Capítulo I: Había una vez un Tigre
"¡Tigre! ¡Tigre! Reluciente incendio. En las selvas de la noche. ¿Qué mano inmortal u ojo, pudo trazar tu temible simetría?".
—Tigre, tigre, de William Blake.
[India. 1879].
https://youtu.be/b8LT-kobMYs
Con la luna llena brillando en lo alto, afuera de una casa de tres pisos, ubicada en una colina rocosa en las cercanías de una gran aldea, se hallaba una anciana paralizada del terror, contemplando atemorizada como su nieto cayó al suelo, mientras la piel de éste último se desgarraba, revelando debajo un pelaje rojizo naranja con rayas negras y pelaje blanquecino en el pecho. Las uñas del niño se extendieron y afilaron cual garras, su cabello marrón cambió al mismo color naranja, además de ganar también rayas negras.
La piel del niño terminó de caer, y fue reemplazado por un pelaje similar al de un tigre, al mismo tiempo en que su cabeza sufría una metamorfosis, hasta ser como la cabeza de dicho animal; desde los pies a la rodilla sucedió una alteración anatómica que las hizo convertirse en las patas y piernas semejantes a los de un felino. Y por último en la parte baja de la espalda le creció una cola de tigre, y su musculatura se amplifico al grado de destrozar su camisa.
Parecía un tigre antropomórfico, pero era más que eso; se había transformado en una especie de bestia conocida como hombre-tigre. Y al completarse la transformación, él abrió sus felinos ojos verdes, se levantó del suelo, centró su mirada llena de odio puro en su abuela, mientras enseñaba esos enormes colmillos. Luego dijo, en una potente voz semejante al trueno, la última palabra que escuchara aquella anciana, que a simple vista parecería inofensiva, cuando en realidad fue la principal causa de dolor y sufrimiento que pasó el niño, desde el día de su nacimiento:
—Con la vara que mides... serás medido, maldita abuela...
Después soltó un rugido aterrador, y lo siguiente en escucharse fueron los gritos y llantos de la anciana, al ser devorada por su propio nieto convertido en una bestia.
A la mañana siguiente uno de los vecinos llegó de visita a aquella casa en la colina rocosa, donde vivía una familia compuesta por una madre, un chico, una niña y dos abuelas que eran hermanas. Cuando el vecino llegó a la casa había un silencio aterrador, y desde la entrada se podía oler un intenso olor a sangre; esto último aterrorizó y alertó al hombre, haciéndolo huir de allí asustado para buscar ayuda, habló con las demás personas de la aldea, y de inmediato un grupo fue a investigar la casa.
Nada los iba a preparar para lo que iban a ver.
En una habitación se encontraba el cuerpo de una anciana a la que le faltaban las piernas y tenía el estómago destrozado. En el segundo piso encontraron el cuerpo mutilado de una mujer no mayor de 30 años, y afuera de la casa, detrás de una roca, estaba un torso despedazado. Por las marcas de mordidas y rasguños en los cuerpos y las pisadas que había en la casa, parecía la obra de un animal, específicamente un tigre. Pero eso quedó en duda por un detalle extra que descubrieron en las pisadas y cuerpos, y que les hizo preguntarse: "¿Pero qué tipo de tigre camina solo con sus dos patas traseras y tiene manos humanas?".
Después de mucho buscar no encontraron señales del animal. No obstante sí encontraron sobrevivientes: una niña de 10 años, cabello negro, piel morena y vestida con harapos. La niña estaba inconsciente en la cama debido a un golpe en la cabeza, pero estaba bien. Mientras que en el piso, al lado de la cama, estaba sentado un chico de 13 años cubierto de sangre —aunque sin una sola herida—, de cabello rojizo naranja con rayas negras, ojos color café, piel morena y con nada más que un pantalón roto.
Se llegó a reconocer los cadáveres: la madre y la abuela de los niños. La hermana de la abuela, al no encontrarse en la casa ni en los alrededores, se determinó que el torso que encontraron era lo que quedó de ella.
Luego de tan brutal acontecimiento, el Jefe de la Aldea estaba decidiendo que iba a pasar con los niños, ahora huérfanos; investigaba si había algún familiar que se hiciera cargo de ellos, y en eso descubrió un trasfondo muy oscuro.
