51. OPORTUNIDAD.
1 Samuel 3
13 Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado.
Sigo al oficial el cual me guía a la oficina principal en dónde se encuentra el jefe de más alto rango el cual ha dado la orden del traslado de mi hijo.
—su señoría —habla el oficial —aquí está el padre del reo Mauricio, dice que quiere hablar con usted. —me anuncia.
Sonó tan feo que tratara a mi hijo como un reo.
Como si fuera un criminal.
Quise alegar por él, pero supuse que empeoraría las cosas así que prefirí mantener la calma.
—no hay nada que hablar —contesta el jefe con dureza sin siquiera tomarse la molestia de verme a la cara —ya la orden del traslado se ha hecho.
Suspiro tratando de controlarme.
Se supone que estás autoridades son establecidas por Dios para mantener el orden, pero por veces siento que abusan de esa autoridad.
—dejeme a solas con él jefe, necesito hablar un tema privado con él —le digo al oficial.
Él asiente y se retira.
Me acerco al jefe y trato de hablar lo más calmado posible.
—su señoría —trato de sonar amable —estoy dispuesto a darle lo que sea con tal de que rebata esa orden.
—¿Estamos hablando de dinero? —pregunta fijando por primera vez su mirada en mi.
—así es —respondo sonriente al ver que ya nos estamos entendiendo.
Él también sonríe ampliamente.
—¿Sabía usted que sobornar a la autoridad también es un delito? —pregunta.
Mi sonrisa se borra.
—y que por eso usted podría también terminar en la cárcel —sigue diciendo.
—yo no lo quiero sobornar, —me apresuro a decir al ver que este sujeto es más complicado de lo que pensé —solo quiero pagar la fianza de mi hijo.
Él se comienza a reír.
—pués déjeme decirle que su hijo se fregó y bien fregado, porque la familia de la chica no quiere fianza, quiere cárcel. —contesta sin pesar alguno.
Empuño mis manos y me duele el corazón al ver que las mismas ovejas de mi iglesia se han levantado contra mi pobre hijo.
«Dios mío, por favor dale la oportunidad a mi hijo de salir de aquí».
Oro mentalmente en medio de mi angustia al ver que no hay esperanzas aparentemente para mí pobre hijo.
En ese momento llega alguien más a la oficina del suboficial.
Por las insignias que lleva inmediatamente reconozco que es un coronel alguien de más alto rango.
Además el suboficial se pone de pie para darle la bienvenida.
—¡Mi coronel! —saluda eufórico.
Él coronel fija su mirada en mi, luego en el suboficial.
—¿Que es lo que está pasando? —pregunta con su voz gruesa que demuestra autoridad.
—¡Mi coronel! —vuelve a decir el suboficial con la mano en la frente en señal de respeto —le reporto que aquí el susodicho quiere la liberación de su hijo el cual ya tiene una orden de remisión para la cárcel.
Él coronel me mira.
—esta perdiendo su tiempo —me dice —mas bien infórmese en que carcel va a quedar para que lo visite.
Cuando dijo eso, supe que ya nada se podía hacer humanamente.
Solo un milagro podría sacar a mi hijo de ese lío.
—incluso se atrevió a ofrecerme dinero por la libertad de su hijo —concluye el suboficial.
—¿Dinero? —el coronel me mira, para que confirme.
Asiento con la cabeza un poco avergonzado.
Ahora lo único que me falta es que me terminen encerrando con mi hijo y si eso llega a pasar significa que perderé mi preciado ministerio.
—dejenos a solas —le ordena él coronel al suboficial.
Este inmediatamente se retira de la oficina.
Es en ese momento que comienzo a imaginar como toda mi vida y por lo que tanto he luchado se derrumba en un breve momento.
El coronel toma lugar en donde antes estaba sentado el suboficial y me mira finalmente mientras entrelaza los dedos.
—¿De cuánto dinero estamos hablando? —pregunta.
Con esa pregunta supe que tenía un rayo de esperanza, quise sonreír pero preferí no apresurarme a los hechos.
—de 5,555.56 USD.
Veo decepción en la cara del coronel.
—pensé que su hijo valía más —dice con desprecio, —¿Sabe cuánto salario gano yo, aparte de las primas? —pregunta.
