Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

23. TRES CALABOZOS.

Proverbios 1
27 Cuando viniere como una destrucción lo que teméis,
Y vuestra calamidad llegare como un torbellino;
Cuando sobre vosotros viniere tribulación y angustia.

28 Entonces me llamarán, y no responderé;
Me buscarán de mañana, y no me hallarán.

29 Por cuanto aborrecieron la sabiduría,
Y no escogieron el temor de Jehová,



Apenas la ví sonreí ampliamente.

Sabía que ella venía por mi.

Dios la había enviado a salvarme.

Era como ese angel que venía en mi ayuda.

—¡¡Caroling!! —la llamé mientras hacia resistencia para que aquellos oficiales no me llevarán al calabozo.

Fue como sino me escuchará, ni siquiera me miró.

Lo que hizo fue acercarse a aquel hombre gordo, el cual ya se había terminado de comer aquella donal e iba por otra.

«Así como no va estar gordo».

«Si sigue así muy pronto no va a caber en esa silla».

Pero en fin, eso es algo que a mí no me importa.

«Allá él si muere de infarto».

Lo importante aquí es salvar mi pellejo.

—¡¡Caroling!! —la vuelvo a llamar con más fuerza.

Es ahí cuando su dulce y hermosa e inocente mirada se fija en mi.

A pesar de que estamos a cierta distancia, puedo verme reflejado en sus ojos.

Incluso podría jurar que tiene un brillo especial.

Un brillo que no ví está tarde que hablamos.

—¡¡Ayúdame!! —le pido haciendo mi mejor cara adorable.

Aquella cara que hace que todas las mujeres se postren ante mi.

Ella comienza a fruncir el ceño confundida, como sino supiera de lo que estoy hablando.

—¡¡Ayúdame a salir de aquí!! —le pido.

Afortunadamente aquellos oficiales que me llevaban se han detenido.

Espere a que ella corriera hacia mi y me dijera: oh Fabricio, ¿Que te paso?.

Incluso me la imaginé llorando de la angustia, como lo hacía Elisa cuando me iba mal en algo.

Pero eso nunca pasó.

Lo que hizo fue mirar al oficial confundida.

Era como sino me conociera.

Como si hace unas horas atrás no me hubiera dado un beso en la mejilla, el cual por unos cuantos mililitros no fue en la boca.

—¿Lo conoce señorita? —pregunta ese oficial que por cierto tiene llena la boca de donal.

Ella vuelve a mirarme.

Es obvio que me conoce.

Vuelve su mirada hacia el oficial.

—no, —responde a su pregunta —no lo conozco.

La miro incrédulo mientras mi boca se abre en una o de sorpresa.

«Todas las benditas mujeres saben quién soy yo».

«Pero ella no».

«Después de lo íntima que estaba conmigo».

«¿Cómo se atreve a negarme?».

«Después de aquel momento romántico que vivimos los dos».

«Definitivamente esto no me puede estar pasando».

«¿Que mujer con sus cinco sentidos haría algo así?».

«¿Acaso tiene problemas de memoria?».

—¡Caroling soy yo! —le digo desesperado —¡Soy Fabricio!.

Ella me vuelve a mirar.

—¿Tiene algo que ver con él? —nuevamente pregunta aquel oficial terminandose lo que tiene en la boca.

No contento con esa donal, le está metiendo la mano a mi torta y se chupa un dedo lleno de crema.

«¿Que clase de estación de policía es esta que se come las cosas de los detenidos?».

Definitivamente cuando salga de aquí haré que cierren está estación también.

—no señor, —responde ella horrorizada —de ninguna manera.

Lo dice como si ser amiga mía o algo así fuera una gran afrenta.

—ya la oyó —dice uno de los oficiales que me tiene agarrado del brazo.

Comienzan nuevamente a llevarme hacia los calabozos en contra de mi voluntad.

—¡¡Noooo!! —grito con angustia y desespero —¡¡No pueden hacerme esto!!, ¡¡Yo soy famoso!!.

—y a nosostros que nos importa —contesta uno como sin nada.

Al final se me ocurre una gran idea.

Me tiró al suelo y me hago el desmayado.

Ya sé.

Sé que es algo muy bajo para mí como hombre.

Pero...

¿Que más querían que hiciera?.

Me iban a llevar a un calabozo, no podía permitirlo.

—¿Es enserio? —dice el mismo oficial frustrado mientras me quita las esposas —ni las mujeres hacen tanto drama.

—solo nos está manipulando para que no lo llevamos al calabozo —comenta el otro —llevemoslo de rastra.

Se inclina y sin misericordia alguna me comienza a arrastrar de un pie como si se tratara de un animal.

Definitivamente los voy a demandar por maltrato sicológico y físico.

Eso que me están haciendo me va a dejar un trauma de por vida.

Jamas los voy a perdonar.

Mientras me llevaban de rastra supe que ya nada se podía hacer.

Esto era tan asquerosamente humillante.

¿Que haría después de esto?.

Perdí toda mi dignidad.