Ambos niños eran hijos de la misma madre, pero eran de diferente padre. El del chico era un capitán de un navío británico que abusaba de la madre, así que ella huyó de él. Y en cuanto al padre de la niña, era un doctor extranjero que vivía en la aldea, y dos años después de que nació la niña se mudó a una aldea cercana para no volver jamás.
Sin embargo eso no fue todo; el Jefe de la Aldea se enteró que un mes atrás el padre del chico había descubierto donde se había mudado la madre, así que vino a llevárselo a la fuerza. Después de una fuerte discusión, los vecinos a ayudaron a la familia y echaron al hombre violento, no sin antes de que éste prometiera volver a la mañana siguiente con unos amigos armados; esa mañana nunca llegó.
En ese mismo día, durante la noche de luna llena, el hombre, algunos de sus amigos y el padre de la niña quien aún seguía viviendo en la aldea vecina, habían muerto. Según los testigos, también fueron atacados por un tigre; aunque sus cuerpos fueron encontrados despedazados y colgando de los árboles, igual que trofeos.
Mientras se seguía debatiendo el futuro de los niños huérfanos, en la aldea aparecieron tres hombres extranjeros de origen alemán.
Dos iban con trajes oscuros encapuchados. No obstante debajo de las capuchas se podía apreciar un poco sus rostros; el primero era alto, de ojos azules, cabello negro y con barba, mientras que el segundo era un poco más bajo que el primero, de cabello castaño, ojos color café y tenía la boca cubierta con un pañuelo negro, aunque al hablar con un aldeano su voz parecía muy juvenil.
Y en cuanto al tercero, era muy diferente a los otros dos; parecía un aristócrata. Cabello color negro y peinado. Piel clara. Ojos color café. Y llevaba un traje elegante oscuro en su totalidad, con pantalón gris a cuadros, un sombrero de copa negro, guantes oscuros, zapatos también a juego y portaba un bastón.
La visita no fue tan rara para los habitantes; en esa época la India estaba bajo la influencia de los británicos, por lo que era común ver a muchos tipos de extranjeros en la aldea. Pero el motivo de aquella visita sobrepasó los límites de lo anormal. El alemán bien vestido habló con el Jefe de la Aldea, diciendo que se llamaba Auguste Grimm, y los otros dos eran sus guardaespaldas. También explicó que se enteró del terrible acontecimiento, y que por eso adoptaría a los huérfanos.
Aunque parecía muy extraño y sospechoso todo eso, el Jefe de la Aldea dejo que el alemán los adoptara, por una razón que no quiso decir. Pero en el fondo tenía el presentimiento de que el alemán sabía algo, que él ya venía sospechando.
La muerte de toda la familia menos de la niña a manos de un supuesto tigre, y el chico cubierto de sangre pero ileso, hizo que el Jefe sospechara algo que le horrorizaba.
https://youtu.be/2T4Tq_yhmTQ
A través de los años en casi toda Asia se contaban todo tipo de historias y leyendas, acerca de una especie de bestia, mitad hombre y mitad tigre. Las leyendas chinas describían a los hombres-tigres como víctimas de una maldición hereditaria o un fantasma vengativo. Y tanto en Indonesia como Malasia hay otro tipo de hombre-tigre, conocido como harimau jadian; según en esas regiones, el poder de la transformación se debía a la herencia, el uso de hechizos, la fuerza de voluntad, entre otros.
Salvo cuando tiene hambre o una causa justa para vengarse, la bestia no era hostil para los humanos; de hecho, se decía que se transforma solo de noche, y era para proteger las plantaciones de animales salvajes. Las variantes de esta creencia aseguran que la bestia no reconoce a sus amigos, a menos de que le llamen por su nombre. También está la creencia de la tribu india Khonds; para ellos los tigres son amistosos y reservan su ira solo para sus enemigos.
Pero de todas las historias, la más conocida tanto en la India como en las demás regiones de Asia, es la de que a veces, en noche de luna llena, cuando un hombre puro de corazón desea con desespero una venganza justa, el alma de un tigre lo posee, convirtiéndolo en una bestia de la ira y la venganza, mitad hombre y mitad tigre, para darle el poder de cumplir su venganza y castigar a los culpables de su tormento, o el de otros.
El alma podía poseer a un anciano, un adulto o incluso un niño.
