidad (II)

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