Yo niego con la cabeza.
No tengo ni la menor idea, siempre me he especializado en las cosas de Dios, nunca me he puesto a pensar cuánto gana un servidor del gobierno.
—pues nada más que 67,128.30 USD, lo que usted me ofrece no es ni siquiera la mitad.
—osea que si le doy la mitad de su salario —me atrevo a decir con miedo, siendo conciente del chicharrón en que me voy a meter —¿Usted dejaría ir libre a mi hijo?.
Él sonríe.
Por poco y le aparece el signo pesos en los ojos.
—por supuesto —responde —me alegra que ahora ya nos estamos entendiendo.
Yo le sonrió de la misma manera, aunque por dentro estoy un poco preocupado.
Durante el viaje al evento gaste bastante dinero, así que no tengo toda esa cantidad a mano, a menos que haga un gran hueco en mis ahorros.
Ahora bien, sino lo saco de ahí, ¿De dónde más lo haría?.
Pienso, pienso y sigo pensando.
—mire —me muestra la pantalla de su teléfono —este es mi número de cuenta, apenas me transfiera el dinero, su hijo será libre, más le vale que lo haga pronto antes de que se lo lleven a la carcel, me temo que después ya no lo podría ayudar
—no se preocupe, —le digo, aunque aquí el preocupado soy yo, pero ya se me ocurrió una gran idea —voy afuera a hacer una llamada, ya regreso.
—adelante —me dice —y recuerde que solamente lo estoy ayudando porque yo también soy padre.
Yo asiento agradecido.
«Si lo hiciera por eso, entonces... ¿Por qué me cobra?».
Lo primero que hago es marcar el número del hermano Jak.
No pensé que lo fuera a necesitar, pero es el más pudiente de la iglesia.
Después de tres timbradas ya me estoy desesperando.
Imposible que se le ocurra no contestarle a la autoridad.
—Dios lo bendiga pastor —finalmente contesta.
—amén —respondo —¿Cómo está?. —pregunto por mera cortesía.
—muy bien —responde con total calma.
Todavía recuerdo la última conversación que tuvimos y me da molestia.
¿Con que derecho se viene a meter en mi familia?.
—llamo para preguntar, ¿Por qué no vino al culto del domingo pasado?.
—es porque estaba en un viaje de negocios, incluso yo le avisé.
Cierto, él me avisó.
Ya lo había olvidado.
Incluso me estaba creyendo el cuento de la hermana Bitia.
Pero en fin, ya toda la iglesia lo tiene por rebelde, por meterse en dónde no debe.
—aún así usted debió consignarme los diezmos y todavía no lo ha hecho —le digo.
Yo no soy de los pastores que cobran el diezmo de esta manera.
Jamás.
Pero en estos momentos no tengo otra salida, tengo que sacar a mi hijo de aquí como sea.
—no se preocupe pastor, —me dice —pido disculpas por saltarme ese pequeño detalle, mi otro pastor jamás me pidió que diezmara de esta manera, siempre lo hice voluntario.
—pues él es un pastor y yo soy otro pastor —le aclaro.
—lo entiendo —responde —aún así creo que es algo que no está bien.
Empuño las manos molesto al ver que está conversación se está alargando más de lo debería.
—¿Me está cuestionando? —le pregunto.
Hay silencio de su parte.
—¡Le acabo de hacer una pregunta! —hablo autoritariamente.
Definitivamente a este muchacho le falta mano dura.
Al parecer el otro pastor le dejaba hacer lo que se le diera la gana, pero conmigo se estrelló y bien estrellado.
Posiblemente donde yo hubiera llegado antes ni siquiera lo habría dejado casar tan fácilmente.
—no señor —responde al final —de ninguna manera cuestionaría su autoridad, solo estaba dando mi opinión, no se preocupe que en la tarde iré a consignar los diezmos.
—¡Los necesito ahora! —le ordeno.
—bueno pastor.
Inmediatamente corto la llamada.
«Así es como me gusta».
Que las ovejas obedezcan y reconozcan quien es su pastor.
A los pocos minutos me llegó la notificación en mi teléfono de que me habían consignado.
«Apenas para pagar la fianza».
Narra Mauricio:
¡¡Libertad!!.
