Capitulo 20
Capítulo 20 .
En el cielo, volaban nuestros héroes. Los chicos seguían molestos con Jasón y no le hablaban durante el viaje. Sizu, la dragona blanca, se deslizaba con movimientos sinuosos por el aire entre la niebla y las nubes. Ya no sabían cuántos días llevaban volando hacia el palacio de la emperatriz; la dragona también podía volar dormida, mientras los cuatro chicos dormitaban a veces.
Bajo ellos pasaban montañas, países, mares e islas, pero ninguno de los chicos prestaba atención. Más de una vez, Jasón intentó hablar con los otros tres jóvenes, pero ellos simplemente lo ignoraban o lo callaban. A medida que avanzaban, el cansancio los invadía, aunque se olvidaban de él al ver debajo de ellos lugares donde la oscuridad se extendía, algunos tan grandes como países enteros.
El miedo se apoderaba de ellos cada vez que veían esos lugares, pero con el tiempo se acostumbraron. El viaje sin comunicación continuó hasta que el cielo comenzó a ennegrecerse. El sol se volvió incandescente y unas líneas rojas como venas cubrieron el oriente. Las nubes comenzaron a acercarse, oscuras como la tinta.
"Parece que tendremos que volver", dijo la dragona. "¿Por qué?", preguntó Kevin. "Estamos tan cerca del palacio". Jasón miró al cielo. "Parece que se viene un temporal, pero tenemos que seguir", dijo el chico de cabellos azules. "Tenemos que buscar un refugio", sugirió Adnan. "Si es lo que creo que es, no va a ser bonito", añadió.
"¿Y qué crees tú?", preguntó Tristán. "Es mi pueblo", respondió el moreno. "Se cuenta la historia de cuatro genios de los vientos que pelean cada cierto tiempo". "Sí", intervino la dragona, "yo también he oído de ellos. Disputan entre sí para ver quién es el más fuerte. Para ellos es solo un juego, pero el que se entrometa sin duda morirá".
"¿No puedes volar por encima de ellos?", preguntó Jasón. "Lejos de su alcance", confirmó la dragona. "No, tan alto no puedo volar". "Entonces no tenemos más opción que buscar un refugio", decidió Tristán.
"No", contestó Jasón con determinación. "No tenemos tiempo que perder. La emperatriz podría morir. Detengámonos, hablaré con ellos". "¿De qué estás hablando?", gritó Kevin. "¿Crees que esto no es un juego?", cuestionó Adnan. "Si lo intentas, nos harán polvo", advirtió Tristán.
"No lo soy", afirmó Jasón con firmeza. "Soy valiente. No olviden la promesa que hicimos al cruzar las puertas", recordó el chico.
"Estás loco", dijo Kevin. "Yo tengo el pentagrama dorado", explicó Jasón. "Todas las criaturas de este mundo lo respetan. ¿Por qué no sería el caso de los genios de los vientos?", se preguntó.
Mientras hablaban, las nubes de tormenta se acercaron tanto que los rodearon. No pudieron seguir hablando porque fueron arrastrados por el furioso viento. Los genios aparecieron como hombres hechos de nubes, gritándose entre sí. Ni siquiera notaron la presencia de la dragona y sus jinetes, que eran más pequeños que una hormiga comparados con ellos.
Jasón se enderezó con el pentagrama dorado en mano y gritó tan fuerte como pudo: "¡Soy el Dios de este mundo y en nombre de la emperatriz les ordeno que se detengan y me escuchen!" Pero los monstruos no se detuvieron. Comenzó la lucha. Los chicos se aferraron a la dragona cuando, de repente, fueron arrojados al vacío por un torbellino envuelto en relámpagos, girando a toda velocidad, ahogándose en los estruendos de la batalla de los vientos.
"¡Jasón!", gritó Kevin al ver que el chico había caído de la dragona y se precipitaba en el vacío.
Y luego todo se oscureció hasta que escuchó el choque de las olas del mar. Al despertar, se dio cuenta de que estaba sobre blanda arena. Levantó la cabeza y vio que se encontraba en una playa, en un día soleado y sin nubes, con el mar en calma.
"¿Dónde estoy?", se preguntó Jasón incorporándose y dándose cuenta de que estaba seco. "¿Cómo llegué aquí? ¿Por qué no me ahogué?", se cuestionó. Recordó unos delicados brazos agarrándolo en el mar y unas voces que decían: "Pobre chico, qué lindo es. No te preocupes, no dejaremos que te ahogues". Deben haber sido sirenas las que lo salvaron.
Llevó la mano al pecho y se dio cuenta de algo horrible: el pentagrama dorado ya no estaba allí. Y su pecho ya no era plano; había vuelto a ser Naitray.
"Sizu", gritó al viento. "Chicos", llamó corriendo de un lado a otro. "¿Sizu, Kevin, Tristán, Adnan? ¿Dónde están?", gritó con desesperación y lágrimas en los ojos, pero no hubo respuesta a ninguno de sus llamados.
"¿Dónde están?", se preguntó. Quizás estaban buscándolo, quizás ya estaban muertos.
Naitray se dejó caer al piso y comenzó a llorar. Ya no era un guerrero valiente, ya no tenía una misión, ya no era un dios. Ahora solo era una chica humana, o tal vez ya no era nadie.
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