58. ¿TÍO?.
2 Samuel 18
14 Y respondió Joab: No malgastaré mi tiempo contigo. Y tomando tres dardos en su mano, los clavó en el corazón de Absalón, quien estaba aún vivo en medio de la encina.
Esas palabras me hicieron tener más desconfianza de la que ya tenía.
Sentí que un nudo se hizo en mi garganta lo cual me impedía terminar de comer.
Aún así me obligué a mí misma a comer lo más rápido posible aquel postre.
—ya está —le digo cuando ya solo hay migajas —ahora déjeme ir.
—¿Estás segura de que quieres bajarte? —me pregunta.
La tensión cada vez se hacía más palpable en aquel auto.
—por supuesto que quiero bajarme —hablo segura.
—entonces adelante.
Las puertas de la limusina se abren invadiendo de un frío terrible todo adentro.
Afuera no se veía nada.
Ni siquiera habían farolas, era una noche fría y solitaria, por no decir que también tenebrosa.
De verdad que daba miedo salir.
Pero también daba miedo quedarme aquí adentro.
Intenté pararme para salir, pero mis piernas flaquearon y volví a caer en el asiento.
Aquel hombre me veía expectante y vi como una sonrisa de satisfacción se formaba en su rostro.
«Confirmado».
«Ese postre tenía algo».
«Lo sabía».
Vuelvo a intentar pararme, pero ya es en vano.
Comienzo a ver lucesitas y se perfectamente que eso es obra del mareo que estoy teniendo.
—no pensabas que iba a ser tan fácil ¿Verdad? —le escucho decir.
Intento decirle algo, pero ni siquiera los labios los puedo mover ya.
Finalmente mis ojos se terminan cerrando.
Hago todo lo posible por no quedarme dormida, pero es imposible.
«Dios mío, por favor guárdame, en tus manos está mi vida».
Fue lo único que pude decir mentalmente.
Horas después.
Abro los ojos lentamente sintiendo como mis extremidades se van despertando poco a poco.
Finalmente cuando estoy completamente consiente, recuerdo en la situación en la que me encontraba antes de quedar privada y me alarmó.
Miro hacia todos lados y me doy cuenta de que sigo en la limusina, solo que ahora estoy completamente sola, o al menos es lo que creo.
Además la limusina no se está moviendo.
Miro mi cuerpo y afortunadamente estoy intacta, tal y como me quede dormida.
Eso es un gran alivio.
«Gracias Dios».
Veo en el puesto en dónde estaba sentado aquel hombre, un objeto que llama bastante mi atención.
No dude ni un solo segundo y lo tome en mis manos.
Se trata de un teléfono.
Lo prendo con la intención de usarlo para pedir ayuda, pero para mí mala suerte está bloqueado, tiene patrón.
«Ya decía yo que tanta dicha no podía ser cierta».
Suspiro agobiada y vuelvo a poner el teléfono en su lugar al ver que esa no es una alternativa para escapar.
Intento abrir la puerta del auto pero está con seguro.
La desesperación comienza apoderarse de mi y las lágrimas ruedan por mis mejillas.
A mí mente vienen tantas cosas de lo que pueden hacer conmigo.
Podrían venderme como esclava sexual.
No lo digo porque vea películas, es que realmente eso existe.
También podrían sacarme los órganos y venderlos.
Eso es aún más espeluznante.
Más lágrimas ruedan por mis mejillas.
Definitivamente me encuentro sin salida.
—Dios mio haz algo —le suplico.
Nuevamente mi mirada va hacia el teléfono y siento la necesidad de volverlo a tomar.
No sé para que lo tomo si ni siquiera sé la clave.
Aún así lo prendí y garabateé algo sin sentido.
De repente el teléfono hizo clic.
Anunciandome que había sido desbloqueado.
—Gloria a Dios —digo en voz baja.
Marco el número de teléfono de mi madre.
Apenas voy a presionar para llamar, recuerdo sus últimas palabras.
«Ella no me quiere ver».
«En vano sería llamarla».
«No tiene sentido».
«¿Entonces a quien llamó?».
Me quedo pensando por unos momentos.
Luego recuerdo que no tengo tiempo para pensar.
En cualquier momento la puerta de esa limusina se abrirá dejándome ver el rostro de aquel señor extraño.
«Ya sé».
Una gran idea surca por mi cabeza.
«Voy a llamar a Jak».
La sonrisa que había en mis labios al pensar en él, se borra de inmediato al recordar que no sé cuál es su número de teléfono.
