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16. OTRA VÍCTIMA.

Eclesiastés 10
1 Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable.




Abro mis ojos más de lo normal sorprendida ante las palabras de la hermana Bitia.

«¿En qué momento dije yo algo así?».

Erick me da una mirada deprimente y sigue su camino al baño sin darle una respuesta a la hermana Bitia.

—por lo visto aquí los rumores vuelan —es lo único que comentó.

—entonces si es cierto —concluye la hermana Bitia.

Pensé en reclamarle por lo que dijo que yo había dicho, pero pensándolo bien no tiene sentido hacerlo, ella siempre suele ser así.

Corro hacia los baños para aclararle las cosas a Erick.

—tenga cuidado hermana —me dice la hermana Bitia —no vaya a ser como la hija del pastor cuando se metía ahí con Fabricio.

Mis mejillas se calientan de la vergüenza al imaginar lo que hacían, pero no le presto atención ya que necesito hablar con Erick.

Aunque estar aquí a solas con él me puede llegar a traer problemas.

Llegó hasta la entrada de los baños de los hombres y me detengo.

—hermano Erick —lo llamo.

Él no responde pero sé que me oye.

—Erick —lo vuelvo a llamar —necesito hablar contigo, tengo que aclararte las cosas.

Una lágrima rueda por mi mejilla y siento una fuerte punzada en mi pecho al ver lo que está sucediendo.

De verdad que no quiero terminar mi amistad así con Erick de esa manera, me duele que él esté pensando lo peor de mi.

Para colmo de males la hermana Bitia la viene a embarrar con esa mentira.

Al ver que sigo sin obtener respuesta, decido quedarme ahí parada a esperar que salga.

No me moveré de aquí hasta que él me escuche.

Escucho unos leves tacones venir hacia acá.

Me giro y me encuentro con una de las hermanas que son ujieres.

—Dios la bendiga hermana —me saluda.

—amén —respondo con una leve sonrisa mientras me seco las lágrimas.

—no está bien que esté por acá —me dice —este es el baño de los hombres, alguien la podría malinterpretar.

Asiento en silencio.

Le doy una última mirada a los baños y me doy vuelta para regresar al templo.

De camino me encontré a la hermana Ema la cual venía con una gran sonrisa, pero apenas me vio, su día se arruinó.

Eso es algo que también me duele, antes incluso nos llevábamos bien, pero luego que comenzó a orar con Erick, todo cambió para mal.

A veces pienso que todo fue mi culpa.

—traidora —dice casi de manera inaudible cuando pasa por mi lado, haciendo que más se me estruje el corazón.

Terminó de entrar al templo y busco el altar para arrodillarme, apenas lo hago comienzo a llorar y llorar.

Creo que ya me estoy comenzando a arrepentir de lo que dije.

Sino hubiera dicho nada de la hermana Elisa, nada de esto me estaría pasando.

Erick seguiría siendo la misma persona de antes, pero ahora ya nada es igual.


Media hora después.

—hermano, si ha alabar a Dios hágalo con fuerza —decía el pastor desde el púlpito dando inicio al culto.

A pesar de que su corazón ha de estar hecho pedazos por la situación de su hija, aún así está ahí frente a todos nosotros rindiendo culto a Dios, aún cuando su corazón se está cayendo en pedazos.

Busco con la mirada a la hermana Cecilia su esposa y se encuentra de rodillas en su silla.

Después de que Erick salió de consejería, la ví ahí, no se ha levantado.

Supongo que ella también ha de estar destrozada.

«Dios mío, dale fuerzas».

Por un momento pienso en Elisa y me imagino como la ha de estar pasando.

Su padre la votó de la casa y nada se ha sabido de ella después de que salió por aquella puerta.

«Ojalá y este bien».

Cierro los ojos al ver que ya todos están adorando a Dios.

Comienzo a expresarle con mis propias palabras lo que siento decirle a la persona más importante de mi vida que me ha dado todo lo que tengo y que me ha hecho la persona que soy.

—gracia Dios, —nuevamente las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas al ver que en todo momento Dios ha estado ahí para mi —gracias por tus muchas misericordias, porque siempre has estado ahí para mí, tu has sido fiel ha pesar de mis muchos errores y equivocaciones.

Comienzo a escuchar el piano con una canción que me llega al alma.