No saben lo feliz que me siento, estoy que no me cambio por nadie.
Fue casi una semana.
Una bendita casi semana que la pasé encerrado, pero para mí fue prácticamente una eternidad.
Sentía como si nunca más fuera a ver la luz del sol, pero Dios es fiel y tuvo de mi misericordia.
Me concedió la oportunidad de volver a estar afuera.
—¿Cómo te sientes? —pregunta mi padre mientras yo miro embobado el paisaje.
Jamás se me había hecho la naturaleza tan bonita como ahora.
—creo que la palabra feliz le queda pequeña a todo lo que estoy sintiendo, —respondo —muchas gracias por ayudarme y no permitir que me echarán a la cárcel.
Mi padre sonríe mientras vuelve su vista a la carretera.
—¿A dónde iría yo con la afrenta de saber que tengo un hijo en la cárcel?.
—eso es verdad —le doy la razón.
Todo volvió a quedar en silencio, pero yo lo rompí.
—¿Cómo están las gemelas? —pregunte.
Fue una mala pregunta porque de inmediato mi padre se tenso.
Si hay alguien que ha dado problemas, son las gemelas.
En especial Sol.
—Sol está de maravilla —responde luego de unos cuantos segundos.
—¿Y Luna? —me atreví a preguntar.
Ví como mi padre apretó el volante más de lo normal.
Eso solo significa que las cosas con Luna van de mal en peor.
—no me dejó otra opción que echarla de la casa —responde.
No sé porque pero esa respuesta me dolió.
A pesar de que ella se lo merece y de que yo he sido de lo peor con ella.
Pero aún así esa pobre no tiene en dónde caerse muerta.
¿Que será de su vida allá fuera en la calle?.
—¿Por qué? —pregunto.
Mi padre suspira.
—estaba embarazada y lo aborto —responde.
—¡¿Lo aborto?! —pregunto incrédulo.
La verdad es que no me imaginé que Caroling llegara hasta tanto, eso es el extremo.
—lo asesinó —habla papá con rabia —y por si fuera poco lo echo por él inodoro como si de excremento se tratara, hasta un animal tiene mejor entierro.
Guardo silencio terminando de asimilar todo.
Por un momento pensé que él más malo de la familia era yo, pero mi hermana se ganó el premio gordo.
Minutos después.
Luego de disfrutar y festejar que estaba en libertad nuevamente, también de asimilar lo de Luna, recordé gracias a quien estuve en dónde estuve.
Todo fue por culpa de esa mocosa.
Si esa mocosa Jiseth.
Si tan solo ella no hubiera hablado, nada de esto hubiera pasado.
«¿Que le costaba haberme dado ese besito que le pedía?».
Apuesto que dónde hubiera sido Erick, se lo hubiera dado encantada.
Me preguntó: ¿Que tiene ese man que no tenga yo?.
Además es una ciega sino se da cuenta que ese man no le conviene.
Él tiene mucho dinero, es el hijo del dueño de una multinacional.
En cambio ella no tiene en dónde caerse muerta.
Jamás podrá pertenecer a esa familia.
Si está soñando con eso pierde por completo el tiempo.
Más le vale que aterricé y se fije en mi de una vez por todas.
Es más, creo que necesito verla ahora mismo.
Sino fuera por su culpa, yo habría salido de la estación de policía hace tiempo.
Lo más fue que la llamé y le ordené que retirará los cargos, pero le importó un carajo, lo único que hizo fue darle el teléfono a ese Erick para que contestara.
Por poco ese sujeto me descubre, afortunadamente yo soy bien inteligente y voy un paso más adelante.
—padre —miro a papá el cual está concentrado en sus pensamientos mientras conduce.
—te escucho —contesta sin dejar de ver la carretera.
—detén el auto —le pido.
Él me mira confundido.
—necesito ir a un lugar primero antes de regresar a casa.
Él detiene el auto y yo bajo de él.
—¿Vas a ver a la hermana Jiseth? —me pregunta.
Es como si leyera mis pensamientos.
Decido andar sin rodeos.
—así es papá, —respondo —quiero aclarar las cosas con ella, no quiero que me tenga por un pervertido.
En realidad quiero darle una lección para que sepa que conmigo nadie se mete de esa manera.
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