27. ¡NIÑA INSOLENTE!.
Proverbios 9
13 La mujer insensata es alborotadora;
Es simple e ignorante.
14 Se sienta en una silla a la puerta de su casa,
En los lugares altos de la ciudad,
15 Para llamar a los que pasan por el camino,
Que van por sus caminos derechos.
16 Dice a cualquier simple: Ven acá.
A los faltos de cordura dijo:
17 Las aguas hurtadas son dulces,
Y el pan comido en oculto es sabroso.
18 Y no saben que allí están los muertos;
Que sus convidados están en lo profundo del Seol.
Narra Fabricio:
Iba en mi auto a toda velocidad sin rumbo alguno.
Todavía no se me pasaba la rabia tan grande que sentía y ya en mi mente estaba pensando en como me iba a vengar de esa demonia.
Iba a ser algo inolvidable.
Algo que la marcara para siempre y por siempre.
De tal manera que nunca más se iba a volver a meter conmigo.
Mi teléfono no cesa de timbrar.
Supongo que son los J5 llamando desesperados por suplicar mi perdón.
Pero no sé los pienso dar.
Sigo conduciendo ignorando mi teléfono.
Minutos después.
La paciencia se me agota y en un semáforo en rojo tomo el teléfono para apagarlo.
Es ahí cuando me doy cuenta que no son los J5.
Es mi madre la que ha estado llamando todo esté tiempo.
Aún así no me importa así que apagó el móvil.
En ese momento el semáforo cambia y sigo conduciendo.
Finalmente después de varias horas de conducir, me fui apartando de la ciudad hasta llegar a una carretera solitaria.
Seguí sin rumbo, solo que está vez ya más calmado sin acelerar tanto.
Hasta que esa carretera llegó a su fin.
Detuve el auto y me baje.
Tantos años viviendo en los Angeles California y nunca había venido por aquí.
Es un lugar pendiente, lleno de rocas.
A decir verdad es un lugar feo, en dónde nadie se le ha de ocurrir venir por su propia cuenta.
Me acerco al borde del precipicio y hasta me da mareo juntamente con escalofríos.
Supongo que aquí en dónde los mafiosos votan a sus víctimas.
«¿Quien las va a encontrar aquí?».
Todo lo que tiren ahí en ese abismo, simplemente desaparece.
Niego con la cabeza apartandome de ahí.
No sea que de pronto se caiga aquella roca en dónde estoy parado y termine cayendo abajo.
Sería un desperdicio de belleza muy grande.
No me puedo arriesgar.
«Que tristeza».
Tantas horas conduciendo para terminar llegando aquí.
Definitivamente no tiene sentido alguno.
Debí de haber consultado al GPS mejor, pero ya que.
Pienso en volver al auto, pero primero le doy una última mirada a este horrible lugar para tener en cuenta de no volver aquí.
Es tan solitario que hasta da miedo.
Pero cuando le doy la última mirada me doy cuenta que no soy el único aquí.
A mí derecha hay una chica la cual está parada prácticamente en el borde del precipicio y creo que pretende saltar de ahí.
Solo alcanzo a ver brillar su melena dorado con el sol.
No pierdo el tiempo y corro hasta ahí para salvarla, aunque también pienso en la idea de dejarla.
Al fin y al cabo cada uno decide que quiere hacer con su vida.
Pero algo más fuerte que yo me insta a ir.
Es así como no me detengo de correr y llegó hasta ella.
Me detengo a cierta distancia prudencial para no irla a espantar.
No quiero que se asuste y se tiré más rápido.
Es ahí cuando la reconozco.
No es cualquier chica.
Es nada más y nada menos que la hija del pastor.
Caroling.
Aquella que no le importo nada y dejo que me encerraran en aquella estación de policía.
«Creo que mejor la dejo que se suicide».
«Se lo merece por no ayudarme».
Decido darme vuelta ya que ella ni siquiera se ha percatado de mi existencia, pero es ahí cuando ella comienza a cantar.
—Cuando el mundo te inunda de fatalidad
Y te agobia la vida con su mucho afán
Y se llena tu alma de preocupación
Y se seca la fuente de tu corazón
Cuando quieres huir porque no puedes más
Porque solo te sientes entre los demás
Y no hay más en tus ojos brillo y emoción
Y se cierra tu boca porque no hay canción
Puedes sentarte a sus pies
Y de sus manos beber
La plenitud que tu alma necesita
Puedes sentarte a sus pies
Y cada día tener
Una nueva canción y nueva vida
A sus pies hay paz
Gracia y bendición
A sus pies tendrás
Luz y dirección
La plenitud en Él
Nunca se agotará
Puedes descansar
En Su presencia
Es una canción tan triste que de alguna manera hasta ganas me dan de llorar.
