capitulo 2 El pasillo de paredes amarillas
Capítulo 2 .
**El pasillo de las paredes amarillas**
Naitray terminó de comer sus tostadas y su café con leche, luego tomó su mochila y subió al auto con su padre para ir a la escuela. Ya había pasado la mejor parte del día; ahora venía la peor (la escuela).
Después de tres horas de clases, sonaba el timbre de la libertad, el momento en el que todos dibujaban una sonrisa en sus rostros. Hasta hace unas semanas, ese también era el caso de Naitray. Compartía el desayuno con sus amigos y luego bajaban al patio, pero ya no era así. La felicidad de bajar al patio desaparecía en el momento en que eras diferente.
"Adiós, hija, que tengas un buen día", le dijo su padre. Naitray sentía un doloroso nudo en la garganta cada vez que sus padres le llamaban "hija", pero no decía nada, pues ellos no entendían. En realidad, en ese momento, él tampoco lo entendía. "Adiós, papá", dijo Naitray para luego bajar del auto y entrar al colegio.
Tras el umbral del salón de clases, hay un pasillo de paredes amarillas donde se congregan todos los cursos del segundo piso. En el primer piso estaban los pequeños; en el tercero, los más grandes, y en el medio, donde estaba Naitray, estaban los que ya no eran pequeños pero aún no eran grandes.
Cada día en esa escuela era más arriesgado que tirar los dados en Jumanji. Naitray había tenido todo un equipo de superhéroes para llegar a salvo al patio, pero en ese momento ya no tenía su equipo.
Su equipo era un grupo curioso formado por personas únicas, con los que Naitray se juntaba en el patio. Los frikis, los jóvenes normales ya no juegan a los 12 años, pero el equipo de Naitray era una excepción: seguían jugando a que eran militares peleando contra aliens, como lo hacían a los 9 años. A ese juego lo llamaron La guerra de los mundos.
"¡Maricona!", gritó alguien a lo lejos. A Naitray se le hundió la cabeza sobre los hombros mientras caminaba por el pasillo. Intentó ignorar. "¡Loca!", gritó una chica, pero Naitray no distinguió quién fue. Sentía que se encogía con cada insulto.
Cuando Naitray casi llegaba al final del pasillo, vio a lo lejos a su antiguo equipo: vio el cabello largo y pelirrojo de Lisa y su hermosa cara perfilada, vio a Tatiana con su pelo negro y su piel morena, y vio a Damián con sus lentes redondos que siempre le habían recordado a Harry Potter. Ellos se dieron cuenta de que los estaba viendo, miraron a Naitray con desprecio, y él no tuvo más opción que irse con los ojos lagrimeando.
Hace unas semanas, Naitray le había declarado su amor a Lisa. Le hubiera dolido menos si solo le hubiera dicho que no, pero su equipo se puso en su contra, sobre todo Damián.
Damián era el chico más dulce, obediente y religioso de la escuela. Todos lo amaban y, por lo tanto, si Damián odiaba a Naitray, entonces todo el curso lo hacía. Naitray y Damián habían empezado a escribir un libro, pero todo se había acabado. "Si tan solo no hubiera dicho nada", pensó.
Cuando terminó el recreo, Naitray tuvo que pasar por el pasillo otra vez. Le dio sed, así que tuvo que ir al baño, y para una persona trans, ir al baño es horrible.
Había algo que Naitray no entendía de las chicas, y era que siempre iban de dos en dos al baño. A veces pensaba que hacían eso por si se encontraban con un fantasma, pero ¿qué pasa si un chico trans se encuentra con un fantasma en el baño?
"Maricona", le dijo una chica mayor en el baño. Naitray lloró por dentro y se fue del baño lo más rápido posible. Bajó las escaleras con un gran dolor en el pecho, como un trozo de vidrio. Se sentía como el jorobado de Notre Dame.
Siguió caminando mientras sentía cómo lentamente se abría el grifo de sus ojos. "Desviada", gritó alguien al fondo del pasillo, y algunos se rieron. "Da asco", decían algunos. "Parece un chico", decían otros.
Naitray sintió como si le dispararan. Ya no tenía a su equipo para ayudarle. "Lesbiana", gritó Max, un chico que siempre le hacía la vida imposible.
Naitray apresuró el paso, pero sin correr. "Desviada", gritó uno de los amigos de Max.
"También te acuestas con tu madre", dijo él, y se le partió el alma en dos. "Basta", gritó Naitray. Nadie dijo nada. Se dio la vuelta, se secó la cara y se dirigió hacia el chico.
Se desató el nudo de su garganta. "Casi tanto como tú, hijo de perra", dijo Naitray, y sus palabras hicieron eco en toda la escuela. Sus amigos se rieron de él, lo que ayudó a incrementar el odio en el chico.
Naitray salió corriendo y Max corrió detrás. "Te crees muy macho, ¿no?", dijo Max para luego darle un puñetazo en la cara. Naitray cayó al piso y el chico empezó a golpearle.
Un profesor apareció para ayudar. "No golpees a una mujer", dijo el profesor, pero esa frase solo logró romperle más el corazón. Llevaron a los dos a la inspectoría.
Pero, como siempre, solo castigaron a Naitray sin hacer nada más. Luego, en la enfermería, vieron el moretón que le dejó en la cara y luego dejaron que Naitray se fuera temprano a casa.
Cuando sus padres llegaron de trabajar, le preguntaron: "¿Cómo te fue en la escuela, cariño?". "Genial", respondió Naitray.
Ojalá pudiera decir que esa fue la última vez que pasó eso, pero no sería verdad. Cosas así pasaron muchas veces más, pero eso es otra historia.
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