—levanto mis manos, aunque no tenga fuerzas, —el hermano Jak comienza a cantar —levanto mis manos, aunque tenga mil problemas.

Levanto mis manos y también empiezo a cantar.

—cuando levanto mis manos, mis cargas se va, —esta vez es Emily la que canta —nuevas fuerzas tú me das, todo esto es posible, todo esto es posible, cuando levanto mis manos.

Minutos después.

—pueden sentarse —dice el pastor dando inicio a la predicación.

Todos nos sentamos con nuestras biblias en nuestras manos.

Puedo ver que Erick sigue postrado en el altar, desde que comenzó la adoración se arrodilló ahí y no se ha levantado.

—como les dije hace un momento, hoy les voy a hablar de él peligro de fallarle a Dios. —repite el pastor el título.

Tomo mi esfero y escribo en mi libreta el título de la predicación.

Siento una mirada en mi espalda desde hace rato y por inercia volteo a ver para saber quién es o si simplemente son solo imaginaciones mías.

Apenas giro mi cabeza me encuentro con la mirada esmeralda de Fabricio.

Si algo tiene lindo él son sus ojos, aunque no voy a negar que lo demás también es bonito, pero aún así no es un hijo de Dios así que entre más de lejos lo trate mucho mejor.

Él me giña el ojo haciendo que muchas chicas que lo están viendo comiencen a suspirar.

Me hace señas para que vaya hasta él.

Yo le doy una mirada reprobatoria para que entienda que no.

«¿Desde cuándo acá me está llamando?».

Vuelvo mi mirada al frente y me concentro en las palabras del pastor.

—nadie cae en pecado así por así —dice el siervo —todo comienza poco a poco, todo es un proceso, por esa razón debemos tener cuidado en dónde pisamos.

Medito en sus palabras sin dejar de prestarle atención, trato de no pensar en lo de Erick, ya llegará el momento de que hable con él.

De pronto siento unos leves toques en mi hombro.

Volteo a ver y es Fabricio.

—¿Que desea? —le preguntó lo más formal posible.

Él es una persona muy confianzuda a la cual le das la mano y se agarra del codo, por esa razón no quiero ser cercana a él.

Y ahora con lo que le pasó a Elisa, menos quiero tenerlo cerca.

—¿Podrías hacerte conmigo? —me pide.

«Eso sí que no».

—no —respondo entre dientes.

Mis mejillas se calientan al ver cómo muchas miradas se ponen en mi al ver que Fabricio se me ha acercado.

Hasta el pastor me mira fijamente desde el altar como diciendo: alejate de él.

—por favor —Fabricio hace un puchero.

De ser otra chica ya habría caído rendida a sus pies con esa cara, pero en mi caso, solo sedo a los caprichos de una persona en especial.

—vaya a su puesto —le pido de buena manera —antes de que venga el ujier y lo regañe.

—te lo ruego —pone sus manos en forma de suplica haciendo que me asare más.

«¿Es que acaso no se da cuenta de que todos nos están mirando?».

Además estamos en plena predicación y esto es una falta de respeto gravísima a la palabra de Dios.

—es que necesito ayuda con los textos bíblicos, quiero que me compartas tu biblia y me ayudes a buscar —sigue insistiendo.

Me remuevo incómoda en mi lugar.

—¿Que paso con las chicas que te prestan la biblia? —pregunto.

—el ujier las despacho —responde triste.

Estoy más que seguro que esa tristeza es fingida.

A él le da igual si le prestan la biblia o no, no entiendo porque ahora me está molestando.

—vuelva a su lugar —casi le suplico —no llame la atención de los hermanos.

—no me iré sino vaz conmigo, es más me sentaré aquí en el suelo a tu lado —me dice muy seguro.

Veo como hace el intento de acomodarse ahí, entonces lo detengo.

Si él hace eso, estoy más que segura de que él pastor nos llamara la atención desde el altar.

—de acuerdo iré contigo.

Me pongo de pie ante la mirada atenta de varios hermanos que dejaron de poner atención a la predicación por vernos a nosotros.

Camino hasta los puestos traseros y tomo lugar en una silla al lado de Fabricio.

—otra víctima más —escucho la voz de la hermana Bitia.

Decido hacer oídos sordos ante sus palabras y poner atención a la predicación.

Pero si eso piensa ella, no me imagino lo que piensan los demás.