Además él no recibe llamadas de números desconocidos, así que estoy acabada.
—Dios mío —vuelvo a llorar —y ahora ¿Que hago?.
Vuelvo mi mirada al teléfono y simplemente no lo puedo creer.
—gracias Dios, gracias.
No sé cómo pasó, pero el teléfono se encuentra en contactos y justo en esos contactos está el número de Jak.
Dice: Jak Xian.
No creo que allá otro Jak con él mismo apellido aparte de él, eso sería mucha coincidencia.
No dude ni un segundo y comencé a llamar.
Definitivamente Dios me está ayudando.
Apenas comienza a timbrar mi corazón late más rápido de lo normal y mis ojos no dejan de mirar con miedo aquella puerta.
No quiero ni siquiera pensar con lo que me encontraré allá fuera.
Solo quiero que Jak conteste y venga en mi ayuda.
—hola tio —contesta —¿Que pasa?.
—¿Tío? —repito incrédula.
Según tengo entendido Jak no tiene familia.
Tenía a su abuela pero ya falleció.
«¿Cómo es que está diciendo tio?».
—¿Luna Caroling? —reconoce mi voz.
—si, —trago grueso —con ella habla.
Todavía sigo sin asimilar lo que está pasando.
«¿Acaso ese sujeto raro es familia de Jak?».
—¿Que estás haciendo llamando a estas horas y con el teléfono del tío? —me pregunta.
Quisiera preguntarle desde cuándo tiene tíos, pero no hay tiempo para eso.
Ahora lo único que necesito es escapar antes de que vengan por mi.
—necesito tu ayuda —digo en medio de las lágrimas.
—¿Que haces con el tío? —sigue con lo mismo —¿Que es lo que pasá?.
—me echaron de casa —comienzo a decir —no tenía a dónde ir y ese sujeto apareció ofreciendome ayuda —lloro más al ver lo ingenua que fui —pensé que era alguien de fiar pero no lo es, necesito que me...
Me quedo en silencio al escuchar pasos afuera.
Jak suspira.
—me imagino que ya vienen por ti así que no puedes hablar —acierta —veras, no puedo ayudarte como tal, además no entiendo porque el tío te llevo, aunque creo que sé porque lo hizo, en fin, no te preocupes, el parece loco por veces, pero si de algo estoy seguro es que no te hara daño, por ahora procura no enojarlo, haz lo que te dice, ya iré a verte.
—¿Y si me pide hacer algo malo? —hablo entre dientes.
—definitivamente no lo hará —habla bastante seguro —ahora voy a colgar, deja el teléfono en dónde lo encontraste, yo lo voy a hackear para que no se den cuenta de la llamada.
—no Jak, —le suplico —no puedes dejarme.
Jak corta la llamada.
Escucho que se acercan a la puerta de la limusina.
Inmediatamente pongo el teléfono en dónde estaba mientras tiemblo de miedo.
No puedo creer que Jak me halla dado la espalda cuando más lo necesitaba.
Además tampoco me cuadra eso de que tiene un tío.
Las puertas de la limusina se abren dejándome ver el rostro de aquel hombre.
—finalmente despertaste —dice —ven —me extiende su mano.
Yo lo miro con desconfianza y recuerdo las palabras de Jak.
«Procura no enojarlo, haz lo que te dice».
Me pongo de pie y salgo de la limusina sin aceptar su mano.
—eso es, —me dice —eres una buena chica.
Toma el teléfono en su mano.
—acompañame.
Es ahí cuando me doy cuenta de dónde estamos.
Miro a mi alrededor y a pesar de que está oscuro, por las luces encendidas de la casa, puedo darme cuenta que estamos como en una villa.
Es una mansión súper lujosa, similar a la de Jak, con un jardín inmenso y un césped.
Dejó de observar al ver que aquel hombre a avanzado y sus escoltas me miran expectantes.
Uno de ellos abre la puerta de la gran mansión.
Él señor extraño me insta a entrar.
Yo hago lo que me dice.
—bienvenida —me dice —a mi hogar, dulce hogar —canta —espero tenerte aquí conmigo muchos días.
No digo nada, solo me dedico a observar todos los lujos de esta mansión.
Entre tantas cosas, llama mi atención los jarrones gigantes que tiene.
A primera vista se nota que eso vale un ojo de la cara.
Un inmenso cuadro en la pared llama mi atención.
Es ese hombre extraño, pero más joven acompañado del brazo de una hermosa mujer.