Luego de adoptar a los niños, Auguste le explicó a sus dos compañeros que la niña se iba a quedar con él y su esposa, pero el chico era un caso distinto. Para que él pudiera vivir en paz primero necesitaba controlar sus instintos animales, y encontrar su propia paz interna; con su familia de sangre lo único que pudo conocer fue el prejuicio y el desprecio, y como resultado su corazón estaba lleno de odio y rencor, por lo que ahora iba a estar en Francia, al cuidado de una cariñosa pareja con una hija pequeña.
Auguste les había enviado una carta a la pareja, explicando la situación del niño y también sobre, cómo podría decirse, su "trastorno". Luego de un tiempo la pareja había enviado una carta, respondiendo que aceptaban con gusto adoptar al niño, así que Auguste y los otros dos alemanes no perdieron más tiempo y partieron a Francia.
La razón del por qué el chico iba a quedarse con esa familia, es porque ellos ya tenían experiencia en lo sobrenatural, de modo que sabrían lidiar con la bestia. Y además el chico encontraría con ellos la única luz que podrá guiarlo a encontrar la verdadera paz.
El viaje sería demasiado largo; para llegar rápido a Francia tenían que tomar un atajo en Irán. Pero era inevitable que durante el viaje la bestia continuase su cacería del mal. Aun cuando el grupo pasará la noche lejos de las civilizaciones, la bestia conseguía llegar a los pueblos o ciudades más cercanos.
En la primera luna llena del viaje estaban saliendo de Pakistán. En la segunda luna llena estaban cerca de unos pueblos en Irán. Y después de que toman el atajo y por fin llegan a Francia, también llega la tercera luna llena; al principio iban a tomar un transporte personal cerca de Lyon que los conduciría a un bosque donde la bestia no atacaría ninguna población. Pero no consiguieron llegar antes de que saliera la luna llena, y cuando despertó la bestia, ésta eligió como zona de cacería la misma ciudad de Lyon.
https://youtu.be/Ekg5yMar0Wk
[Francia: Ciudad de Lyon]
En un vecindario con algunos árboles y arbustos en las calles, detrás de una de las casas se encontraban cuatro adolescentes: dos chicos y dos chicas. El par de chicos tenían piedras en las manos y estaban viendo a través de una ventana de la casa, vigilando que no hubiese nadie, para romper el cristal y entrar a robar. Una de las dos chicas los estaba alentando a darse prisa, pero la otra les decía con desespero: "esto es una mala idea, no es correcto".
Pero sin saberlo estaban siendo acechados desde el techo de la casa, por el niño convertido en hombre-tigre. Con un sigilo digno de un depredador, la bestia clavó sus garras en la pared y comenzó a descender, permitiendo que las dos chicas lo viesen, y del terror que ambas sintieron dieran un grito ensordecedor que alertó al par de chicos. En respuesta el hombre-tigre rugió y se abalanzó sobre uno de los chicos, haciéndolo pedazos con un par de simples zarpazos.
El otro chico y el par de chicas comenzaron a correr, aprovechando que la bestia estaba distraída haciendo trizas al otro joven. Pero eso solo fue momentáneo, porque el hombre-tigre dirigió su mirada hacia ellos, y de un solo salto aterrizó cerca de la misma chica que apoyaba el plan de robar aquella casa; la agarró por los hombros y de una brutal mordida le arrancó la cabeza.
La chica que se salvó —quién también era la que no quería ser partícipe de lo que iban hacer sus amigos—, se había escondido detrás de un árbol, esperando a que la bestia se alejara para huir. Pero un miedo de muerte la invadió cuando sintió que el árbol se movía.
Sintiéndose igual que un ciervo huyendo de un depredador, y sin intenciones de mirar detrás del árbol, optó por correr hasta que le fallaran las piernas, y quizás ni aun así se detendría. Sin embargo no pudo avanzar más de cinco pasos, debido a que la bestia aterriza encima de ella desde la copa del árbol; con la mano derecha la agarró por el cuello y la levantó unos centímetros del suelo. En ese momento la chica se dio por muerta y cerró los ojos, preparándose para su inevitable muerte, la cual nunca llegó.
El hombre-tigre solo la miro por unos segundos, moviéndole la cabeza un poco a los lados, como si la estuviera evaluando; tras terminar de hacerlo, la dejó caer al suelo, sin hacerle daño alguno. Entonces la oreja izquierda de la bestia detectó un sonido proveniente del césped de la otra calle; era el chico sobreviviente huyendo.