—debemos tener mucho cuidado con nuestras redes sociales, —sigue predicando el pastor —es por eso que yo no consibo que un joven se esté hablando con una joven a altas horas de la noche, ¿En dónde está la ética moral de esas personas?.

«Que Dios nos ayude».

Yo sé chatear a veces hasta tarde pero lo hago con chicas no con hombres porque eso puede generar malos entendidos, como lo de Ema y Erick.

—que exagerado el pastor —habla Fabricio desconcentrandome —solo le falta que diga que por chatear uno se va al infierno.

Le doy una mirada de reproche y él se queda callado.

Tal vez me llamo para tener con quién murmurar de la predicación, pero se equivocó de persona.

—vamos al libro de Mateo 26.41. —prosigue el pastor.

Busco en mi biblia y se la ofrezco a Fabricio.

—yo miro desde aquí —dice acercando su silla a la mía.

—vuelve tu silla a tu lugar —le digo seria.

Ya me estoy empezando a arrepentir de haberme hecho al lado de él, pero sino lo hacía también había tenido problemas.

Estaba entre la espada y la pared.

Al ver mi seriedad vuelve a poner la silla en su lugar cosa que agradezco.

—el espíritu a la verdad está dispuesto pero la carne es débil —termina de leer el pastor.

Leo el versículo.

Mateo 26
41 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.

—Jiseth —me llama Fabricio.

Lo miro mal.

Definitivamente con Fabricio no me voy a poder concentrar.

Me temo que he perdido la predicación.

—si me sigues mirando así, pensaré que es tu forma de decirme con la mirada que soy guapo —presume.

Ruedo los ojos y vuelvo mi atención al predicador.

Creo que después de esto el pastor me va a llamar la atención.

—Jiseth —vuelve a llamarme.

—que —digo entre dientes sin dejar de ver al frente.

—gracias por lo de hoy —me dice —por salvar mi precioso rostro del puño de Erick.

—no lo hice por ti —miro a Erick que todavía sigue en el altar.

Lo hice porque de verdad me importa Erick y no quería que lo pusieran en disciplina.

—aún así te estaré por siempre agradecido, —me dice de manera sincera —si necesitas que haga algo por ti, solo pídelo.

—gracias pero no —contesto.

—lo digo enserio, incluso me casaría contigo si así lo quieres —dice muy seguro.

«No puedo más con esto».

Se me escapa una risita al escucharlo decir eso.

Mi imaginación es tan rápida que hasta me imaginé con él en el altar.

«Creo que esa sería mi desgracia».

Además me imaginé sus Fans esperando a que saliera de la iglesia para matarme.

De verdad que fue algo muy gracioso, tuve que taparme la boca para no reírme más.

Ya me había ganado varias miradas feas.

Minutos más tarde.

—vamos a estar orando para salir de este lugar —dice un líder.

Cierro mis ojos y comienzo a orar ignorando las bobadas de Fabricio.

—amén —se termina la oración —pueden saludarse en el amor del Señor.

Fabricio se gira hacia mi con una gran sonrisa extendiendome su mano.

Lo ignoro en venganza por no dejarme concentrar en el culto y comienzo a saludar a los demás hermanos.

Puedo ver cómo finalmente Erick se levanta del altar, a su lado está la hermana Ema la cual le ofrece un pañuelo.

Quise acercarme a hablar con él, pero al verlo con ella, prefiero no interrumpir, no quiero que me odie más de lo que ya está haciendo.

Camino hacia la salida con una opresión en mi corazón por no haber podido hablar con él.

Apenas piso la carretera el frío me da la bienvenida.

Los recuerdos de todo lo que pasó hoy invaden mi mente haciendo que me den ganas de llorar.

—¿Quieres que te lleve? —escucho la voz de Fabricio.

Volteo a ver hacia mi izquierda y ahí está él en su auto convertible.

—no gracias —le digo.

—ay por favor —me dice —no pensarás irte caminando de noche.

Lo miro fijamente y él me da una mirada coqueta como lo suele hacer con todas.

En ese momento siento un escalofrío al pensar que quizás me quiere como su siguiente víctima.

—¡Hermana Jiseth! —escucho al pastor llamarme.

Volteo a verlo.

—¡Venga para acá que mi hijo se va a encargar de llevarla!

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