Capítulo 15 .

Al regresar de la torre y entrar de nuevo a la casa, un delicioso aroma envolvió a los chicos, y una tormenta de recuerdos atacó la mente de Jasón. Era el mismo aroma que había en su casa en la Tierra una vez al año, recordó las decoraciones, el árbol adornado y los bocadillos que hacían feliz a su paladar. Recordó cómo ayudaba a su madre a cocinar y de recompensa le dejaba lamer la cuchara. Pero no era Navidad lo que recordaba, sino Yule.

Frijid estaba haciendo galletas de jengibre y Jasón la miraba fijamente. Después de un rato, la pelirroja se dio cuenta: "¿Conoces Yule?", preguntó la bella mujer. "Sí, lo celebraba con mi familia cuando era pequeño", respondió el chico. "¿Y por qué dejaron de hacerlo?", preguntó Frijid. Jasón no supo qué contestar, no quería decir que lo habían dejado de celebrar cuando comenzaron a asistir a clases de raíces hebreas.

Por suerte, la pelirroja pareció entender y no preguntó más. Después de un rato, prepararon una gran mesa afuera, iluminada por la luz de la luna, adornada con toda clase de dulces y exquisitos postres: galletas de lavanda y, por supuesto, un tronco de Yule (un pastel de chocolate en forma de tronco).

También había muchos cuencos llenos de espumosa cerveza, aunque a Jasón nunca le había gustado el sabor del alcohol, y tampoco a Kevin. Sin embargo, esa noche todos bebieron alegremente, tal vez demasiado, y a Sizu le dieron cubos de azúcar, la comida favorita de los dragones blancos.

Todos se sentaron alrededor de la mesa, comieron y rieron. Con cada sorbo de cerveza, Jasón sentía como si una nueva vida dorada fluyera por sus venas.

Al principio, todos escucharon las aventuras de Adnan en el desierto arcoíris. "Así que después de escapar del palacio, me uní a una caravana que se dirigía al otro lado del desierto arcoíris, haciendo pequeñas tareas para ellos a cambio de comida y un lugar donde dormir", contaba el moreno. "¡Wow!", exclamó Kevin. "¿Y cómo es sobrevivir en el desierto?", preguntó el azabache. "Bueno, es más fácil con una caravana", respondió Adnan. "Así pasé un mes, hasta que hubo una gran tormenta de arena...", continuó con entusiasmo mientras Kevin y los demás escuchaban con expectativa. "Y cuando la tormenta amainó, estaba solo en el desierto junto a un camello; todos los demás habían desaparecido." "¿En serio?", preguntó Kevin. "Sí, luego volví a la ciudad más cercana, vendí el camello y estuve solo hasta que los encontré a ustedes".

Todos se divertían escuchándolo, sobre todo Kevin, lo que enfureció a Tristán. "¿Y por qué no nos hablas de cómo es vivir en la Tierra?", le dijo el rubio a Jasón, con la esperanza de que eso hiciera que el azabache olvidara a Adnan por un momento.

"Bueno", dijo Jasón. "La Tierra es aburrida y triste", respondió el chico. "Bueno, no puede ser tan malo", dijo Frijid. "Allí todo el mundo se preocupa por lo que piensan los demás. Las personas te juzgan sin conocerte y, si eres diferente, te aíslan", dijo el chico de pelo azul, entristeciéndose por un momento. "Hace mucho tiempo que no pensaba en mi vida en la Tierra... ¿Y si realmente estoy soñando? Eso significa que tarde o temprano voy a despertar y volveré a estar atrapado en el cuerpo equivocado. Volveré a estar solo... Ojalá los sueños duraran para siempre".

Cambiaron de tema y olvidaron lo que dijo Jasón. Después de comer, todos comenzaron a bailar alrededor de una hoguera, otra tradición de Yule. Los chicos ya estaban borrachos, se reían como locos y cuando ya no pudieron seguir bailando, Frijid los llevó al lugar que había preparado para que durmieran, no sin antes sacarles los zapatos y dejarlos afuera con pasto y azúcar, por si Odín pasaba con su caballo y les dejaba regalos, otra tradición de Yule.

A la mañana siguiente, todos se despertaron con un horrible dolor de cabeza, era la primera resaca de Jasón y también la de Kevin. Frijid les dio un té de hierbas para ayudarlos con eso.

"Vengan chicos", dijo el viejo druida. "Les explicaré lo que deben saber del oráculo del desierto". Los chicos lo siguieron y todos se fueron a sentar en la sala de estar. "No es tan fácil pasar por el oráculo, así que pueden hacerme las preguntas que quieran".

Jasón y los demás pensaron un momento. "¿Qué es lo que hace esa titán que vimos por el telescopio?", preguntó Jasón. "Ella es la guardiana del oráculo, custodia tres puertas. La primera se llama la Puerta del Corazón, la segunda la Puerta del Valor y la tercera la Puerta de la Sabiduría. Y después de eso, hay un espejo que te muestra tu peor miedo. Después de superarlo, llegas al oráculo y ella te dice lo que quieras", explicó el anciano Frey. "¿Es igual que en mi visión?", interrumpió Frijid. "Así es como sabemos que ustedes están destinados a ser quienes pasen por allí y hablen con el oráculo".

Los cuatro chicos se quedaron sin palabras. "Pero antes de pasar por cualquiera de las puertas, tienen que enfrentarse a la titán. Si no son dignos de pasar, los matará con su mirada", advirtió el anciano.

"Descuiden", dijo la pelirroja. "Estoy segura de que ustedes podrán pasar la prueba. Después de todo, tú tienes el pentagrama dorado", dijo señalando a Jasón. "Solo sigan sus instintos".

Los cuatro héroes salieron de la casita para dirigirse al oráculo.

"Esperen", dijo Frijid antes de que se fueran. "Encontré estas cosas sobre sus zapatos esta mañana", dijo, entregándoles a cada uno un regalo de Odín: a Kevin un escudo y una espada, a Tristán una daga, a Adnan una poción roja y a Jasón un arco con flechas.

"¿De dónde salieron estas cosas?", preguntaron los chicos.

"Son regalos de Odín para ustedes", dijo la pelirroja.

Los cuatro tomaron sus regalos y comenzaron a caminar.

"Gracias por todo, Frijid, y cuida de Sizu mientras no estamos", dijo Jasón, y los cuatro se dirigieron al oráculo.

"Buena suerte, chicos", gritó la pelirroja antes de perderlos de vista.