La bestia, gruñendo con molestia, se agacho y, a una velocidad inhumana, avanzó unos cuantos pasos para después saltar a la pared de una casa de la otra calle y volver a saltar. Luego cayó parado delante del chico, haciendo que éste chocara con él y cayera al suelo igual que una presa indefensa.
Como un intento desesperado por sobrevivir, el chico sacó de su chaqueta una pequeña arma de fuego, y comenzó a dispararle a la bestia. Pero las balas cayeron al suelo al chocar con la dura piel del hombre-tigre, quien ahora más enfadado que nunca, sujetó la pierna izquierda del chico para luego arrastrarlo hasta unos arbustos, los cuales fueron bañados con la sangre del chico cuando empezó a ser despedazado y degollado vivo sin misericordia alguna.
Más tarde un grupo de cuatro abogados estaban saliendo de una estación de policía, donde se escuchaban disparos junto con gritos de agonía y terror. El primer abogado subió a un carruaje y cerró la puerta, impidiéndole subir a sus propios compañeros. Y tras dar una orden, el carruaje partió de inmediato, pero no sin antes de que el abogado abordo echase un último vistazo por la ventana de atrás; con horror contempló cómo sus compañeros, uno a uno, eran partidos por la mitad de forma salvaje y brutal por un simple zarpazo del hombre-tigre.
Terminada la masacre, la bestia volteó la mirado y, con sus ojos verdes brillando en la oscuridad, vio directo a los ojos del abogado a bordo del carruaje.
Lleno de pánico puro el abogado miró hacia adelante para gritarle al conductor que acelerará. Pero no pudo ni pronunciar la primera sílaba, debido a que un gran brazo derecho, lleno de pelaje naranja con rayas negras, emergió de la ventana trasera y lo agarró del rostro, para después sacarlo por la misma ventana. Mientras tanto el conductor siguió acelerando, consumido por el terror, mientras escuchaba los gritos de agonía del abogado siendo degollado vivo como una presa.
Luego de esa matanza la bestia se dirigió a una casa de tres pisos, donde eligió a su siguiente presa.
Dentro de la estructura, tras escucharse disparos y rugidos, al jardín salió corriendo un hombre viejo de constitución musculosa, con traje militar francés, portando un revólver en la mano derecha, la cual utilizaba para dispararle a la bestia que se acercaba a pasos rápidos detrás de él.
Sin embargo las balas no podían atravesar la dura piel de la bestia, y caían al piso como si chocaran contra un muro impenetrable. Fue inevitable que el anciano terminará en garras de la bestia, y no pudo hacer más que ver cómo era arrastrado hasta unos arbustos, en donde lo último que vio, antes de que morir de un infarto por el indescriptible dolor, fue a la bestia arrancarle un pedazo de estómago de un mordisco.
Después de matar a su presa, el hombre-tigre comenzó a retirarse. No obstante detuvo sus pasos, porque sintió toques semejantes al de una mosca en su espalda. Al voltearse descubrió que se trataba de un joven militar que les estaba disparando con un revolver, bastante furioso y frenético hasta quedarse sin balas, en un intento inútil por matarlo.
El hombre-tigre lo miró un par de veces, y tras un segundo de esa inspección, optó por no tomarle importancia, de modo que se marchó de allí. Entonces el joven corrió hacia los restos del anciano, y entre llantos se arrodillo lamentando su muerte, sin saber que a quien lloraba no era tan bueno como él creía.
Así sucesivamente, la bestia fue causando una masacre en la ciudad. Y antes del amanecer, como siempre hacía regresó con los alemanes, porque su hermana estaba con ellos. A pesar de que la bestia cobró incontables vidas durante el viaje, las víctimas eran en su mayoría criminales, asesinos, ladrones, violadores, abusadores, sádicos y muchos sospechosos de serlo; personas que nadie extrañaría ni recordaría. La minoría eran algunos niños y, según los habitantes de la sociedad, "buenas personas".
No obstante la bestia no reconoce edad ni género, y no le importa si a los ojos de la ley una persona no es un criminal.