Lo más triste es que mientras canta mirando hacia la nada, por sus rosadas mejillas ruedan las lágrimas.
Es como si tuviera un dolor tan pero tan grande que solamente con él suicidio puede parar de sufrir.
Incluso me siento bien, comparado a lo que ella está pasando.
Parece que a ella no le ha sonreído la vida tanto como a mi.
—oye —le hablo cuando por fin terminó de cantar.
Ella me voltea a ver.
Frunce el seño como si hubiera visto algo feo y vuelve a mirar hacia la nada.
—no lo vayas a hacer —le digo preocupado.
De verdad que me aterra la idea de que se tiré frente a mis ojos.
—¿Hacer que? —pregunta sin mirarme.
—pues suicidarte —respondo.
Ella me voltea a ver como si fuera un bicho raro.
—ni que estuviera loca —contesta —yo no me quiero ir al infierno.
Vuelve a mirar hacia delante.
Yo me quedo mirándola y de verdad que está chica es hermosa.
—¿Por qué lo hiciste? —pregunto de repente.
—¿Hacer que? —vuelve a mirarme feo.
—¿Por qué me desconociste en la estación de policía?.
Ella me mira de manera despectiva de pies a cabeza.
Jamás alguna chica se había atrevido a mirarme así.
—porque no sé quién diablos eres —responde —y no me interesa en lo más mínimo saberlo.
Eso dolió.
—pero si estuvimos hablando en el parqueadero, incluso me diste un beso en la mejilla por un autógrafo. —le recuerdo.
Ella ríe sin ganas.
—en tus sueños tal vez —responde —y ¿Todavía por un autógrafo?, —rie más —ni que estuviera loca, si me ponen a escojer en hacer eso o tirarme de aquí, prefiero la segunda opción.
No había terminado de decir eso cuando sus pies se deslizaron.
—¡¡Aaaaaaahhhhhh!!. —gritó.
No sé cómo lo hice.
Pero cuando me dí cuenta ya la tenía en mis brazos sana y salva y sobre todo lejos de ese precipicio.
—¡¡Suéltame, suéltame!! —grita y me empuja lejos —¡¿Cómo te atreves a tocarme?!.
Caigo sentado en el suelo mientras veo como ella se sacude los brazos y la ropa.
Cómo si de algún modo yo la hubiera contaminado.
Me pongo de pie molesto y herido mi ego.
—¡Eres una desagradecida! —le grito de vuelta —¡Te acabo de salvar!.
Ella me mira roja de la rabia mientras se sigue limpiando en dónde la toque.
—¡¡Nadie te pidió que lo hicieras!!, ¡Hubiera preferido morir antes que tus asquerosas manos me tocaran!.
Otro golpe más a mi ego.
De verdad que no entiendo a esta mujer y tengo ganas de tirarla a ese precipicio.
Ojalá pudiera devolver el tiempo.
La dejaría caerse.
—¡Eres...eres una...! —trato de defenderme —¡Una...una...!.
—¡¿Una que?! —me interrumpe.
—¡Una ingrata! —termino de decir.
Ella me mira fijamente con ira.
Yo la miro a ella de la misma manera.
«Si quiere guerra, guerra va a tener».
Por un momento creí que mi única enemiga era la demonia.
Pero ahora resulta que la hija del pastor también.
Después de un momento ella toma aire como tratándose de controlar, pero veo que por ella fuera me dijera hasta de que me voy a morir.
«¿Tan mal le caigo?».
«Pero si yo no le he hecho nada».
No me explico el porque de su actitud hacia mi.
—pues si yo soy una ingrata, —dice un poco más calmada —usted es un inmaduro, un mocoso que no le da pena hacer el oso, que se ha estancado y no ha terminado de crecer.
La sangre me hierve por dentro.
Pienso que si fuera una caricatura estaría echando fuego por los oídos.
«Ni la demonia se había atrevido a tanto».
Aprieto mis labios con fuerza mientras medito cuál será mi siguiente ataque.
Ni siquiera sé que responder ya que no me he preparado para esta clase de ataques, ni mucho menos de una mujer.
Porque todas las mujeres me aman.
—¡Tu! —la señaló —¡Niña insolente!.
—¿A quien llamas niña? —da un paso hacia mi amenanzante.
—¡¡Oigan, oigan!! —escuchamos gritos a los lejos —¡¿Que está pasando aquí?!.
Ambos volteamos a ver y nos encontramos con Erick y Jason.
«¿Que hacen aquí?».
Corren apresuradamente hacia nosotros.
—¿Estás bien? —le pregunta Erick a Caroling preocupado.
Ella asiente sin dejar de mirarme.
—estoy bien.
Luego fija su mirada en Jason.
—hola Jason —le da una sonrisa como si nada.
