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capitulo 1 Naitray

Capítulo 1

**Las aventuras de Kevin y Tristán**

*Dedicado a todos los que se buscan a sí mismos.*

**Capítulo 1**

Es de noche y hay un chico en la orilla de un puente a las afueras de su pueblo. El aire de primavera acaricia su rostro pálido como un espectro. La única luz proviene de los faroles de la carretera y el resplandor plateado de la luna llena.

Los pensamientos del muchacho vuelan junto al viento y su sombra se extiende por el pavimento. El cielo nocturno se ve hermoso, con las constelaciones perfectamente visibles, (algo bonito que ver antes de morir), como las constelaciones de pecas que tenía el joven en su rostro, una por cada una de sus amadas, según decía cuando aún era un niño. Una por cada una de sus vidas y una por cada dios que lo cuidaba, eso era lo que le decía su madre todo el tiempo.

Pero todo era mentira. Ni siquiera sabía cómo era el amor y ya no creía en ningún dios. Su madre, la dulce mujer que le había dicho eso, había sido asesinada por el hombre que decía ser su padre cuando él apenas tenía 11 años.

Kevin Jackson era el nombre de ese chico. Kevin cierra los ojos un momento y rebobina en su cabeza el cuento de horror de su vida una y otra vez. Contiene la respiración mientras recuerda a su madre tirada en el suelo, cubierta de líquido carmesí, y a su padre parado al lado con sus manos manchadas de rojo.

Recordó cuando se mudó a la casa del Doctor Jackson y cuando se tiñó su cabello pelirrojo de negro para no recordar a su padre al verse al espejo. Por último, recordó lo que había pasado la tarde de ese mismo día.

A las afueras de su escuela, su novia Madison había roto con él. Ella lo miró con sus ojos azules y su brillante sonrisa. "Ya no quiero verte más", le dijo.

Kevin pensaba en todo eso mientras seguía en la orilla del puente, contemplando saltar. Ya no le quedaba razón para vivir. Todos esos años, lo único que había podido sentir en su corazón era sufrimiento. Todos los días recordaba a su padre como una canción pegada a sus oídos. "Yo nunca seré como él", es lo que siempre se repetía.

Pero antes de saltar, hizo lo que su madre siempre le había dicho que no hiciera: pedirle ayuda a los dioses en la noche. "Si este no va a ser mi último día de vida, que pase algo que me muestre que vale la pena seguir viviendo", pensó Kevin antes de dejarse caer.

En ese momento, pasó algo inesperado, algo que cambiaría su vida para siempre. Vio algo que parecía una gran estrella roja en el cielo que descendió lentamente cerca de él. Su curiosidad hizo que el muchacho olvidara por un instante sus pensamientos oscuros y se alejara de la orilla para acercarse a aquella luz. Mientras más se acercaba, notaba que la luz provenía de un objeto ovalado, como un huevo considerablemente enorme.

De pronto, toda la curiosidad que el chico había sentido antes se convirtió en puro terror que erizó su piel. Empezó a correr para alejarse de esa cosa, pero todo esfuerzo fue en vano. Unos seres extraños salieron del objeto volador y, al verlo, fueron tras él como depredadores.

La parte racional de la mente de Kevin comprendió en ese momento que esa cosa en forma de huevo era una nave espacial y que él estaba a punto de ser abducido.

Las extrañas figuras lo alcanzaron. Kevin iba a gritar por ayuda, pero antes de poder hacerlo, los extraños sacaron una aguja y se la clavaron en el brazo derecho, lo que hizo que el chico se comenzara a sentir tranquilo sin importar lo que le estaba pasando.

Lo cargaron y lo llevaron dentro de la nave. Allí había una habitación cuadrada con paredes que parecían de acero, ligeramente iluminada por algo que parecían lámparas de colores.

Los seres que lo capturaron eran notablemente más bajos que un humano promedio, pero aún así eran lo suficientemente fuertes como para no dejar ir a Kevin. Luego de un rato, el adolescente fue llevado a otra habitación que extrañamente parecía una habitación de una casa común con paredes verde menta. Allí fue cuando las figuras parecieron querer hablar con él, pero para el entendimiento del humano, los sonidos que hacían eran iguales a los ladridos de un perro.

De repente, los alienígenas comenzaron a despojar a Kevin de su ropa, pero él no ofreció resistencia. Lo que le habían inyectado previamente había provocado en él un estado de total desinterés e indiferencia, lo más parecido a algo en la tierra sería la burundanga.

Pero de todos modos, los seres no le provocaron ningún daño mientras lo desvestían. Kevin se fijó más en la apariencia de los alienígenas: vestían con atuendos muy extraños del color del metal y tenían una especie de cascos cubriendo sus cabezas, pero a través de ellos se podían ver unos ojos de color claro de apariencia animal.

Luego de un rato, el chico quedó totalmente desnudo y empezó a sentir bastante frío. Las criaturas lo sentaron en una cama que había en la habitación, una cama que parecía totalmente común.

Uno de los extraterrestres tenía algo parecido a un cáliz en la mano que contenía un viscoso líquido color magenta. Se acercó a Kevin y le abrió la boca para verterle el líquido, que sabía horriblemente amargo y lo aturdió por un momento.

Cuando se le pasó, el joven vio algo que lo sorprendió tanto que rompió la indiferencia que había estado sintiendo: apareció un joven que parecía de su misma edad, que estaba desnudo al igual que él. Era el chico más hermoso que Kevin había visto en su vida, pero era muy bajito, le llegaba apenas al hombro.

Los cabellos del chico eran lacios y muy rubios, casi plateados. Sus ojos eran muy grandes y brillantes, de color azul grisáceo. Sus rasgos eran muy finos, casi femeninos, pero lo más sorprendente era que en su cabeza sobresalían dos orejas animales, parecían de lobo o de zorro, pero eso no lo hacía ver menos bello; al contrario, le daba un encanto único.

Después de salir del trance que ese chico le había provocado, Kevin se dio cuenta de que se había quedado solo en la habitación con él.

El muchacho rubio se acercó al azabache y, sin ningún aviso, se pegó a él.

- Naitray, baja a desayunar o llegarás tarde a la escuela -

La voz de su madre sacó a Naitray del trance que le tenía escribiendo. Se dio cuenta de lo desordenado que estaba su escritorio: lápices de todos los tipos, desde bolígrafos hasta lápices de grafito, una pila de hojas y botellas vacías de Coca-Cola Zero. Sus manos estaban tan negras como si las hubiera sumergido en carbón.

Podría tener el récord al desorden.

Naitray se levantó de la silla y se dio cuenta de que sus piernas ya estaban acalambradas. Se quitó su pijama de color azul y amarillo pastel y se puso su uniforme: un buzo negro con amarillo, ya que ese día tendría educación física.

Guardó su manuscrito en su escondite secreto y bajó a desayunar junto a su familia, uno de sus momentos favoritos del día.

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Tags: #sueños