Un niño que quita una vida o lastima solo por diversión, una madre o padre que lástima a sus hijos creyendo que está haciendo lo correcto, una pareja violenta por culpa de problemas externos, un político corrupto, una persona que usa la fe para propósitos egoístas o para cometer atrocidades, una persona que causó una desgracia por culpa de alguna enfermedad mental, un individuo que usa su posición social para quedar impune de sus delitos. A los ojos de la bestia cualquiera de ellos, y cualquier otro que cometa un acto malvado, no merece vivir.
Pese a que los tres alemanes eran los primeros que la bestia encontraba cada vez que salía a cazar, o cuando regresaba de sus cacerías para estar junto a su hermana, nunca les hizo daño; porque en ellos no percibía maldad alguna. Ni mucho menos lastimó a su hermana, porque de toda su odiada familia, ella era la única a quien consideraba alguien de la familia.
https://youtu.be/a1tuVXbxN-A
Después de la masacre en Lyon, Auguste llevó al chico a donde sería su nuevo hogar; a mitad de la noche ambos se encontraban caminando sobre un puente de piedra, esta vez sin la compañía de los otros dos alemanes ni de la hermana del niño. No había nadie más que ellos dos caminando directo a la entrada de un enorme castillo, ubicado en la cima de un acantilado.
Alrededor de la colina del castillo se hallaba un espeso bosque que rodeaba la zona, y al comienzo del puente había un camino que cruzaba el mismo bosque y conectaba con un pueblo pequeño. Desde afuera del castillo se podía ver luz en las ventanas; parecía que dentro se llevaba a cabo una celebración. Era temporada de invierno, así que era muy probable que los dueños estuvieran celebrando una fiesta navideña.
Una vez en la entrada del castillo, Auguste tocó tres veces la puerta, y esperó. Mientras tanto el chico, quien ahora vestía un elegante traje azul, miraba los alrededores, sorprendido y a la vez nervioso, ya que para él todo era tan nuevo y diferente a de su antiguo hogar en la India. Y peor aún; también estaba preocupado porque su hermana menor no estaba con él.
—No te preocupes —dijo Auguste todavía mirando la puerta, con una serenidad reconfortante en su voz—. Tu hermana va a estar a salvo, y te aseguro que volverás a verla. Pero primero debes quedarte con esta familia, para que puedas encontrar la paz que tanto anhelas, y estés preparado para lo que enfrentarás, junto al dios que reencarno en ti.
El niño no entendió muy bien esas palabras, aunque las mismas si lograron relajarlo un poco. Entonces la puerta del castillo se abrió por fin, revelando a un hombre alto con traje real de color azul con tintes dorados, camisa blanca, pantalón y zapatos negros, cabello castaño claro de longitud mediana, piel clara y ojos azules.
Aquel hombre estaba acompañado de una mujer con hermoso vestido de gala dorado, tacones de mismo color, cabello largo castaño claro, piel clara y ojos azules. Y detrás de ella venía una niña de 11 años, cabello largo y de color castaño oscuro, piel clara, ojos azules y también llevando un hermoso vestido dorado, pero con detalles blancos.
La pareja, sorprendida y feliz de la visita, saludó a Auguste, y éste les devolvió el saludo con igual sentimiento, refiriéndose a ellos como "Sr. Adán y Sra. Bella". Después les presenta al niño del que les había mencionado en la carta, y la mujer ahora conocida como Bella, tras ver al niño, dio el primer paso para conocerlo; se agacho un poco con el fin de mirarle mejor el rostro, y pudo ver que sus ojos eran verdes. Aunque ella podía jurar que, por un breve momento, vio un destello rojizo en ellos.
—Hola... Tu nombre es Gabriel, ¿cierto? —preguntó Bella con un suave y dulce tono, adornado con una hermosa y gentil sonrisa que transmitía una increíble bondad.
El niño-tigre la miró directo a los ojos y, tal como hacía en su verdadera forma, la evaluó; en ella solo vio una brillante y hermosa aura dorada, que resplandecía cual mismo sol. Esto le dio la suficiente confianza como para responder a su pregunta, asintiendo con la cabeza en una simple señal de "sí". Luego Bella, feliz por haber conseguido una respuesta, miró a la niña que aún seguía detrás de ella, y con la misma dulzura en su voz le dijo:
—Ven Rosabella. Saluda a tu hermano mayor.
Próximo Capítulo: El Pequeño Lobo Valiente
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