—hola —le sonríe Jason de vuelta. —tanto tiempo.
De pronto él Jason frío que no da abrazos así por así, se acerca a ella y la envuelve en un abrazo.
Pero no fue un abrazo cualquiera.
Fue un abrazo sin malicia alguna.
—me alegra que estés de vuelta —le dice a ella —ojalá está vez si aceptes la propuesta de mi amigo.
Ella ríe de una manera tan linda que incluso se me olvida que estoy enfadado con ella.
«¿Por qué con Jason si es así y conmigo no?».
«¿Por qué no me puede tratar pacíficamente como lo hace con ellos?».
Sin darme cuenta estoy empuñando las manos.
—¿Te estaba molestando? —le pregunta Erick cuando Jason la deja de abrazar mirándome.
—eso ya no importa —dice ella restándole importancia.
Obviamente la que me estaba molestando era ella.
—habiendo tantos lugares a donde ir —comenta Jason —¿Justo tienes que venir a dónde está ella?.
Abro mi boca para responder pero me callo al ver lo que está haciendo Erick.
Se quita su chaqueta y la pone sobre los hombros de Caroling.
—cubrete —le dice —no sea que te dé un resfriado.
Ella hace caso.
En mi vida no había visto tanta diligencia de Erick hacia alguien, excepto por Jiseth.
La única diferencia es que ahora me enoja su forma de comportarse con esta chica.
Incluso Jason es amable con ella.
Creo que más amable que con Emily misma que es la esposa del líder.
—gracias —le agradece Caroling a Erick.
Niego con la cabeza incrédulo e indignado.
Le está agradeciendo por una simple chaqueta.
Cómo es que no me agradeció a mi que le salve la bendita vida.
A mí me habían dicho que las mujeres nunca aprecian lo que uno hace por ellas.
Siempre pensé que era falso, ya que las chicas me adoran.
Pero ahora me doy cuenta de que si es verdad.
—vamonos de aquí —le dice Erick tomándola del brazo para ayudarla a caminar por aquel lugar rocoso.
—yo también te ayudo —le dice Jason sosteniendola del otro brazo.
Por poco y le extienden una alfombra para que camine.
«Ni que fuera una princesa para tratarla así».
Meto mis manos en los bolsillos y comienzo a caminar detrás de ellos a una distancia prudencial.
Mientras veo como se preocupan de que llegue a chocar con alguna piedra o algo parecido.
—con cuidado —vuelve a hablar Jason.
La tratan mejor que a un cojo que no puede caminar bien.
Ruedo los ojos y le arremedo en silencio a Jason.
De verdad que se les está llendo la mano con el trato hacia esta chica desconocida que ni siquiera pertenece al grupo.
Finalmente llegamos hasta donde están los autos.
—mira, —le dice Erick dándole las llaves del auto de él y abriéndole la puerta. —conduce con cuidado.
—okey —ella toma las llaves de su auto y sube.
Él cierra la puerta.
Finalmente enciende el auto y se va.
Nos quedamos viendo cómo deja una nube de polvo.
Luego Jason y Erick me miran.
—mas te vale que la dejes en paz —me advierte Erick como si yo anduviera detrás de ella como perro faldero, así como lo hace él.
—¿Y sino? —lo desafío.
—y sino lo lamentaras —responde Jason por él —vamos Erick —le dice caminando hacia su auto.
—si, vámonos —dice Erick sin siquiera despedirse.
Por un momento hasta creí que me estaban buscando para disculparse, pero no.
Días después.
Narra Jak:
Me bajo del auto frente a la iglesia en la cual se está llevando un gran evento en el que participan muchas iglesias.
Me quito mis gafas de sol mientras veo como muchas miradas se posan en mi.
Sonrió satisfecho.
Siempre soy el centro de atención y está vez no será la excepción.
Camino hacia la entrada de la iglesia.
El ujier que está de turno me extiende su mano.
—Dios lo bendiga joven Xian bienvenido.
Ni siquiera me tomo la molestia de saludarlo.
Solo le dedicó una corta mirada y sigo mi camino hacia dentro.
Las chicas no dejan de mirarme mientras sonríen.
Pero no voy a perder el tiempo con ellas, son demasiado fáciles para mí.
Además ya tengo mi objetivo.
Miro hacia el frente y lo veo venir.
Ahí viene Caroling.
Es la chica que tengo en mente.
Se dirige hacia los baños y no pierdo mi tiempo en seguirla.
Llegó a los baños.
Afortunadamente no hay ningún ujier por aquí así que sin pensarlo dos veces me meto a dónde entran las mujeres.
Ahí esta Caroling mirándose en el espejo, viendo que su vestido y peinado estén perfectos.
—hola —la saludo.
—hola —me responde con voz seductora mientras camina lentamente hacia mi.
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