En este preciso momento tengo ganas de morirme.

O al menos de desaparecer.

O de despertar de esta horrible pesadilla.

Pero de pronto...

—¡Esperen! —habla Caroling.

Sonrió triunfante olvidandome que estoy desmayado.

—lo sabía, —dice uno de los oficiales —estaba fingiendo.

Aún así ya no me importa que lo sepan, porque Caroling a venido a mi rescate.

Incluso me pongo sobre mis pies y me sacudo el polvo.

«Wakala, tendré que bañarme cuando llegue a casa y votar la ropa».

Los oficiales centran su mirada en ella para saber lo que va a decir.

Obviamente yo sé que va a interceder por mi.

—lo que pasa es que yo vengo a esta estación de policía con una intención en especial —dice ella.

Eso es más que obvio, hasta un ciego lo ve, ella vino por mi.

—cuentenos, —dice el gordo mientras sigue comiendose mi torta —la escuchamos.

«Lo voy a demandar por robo».


Ella toma aire antes de hablar.

Yo comienzo a imaginar lo que va a decir.

Primero: me mira con ojos de amor.

Segundo: corre hacia mi y me abraza.

Tercero: les ordena que me dejen salir y fin de la historia.

Finalmente la mirada de Caroling se posa en mi.

No sé porque pero siento algo especial cuando ella me mira.

No sé.

Es algo como...

Cómo...

No sabría explicar.

No lo he sentido antes.

Es algo raro pero siente bien, al menos a mi corazón le gusta.

De repente comienza a caminar en mi dirección sin dejar de mirarme.

«Lo sabía».

«Sabía que ella había venido por mi».

—mire —dice cuando está frente a mi y me entrega un tratado —ARREPIENTASE y dejé de causar problemas a la sociedad. —creo que lo dijo con rabia.

Tomo aquel tratado en mis manos y la miro incrédulo.

Quise tocar sus dedos pero ella retiró tan rápido su mano que no me dió tiempo de nada.

—a ustedes también los invito a la iglesia —le dice a los dos oficiales con una gran sonrisa, nada que ver cómo me miró a mi.

Luego se dirige hacia el gordo y también le da un tratado.

—muchas gracias señorita —dice atarugado de mi torta —¿Quiere un pedazo? —le ofrece.

Ella niega con la cabeza.

—muchas gracias pero no. —responde. —que tengan buena noche.

Se dirige hacia la salida mientras los oficiales la siguen con la mirada.

—¡¡Caroling!! —la llamó.

Ella camina más rápido como si huyera del peligro.

—¡¡Caroling!!.

Intento correr hacia ella, pero esos oficiales me agarran de ambos brazos y me comienzan a llevar a ese horrible calabozo.

Trato de safarme, pero mis fuerzas no se comparan a las de ellos.

—¡¡Caroling!! —grito como un desesperado mientras aquellos hombres me llevan de rastra sin misericordia alguna. —¡¡Caroling no me dejes por favor, yo te amo!!.

Cabe aclarar que lo de amar es mentira.

Pero en momentos así uno dice muchas cosas.

Lamentablemente nada de eso sirvió.

Ella se fué y ni siquiera volteó a ver hacia atrás.

No le importa ni siquiera el privilegio que le di de besar mi sublime mejilla.

Ni tampoco valoró mi autógrafo.

No le importa nada, absolutamente nada.

Al final me rindo y dejo de forcejear con los oficiales ya que de nada me sirve.

Me dejó llevar como si fuera un trapo sucio el cual votaron a la basura porque ya tienen uno nuevo.

Jamás en mi hermosa y agradable existencia me había sentido tan miserable.

«Creo que ahora sí voy a morir».

Moriré de tristeza y dolor.

Pero yo sé que mi primo les hará pagar a estos oficiales por lo que me hicieron.

A Caroling también le cobrará.

Así podré yo descansar en mi tumba en paz.

Por cierto no he pensado de que color quiero que sean las flores del funeral.

Pero eso ya no importa.

Al fin y al cabo no las voy a ver.

Oh cierto, mi herencia.

¿A quien se la voy a dar?.

—llegamos —me informa uno de los oficiales.

Si antes olía a feo, ahora huele al Inframundo.

Incluso huele a orines.

«¿Es que acaso no hay aseadora?».

Mi estómago se revuelve e intento vomitar justo encima de uno de los oficiales.

—atrevase y vera que le daño esa cara de muñeca que tiene de un solo puño —me amenaza.

No tuve de otra que tragarme el vómito y taparme la nariz.

«¿Por qué tiene que pasarme esto a mi?».

«¿Por qué no le pasa a otro de los J5?».

«Cómo a Erick por ejemplo».

—tenemos tres calabozos —me dice el otro oficial —así que le damos el privilegio de escoger.

Miro el primer calabozo mientras trato de no respirar este nauseabundo olor.

Me temo que estos oficiales no tienen olfato porque respiran como si nada.

Veo a dos hombres ahí, sentados de esquina a esquina.