Me quedo mirandola y se me hace haberla visto antes.
Creo que hace años atrás la ví en la iglesia.
La puerta se cierra recordándome la situación en que me encuentro.
Inmediatamente volteo a ver y me encuentro sola con ese hombre.
—¿Te gusta lo que ves? —pregunta centrando su atención en aquel cuadro.
Camina hacia mi.
Yo me pongo a la defensiva y doy pasos hacia atrás.
Él extiende su mano hacia él cuadro y acaricia el rostro de la mujer.
—¿Es su esposa? —me atrevo a preguntar.
Él asiente dando un suspiro.
Yo también suspiro aliviada.
Tal vez no me haga nada por respeto a su esposa, se nota que la ama, por como la mira.
Incluso ella podría estar en una de las habitaciones descansando.
Eso hace que sienta menos miedo.
—pero murió en un cruel accidente —dice haciendo que todas mis esperanzas queden nulas.
Una gruesa lágrima rueda por el rostro de aquel hombre.
—la amaba y la amo tanto —me dice.
—siento su perdida —es lo único que puedo decir.
Él me mira fijamente.
—¿Sabes una cosa?.
—¿Que? —lo miro con desconfianza.
—tu me recuerdas mucho a ella, es por eso que te traje hasta aquí.
Un escalofrío recorre mi columna vertebral.
Esas palabras que dijo solo las dice un enfermo.
—acompañame —dice con una gran sonrisa —te llevaré a la habitación.
Mis pies no se mueven ni un centímetro.
—me gustaría pasar la noche aquí en la sala —señalo los muebles —no me gustaría ser molestia.
Él sonríe ampliamente dejando ver una dentadura bien cuidada.
—para mi no eres molestia, además tu habitación ya está preparada.
Esas palabras hacen que sienta más miedo.
—¿Vienes o quieres que te traiga como traía a mi esposa? —pregunta al ver que solo lo miro aterrada y no me muevo.
La verdad es que no quiero saber cómo llevaba a su esposa.
Hago lo que dice pero temblando.
Jamás en mi vida pensé que llegaría a pasar por algo semejante como esto.
Comenzamos a subir unas escaleras de caracol.
A medida que nos vamos acercando al final, siento que estoy más cerca de la muerte o de algo peor.
Hace unas horas atrás estaba preocupada porque no tenía a dónde ir.
Ahora solo quiero salir corriendo de aquí.
—¿Co...cómo es su nombre? —me atrevo a preguntar.
Él se detiene al final de las escaleras y sonríe complacido.
—pensé que nunca lo preguntarías —comenta.
Extiende su mano hacia mi.
Yo la tomo con mucha desconfianza.
—mucho gusto mi queridisima Luna Caroling Escalante Mendoza. —acaba de decir mis nombres con apellidos completos —mi nombre es Fary para servirle, me encargaré que sus deseos se hagan realidad.
Eso sonó escalofriante.
Aparto mi mano rápidamente de él.
Él simplemente se limita a sonreír.
—¿Cómo es que sabe de mi? —le preguntó.
—te he estado observando —responde haciendo que me dé más miedo.
—eso suena a acosador —me atrevo a decir pero luego me arrepiento.
«No debo de hacerlo enojar».
Él en vez de enojarse sonríe aún más.
—lo sé —contesta.
Deja de caminar y se detiene frente a una habitación.
Saca una llave de su bolsillo y la introduce.
—por hoy y quién sabe cuántas más noches —habla muy seguro —dormiras en la habitación de mi hijo.
Abre la puerta dejándome ver un cuarto perfectamente ordenado.
Según por la decoración en las paredes, deduzco que su hijo es un joven.
—¿Tiene usted un hijo? —pregunto lo obvio.
—si, —responde bajando su mirada al suelo —tiene aproximadamente tu misma edad, pero murió en aquel terrible accidente —otra lágrima rueda por su mejilla.
Creo que lo estoy comenzando a compadecer.
—¿Sabes que fue lo más terrible? —me pregunta.
Yo niego con la cabeza.
—que cuando llegue al lugar de la accidente, su cabeza estaba desprendida de su cuerpo —responde.
Inmediatamente me imaginé la escena y mi estómago se revolcó.
—¿Quieres saber cómo estaba mi esposa? —pregunta.
—no, —respondo de inmediato.
La verdad es que no me agrada escuchar esas cosas.
—de acuerdo, —dice triste —te dejó para que descanses, por cierto procura no salir de noche, aquí pasan cosas raras —lo último lo dice en voz baja.
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