Uno tiene mirada de burla y el otro mirada asesina.

«Mejor no me quedo ahí».

Fijo mi mirada en el segundo calabozo.

Ahí solo hay un hombre el cual apenas me mira me picó el ojo.

De verdad, estoy más que seguro de que lo hizo.

«Ese man está raro, tampoco me hago ahí».

Miro el tercer calabozo.

Este está totalmente vacío pero se mira solo y sombrío, hasta miedo me dió.

«Creo que mejor me quedo en el primero».

Señaló el primero.

Aquel oficial sacó unas llaves, lo abrió y sin misericordia alguna me dejaron ahí.

Solo y desamparado.

Ni siquiera había un guardia que vigilará por ahí.

Ella salieron y se fueron así como si nada.

Me quedo parado ahí recostado a las rejas sin saber que más hacer.

Mientras tanto aquel hombre de la derecha se ríe del que está frente a él a la izquierda.

Se rei de una forma que hasta da miedo.

Horas después.

La noche avanza y el frío también.

Es tanto el frío, creo que ya se me metió por los huesos.

Me abrazo a mi mismo mientras muevo mis pies para que no se me entuman.

Quisiera sentarme pero ninguno de aquellos hombres me inspira confianza.

Tampoco quiero sentarme en el suelo porque me ensució.

Además yo creo que tiene orines.

Una leve luz es lo único que ilumina aquella celda, haciendo que se vea un poco escalofriante.

En toda mi bendita existencia, jamás me imaginé venir a parar en un lugar así.

Ni siquiera pensé venir de visita.

Pero aquí me encuentro como preso.

Lo peor de todo es que ni siquiera me dieron derecho a llamar a mi familia.

Tampoco veo a los J5 parecer.

Recuerdo que cuando había aquella ley que me favorecía.

No necesitaba llamarlos, ellos aparecían antes de que llegara el peligro.

En aquellos tiempos no me importaba meterme en problemas, porque siempre, siempre estaban ahí para mí.

Pero ahora ya nada es lo mismo.

Ni siquiera les importo.

Solo soy un cero a la izquierda.

Después de que gracias a mi este grupo se volvió famoso.

Pero lamentablemente ninguno de ellos sabe reconocer mi esfuerzo.

Suelto un suspiro lamentandome de mi triste condición.

—¿Que te parece si mejor te sientas a mi lado? —me pregunta el sujeto que ríe como un lunático.

Yo lo miro dudoso.

—es mejor que estar ahí parado toda la noche, —sigue diciendo —ademas quien sabe sin vendrán por ti.

Esas palabras si que dolieron.

Pero yo también lo estaba pensando.

«Que tal los J5 se olviden de mi para siempre».

Al final opto por sentarme a su lado.

Eso sí, guardando una considerable distancia.

Aquí entre nos, no es que huela muy bueno.

Luego de yo ya estar sentado, él mira hacia el otro sujeto el cual sigue ahí sentado sin decir una sola palabra, solo nos mira con ganas de matar.

—¿Ves a ese sujeto? —lo señala como sino estuviera al frente de nosotros.

Yo no respondo.

Me da miedo que de pronto atente contra mi integridad.

—pues ya ha matado a cuatro personas —sigue diciendo él que está a mi lado —¿Y sabes por qué?. —habla en voz alta como si él otro no nos estuviera mirando.

Yo niego con la cabeza.

—la verdad es que no me interesa —contesto casi que con voz temblorosa.

«Ahora sí que me va a dar algo».

Ojalá esté hombre solo este bromeando, porque no se me hace gracia compartir celda con un asesino.

—los mató solo porque lo vieron a los ojos —responde a su pregunta.

Un escalofrío recorre todo mi ser.

«Ahora entiendo porque huele a orines».

«Así cualquiera se orina de miedo».

—pero yo lo he estado mirando toda la bendita noche y no me ha hecho nada —continua hablando.

Veo como aquel hombre empuña sus manos e intenta levantarse de su lugar.

—creo que lo mejor será que no lo mires —le recomiendo en voz baja al sujeto.

Este en vez de oír mi consejo, lo que hace es comenzar a reír como loco mientras señala al otro y le hace muecas provocandolo.

—¡Lero, lero! —canturrea —no le tengo miedo.

Él no, pero yo si.

De repente aquel otro hombre no se de dónde saco un cuchillo y se le vino encima.

Yo corrí directamente hacia las rejas mientras intentaba abrir.

—¡¡Auxilio, auxilio!! —grito desesperado —¡¡Que alguien me saque de aquí!!.

Pero nadie, absolutamente nadie responde a mis gritos.

Volteo a ver tras mi y solo veo un charco de sangre y aquel hombre que se burlaba está ahí muerto.

Pero también veo a aquel hombre con aquel cuchillo venir hacia mi.

—ahora te toca a ti —dice con una sonrisa macabra.

Con más desespero grito y golpeó las rejas.

—¡¡Ayudaaaaaaaa!!, ¡¡Saquenme de aquiiiiiiií!!.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro